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Capitulo 6

La brisa nocturna danzaba suavemente entre la habitación de Kanao, llevando consigo el aroma dulce de las flores. Todo estaba en calma, excepto los corazones de Shinobu y Kanao, que latían con fuerza, como si intentaran romper el silencio apacible que las envolvía. El beso suave que compartieron minutos antes aún flotaba en el aire, pero lo que sentían era mucho más que un simple roce de labios. Era la expresión de un amor que había crecido en silencio, como una flor que florece tras una larga espera.

Shinobu, con su habitual serenidad, mantenía la mirada fija en Kanao. Sus ojos violetas, suaves y cálidos, no eran los de una guerrera, sino los de una mujer que permitía que su corazón se mostrara sin reservas. Kanao, en cambio, tenía la respiración agitada. Sus mejillas estaban encendidas, y sus grandes ojos brillaban con una mezcla de emoción y asombro. No sabía cómo poner en palabras lo que sentía, pero tampoco era necesario.

Durante un largo instante, se quedaron así, mirándose, sumidas en la profundidad de ese momento, sin necesidad de hablar. La proximidad entre ambas era suficiente para sentir el calor del otro, el latido apresurado que resonaba como un eco en sus pechos. Kanao, quien tantas veces había guardado sus sentimientos, sintió que su cuerpo se movía por voluntad propia. Sus dedos temblorosos se posaron suavemente sobre la mano de Shinobu, entrelazándolas con firmeza.

" Señorita Shinobu...", susurró Kanao finalmente, su voz apenas un murmullo, cargada de emociones que luchaban por salir.

Shinobu sonrió, esa sonrisa delicada que siempre parecía contener un secreto. No respondió con palabras. En lugar de eso, se inclinó hacia adelante, acortando la escasa distancia que las separaba, y sin dudarlo, tomó los labios de Kanao una vez más. Pero esta vez, el beso no fue suave. Fue intenso, apasionado, como si ambas estuvieran dejando salir todo lo que habían guardado durante tanto tiempo.

Kanao sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. El sabor de Shinobu era dulce, como la miel, y sus labios se movían con una urgencia que la dejó sin aliento. Cerró los ojos y se dejó llevar, sus manos ascendiendo hasta los hombros de Shinobu, aferrándose con fuerza, como si temiera que se desvaneciera en cualquier momento. Las manos de Shinobu, por su parte, se enredaron en la cintura de Kanao, acariciándolo con una suavidad que contrastaba con la pasión de su beso.

El tiempo dejó de tener sentido. Podrían haber pasado minutos o siglos, pero ninguna de las dos quería que terminara. La calidez de sus cuerpos, el roce de sus pieles, la sincronía perfecta de sus movimientos... todo hablaba de una conexión que iba más allá de las palabras. Era un amor que había sobrevivido a la guerra, al dolor, a la muerte misma. Y ahora, en ese beso, era libre.

Cuando finalmente se separaron, ambas estaban sin aliento. Kanao abrió los ojos lentamente, y lo primero que vio fue el rostro de Shinobu, con las mejillas sonrojadas y una expresión de felicidad serena. No pudo evitar sonreír, y una risa suave escapó de sus labios, una risa que era pura alegría.

"No sabía que podías ser tan apasionada", bromeó Shinobu, aunque su voz temblaba levemente, traicionando lo mucho que también la había afectado.

Kanao bajó la mirada, avergonzada, pero no soltó a Shinobu de sus hombros. "No quería dejarlo guardado más... Quería que lo supieras", respondió con sinceridad, su voz suave pero firme.

Shinobu la tomó del mentón, levantándole el rostro para que sus miradas se encontraran de nuevo. "Lo sé", dijo con ternura. "Y lo siento. Por haberte hecho esperar tanto."

"No importa", susurró Kanao, acariciando suavemente la mejilla de Shinobu con los dedos. "Ahora estamos aquí."

Shinobu asintió y la abrazó, envolviéndola en sus brazos. Ambas permanecieron así, en silencio, disfrutando de la cercanía, del calor mutuo. La noche avanzaba, pero para ellas, el tiempo había dejado de existir.

El canto de los grillos llenaba el aire, y las estrellas titilaban en el cielo como testigos silenciosos de su amor. Todo lo que importaba en ese momento era el ahora, la certeza de que, por fin, podían amarse sin reservas, sin temores.

Con el paso de los minutos, Shinobu apoyó su cabeza en el hombro de Kanao y, en un susurro apenas audible, dijo: "Te amo, Kanao."

Kanao sintió que su corazón explotaba de felicidad. No respondió de inmediato, no porque no quisiera, sino porque las palabras se le atoraron en la garganta. Simplemente abrazó a Shinobu con más fuerza y dejó que las lágrimas de alegría corrieran por su rostro.

Finalmente, logró hablar. "Yo también la amo, señorita Shinobu... La amo....''

El jardín quedó envuelto en la calma de la noche, pero en el corazón de esas dos almas, el amor florecía como nunca antes.

Kanao todavía sentía los brazos de Shinobu alrededor suyo, cálidos y protectores, cuando el peso de sus emociones comenzó a brotar. Durante días, incluso semanas, había estado ahogándose en la ansiedad y el miedo. Cada vez que Shinobu partía en una misión, Kanao vivía con el constante temor de que esa fuera la última vez que la viera. Había pasado demasiado tiempo escondiendo sus preocupaciones, sonriendo débilmente, como si no sintiera nada. Pero ahora, después de aquel beso apasionado, ya no podía seguir callando.

"Señorita Shinobu...", susurró, con la voz quebrada, separándose solo lo suficiente para mirarla a los ojos. La brisa nocturna acarició su cabello mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. "He estado tan preocupada por ti... Cada vez que sales, me pregunto si volverás... y el miedo me consume."

Los ojos de Shinobu se suavizaron al escuchar las palabras de Kanao. Sin embargo, antes de que pudiera responder, Kanao continuó, como si temiera que si se detenía, no sería capaz de decir todo lo que llevaba dentro. "No podía soportarlo... Pensar que podrías desaparecer, que podría perderte... Me duele, Me duele más de lo que puedo soportar."

Pero justo cuando la angustia parecía apoderarse de ella, Shinobu no permitió que Kanao siguiera. Con una dulzura infinita, tomó su rostro entre las manos y la calló con un beso. No fue un beso apasionado como el anterior, sino uno suave, tranquilo, cargado de ternura. Sus labios se encontraron con delicadeza, y Kanao sintió cómo su mente, tan llena de ansiedad, se calmaba al instante. El caos de sus pensamientos se disipó como la niebla bajo el sol, dejándola en un estado de paz absoluta.

El beso fue largo, pausado, y cuando finalmente se separaron, Shinobu la miró con una expresión serena, su sonrisa tranquila como siempre. "No quiero que te preocupes más, Kanao", dijo en voz baja, acariciándole suavemente la mejilla con el pulgar. "Siempre regresaré a ti. Siempre."

Kanao asintió, sintiendo que las palabras de Shinobu calaban hondo en su corazón, llenando los vacíos que el miedo había dejado. Pero había algo más que necesitaba decir, algo que ambas sabían pero que hasta ese momento ninguna se había atrevido a expresar.

"Señorita Shinobu... últimamente, me he dado cuenta de que siento algo más por ti", confesó Kanao, sus mejillas encendiéndose mientras sus ojos se desviaban por un instante. "No solo es preocupación. Es... algo más profundo."

Shinobu la miró con sorpresa, pero su sonrisa se amplió. "Yo también lo he sentido", admitió suavemente. "No sabía cómo decirlo, pero siempre me he sentido atraída por ti, Kanao. Eres la luz que ilumina mis días, la razón por la que quiero volver cada vez que salgo."

Los ojos de Kanao se llenaron de lágrimas nuevamente, pero esta vez eran de pura felicidad. "Entonces...", comenzó, su voz temblando de emoción, "¿podemos ser algo más? ¿Podemos ser una... Una... Una pareja?

Shinobu no respondió con palabras. En lugar de eso, se inclinó una vez más y la besó. Esta vez, el beso fue intenso, lleno de amor y deseo. Las manos de Kanao se aferraron a la cintura de Shinobu, atrayéndola más cerca, mientras sus labios se movían en una danza apasionada. El mundo desapareció nuevamente, dejando solo el latido de sus corazones y la calidez de su amor.

Cuando finalmente se separaron, ambas estaban sin aliento, pero con sonrisas radiantes en sus rostros. Sin embargo, ninguna quería que el momento terminara, así que, como si fueran incapaces de alejarse completamente, siguieron dándose pequeños besos, cortos y dulces, mientras sus respiraciones se entrelazaban.

"¿Sabías que desde el primer día me fascinó tu sonrisa?", murmuró Kanao entre beso y beso, su voz suave y llena de cariño.

Shinobu rio suavemente y le devolvió un beso en la comisura de los labios. "Y yo siempre pensé que eras la persona más adorable cuando te quedabas callada, pero tus ojos decían todo."

"¿De verdad?", preguntó Kanao, sorprendida y feliz al mismo tiempo.

"Claro", respondió Shinobu, acariciando el cabello de Kanao mientras le daba otro beso en la frente. "Siempre quise protegerte... pero nunca pensé que sería yo quien necesitaría protección de ti."

Kanao sonrió y se acercó para depositar un beso en la mejilla de Shinobu. "Creo que nos protegemos mutuamente."

Se quedaron en silencio por un momento, abrazadas bajo el cielo estrellado. Las palabras no eran necesarias. Ambas sabían lo que sentían, lo que significaba ese momento. No necesitaban más pruebas ni promesas. Habían encontrado en la otra lo que más anhelaban: amor, paz y la certeza de que, pase lo que pase, siempre estarían juntas.

El viento sopló suavemente, las estrellas brillaron más intensamente, como si quisieran ser testigos de aquel amor recién confesado. Y allí, bajo ese cielo eterno, Shinobu y Kanao sellaron su promesa con un último beso, uno que no solo unía sus labios, sino también sus almas.

Kanao, aún en los brazos de Shinobu, deslizó su mano por el rostro de la joven, sus dedos rozando con delicadeza la suave piel de sus mejillas. Sus ojos violetas brillaban con una mezcla de amor y gratitud. "Señorita Shinobu... es tarde. Deberíamos dormir", dijo con voz suave, aunque no podía evitar que un ligero tono de tristeza se filtrara en sus palabras. No quería que aquel momento terminara.

Shinobu asintió lentamente, pero no apartó su mirada de Kanao. En cambio, inclinó su rostro, acercándose una vez más, sus labios rozando los de ella, pero sin besarla del todo. "Sí, deberíamos...", murmuró, su aliento cálido acariciando la piel de Kanao. Pero la necesidad de besarla a su alumna una vez más era demasiado fuerte.

Sin decir más, Shinobu la besó con intensidad, un beso profundo y apasionado que parecía contener todas las emociones que habían guardado durante tanto tiempo. Sus labios se movieron con urgencia, como si temieran que ese fuera el último beso antes de despedirse por la noche. Kanao respondió con igual fervor, aferrándose a Shinobu como si no quisiera dejarla ir nunca. Sus corazones latían al unísono, y la calidez que compartían se extendió por todo su cuerpo.

Los segundos se alargaron, y el beso se volvió más lento, más dulce, hasta que finalmente, con una última caricia de labios, se separaron. Ambas respiraban con dificultad, pero sonreían. Kanao rozó suavemente la frente de Shinobu con la suya, cerrando los ojos por un momento para grabar ese instante en su memoria.

"Te amo, Señorita Shinobu", susurró Kanao, casi sin aliento.

Shinobu sonrió, acariciando el cabello de Kanao con ternura. "Y yo a ti, Kanao. Siempre."

Kanao se deslizó bajo las sábanas, sintiendo cómo la suavidad de la tela acariciaba su piel. Shinobu la siguió poco después, apagando la lámpara antes de unirse a ella en la cama. La habitación quedó sumida en una penumbra tranquila, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana.

Shinobu se acomodó detrás de Kanao, envolviéndola con uno de sus brazos, rodeando la cintura de Kanao. La calidez de su cuerpo se transmitió a Kanao de inmediato, y la sensación de seguridad que le daba fue suficiente para hacerla suspirar de alivio. Shinobu la abrazó con firmeza, pero sin apretarla demasiado, su brazo rodeando la cintura de Kanao con suavidad.

Kanao cerró los ojos, disfrutando de la cercanía. "Me siento tan tranquila contigo...", susurró, su voz suave como un murmullo.

Shinobu apoyó la barbilla sobre el hombro de Kanao, sus labios apenas rozando la piel de su cuello. "Me alegra saber eso", respondió en voz baja. "Quiero que siempre te sientas así, Kanao. Segura. Amada."

Las palabras de Shinobu llenaron a Kanao de una calidez indescriptible. Durante tanto tiempo había anhelado ese tipo de conexión, ese amor puro y sincero que ahora sentía en cada caricia, en cada palabra. Sus dedos acariciaron la mano de Shinobu que descansaba y apretaba suavemente el abdomen de Kanao, entrelazando sus dedos con los de ella.

"¿Podemos quedarnos así para siempre?", preguntó Kanao con un toque de inocencia, aunque sabía que la respuesta era imposible, pero le gustaba este momento, con ellas besándose seguido, hablando, con shinobu agarrándola a Kanao.

Shinobu sonrió, aunque Kanao no podía verla. "Tal vez no para siempre", dijo con suavidad, "pero cada noche que podamos, lo haré. Me quedaré contigo todo el tiempo que desees."

El silencio se instaló entre ellas, pero no era incómodo. Era un silencio lleno de entendimiento, de amor, donde las palabras ya no eran necesarias. Kanao dejó que su respiración se sincronizara con la de Shinobu, sintiendo cómo el sueño comenzaba a envolverla lentamente.

Sin embargo, antes de caer por completo en el sueño, Kanao giró ligeramente su cabeza para mirar a Shinobu por encima del hombro. "Gracias por quedarte conmigo, señorita Shinobu", susurró con una sonrisa suave.

Shinobu la miró con ternura, y con un último beso en la mejilla, respondió: "Siempre, Kanao. Siempre."

La noche avanzó, y ambas se dejaron llevar por el sueño, acunadas por el amor que compartían, sabiendo que, pase lo que pase, siempre se tendrían la una a la otra.

Fin del capítulo

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