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Capitulo 7

El sol de la mañana filtraba sus rayos a través de las ventanas del laboratorio de Shinobu, iluminando con calidez el espacio lleno de estanterías repletas de frascos y recipientes. Los colores vibrantes de los líquidos y polvos contrastaban con la atmósfera seria del lugar. Kanao permanecía en silencio, sentada en un taburete frente a la mesa de trabajo mientras observaba con atención cada movimiento de Shinobu. La joven cazadora, con su elegante túnica de cazadora y su característico aire sereno, estaba completamente concentrada.

—Este veneno —dijo Shinobu, sosteniendo un pequeño frasco con un líquido verde translúcido— es especialmente eficaz contra demonios con una alta regeneración. Lo obtengo a partir de una combinación de glicinas y otras plantas venenosas.

Kanao asintió suavemente, sus ojos marrones fijos en el frasco que Shinobu sostenía con delicadeza. No decía mucho, como era su costumbre, pero su interés era evidente. Estar cerca de Shinobu le hacía sentir tranquila, incluso en un lugar tan serio como el laboratorio.

Shinobu dejó el frasco sobre la mesa y se giró hacia Kanao con una sonrisa cálida. Se inclinó ligeramente hacia ella, apoyándose con las manos en el borde de la mesa.

—¿Sabías que el veneno también puede ser un arte? —preguntó Shinobu, observando a Kanao con curiosidad.

Kanao negó con la cabeza. Sus labios se curvaron apenas en una tímida sonrisa, pero sus mejillas se sonrojaron un poco al sentir la cercanía de Shinobu.

—Es fascinante cómo algo tan pequeño puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Pero, claro, el uso de venenos requiere mucha precisión. No puedes cometer errores, especialmente cuando combinas las dosis.

Shinobu tomó la mano de Kanao y la guió hacia uno de los frascos en la mesa. Kanao permitió el contacto, sintiendo el calor de los dedos de Shinobu sobre los suyos. Era un gesto tan natural entre ellas desde que habían decidido ser pareja, pero todavía le aceleraba el corazón.

—Toca esto —indicó Shinobu, señalando un pequeño mortero con polvo morado—. Es glicina molida, una de las bases más importantes de mis venenos.

Kanao obedeció, rozando con la yema de sus dedos la textura fina del polvo. Era extraño pensar que algo tan hermoso podría ser tan letal. Al levantar la vista, se encontró con los ojos brillantes de Shinobu, que la miraban con una mezcla de orgullo y ternura.

—¿Qué piensas? —preguntó Shinobu, inclinando un poco la cabeza.

—Es… suave —respondió Kanao en voz baja, pero con sinceridad.

Shinobu rió suavemente, un sonido melódico que llenó el laboratorio. Aprovechando el momento, se inclinó y depositó un beso rápido en la mejilla de Kanao.

—Eres adorable, Kanao —murmuró Shinobu antes de apartarse ligeramente, retomando su explicación—. También uso esto para algunos medicamentos, aunque en dosis mucho más pequeñas, por supuesto.

El rubor en el rostro de Kanao se intensificó. No estaba acostumbrada a tantos gestos de cariño, pero le gustaban. De vez en cuando, llevaba una mano a su mejilla como si quisiera conservar el calor del beso.

Mientras Shinobu continuaba hablando, explicando las propiedades de diferentes plantas y sus aplicaciones, Kanao seguía fascinada, no solo por las palabras, sino por la pasión con la que Shinobu se expresaba. Había algo hipnótico en cómo movía las manos, en la forma en que sus ojos brillaban al hablar de su trabajo.

En un momento, Shinobu se detuvo y observó a Kanao con una sonrisa traviesa.

—Parece que te estoy aburriendo un poco, ¿verdad?

Kanao negó rápidamente con la cabeza, sus ojos reflejando honestidad.

—No... me gusta escucharte —respondió con un tono suave pero firme.

Shinobu se acercó más, colocando ambas manos sobre los hombros de Kanao.

—¿De verdad? —preguntó en un susurro, sus ojos fijos en los de Kanao.

Kanao asintió, y antes de que pudiera decir algo más, Shinobu inclinó su rostro y la besó en los labios. Fue un beso corto pero lleno de ternura, suficiente para hacer que el corazón de Kanao latiera con fuerza.

—Me alegra saberlo —dijo Shinobu al separarse, con una sonrisa que delataba un leve sonrojo en sus propias mejillas—. Ahora, volvamos al trabajo.

Ambas se concentraron en mezclar algunos ingredientes, con Shinobu guiando a Kanao en cada paso. Aunque Kanao no era particularmente hábil con las palabras, su destreza y precisión eran notables. Shinobu la miraba de reojo con admiración mientras ambas trabajaban en silencio.

Después de un rato, Shinobu se detuvo y suspiró.

—Es mucho trabajo, pero vale la pena si podemos proteger a los demás —comentó, sentándose en el taburete junto a Kanao.

Kanao miró a Shinobu, notando el cansancio en su expresión, pero también la determinación que nunca parecía abandonarla. Sin pensarlo demasiado, extendió una mano y tomó la de Shinobu, entrelazando sus dedos.

—Siempre estás ayudando a todos... —dijo Kanao en voz baja—. Eso es lo que más me gusta de ti, maestra.

Shinobu parpadeó sorprendida por las palabras de Kanao. Una sonrisa suave se formó en sus labios mientras apretaba la mano de Kanao con suavidad.

—Tú también ayudas mucho, Kanao. Eres una gran cazadora, y no podría pedir mejor compañía.

El laboratorio quedó en silencio por un momento, pero no era incómodo. Ambas se miraron, compartiendo un entendimiento silencioso que iba más allá de las palabras.

Finalmente, Shinobu se inclinó hacia Kanao y apoyó su frente contra la de ella.

—Te quiero, Kanao —susurró.

El corazón de Kanao latía con fuerza, pero no apartó la mirada. Por primera vez, dejó que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios.

—Yo también te quiero.

El resto de la mañana pasó entre risas, besos ocasionales y un ambiente tranquilo que ambas compartían. Aunque el trabajo en el laboratorio era importante, lo que realmente las hacía felices era simplemente estar juntas, en un espacio donde podían ser ellas mismas.

Después de haber terminado con las explicaciones en el laboratorio, Shinobu observó a Kanao con una mirada tranquila pero traviesa. Se inclinó una vez más hacia ella y, sin previo aviso, le robó otro beso. Esta vez fue más prolongado, dejando que la calidez entre ambas se prolongara unos segundos más. Kanao, aunque inicialmente sorprendida, cerró los ojos y correspondió al gesto, sintiendo cómo su corazón se llenaba de una sensación indescriptible.

—Vamos a la sala de entrenamiento —propuso Shinobu, apartándose ligeramente pero sin soltar la mano de Kanao—. Creo que hemos pasado suficiente tiempo encerradas aquí.

Kanao asintió en silencio, con una leve sonrisa dibujándose en su rostro. Ambas salieron del laboratorio, caminando juntas por los pasillos de la finca mariposa. El ambiente estaba tranquilo, y la mayoría de los cazadores estaban ocupados con sus propias tareas, lo que les daba a ambas la privacidad que buscaban.

Al llegar a la sala de entrenamiento, Shinobu deslizó la puerta y se asomó. El amplio espacio estaba vacío, como había esperado. Entraron en silencio, con Kanao cerrando la puerta detrás de ellas. La luz del sol se filtraba por las ventanas altas, iluminando el tatami que cubría el suelo y dándole al lugar una atmósfera serena.

—Hace tiempo que no practicamos juntas, ¿no crees? —preguntó Shinobu mientras se despojaba de su capa y la dejaba cuidadosamente en un rincón.

Kanao asintió nuevamente. Aunque su relación había cambiado recientemente, solían entrenar juntas desde hacía tiempo. Sin embargo, siempre había algo especial en esos momentos compartidos, y más ahora que eran pareja.

Ambas tomaron sus posiciones iniciales en el centro de la sala. Shinobu, ligera y ágil como siempre, dio un par de pasos hacia atrás y levantó las manos, adoptando una postura defensiva.

—No te contengas demasiado, Kanao —dijo con una sonrisa.

Kanao inclinó la cabeza ligeramente, con una expresión seria pero tranquila. A pesar de su naturaleza reservada, en el entrenamiento era donde podía expresarse con mayor claridad. Dio un par de pasos al frente, midiendo cuidadosamente la distancia entre ambas antes de lanzarse hacia Shinobu con una velocidad impresionante.

Shinobu reaccionó con rapidez, bloqueando los ataques de Kanao con movimientos precisos. Aunque sus golpes eran rápidos y certeros, Kanao demostraba una fuerza y una resistencia que la superaban claramente. Durante unos minutos, intercambiaron movimientos ligeros, casi como una danza sincronizada.

—Eres rápida, como siempre —comentó Shinobu mientras se apartaba para esquivar un ataque de Kanao—. Pero... creo que te estás conteniendo un poco.

Kanao se detuvo un momento, mirándola directamente a los ojos. Entonces, dio un pequeño paso atrás y decidió probar algo diferente. En un movimiento inesperado, avanzó rápidamente y, antes de que Shinobu pudiera reaccionar, se colocó detrás de ella. Con una suavidad impresionante, rodeó a Shinobu con sus brazos y la levantó del suelo como si no pesara nada.

—¡Kanao! —exclamó Shinobu, sorprendida, pero sin poder evitar reírse ante la facilidad con la que Kanao la sostenía.

Kanao no dijo nada. Sus brazos eran firmes pero cuidadosos, asegurándose de que Shinobu estuviera cómoda. La miró con una mezcla de inocencia y diversión, disfrutando de la expresión ligeramente sonrojada de Shinobu.

—Siempre supe que eras más fuerte que yo físicamente... —murmuró Shinobu, todavía con una sonrisa en los labios—. Pero esto lo confirma aún más.

Kanao asintió, sus mejillas también ligeramente sonrojadas. No estaba acostumbrada a ser tan expresiva, pero el cariño que sentía por Shinobu la hacía actuar de formas que antes no habría imaginado. Con delicadeza, giró un poco sobre sí misma, sosteniéndola en sus brazos como si quisiera disfrutar el momento.

—¿Sabes qué pienso? —preguntó Shinobu, inclinándose un poco hacia Kanao—. Me encanta que seas así de fuerte. Es algo que admiro mucho de ti.

Antes de que Kanao pudiera responder, Shinobu se inclinó hacia adelante y la besó nuevamente. Este beso fue más profundo, cargado de emociones. A pesar de la sorpresa inicial, Kanao cerró los ojos y lo correspondió, sintiendo cómo el tiempo parecía detenerse.

Después de unos segundos, Shinobu se separó ligeramente, aunque no dejó de mirarla a los ojos.

—¿Sabes? Si sigues cargándome así, podría acostumbrarme —bromeó, soltando una risa suave.

Kanao no respondió, pero su sonrisa tímida hablaba por sí sola. Con cuidado, la bajó de sus brazos y ambas permanecieron quietas por un momento, mirándose en silencio. Había algo en esos instantes que hacía que todo lo demás pareciera irrelevante.

—Creo que deberíamos practicar más seguido —comentó Shinobu, recuperando la compostura—. Aunque me da un poco de miedo que termines aplastándome con tu fuerza.

Kanao negó suavemente con la cabeza, mostrando una leve sonrisa. A pesar de que Shinobu siempre bromeaba, sabía que había admiración genuina en sus palabras.

—Nunca te haría daño —respondió Kanao con voz baja pero firme.

Shinobu se acercó y colocó una mano sobre la mejilla de Kanao, acariciándola con ternura.

—Lo sé. Y por eso confío en ti más que en nadie.

Ambas continuaron entrenando por un rato más, aunque el ejercicio se convirtió más en un juego que en un entrenamiento serio. Cada vez que Kanao mostraba su fuerza, Shinobu no podía evitar sonreír, orgullosa de su compañera. Por otro lado, Kanao se sentía cada vez más cómoda expresándose, algo que solo lograba cuando estaba con Shinobu.

Cuando finalmente decidieron terminar, ambas estaban ligeramente agotadas pero felices. Shinobu se dejó caer sobre el tatami y miró a Kanao con una sonrisa.

—¿Sabes? Podríamos hacer esto todos los días. Aunque creo que terminarás convirtiéndote en mi instructora en lugar de mi aprendiz, ya que superas mí fuerza... Quien sabe... Talvez algun dia seas tu la pilar y me reemplazes a mi.

Kanao se sentó a su lado, mirándola con ternura. Aunque no lo decía en palabras, estaba claro que disfrutaba cada momento que pasaban juntas, ya fuera entrenando, trabajando en el laboratorio o simplemente compartiendo silencios.

—Te quiero, Kanao —dijo Shinobu de repente, con una sinceridad que hizo que el rostro de Kanao se iluminara.

—Yo también te quiero, Shinobu —respondió Kanao con una pequeña sonrisa, dejando que su mirada se encontrara con la de Shinobu.

Shinobu se sorprendio, ya que por primera vez Kanao la llamo simplemente por su nombre.

El sol comenzaba a bajar en el horizonte, pero para ellas, el tiempo parecía no importar. Estar juntas era lo único que realmente necesitaban mientras se daban un beso.

Fin del capítulo

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