Prólogo
—Sabes perfectamente lo que quiero— esa sádica pero hermosa sonrisa se hizo presente.
—Claro que no.
—Te quiero a tí— lentamente se acercaba un poco más, pero sorprendente no había temor alguno— ¿No tienes miedo? ¿No te asusta lo que te he dicho?— una pizca de picardía y confusión en su voz.
—Crees que me das miedo, pero lo conozco perfectamente y tú no te asemejas lo más mínimo.
—¿Eso crees?— preguntó tan cerca de un rostro.
—Eso es— afirma mirándolo a los ojos.
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