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Capítulo 05.

Mikoto de vez en cuando observaba por el retrovisor a Murasaki, parecía una buena chica: iba tarareando levemente una canción mientras movía su cabeza de un lado a otro al ritmo de la canción; parecía estar en su mundo. Su voz era en extremo suave, como la de una niña pequeña, concordaba completamente con su aspecto.

—¿No le dirás a tus padres sobre esto, Murasaki-chan? —preguntó Mikoto doblando el manubrio.

Murasaki dejó de tararear y pensó por unos momentos lo que le dijo Mikoto, ¿se estaría refiriendo si le contaría que le rompió la nariz a una chica de la escuela o si iba a llegar tarde a casa?

—Vivo con mi hermano —dijo—. Él me llamará, entonces le diré, después de todo, ni siquiera me atiende el celular cuando lo llamo.

Mikoto asintió algo preocupada, Murasaki no lucía como esas chicas que se pudieran defender solas, o que siquiera se pudiera hacer cargo de ella misma y al parecer su hermano no se preocupada mucho por eso.

Cuando llegaron a los complejos Uchiha, Murasaki se apoyó maravillada en la ventana del auto observando.

Había una reja que impedía la entrada y guardias custodiando por todas partes. Mikoto saludó a uno de los guardias y este le abrió la reja inmediatamente y dejó pasar el auto.

—¡Sasuke-kun! —Chilló Murasaki, casi saltando sobre el chico— ¡No me habías dicho que eras un Uchiha!

«¿A caso no dije mi apellido cuando nos conocimos...?» Pensó Sasuke mirando a Murasaki con cara de «¿estás hablando en serio?», pero esta al parecer no se daba cuenta.

Los Uchiha eran conocidos en todas partes, ya que era una gran empresa que operaba a lo largo de todo Japón (e internacionalmente), y todos con el apellido Uchiha vivían en grandes casas con un montón de comodidades. Pero a pesar de todo eso, Sasuke era un desadaptado social, un total fracaso comparado con otros chicos Uchiha, aunque eso no le importaba mucho, pues prefería estar solo leyendo libros que le hacían tener un derrame nasal a tener que aguantar gente interesada que se fingía ser su amigo solo por el apellido que llevaba, Sasuke era pervertido mas no tonto.

Mikoto aparcó el auto en frente de la casa y se bajó, haciéndole una seña a su hijo y a Murasaki. Estos obedecieron y bajaron del auto. Seguía lloviendo, por lo que se apresuraron a entrar a casa.

—Quédate aquí, Murasaki-chan, iré a traerte unas pantuflas —dijo Mikoto quitándose rápidamente los zapatos y adentrándose a casa descalza.

—¡Gracias, Mikoto-san! —agradeció la castaña dejando su bolso en la entrada.

Sasuke se quitó sus zapatos y se puso sus cómodas pantuflas grises. Suspiró como con placer al estar de nuevo en casa.

Mikoto no tardó en llegar y le entregó pantuflas blancas con diseño de conejo a Murasaki, quien ni siquiera reparó en el ridículo diseño de las pantuflas. Sasuke rodó los ojos, Mikoto tenía guardadas esas pantuflas desde hace unos pocos años, pues fantaseaba con entregárselas algún día a la primera chica que Sasuke llevara a casa. La chica de ojos amatistas dejó sus zapatos medio ordenados junto a su bolso en la entrada y se puso las pantuflas.

—Permiso —dijo mientras se adentraba a la gran casa de Sasuke.

El pelinegro le siguió el paso, y casi se queda sin aire cuando vio que Murasaki observaba atentamente una foto de él cuando pequeño. Se apresuró a tomar la foto que colgaba de la pared y la escondió entre sus ropas, provocando un bufido por parte de Murasaki.

—Sigue tu camino, tonta —gruñó Sasuke.

La castaña se cruzó de brazos indignada inflando sus mejillas y siguió caminando, Sasuke volvió a poner la foto cuando se aseguró que Murasaki estaba lo suficientemente lejos como para no verla, y se recordó mentalmente que le pediría a su mamá remover todas las fotografías vergonzosas que estuvieran esparcidas por la casa.

La casa de Sasuke tenía un diseño simple, pero bonito, que la hacía ver más grande de lo que ya era, no era ni muy moderna ni rústica, era simple. Las paredes estaban pintadas de blanco mientras que la madera del suelo estaba perfectamente barnizada.

Mikoto guio a Murasaki hasta la sala de estar, dónde estaba en padre de Sasuke sentado en un gran sofá negro de cuero sintético viendo televisión. Murasaki se quedó rígida, el hombre tenía facciones extremadamente varoniles y serias, tanto que le llegaba a dar miedo. Tuvo ganas de tirarse por la ventana y huir, pero descartó esa idea, pues después probablemente tendría que pagar el vidrio roto y tendría otros cuantos problemas que no quería ni pensar, y entre esos problemas estaba involucrado el padre de Sasuke.

El hombre apagó la televisión al darse cuenta de que ciertas personas lo estaban observando. Se paró del sofá con una postura que demostraba que era serio y respetable. Murasaki sintió que sus rodillas temblaron.

—¡A-Aida Murasaki! —chilló rápidamente tratando de no trabarse.

Le hizo una reverencia de 90 grados al padre de Sasuke y este la inspeccionó. El chaleco de lana con orejas de gato le parecía ridículo, al igual que no pasó por alto las pantuflas que le hacían ver aún más aniñada, pero sabía que ella no tenía culpa de las pantuflas, pues estaba al tanto de todas las cosas que su esposa, Mikoto, tenía guardadas.

—Uchiha Fugaku —respondió el saludo.

Murasaki definitivamente no había pasado el examen de Fugaku, pues este con tan sólo verla podía afirmar que: no era segura de sí misma, torpe e infantil. Examinó una vez más con la mirada a la asustada chica, frunció el ceño con obvio disgusto y miró a su esposa.

—Mikoto, ¿podrías decirme qué hace ella aquí? —preguntó directo y sin tener ni un toque de dulzura con su esposa.

—Es una amiga de Sasuke.

«Tsk, ni trae chicas y a la que trae es una desadaptada al igual que él» pensó Fugaku molesto.

Murasaki, tratando de ignorar el hecho de que no le había caído nada del bien al padre de Sasuke se puso a examinar la sala de estar con sus grandes y ahora curiosos ojos. Delante del sofá negro de cuero sintético dónde había estaba sentado Fugaku había una alfombra de pelos grises, absolutamente limpia, y encima de esta una mesa de centro de madera con dos cristales, simétricamente arriba, en el techo había una lámpara colgante blanca bastante elegante. El televisor indicaba a gritos que era costoso, por lo que pertenecía a una familia adineraba, sin contar por el precioso mueble en dónde estaba.

—¡Ya estoy en casa! —Murasaki escuchó una voz varonil y seria, rezó a los cielos mentalmente porque no fuera otro tipo como Fugaku.

Murasaki también se dio cuenta que no habían señales de vida de Sasuke, era como si hubiera desaparecido, claro, no sabía que Sasuke se llevaba horrible con su padre y que siempre trataba de no pillarse con él.

Un hombre apuesto se paró en el umbral que separaba la sala de estar con el pasillo. Estaba vestido de traje negro que lo hacía verse muy profesional, al igual que su largo cabello amarrado en una coleta baja. Tenía grandes ojeras y porte respetable, pero su mirada era más suave, y hasta Murasaki podía apostar que daba gusto mirarlo a los ojos. Al lado de él, estaba Mikoto.

—Padre —saludó formalmente con una reverencia a su progenitor.

—Itachi —respondió Fugaku de la misma forma.

Itachi se sorprendió al ver una chica desconocida en casa, al contrario de su padre el chaleco de Murasaki le parió tierno, al igual que las pantuflas.

—¡A-Aida Murasaki! —se presentó de la misma forma con la que se había presentado a Fugaku; nerviosa, rápida, y como siempre, torpe.

Itachi intentó no sonreír de lado, pues la chica era muy obvia.

—Uchiha Itachi —dijo con una reverencia—. ¿Podría decirme qué hace aquí? —preguntó formalmente.

—Es una amiga de Sasuke —respondió Mikoto por Murasaki, viendo que la pobre estaba a punto de colapsar—. Vino con él por asuntos en la escuela.

Luego de unos pocos e incómodos segundos de silencios, Fugaku decidió hablar.

—Bueno, supongo que yo ahora tengo que ir a la empresa, ¿no? —Preguntó el hombre escondiendo su cansancio—. Me despido.

Sin decir nada más que esas pocas y secas palabras para su familia y Murasaki, abandonó la sala de estar y se dirigió hacia la entrada de la casa, donde le esperaba Mikoto con el maletín de su trabajo listo junto con los zapatos correspondientes. Murasaki se sorprendió de lo rápido y silencioso que se movía Mikoto.

Itachi espero unos segundos después de escuchar que la puerta de la casa se cerraba, indicando que su padre se había ido. Suspiró con cansancio y se sacó la corbata por la cabeza, al igual que el saco y tiró ambas cosas al sofá sin preocupaciones, actos que sorprendieron a Murasaki.

—¡Ya puedes bajar, Sasuke! —gritó Itachi.

Se escucharon rápidas pisadas en las escaleras y luego apareció Sasuke en la sala de estar con ropa de casa, ya se había sacado el uniforme. En vez de pantalones grises y el cinturón marrón oscuro, tenía puestos unos pantalones de buzo negros sueltos, y había cambiado la aburrida camisa por una cómoda sudadera blanca. Murasaki cuando no estaba en la preparatoria solamente cambiaba la falda, pues casi nunca se sacaba el chaleco, sólo lo hacía cuando lo lavaba.

—Murasaki-chan, ¿quisieras venir a ayudarme a la cocina? —preguntó Mikoto sonriendo amigable.

La castaña, que observaba como Sasuke saludaba a su hermano con un choque de puños asintió media distraída y comenzó a seguir a Mikoto hasta la cocina.

—Wow, ¡es como la de las películas! —chilló con emoción al ver la cocina.

Ésta era amplia, de azulejos blancos en las paredes que la hacían ver más moderna de lo que ya era, muebles blancos y un gran horno gris. Al ver el refrigerador se preguntó si un día de caluroso verano se podría meter ahí para pasar el calor.

Mikoto sonrió divertida, pues los ojos de Murasaki brillaban con emoción.

—Dime, ¿te gusta cocinar?

—Mi hermano no me deja tocar la comida, ni para calentarla —reconoció—. Sólo la toco cuando me la como, pero nada más. Ni siquiera sé usar un microondas.

—Pues hoy aprenderás —soltó la mujer pelinegra con una risita medio nerviosa, Murasaki, por lo que contaba, hasta quizás era capaz de incendiar la casa tratando de encender el horno eléctrico.

—¡Genial!

—¿Quieres comenzar haciendo dangos? —Propuso Mikoto, con voz maternal—. Son el postre favorito de Itachi.

Murasaki trató de imaginarse a Itachi comiendo dangos, un hombre grande y serio comiendo algo tan tierno como los dangos.

—Murasaki-chan... —masculló Mikoto algo incómoda— ¿por qué te sangra la nariz? ¿Estás bien?

La castaña asintió alejando la imagen de Itachi comiendo dangos y se sacó la sangre de la nariz con las manos, luego se limpió las manos en el lavaplatos de la cocina.

—Todo bien —asintió Murasaki.

—Bien, Murasaki. ¿Podrías pasarme la bolsa de katakuriko* que está allí arriba, por favor? —preguntó Mikoto señalando un mueble alto de la cocina.

Murasaki se preguntó si Mikoto la estaba poniendo a prueba, pues no es como si la chica fuera muy alta. Obedeció, abrió el mueble vio el envase que rezaba «Katakuriko». Estiró la mano y se puso de puntitas, pero solo consiguió rozarlo con la mano. Detrás de ella se posicionó alguien y sin problema alguno alcanzó el envase que ella tanto se esforzaba por alcanzar.

—¿Buscabas esto? —preguntó una voz ronca y gruesa que le puso los pelos de punta.

—¡S-sí, mu-muchas gracias! —dijo sonrojada viendo como Itachi le extendía el Katakuriko.

Lo tomó y se dirigió hacia Mikoto, quien ya estaba preparando toda la mezcla. Mientras que Murasaki y Mikoto estaban en la cocina Sasuke e Itachi estaban en la sala de estar jugando videojuegos en su consola de última generación.

—Es bastante tierna —dijo Itachi sentándose al lado de Sasuke y dándole las papitas que había ido a buscar a la cocina.

Sasuke las aceptó y miró extrañado a Itachi, sin saber de lo que hablaba, hasta que sus neuronas hicieron conexión.

—Es una retardada sin remedio —bufó Sasuke.

—El burro hablando de orejas —rió Itachi, provocando un gruñido de Sasuke—. Sabes que es una broma, tonto hermanito menor. Además, se ve buena chica.

—Es buena porque no tiene el suficiente cerebro para ser mala —obvió Sasuke tratando de concentrarse en su videojuego.

—El ataque especial en con la X, arriba, abajo izquierda y de nuevo arriba —dijo Itachi mirando como su hermano estaba comenzando a desesperarse y a desquitarse con el joystick.

Sasuke asintió y dejó sus pensamientos de Murasaki de lado, sabía que ella era buena chica, nadie tenía que decírselo.

—¡Los dangos están listos! —gritó Mikoto poniendo la mesa con ayuda de Murasaki.

Itachi fue el primero en llegar, se sentó en la mesa, agradeció por la comida y tomó un palo de brocheta que tenía 4 dangos con salsa mitarashi, luego comería los dulces, pues había dangos de todos los sabores.

La comida pasó en silencio, Murasaki comía tranquilamente al igual que Sasuke y Mikoto, mientras que Itachi casi llegaba a atragantarse con tantos dangos que se metía a la boca de una sola vez.

«Tiene una apariencia muy seria, pero es una cosita muy tierna» Pensó Murasaki viendo a Itachi de vez en cuando y tratando de controlarse para no apretarle las mejillas.

La puerta sonó, Mikoto rápidamente levantó la mesa mientras que Itachi se limpiaba la boca, eliminando todos los rastros de comida y Sasuke se puso rígido en el asiento.

—¡Estoy en casa, Mikoto! —gritó Fugaku entrando a su casa.

A los 2 minutos después Murasaki estaba saludando a Fugaku por segunda vez en el día, pero esta vez ya menos nerviosa y sin tartamudear tanto.

Itachi ya tenía de nuevo una apariencia completamente seria y Sasuke estaba muy lejos de disfrutar el momento con su familia y su nueva amiga.

Mikoto, para sorpresa de Murasaki tenía otra comida preparada, esta ya más elaborada y mejor servida.

—Y dime, Murasaki —dijo Fugaku a mitad de la cena, Murasaki casi se atraganta al escuchar su nombre entre los labios del Uchiha mayor—, ¿planeas estudiar algo?

Sasuke aguanto las ganas de tirarle su plato de comida a la cara a su padre. Murasaki estaba muy lejos de ser su novia o algo, sólo era su amiga, no tenía por qué preguntarle a cerca de su futuro. Además, conociendo a Murasaki seguramente diría algo como «¡Yo quiero ser Spiderman cuando grande, haré que una araña me muerda y seré... seré... seré ¡Spiderwoman!!»

—He estado pensando en estudiar enfermería —respondió sin titubear, Fugaku miró los ojos de la chica para ver si le estaba tomando el pelo o algo, pero no era así, hasta parecía que estaba ansiosa por estudiar enfermería.

Sasuke reprimió un gran suspiro de alivio, por fin algo inteligente salía de la boca de esa chica.

Después de la cena era hora que Murasaki se fuera a su casa, cosa que Sasuke no quería, por una razón: su padre le daría la reprimenda de su vida por pelear con alguien en la escuela y por estar espiando a chicas en la práctica.

—Sasori, Deidara, Obito y Rin andan por ahí, como Obito es Uchiha seguramente los dejarán pasar sin problemas. Te vendrás con ellos, ¿está bien? —preguntó el hermano de Murasaki por medio de la línea telefónica.

—¡Sí! —asintió Murasaki entusiasmada, hace tiempo que no veía a ninguno de esos cuatro.

Colgó el celular y lo guardó en su bolso. Ya se había despedido de Mikoto, Fugaku e Itachi, por lo que sólo estaba con Sasuke afuera de la casa, esperando que la vinieran a recoger.

La lluvia había parado, pero como ya era tarde igualmente hacía frío y la humedad no ayudaba mucho.

—Cuando mi papá te preguntó qué querías estudiar o qué querías ser cuando fueras grande pensé que dirías Spiderman —se sinceró Sasuke, buscando algún tema de conversación, era un poco incómodo estar solo con ella y en silencio.

—¿En serio tienes esa idea de mí? —inquirió Murasaki mirando a Sasuke a los ojos— ¡Habría dicho la Cenicienta!

«No sé qué es peor, lo que pensé o lo que dijo» murmuró Sasuke en su interior.

Una bocina cortó la conversación de ambos. Un auto BMW gris estaba en frente de la casa de Sasuke, y al lado de él un chico no muy alto, delgaducho y pelirrojo. Parecía aburrido.

—¡Saso-chan! —chilló Murasaki lanzándose a los brazos del pelirrojo.

—Te he dicho miles de veces que no me llames así, y no me toques, me das asco —masculló intentado quitarse a Murasaki de encima, pero no habían muchos resultados, suspiró derrotado y miró a Sasuke—. Pido perdón por seguramente en todos los aprietos que te metió, el nombre de esta chica es sinónimo de problemas. Vamos, Murasaki, métete en el auto.

La castaña se despidió de Sasuke agitando su mano en el aire, abrió la puerta del copiloto y se metió.

—¡¿Es que no me viste, ciega de mierda?! —se escuchó una voz masculina dentro del auto.

—¡Sólo vi algo amarillo y pensé que era un trapo, DeiDei! ¡Si quieres que te vea quítate el cabello de la cara! —chilló Murasaki.

—¡Cállense, manga de idiotas! —gritó otra voz.

—¡¿A QUIÉN LE DICES MANGA DE IDIOTAS, OBITO? —gritó «DeiDei».

—¡Bueno, bueno, chicos! ¡No peleen! —gimió una voz tierna y femenina.

—¡No le hables a estos imbéciles, Rin, te pueden contagiar su retraso! —contraatacó Obito.

Sasori revoloteó los ojos, se despidió de Sasuke agitando una de sus manos en el aire y se metió en el asiento piloto, e hizo partir el auto. Sasuke pudo ver como en el asiento de copiloto se armaba una pelea de gatas entre Murasaki y Deidara, mientras que los asientos de atrás Obito reclamaba a todo pulmón que todos eran idiotas y Rin trataba de calmarlos.

«¿Qué tipo de amiga me hice?» se preguntó Sasuke entrando en su casa, sin lugar a dudas, había sido un día extremadamente largo.



*Katakuriko: el Katakuriko que es una especie de fécula de papas, es lo mismo usar harina de maíz. Se usa para hacer la salsa mitarashi de dangos y algunas otras recetas más.

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