Capitulo 2
La noche había caído sobre la finca mariposa, y en su oficina, Shinobu Kocho trabajaba en silencio bajo la luz tenue de una lámpara. Los papeles se apilaban ordenadamente en su escritorio, y mientras revisaba los informes de los últimos tratamientos a cazadores heridos, su mente, en algún momento, comenzó a divagar, alejándose poco a poco de sus deberes.
Cerró los ojos por un instante, permitiéndose un breve descanso. Sus pensamientos, casi de manera natural, se deslizaron hacia la figura de Kanao Tsuyuri. Kanao... esa pequeña niña que ella y su hermana habían encontrado y rescatado en medio de la desesperación. La niña que había llegado a la finca con una mirada vacía, sin voluntad propia. Había pasado tanto tiempo desde entonces, y a veces le costaba procesar cuán lejos había llegado esa frágil niña.
Shinobu sonrió levemente al recordar los primeros días. Kanao apenas hablaba, y seguía obedientemente cada indicación, sin cuestionar nada, sin mostrar emoción alguna. La había visto crecer, pasar de ser una figura distante y obediente a una joven firme y llena de vida. Sin embargo, aunque Kanao había cambiado mucho, Shinobu notaba que aún mantenía esa dulzura en la mirada, esa serenidad que la hacía tan única. Ver su crecimiento le provocaba una mezcla de orgullo y un profundo respeto.
Su mirada se perdió en la ventana. Podía imaginar a Kanao entrenando en el patio de la finca, sus movimientos precisos y elegantes. Con los años, Kanao se había convertido en una guerrera formidable, ágil y poderosa. Pero no solo era eso: se había vuelto una joven hermosa. Shinobu recordaba el momento en que realmente se había dado cuenta de ello. Una tarde, mientras la observaba practicar, una sensación extraña la invadió. No era simplemente orgullo; había algo más que, en ese momento, no había querido admitir.
Levantó la vista y observó el reflejo de sí misma en la ventana. Sus labios se curvaron en una sonrisa suave, aunque un poco melancólica. Había comenzado a preguntarse si sus sentimientos hacia Kanao eran solo de hermana y maestra, o si algo más profundo estaba floreciendo en su interior. Era una idea que la incomodaba, pero no podía evitarlo. Había algo en Kanao, en su forma de ser, que la llenaba de una calidez desconocida.
Con un suspiro, Shinobu se reclinó en su silla y dejó que su mente explorara esa posibilidad. La idea de estar enamorada de alguien a quien consideraba como su propia hermana era tan contradictoria como intrigante. Sabía que Kanao la miraba con admiración y respeto, y siempre había sentido un fuerte deseo de protegerla. Pero, ¿y si ese deseo era más que un sentimiento protector? ¿Y si, en realidad, su corazón latía con una intensidad distinta cuando pensaba en ella?
Intentó convencerse de que solo era el aprecio profundo de una hermana mayor. Pero cada vez que recordaba los ojos serenos y firmes de Kanao, sus dudas parecían ganar terreno. "¿Es esto... amor?" pensó, casi en un susurro, sintiéndose un poco avergonzada por admitirlo siquiera en su mente. No era algo que podía ignorar tan fácilmente, no cuando Kanao le inspiraba tal mezcla de paz y anhelo.
Su mente vagó de nuevo a pequeños momentos compartidos, a las veces en que Kanao le traía flores del campo o la miraba en silencio con una devoción que no necesitaba palabras. Shinobu no pudo evitar sonreír al recordar una ocasión en la que Kanao le había llevado una flor violeta, diciendo que le recordaba a ella. Ese gesto, aparentemente simple, había dejado una marca en su corazón, una que volvía ahora con más fuerza.
El trabajo en su escritorio permanecía olvidado mientras se sumergía más en sus pensamientos. Se preguntaba si Kanao, alguna vez, había sentido lo mismo. ¿Podía ser que ambas compartieran una conexión más allá de lo familiar, algo que ni siquiera necesitaba palabras? La idea de que Kanao pudiese verla con los mismos ojos llenaba a Shinobu de un miedo silencioso, pero también de una esperanza que la desconcertaba.
Finalmente, miró de nuevo a los papeles en su escritorio, como si buscara en ellos alguna respuesta. - Kanao... - susurró, como si al decir su nombre pudiera aclarar la confusión en su pecho. Pero al pronunciarlo, sintió un calor suave expandirse en su interior. No sabía aún lo que haría con esos sentimientos. Por ahora, solo sabía que eran reales, y que, sin importar lo que sucediera, esos pensamientos ya formaban parte de ella.
Con ese último pensamiento, Shinobu se obligó a retomar su trabajo, aunque su corazón ya había encontrado un nuevo lugar de pertenencia en el recuerdo de una mirada, en la paz de una sonrisa.
Shinobu terminó de organizar los documentos sobre su escritorio, aunque su mente aún divagaba. Trató de sacudirse las dudas que giraban en torno a Kanao, sabiendo que debía mantener la compostura. Había un entrenamiento pendiente en el patio, y no podía permitir que sus sentimientos interfirieran con sus deberes como Pilar. Así que, con su expresión serena, salió de la oficina y se dirigió hacia el patio de entrenamiento, donde Tanjiro, Inosuke y Zenitsu ya la esperaban.
El cielo estaba despejado, y la luz del sol bañaba el patio con un brillo cálido. Al llegar, vio a Tanjiro en su posición de meditación, concentrado y en calma, mientras Inosuke y Zenitsu parecían estar en medio de una discusión animada, cada uno sosteniendo su espada con aire desafiante.
- ¡Inosuke! ¡Deja de decir que eres el mejor! ¡Eso no se decide así! - gritaba Zenitsu, claramente exasperado.
- ¡Silencio, cabeza amarilla! ¡Yo soy el más fuerte aquí, y lo demostraré ahora mismo! - respondió Inosuke, enérgico y sin bajar su guardia.
Shinobu, quien ya estaba acostumbrada a las dinámicas entre los tres, dejó escapar una pequeña risa antes de acercarse a ellos. Su voz, suave pero autoritaria, los interrumpió.
- Veo que están de buen ánimo hoy, ¿verdad? Bien, entonces espero que tengan energía suficiente para el entrenamiento de hoy. -
Al escucharla, Zenitsu se giró rápidamente hacia ella, su expresión cambiando a una mezcla de temor y respeto. - Señorita Shinobu, ¡Claro, estamos listos! ¿Verdad, Inosuke? -
Inosuke, siempre desafiante, solo se cruzó de brazos, pero obedeció en silencio mientras todos formaban una línea frente a ella. Tanjiro, quien hasta entonces había estado en silencio, levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa a Shinobu, siempre respetuoso y atento a sus enseñanzas.
- Hoy trabajaremos en la precisión y la velocidad - anunció Shinobu, ajustándose su haori mientras los miraba. - Recuerden que en una batalla, la fuerza bruta no siempre es suficiente. A veces, una sola técnica bien ejecutada puede salvarles la vida. -
Al comenzar el entrenamiento, Shinobu se movía entre los tres, observando cada uno de sus movimientos con ojo crítico. Primero, les pidió que realizaran una serie de cortes rápidos y precisos contra postes de madera. Mientras Zenitsu parecía concentrarse con una mezcla de nervios y entusiasmo, Inosuke atacaba con una energía casi salvaje, gritando con cada corte. Tanjiro, en cambio, mantenía un ritmo constante, enfocándose en el control de su respiración.
A medida que Shinobu los guiaba, no podía evitar pensar en cuánto habían crecido cada uno de ellos desde que llegaron. Sin embargo, en el fondo, su mente volvía a Kanao, preguntándose si también se encontraba entrenando en ese momento o si aún estaría en la finca. Sus pensamientos parecían dividirse entre el deber y ese sentimiento incipiente que no podía ignorar del todo.
Justo en el momento en que Shinobu observaba los avances de Tanjiro, Inosuke y Zenitsu, una figura familiar apareció en el patio, con una sonrisa cálida y pasos suaves. Kanao, quien había estado paseando por unos minutos, regresaba al lugar que considera su hogar. Al verla, Shinobu sintió una oleada de alegría y alivio. Aunque no lo demostraba mucho, siempre se preocupaba por el bienestar de su tsuguko.
- Kanao - exclamó Zenitsu emocionado, mientras los demás inclinaban la cabeza en señal de respeto.
Kanao se unió al grupo. Al ver a Shinobu, le dedicó una pequeña reverencia, y sus ojos brillaron con un cariño sutil. Shinobu observó cómo Kanao se colocaba en posición para unirse al entrenamiento, siempre disciplinada y enfocada. Había algo en su porte, en su habilidad para moverse con gracia y precisión, que la dejaba sin palabras. Ver a Kanao entre sus compañeros, trabajando con tanta dedicación, le hacía sentir una mezcla de emociones que apenas lograba comprender.
Mientras Kanao ejecutaba sus movimientos, Shinobu la observaba, casi sin darse cuenta de la intensidad con la que lo hacía. Cada giro, cada corte, cada respiración controlada reflejaba el crecimiento de Kanao, no solo como guerrera, sino como alguien que había aprendido a sostenerse por sí misma. Shinobu notaba cada pequeño detalle: cómo su cabello caía suavemente mientras se movía, cómo sus ojos destellaban con determinación y concentración. Había momentos en que, al mirarla, sentía que el mundo a su alrededor se volvía difuso, dejando solo la imagen de Kanao.
Fue entonces, en ese instante en que su corazón latía con fuerza, cuando Shinobu comprendió la verdad. Aquel respeto profundo que siempre había sentido se había transformado, poco a poco, en algo más intenso, más íntimo. Su amor por Kanao ya no era solo el de una hermana o una maestra; era un amor que deseaba trascender, que anhelaba ser correspondido de otra forma.
Sin apartar la vista de ella, Shinobu hizo una promesa silenciosa en su corazón: algún día, cuando ambas estuvieran listas, encontraría la valentía para confesarse. Diría a Kanao cuánto la amaba, cuán profundamente su presencia le había cambiado la vida. Pero por ahora, se contentaría con observarla, con acompañarla en silencio, hasta que llegara el momento adecuado.
Con una sonrisa suave y un aire de calma que solo Kanae percibió, Shinobu continuó dirigiendo el entrenamiento, aunque en su interior, el amor por Kanao florecía con cada instante compartido.
Esto ha sido todo por hoy, este capítulo fue solamente una retrospectiva del capítulo anterior, mientras el capítulo 1 fue desde el punto de vista Kanao, este fue desde el de Shinobu
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