Capítulo 12
El sol estaba en su punto más alto en la ciudad costera, bañando todo con un brillo cálido. Shinobu llevaba varios días con una idea rondando su cabeza: quería sorprender a Kanao con una cita. Aunque compartían una vida juntas y disfrutaban de su tiempo en casa, sentía que merecían una ocasión especial, algo diferente, algo que Kanao recordara para siempre.
La ventaja del dinero de Kanae
Shinobu no solía preocuparse demasiado por el dinero, pero esta vez, al revisar el saldo en su cuenta, no pudo evitar sonreír. Kanae le había transferido una suma considerable, y aunque Shinobu prefería no depender demasiado de su hermana, decidió hacer una excepción.
—"Kanae dijo que quería que viviéramos bien, ¿no? Bueno, usaré un poco de su generosidad para esta cita. Es una inversión en felicidad" —pensó mientras planeaba.
Decidida, comenzó a buscar restaurantes elegantes, paseos románticos en barco y hasta pequeños regalos que pudiera incluir. Quería que todo fuera perfecto.
Sin embargo, había un detalle importante: Shinobu nunca había planeado una cita formal. A pesar de su confianza y su intelecto afilado, esto era un terreno nuevo para ella. Por eso, recurrió a la persona más romántica que conocía: Mitsuri.
Shinobu la invitó a su apartamento un día en que Kanao estaba fuera con Aoi y Tanjiro. Al llegar, Mitsuri no tardó en notar la expresión ligeramente ansiosa de Shinobu.
—¿Qué pasa? No es normal verte tan nerviosa —preguntó Mitsuri con curiosidad, dejando una bolsa con dulces en la mesa.
Shinobu suspiró, cruzándose de brazos.
—Quiero llevar a Kanao a una cita, pero... no estoy segura de cómo hacerlo.
Los ojos de Mitsuri brillaron con emoción.
—¡Oh, eso es maravilloso, Shinobu! Claro que te ayudaré. ¿Tienes alguna idea de qué quieres hacer?
Shinobu sacó una lista que había preparado, llena de opciones: cenas elegantes, paseos al atardecer, actividades en la playa. Mitsuri la revisó detenidamente, asintiendo con entusiasmo.
—Todo esto suena increíble, pero recuerda que lo más importante es que sea algo que le haga feliz a Kanao. ¿Qué cosas le gustan?
Shinobu pensó por un momento.
—Le gustan las flores, los lugares tranquilos y las cosas simples. No creo que disfrute demasiado algo excesivamente lujoso.
Mitsuri sonrió.
—Entonces, haz algo que combine un poco de todo. Un lugar bonito para comer, algo especial que puedan compartir, pero sin que sea abrumador. ¡Ah, y asegúrate de que se sienta cómoda!
Con los consejos de Mitsuri en mente, Shinobu comenzó a ajustar sus planes. Decidió elegir un restaurante junto al mar, conocido por su ambiente relajado pero encantador, y organizar un pequeño paseo por un jardín botánico cercano, algo que sabía que a Kanao le encantaría.
Por supuesto, Shinobu quería que todo fuera una sorpresa, pero eso no era tan fácil cuando vivías con la persona a la que intentabas sorprender. Durante los días previos, Shinobu tuvo que ser especialmente cuidadosa para que Kanao no sospechara nada.
Una tarde, mientras Kanao regaba las plantas en el balcón, Shinobu aprovechó para hacer unas llamadas rápidas al restaurante y al jardín botánico. Sin embargo, tuvo que interrumpir una de las conversaciones cuando Kanao entró inesperadamente a la sala.
—¿Con quién hablabas? —preguntó Kanao con curiosidad, inclinando ligeramente la cabeza.
Shinobu, siempre rápida para improvisar, sonrió con tranquilidad.
—Ah, solo estaba confirmando una entrega para las plantas. Nada importante.
Kanao no insistió, pero Shinobu sabía que tendría que ser más cuidadosa.
El día antes de la cita, Mitsuri la llamó para asegurarse de que todo estuviera listo.
—¿Ya tienes todo bajo control? —preguntó Mitsuri, emocionada.
—Sí, creo que sí. Solo espero que no se dé cuenta hasta el momento indicado —respondió Shinobu.
Mitsuri soltó una risita.
—Estoy segura de que será perfecto. Kanao te adora, así que no tienes nada de qué preocuparte.
Finalmente, llegó el día de la cita. Shinobu se levantó temprano, asegurándose de que todo estuviera preparado. Cuando Kanao despertó, Shinobu la saludó con una sonrisa misteriosa.
—Hoy quiero llevarte a un lugar especial. ¿Te parece?
Kanao parpadeó, sorprendida, pero asintió con una leve sonrisa.
—Claro.
Shinobu no reveló más detalles mientras ambas se preparaban para salir. Kanao, como siempre, eligió un conjunto sencillo pero bonito: una falda blanca y una blusa pastel. Shinobu, por su parte, optó por su clásico estilo casual, aunque añadió un toque más elegante con una chaqueta ligera.
Primero la llevó al restaurante junto al mar. La brisa fresca y el sonido de las olas creaban un ambiente relajante. Kanao parecía maravillada mientras miraba alrededor, y Shinobu no pudo evitar sentirse satisfecha al ver su expresión.
—¿Te gusta? —preguntó Shinobu mientras tomaban asiento en una mesa con vista al mar.
Kanao asintió, su sonrisa era pequeña pero sincera.
—Es hermoso. Gracias, Shinobu.
Durante la comida, hablaron de cosas simples: sus recuerdos de infancia, sus sueños para el futuro, e incluso anécdotas de su vida pasada como cazadoras. Shinobu, siempre hábil para encontrar temas interesantes, logró que Kanao se sintiera completamente a gusto.
Después del almuerzo, Shinobu la llevó al jardín botánico. Caminaban lentamente por los senderos rodeados de flores de colores vibrantes, disfrutando de la tranquilidad del lugar.
—Este lugar me recuerda a nuestro antiguo jardín en la mansión —comentó Kanao en voz baja, deteniéndose para admirar un campo de lavandas.
Shinobu se colocó a su lado, observando las flores junto a ella.
—Yo también lo pensé. Por eso quería traerte aquí.
Kanao giró la cabeza para mirarla, y durante un instante, sus ojos se encontraron. No necesitaban palabras para expresar lo que sentían en ese momento; la conexión entre ellas era más fuerte que cualquier cosa.
Al final del día, Shinobu la llevó de regreso a casa, pero antes de entrar, le entregó un pequeño ramo de flores que había comprado en el jardín botánico.
—Quería que te quedaras con algo para recordar este día —dijo Shinobu, su tono más suave de lo habitual.
Kanao tomó el ramo con cuidado, sus mejillas teñidas de un ligero rubor.
—Gracias, Shinobu. Este fue un día maravilloso.
Shinobu sonrió, sintiéndose satisfecha de que todo hubiera salido como esperaba.
—Fue maravilloso porque estuve contigo, Kanao.
Esa noche, mientras ambas descansaban en el sofá, Kanao se acercó a Shinobu, apoyando su cabeza en su hombro.
—¿Sabes? No importa dónde vayamos o qué hagamos. Siempre que esté contigo, será especial.
Shinobu la miró, sorprendida por la franqueza de sus palabras, pero no tardó en responder con una sonrisa cálida.
—Entonces prometo seguir haciendo cada día especial para ti.
La brisa marina acariciaba el balcón mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Después de un día lleno de momentos significativos, Shinobu y Kanao decidieron disfrutar juntas del paisaje desde su pequeño balcón.
El apartamento estaba en silencio, salvo por el suave sonido de las olas a lo lejos y el canto de algunas aves que regresaban a sus nidos. Shinobu llevó una manta ligera consigo, cubriendo los hombros de ambas mientras se sentaban en una pequeña banca que habían colocado allí.
—Hoy fue un buen día, ¿no crees? —preguntó Shinobu en voz baja, rompiendo el silencio.
Kanao asintió, su mirada fija en el horizonte.
—Fue perfecto... Gracias, Shinobu.
La sinceridad en su tono hizo que Shinobu la mirara de reojo, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y amor. Había algo en Kanao, en su manera de ser, que siempre lograba derretir la fachada tranquila y controlada que Shinobu solía mantener.
—No tienes que agradecerme. Solo quería que te sintieras especial, porque lo eres.
Kanao bajó ligeramente la mirada, sonrojándose. Aunque habían pasado meses desde que empezaron a vivir juntas, aún no se acostumbraba del todo a las palabras directas de Shinobu. Sin embargo, en el fondo, le encantaba esa forma en que Shinobu siempre encontraba la manera de demostrarle cuánto la quería.
Por un momento, el silencio volvió a instalarse entre ellas, pero no era incómodo. La cercanía, la calidez compartida bajo la manta y la belleza del paisaje creaban una atmósfera casi mágica.
Fue Shinobu quien rompió la distancia primero. Giró su rostro hacia Kanao, sus ojos observando cada detalle de su perfil iluminado por los últimos rayos del sol. Había algo irresistible en la forma en que Kanao miraba el mundo con esa mezcla de curiosidad y serenidad.
—Kanao... —susurró Shinobu, su voz apenas audible sobre el murmullo del viento.
Kanao volteó para mirarla, y en el instante en que sus ojos se encontraron, ambas sintieron cómo la atmósfera cambiaba. No había necesidad de palabras; todo lo que querían decirse estaba ahí, en sus miradas.
Shinobu se inclinó ligeramente, llevando una mano a la mejilla de Kanao, acariciándola con delicadeza. Kanao no se apartó, al contrario, cerró los ojos por un momento, disfrutando del contacto cálido.
Cuando Shinobu finalmente acercó sus labios a los de Kanao, el beso fue lento, suave, como si ambas quisieran grabar cada segundo en su memoria. No era el primer beso que compartían, pero había algo diferente en este. Había una intensidad que antes no se habían permitido explorar, una necesidad mutua que ahora salía a la superficie.
El beso se volvió más profundo, más apasionado, como si todas las emociones contenidas entre ellas encontraran una salida en ese momento. Shinobu envolvió a Kanao en un abrazo, atrayéndola más cerca, mientras Kanao correspondía con la misma intensidad, aferrándose a ella como si temiera que el momento pudiera desvanecerse.
La manta que las cubría cayó al suelo, pero ninguna de las dos pareció notarlo. El mundo exterior dejó de existir; no había olas, ni brisa, ni cielo. Solo estaban ellas, explorando con cada caricia y cada beso el amor que habían cultivado durante tanto tiempo.
—Te amo, Kanao —susurró Shinobu entre besos, su voz entrecortada por la emoción.
Kanao abrió los ojos, mirándola fijamente. Sus mejillas estaban teñidas de un suave rubor, pero no dudó en responder.
—Yo también te amo, Shinobu.
Esas palabras, aunque simples, llevaron el momento a un nivel más profundo. Era como si ambos corazones latieran al mismo ritmo, sincronizados por completo.
Aunque la pasión entre ellas crecía, ambas sabían que no era el momento de llevar las cosas más allá. Había un entendimiento mutuo de que, aunque sus sentimientos eran claros y profundos, aún había tiempo para explorar esa intimidad física que ambas deseaban.
—Sabes que algún día... —dijo Shinobu, rompiendo el beso para mirarla a los ojos— ...iremos más lejos.
Kanao asintió lentamente, sin apartar la mirada.
—Lo sé. Pero no tenemos que apresurarnos. Quiero que todo sea especial, como todo lo que haces por mí.
Las palabras de Kanao resonaron en Shinobu, quien no pudo evitar sonreír. La paciencia y la calma de Kanao siempre la habían impresionado, y en momentos como este, se daba cuenta de cuánto admiraba esa parte de ella.
Shinobu volvió a abrazarla, acariciando su cabello mientras ambas miraban el horizonte. El sol ya había desaparecido por completo, dejando un cielo lleno de estrellas que comenzaban a brillar.
Después de un rato, Kanao rompió el silencio.
—Gracias por siempre cuidarme, Shinobu. Por estar conmigo... por amarme.
Shinobu besó su frente, manteniéndola cerca.
—Gracias a ti por hacerme feliz, Kanao. Eres la razón por la que cada día quiero ser mejor.
Se quedaron así, abrazadas bajo el cielo estrellado, disfrutando de la tranquilidad de la noche. No necesitaban nada más en ese momento; tenían todo lo que importaba: amor, confianza y un futuro que estaban construyendo juntas.
Esa noche, cuando finalmente se fueron a dormir, Shinobu se dio cuenta de algo importante. No importaba cuánto tiempo pasara ni cuántos desafíos enfrentaran. Siempre estaría dispuesta a esforzarse por hacer feliz a Kanao, porque su amor era eterno, más allá de cualquier vida.
Y aunque sabían que el momento de llevar su relación a otro nivel llegaría algún día, ambas estaban completamente felices con lo que compartían ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro