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Pintura


La mañana del lunes desperté con la misma voz que insistía en manifestarse en cada despertar. Se estaba convirtiendo tan normal que decidí hacerla parte de mi rutina. Desde ese día sería mía, sin que importara el hecho de que no tenía idea de cuál era su procedencia. Estaba allí, y era lo único importante.

Me estiré en la cama para luego levantarme y hacer lo propio de mi preparación para ir al instituto. Días atrás me había retractado de comprar cortinas, no estaba dispuesta a sentirme encerrada y oprimida bajo telas. Quería libertad. O quizá, ver a Daniel sin tanto problema.

Fuera como fuera, me resultaba más cómodo cambiarme en el baño para evitar su mirada mientras me encontraba en paños menores.

Él por otro lado, no se tomaba la molestia de buscar privacidad, y se desalojaba de las prendas sin que le importara el hecho de que yo estuviese enfrente. Aunque claro, yo debería de darle privacidad apartando la mirada de su cuerpo, era algo que debía de hacer una persona respetuosa ¿No? Pero por algún motivo que no llegaba a comprender, mi ética se iba de paseo durante esos momentos.

Cómo en esa mañana.

Me encontraba trenzando el cabello cuando él salió de la ducha, mi intención había sido mirarle de reojo durante un breve, diminuto, e imperceptible segundo, sin embargo, ese segundo se alargó tanto que pudo convertirse en minuto.

Yo no estaba viéndole de forma perversa, lascivia o lujuriosa —si es que en esos términos puede existir una diferencia— porque él tenía suficiente para que pudieras verle así. No era fuerte, pero su cuerpo no era lo suficiente delgado para llamarle flaco, de tal manera que verle era lo suficientemente atractivo para cualquiera. A pesar de ello, mi mirada  era inocente y curiosa, sobre todo curiosa.

Su piel no dejaba de inquietarme, era tan poco vista que me sentía atraída por su aura misteriosa, y eso que las pieles no tienen aura propia.  Él pareció sentir mi mirada, vi que se daría la vuelta y aparté la mirada en el momento justo para que no me cogiera con las manos en la masa.

Luego de haber salido de mi breve vistazo, sentí que los brazos me dolían por el cansancio, la posición era tan poco cómoda que estuve a punto de soltar el pelo y dañar toda la trenza que había hecho hasta ese momento. Acalambrada terminé de entrelazar las hebras capilares y dar por finalizado mi típico peinado.

Luego del desayuno me cepillé los dientes, me miré en el espejo y pasé la lengua por encima de los mismos. Estaba comenzando a hacer cosas que en ningún momento atrás había hecho, me parecía extraño la actitud que estaba tomando, pero no quería reflexionar al respecto y terminar analizando cosas que era mejor no pensar.

Luego de tomar mi mochila y dirigirme a la puerta, me di uno de los primeros sustos más grandes del año. En un segundo estaba girando el pomo con toda la tranquilidad del mundo, y en el segundo siguiente tenía sobre la cara algo áspero y frío. 

Bruscamente di un traspié, tan inestable que caí al piso. Mi trasero hizo un sonido seco cuando caí, y el dolor me recorrió de inmediato en la cadera. Solté un quejido, y aquello que estaba en la puerta se movió.

Tuve a entrecerrar los ojos para ver con claridad, lo primero que reconocí fueron sus ojos, tan azules como un cielo ajeno a nuestro entorno. Toni llevaba un enorme ramo de rosas rojas, en el cuál anteriormente había estrellado.

—Valeri —exclamó estupefacto. Luego se inclinó para dejar el ramo en el suelo y ayudarme a levantarme. Sentí que mis mejillas ardían, ese era un bochorno de lo más humillante.

»¿Te encuentras bien?

¿Si me encontraba bien? ¡Dios, no! Me encontraba terriblemente avergonzada, además de que tenía el trasero adolorido, pero no iba a decirle ninguna de las dos cosas, de tal manera que me limité a asentir con la cabeza.

—¿Segura que estás bien? —insistió. Tomé aire y lo solté con fuerza, tratando de encontrar las palabras correctas para calmarle.

—Sí, sí, estoy bien, enserio. Solo me tomaste de sorpresa.

«Y casi me matas de un susto».

Toni enrojeció avergonzado.

—Perdona. Estaba a punto de llamar, enserio.

—Toni, enserio, es mejor que olvidemos esto, me encuentro lo suficiente avergonzada como para aumentar mi bochorno.

Soltó una risa, y yo no pude resistirme a soltar otra. Recogió las rosas del suelo y me las extendió con una breve reverencia. Enrojecí, pero no de vergüenza.

—Gracias —hablé, con voz estrangulada. Luego fruncí el ceño y le miré—. ¿Qué haces aquí?

Se le iluminó la cara, cómo si aquella pregunta era justo la que había estado esperando.

—Me permitiste conquistarte, así que señorita Valeri, le presento a su nuevo chófer 24/7. —Para rematar su presentación, dio una vuelta. No sabía qué hacer, por una parte quería enarcar una ceja y decirle con los ojos: no me digas. Pero por otra parte, quería echarme a reír por la manera en que lo había dicho.

No hice ninguna de las dos cosas, y me quedé con la boca entreabierta sin creérmelo. Una cosa era que se portara amable conmigo, e incluso que no disimulara su interés en mí, pero venir por mí a la soledad en la que vivía, era un nivel superior en el que no me lo había imaginado.

A pesar de que yo solía ponerme a imaginar situaciones improbables entre nosotros.

—¿Viniste aquí, para llevarme al instituto? —pregunté, dos segundos más tarde me di una cachetada mental por lo estúpida que había sido. Claramente que había llegado con esa intención.

—Era la idea sí. ¿Es que tienes un mejor destino? —Me miró con picardía. Para disimular mi nerviosismo volteé los ojos.

—Oh, calla, volveré en un momento.

Alcé el ramo para indicarle que iba a guardarlas. Mientras caminaba hacia la cocina, sentí su mirada detrás de mí, haciendo que mis pasos fueran torpes y desequilibrados. Cuando crucé la puerta solté el aire que había contenido.

Miré fijamente el ramo entre mis manos, las hojas eran de un verde oscuro, y por algún motivo desconocido, recordé el uniforme del equipo. Exactamente, puesto en Daniel.

Negué con la cabeza, intentado vaciar mi cerebro del veneno de Daniel. Tomé un jarrón y le eché agua hasta la mitad, para luego acomodar los tallos con cuidado en su interior. Acaricié los pétalos, dándome cuenta que eran del mismo rojo que el  uniforme del equipo de Toni.

Opté por recrear sus recuerdos y mantenerlos en el interior de mi cabeza, para así, mantener fuera cualquier recuerdo que incluyera el color verde. Y sobretodo, a Daniel.

Al volver con Toni, este se encontraba lanzando las llaves hacia arriba para luego cogerlas entre sus dedos. Al verme volvió a sonreír mostrando sus dientes. Salimos al exterior, encogiéndonos entre nuestros abrigos para mantener el calor.

Intenté, enserio que intenté mantener mi vista fija en el auto, sin embargo, en el último segundo en el que el auto se mantuvo inmóvil, alcé la vista hacia la habitación de Daniel, en la cuál el chico nos observaba con su rostro carente de expresión.

Toni alzó la vista curioso, al verle, ladeó los labios y la alegría de su rostro se esfumó. Me pregunté el porqué de su reacción, puesto que estaba —o al menos había estado— segura de que le agradaba.

Estuve a punto de preguntarle, pero en el último momento decidí no hacerlo y me quedé con la boca abierta. El auto se puso en marcha, lanzando piedras y lodo a ambos extremos del vehículo. Me eché sobre el sillón y jugué con mis dedos, sin saber que otra cosa hacer en el interior del vehículo.

Cualquiera que hubiera visto a  Toni con su facha de: "niño popular”, hubiera esperado que fuera un loco al volante, cómo yo misma lo había considerado, sin embargo, él era tan cuidadoso al volante cómo una señora de setenta años con problemas de visión.

Se esmeraba tanto en mantener el control, que él mismo parecía ser parte del vehículo, o el vehículo parte de él, fuera como fuera, él hacía parecer que conducir, era lo más delicado de la vida.

Me gustaba ver su rostro mientras conducía, porque era muy expresivo con sus gestos. Sus cejas claras se fruncían cada que atravesaba un hoyo de la calle, porque era lo más notable del camino, unos inmensos huecos que causa a la lluvia, parecían pequeñas posas.

Convencida de que el silencio no sería anulado, giré mi cabeza hacia la ventana. En los primeros minutos no observé más que árboles y ardillas, pero luego, observé una sombra veloz pasar cerca del auto. Saqué la cabeza por la ventana e intenté ver más allá de los arbustos, me mantuve atenta a cualquier movimiento, y cuando vi lo que merodeaba por el lugar, me atraganté con mi propia saliva.

—¿Pasa algo?  —Al escuchar la voz de Toni volví a meter la cabeza, no sin antes estrellarla.

—¡Auch!   —Me quejé, acariciando la parte afectada. Toni me miró preocupado por segunda vez en esa mañana.

—¿Qué sucede? —Intrigado miró por el retrovisor, intentando ver aquello que yo había visto. Hice lo mismo, pero no habían ni rastros de Daniel, si es que realmente había estado allí. Una vocecilla en mi cabeza insistía en que solo se había tratado de un producto de mi enferma imaginación. Y yo no sabía si eso era mejor que lo otro.

—Nada, es solo que…

«Vi a Daniel entre la maleza» finalicé, sin llegar a decirlo en voz alta, porque si lo anteriormente sucedido no me había dejado como una loca, ese argumento sí que lo haría.

—¿Es solo qué…?  —insistió, enarcando una ceja.

—Creí…  ver a un lobo. 

Por un breve segundo el auto se salió del carril y arrolló los arbustos de la orilla.

—¡Mierda! Perdona, perdona. ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?

Parpadeé, confundida. ¿Había perdido el control, por el simple hecho de mi respuesta? Toni no se perturbaba con facilidad, pero cuando lo hacía, parecía perder el control que tanto se esmeraba por manejar.

—Sí, estoy bien. Solo ha sido un movimiento brusco —le calmé. Aunque realmente me había dado un golpe en el brazo.

Toni suspiró, luego miró a los lados nervioso.

—Creí que los lobos no se acercaban a esta área —comentó.

—No lo hacen —confirmé—, no cruzan el lago, nunca lo han hecho.

O al menos, no que yo supiera.

—Pero acabas de ver uno.

—Dije que creí ver uno. Creer y ver, es distinto.

—Ya, claro, pero pudo ser uno.

Suspiré, lamentándome por haber dicho aquello. ¿Pero qué otra cosa pude haber dicho? Decir la verdad era mucho peor.

Hice un mohín mientras buscaba la manera de cambiar de tema.

—¿Qué piensas de nuestro nuevo compañero? —pregunté al fin. No quise decir su nombre, porque temí que al hacerlo el tono de mi voz cambiara. Para bien o para mal.

El rostro de Toni volvió a cambiar en una fracción de segundo, nuevamente me pregunté el porqué.

—Es un buen chico. O al menos eso aparenta.

Si debo ser sincera, no esperaba que me dijera eso por respuesta. Tenía la esperanza en que Toni hubiera notado algo extraño en él, como un presentimiento que indicara peligro. Pero no, Toni consideraba que Daniel era un buen chico.

«No —reflexioné, recordando la señalización—. No está seguro de ello».

—¿Aparenta?  —inquirí mientras me toqueteaba las uñas fingiendo desinterés. Lo último que quería era que el chico que me gustaba se percatara de mi curiosidad por mi vecino. Eso no iba dejarme para nada bien ante sus ojos.

—No puedo fiarme de lo que muestra.

Reprimí un bufido. Entender con escaso contexto no era lo mío, quería detalles, los suficientes para comprender lo que pasaba por su mente acerca de Daniel. No entendía el porqué de mi afán por saber las opiniones del resto, consideraba que la vida de Daniel debía de importarme tan poco como la del resto.

—Así que crees que finge algo que no es, para impresionar al resto ¿Eh? —comenté, intentando llegar al punto indicado para que soltara la sopa. Sin embargo, lo único que logré fue que el chico a mi lado frunciera el ceño y tensara su labios de una forma poco común en él.

—¿Impresionar? —cuestionó. Sentí un retortijón—. ¿Te sientes impresionada por él? 

Solté una risotada nerviosa, que esperé que pareciera divertida. Daniel no me había impresionado, ni más faltaba, estaba tan segura de ello que hubiera jurado por mi meñique.

Si estaba impresionada por él, me mantenía ajena de tal información. No quería ser consciente, enserio.

—Obvio no, pero tengo ojos, y he visto como el resto quedó alucinado por él.

En especial, Ashley. Cada que pensaba en ella, me sentía molesta, de una manera en que no lo había estado todos los años anteriores en el que sufrí burlas y bromas groseras de su parte. No iba a decir el motivo en voz alta, de hecho, no quería ni pensar en la causa. Era tan ridícula que me quería dar cachetadas continuamente.

Estaba celosa de Ashley, por primera vez en mi vida. Y todo por culpa de Daniel, que parecía tener el mismo interés y alucinación hacia ella. ¿Terriblemente molesto no?

—Es bastante simpático —habló Toni, sacándome de mis desagradables pensamientos—. Además, tiene muchas cualidades por las cuales sentirse impresionado.

«Cualidades claro». Yo no había entablado una conversación con Daniel, y desconocía si tenía o no cualidades impresionantes. Lo dudé. Luego estaba eso de simpático, me pregunté si estábamos hablando de la misma persona, porque desde mi punto de vista, Daniel era un grosero que no le importaba despreciar un pastel de bienvenida.

No iba a superar eso de forma simple.

—Eso no responde a mi pregunta. ¿Por qué crees que aparenta?

Toni se rascó la barbilla de forma pensativa.

—Veras, él sabe prácticamente todo de nosotros, pero nosotros no sabemos más que su nombre. Cada vez que alguien le pregunta algo de su pasado: de dónde viene y el porqué de su cambio, se mete en sus pensamientos y tal parece que se va a Plutón. Me parece un buen chico pero es raro que no quiera hablar de él, y si no lo hace es porqué hay gato encerrado.

Relamí los labios y observé el camino en silencio, considerando las palabras de Toni. Era claro que exista algo detrás de ese extraño joven, y había dentro de mí dos inclinaciones al respecto: la primera era investigar de qué se trataba, la segunda era mantenerme ajena porque era peligroso. Daniel no tenía la pinta de un delincuente, o de los sicópatas que salían en las películas de acción —o de terror— pero estábamos en la vida real, y no podíamos esperar que fuera parecido a la ficción.

Quería estar prevenida. Si era o no era alguien peligroso, quería mantenerme lejos de él. Aunque mi interior me gritara que hiciera lo contrario.

—Ha llegado hace una semana —señalé—. Me parece que saber su árbol genealógico y cuánto dinero tiene en el banco, es precipitado.

—Tal vez estoy exagerando —concordó—, pero algo dentro de mí dice que es un chico muy, muy extraño.

«Sí que lo es». Sin saber el porqué, rememoré aquella mirada fría que el susodicho solía darme cada que me veía.

»Lo qué más me molesta, es que no te quita la vista de encima.

Asentí distraída, luego me sobresalté. ¿Acaba de dar una queja sobre las miradas de Daniel? Sin poder evitarlo me reí.

Me miró confundido, o quizá molesto. Yo sin embargo no pude disminuir mi diversión. Aquello me había resultado tan ridículo.

—Perdona, perdona —pedí luego de un minuto—. No ha sido mi intención burlarme, pero tus palabras han sonado como si estuvieras celoso de él.

—Lo estoy.

De pronto toda mi diversión se esfumó. Le miré atentamente para comprobar si iba enserio. Al darme cuenta que no era una broma, temblé en el asiento, y no específicamente por lo huecos en la carretera. 

«¿Celoso de Daniel? —repetí—. ¿Por mí?»

Aquello era insólito, improbable, inesperado. Y sobretodo, lo más lindo que podía esperar. Los celos no eran buenos, o al menos era lo que había escuchado, pero raramente yo me sentí feliz por el hecho de que Toni los sintiera.

—¿Por qué? —pregunté, sin comprender como alguien podía sentir celos causa mía.

—Porque él es mejor que yo, y claro que podría robarme tu aprecio. Si es que tienes aprecio hacia mí…

En el último momento su voz fue tan débil que le logré escuchar por milagro divino. Entendía su temor, o fuera lo que fuera que él sentía, yo me había sentido así durante años, cuando Ashley dedicó cada uno de sus días para hacerse con su amor.

Sin embargo, el hecho de que creyera eso posible sonaba ilógico, en todo el sentido de la palabra. Daniel me aborrecía, y si no lo hacía, estaba a un pelo de hacerlo.

Él se encargaba en dejármelo claro.

—Tonto —me burlé—. No podría cambiarte por un chico raro que no conozco, con el cuál no dirijo palabra. Tú Bryan, eres…

Me corté. ¿Enserio estaba a punto de confesar que él era especial para mí? ¡Oh Dios! Debía de controlarme. ¿Qué pasaba con mi tenacidad por hacerme la chica difícil? Nuevamente culpé a Daniel por ponerme es tales situaciones.

—¿Soy? —atusó.

Ladeé los labios y miré más allá de la calle, a la espera de que apareciera una respuesta para darle.

—Tú Bryan, eres un dramático. Solo tú puedes pensar semejantes improbabilidades.

—¡Oh..! —murmuró, sin disimular la decepción en su rostro.

«Lo siento Toni, pero no voy a superar tu alejamiento así de fácil».

Durante el resto de trayecto, ninguno de los dos volvimos a hablar, porque ya no había nada que decir. Daniel no era un buen tema de conversación, eso estaba claro.

Además, Toni y yo no compartíamos muchas cosas de las cuáles hablar, pero su cercanía se sentía bien, aun estando en silencio.

Cuando llegamos al instituto, el aparcamiento estaba lleno, cómo siempre lo estaba durante los días de semana. El ala de la universidad y el instituto parecía la sucursal de autos, puesto que allí seestacionabann la mayoría de los jóvenes dentro de los establecimientos.

Cómo en la mayoría de institutos y universidades ¿No?

Lo único diferente en Monterbik, era que tú sabías cuál era tu sitio, y no te complicadas la vida por cambiarlo. El orden estaba en todo, y el aparcamiento no era la excepción.

Los autos más cerca de la puerta, eran para los alumnos de último año, ya sabes, los reyes y reinas del Instituto. Pero no solo bastaba eso, sino tu rango de popularidad, cómo en el caso de Toni, el cuál estaba de cabeza de toda la fila. Sus amigos le seguían. Excepto Daniel claro, el cuál no tenía un medio de transporte.

«Quizá uno invisible y mágico, que le transportaba a distintos sitios en cuestión de segundos» pero mientras no tuviera pruebas ese no contaba.  

Después, le seguía el resto, que de hecho, también llevaba un orden, pero ese no me interesaba para sabérmelo de memoria. Lo único que podía decir sin titubear al respecto, es que los de primer año se quedaban más lejos de la entrada, y los de último a pocos pasos. Sin importar quién llegara antes, así eran las cosas, y preocuparse por hacer cambios era algo que nadie haría.

Cuando el motor se apagó, llevé las manos al cinturón para desabrocharlo.

—¿Qué carajo..?  —La voz de Toni me hizo parar la  guerra contra el cinturón, el cuál se había quedado atascado. Cómo siempre.  Lo observé para ver a qué se debía su estupefacción, pero él no me miraba a mí, sino más allá de la larga fila que se extendía a nuestra izquierda. Con el ceño fruncido seguí la dirección de su mirada, encontrándome con sus amigos, los cuales charlaban.

Al principio no noté nada extraño por el cuál quedarse atónito, sin embargo, tras dar una inspección más detallada caí en la cuenta de que entre ese grupito, estaba Daniel.

Yo no lo había visto a primera vista, bueno, sí que lo había visto, pero no había analizado a fondo su presencia. Ya me estaba acostumbrando a que apareciera aquí y allá.

Pero eso no significaba que Toni se lo tomara de la misma forma, yo había pasado por eso y no resultaba para nada fácil de digerir. La actitud de Daniel no era a lo que estábamos acostumbrados a ver.

De inmediato comencé a pensar en una posible distracción, de largo plazo si era posible. Una de las cosas que más resaltaba en Toni, era su curiosidad, lo último que quería era que se obsesionara con saber los porqué a las acciones de Daniel, o peor aún, con el mismo Daniel.

La simple idea me aterrorizó.

—¿Sucede algo?  —pregunté fingiendo extrañeza, aunque sabía perfectamente el porqué de su incredulidad.

—¡Es Daniel!  —gritó con rostro horrorizado. Cualquiera que lo hubiese visto en ese momento, hubiera dado por hecho que Toni se había encontrado con un fantasma.

—Lo veo, sí —concordé—. ¿Y?

—¿Cómo qué "y"?  —replicó, observándome con algo de reproche. Quedaba claro que él no se esperaba esa respuesta, de hecho, no pude hacerme una idea al respecto. No era que quisiera pensarlo mucho la verdad.

—¿Toni, qué es lo que sucede? —volví a preguntar, fingiendo desconcierto. Se me daba muy bien lo de fingir—. ¿Por qué te pones así?

Toni negó incrédulo, cómo si mis preguntas fueran absurdas, antinaturales. En cierto punto lo eran.

—¡¿Qué hace Daniel aquí?!  —Su grito me hizo dar un respingo, y también atrajo la atención de algunos estudiantes, algo que no era para nada bueno, cualquiera se interesaba por la cosa más insignificante que se desenvolviera en la vida del chico.

Ladeé la cabeza, hice un mohín y observé a Daniel.

—Tengo entendido que Daniel estudia con nosotros en este instituto —dije—, me parece que el hecho de que esté aquí es lo más normal del mundo.

—Sabes a qué me refiero.

—¿Debería?

Toni me miraba inexpresivo, cómo si de repente se hubiera cansado de reflejar lo que sentía. Verle así no hizo más que recordarme a Daniel, que se mantenía con ese gesto tan vacío e indescifrable.  

Me pregunté a qué se debía aquel cambio. Por parte de Toni entendía que era a causa de la confusión e incredulidad que le invadía, o quizá, tuviera más emociones en ese momento, algo que había entorpecido su persona haciendo que solo fuera una cáscara vacía.

¿Cuánto tiempo había pasado Daniel de ese modo, para perder las ganas de reflejar su interior?

Antes de que pudiera pensar en las posibles respuestas —que deberían de ser muchas— Toni volvió a hablar.

—Lo sabes.

Sí que lo sabía, pero el hecho de que lo dijera de esa forma tan segura, me entorpecía. Tal parecía que podía ver mi interior, leer la verdad a pesar de las múltiples alteraciones que hacía para ocultarla.

—¿Qué es lo que se supone que debo de saber?

«No lo digas» pedí en mis adentros. Si él lo decía en voz alta, no me creía capaz de fingir tranquilidad. El tema en cuestión me confundía demasiado, no quería que todos mis esfuerzos hasta el momento para olvidar las actitudes de Daniel, se fueran a la basura causa suya.

—Él estaba en su casa, tú lo viste —«¡No lo digas!» se pasó la mano por la cara frustrado. Por un momento creí que iba a dejar el tema allí, pero luego añadió—: ¿Cómo es que está aquí?  

Temblé en el asiento. Decir que alguien no estaba en un lugar en dónde efectivamente estaba, da claramente un resultado negativo, pero muchas veces las personas —como humanos que son— se toman retos que requieren más esfuerzo que otros. Claramente yo estaba incluida en esas personas.

El plan A me había fallado, el cuál consistía en fingir desconocimiento al respecto. De tal manera que tenía que pasar al plan B —el cuál no tenía— para ocultar la verdad. Aunque hubiera querido decirla, no tenía ni idea de la respuesta correcta.

Era un misterio para mí.

—¿Qué es exactamente lo que te sorprende?

Arrugó las cejas mientras buscaba la respuesta.

Mientras aguardaba, abrí la ventana para que entrara aire fresco, de pronto me sentía asfixiada. Luego de dar un largo respiro, me percaté de que el grupo se había separado. Y no solo eso, que Daniel caminaba en dirección al vehículo en el que me encontraba abordo. 

—Él no debería estar aquí, no tiene sentido, tendría que haber llegado mucho después de nosotros.

«Tendría, sí. Pero es algo que no hace».

—Toni, yo no puedo explicar tal cosa, lo mejor es que dejemos el tema… —Los dedos tocando el cristal cortaron mi argumento.

Toni se giró, al ver de quién se trataba sus músculos se tensaron. Por un breve momento se miraron, algo dentro de mí decía que Daniel estaba consciente de la perturbación de Toni. Y de hecho, parecía disfrutarlo.

La ventanilla se bajó.

—Hola Toni —saludó Daniel mientras se inclinaba a la altura de la ventana, el mencionado alzó la ceja, con una emoción que no me fue posible descifrar. Pero quizá Daniel sí.

—Daniel, qué sorpresa.

—Es lo mío. —Para confirmar sus palabras me miró, no pude hacer otra cosa que no fuera contener el aliento.

—¿Se te ofrece algo? —preguntó Toni impaciente. Daniel se rascó la barbilla para tratar de ocultar una sonrisa, la cual no pasó desapercibido ante mis ojos.

«¿Pero tú qué tramas?» pregunté con la mirada, para mí sorpresa Daniel pareció entenderlo.

—Nada Toni, solo he venido a saludarte, no pensé que interrumpiera algo.

Quizá fue un problema auditivo de mi parte, pero estaba segura que lo último había sonado tan afilado que podía cortarnos a Toni y a mí.

—No lo has hecho, estoy por bajarme del coche —informé, con la voz más calmada que me fue posible. Con la mirada de los dos chicos fija en mí, volví a intentar desabrochar el cinturón, causa a los nervios mis manos temblaban como hojas sacudidas por el viento.

»¡Esta cosa no sirve! —me quejé soltando un bufido.

—Si lo haces así, obviamente no. 

Toni desabrochó el suyo y se inclinó hacia delante para ayudarme, aproveché eso para volver a lanzarle una mirada de reproche a Daniel. Podía jugar con mi paz mental, pero no permitiría que lo hiciera con Toni.

Daniel ladeó la cabeza y se toqueteó el pelo mientras nos miraba de forma aburrida.

—¡Listo!  —exclamó Toni triunfante. Sonreí en agradecimiento.

—Solo tú le sabes la maña a esta carcacha —me burlé.

—No es una carcacha —reprochó él enrojeciendo.

Esta vez Daniel dejó su típico gesto de desinterés y lo sustituyó por uno de desagrado, cómo si la imagen frente a sus ojos le provocara repelús. Llegué a la conclusión que detestaba a los enamorados.

Fuera del auto me golpeó una brisa fría que me caló hasta los huesos. Se me puso el vello de punta. Mientras me encogía para mantener el calor, caminé a prisa hacia la entrada, en dónde muchos ya se encontraban cotilleando sobre nosotros.

De la noche a la mañana, me encontraba envuelta por miradas envidiosas y fastidiadas. Además de repulsivas, como si hubiera cometido un delito grave.

A pesar de ello, intenté que no me afectara, porque no había motivo para ponerse mal. Mientras no se metieran conmigo no tenía que buscar problemas.

Cuando llegué al pasillo que daba a mi salón, lo encontré abarrotado de alumnos de mi clase. Fruncí el ceño confundida, pero no me detuve. Cuando estuve frente a la puerta, esperé que alguien dijera el porqué no entraban, pero ninguno de los presentes parecía tener la intención de darme explicaciones.

Tomé la manija para ver si tenía seguro, al ver que no era así, decidí por meterme dentro y alejarme de aquellos chicos con actitudes anormales. Antes de que pudiera cruzar del todo la puerta, algo cayó desde la parte de arriba; estaba frío, viscoso y espeso. Solté un jadeo.

A mis oídos llegaron las risotadas divertidas por lo sucedido. Me limpié los ojos de aquello que me tenía cubierta, al abrirlos vi de qué se trataba. Me escocieron los ojos por las lágrimas.

Era pintura. Pintura azul.

—¡Mírate! —gritó la voz chillona de Ashley—. Ahora sí te ves como un auténtico pitufo.

A sus palabras un coro de risas le acompañaron, las cuales resonaron en el salón. Se estaban burlando de mí, otra vez.

Incapaz de soportar tal humillación me di la vuelta para salir corriendo de aquel lugar espantoso, sin embargo, mi escape se vio interrumpido por Daniel, el cuál acababa de llegar a la puerta.

Me estrellé contra su pecho.

A pesar de que iba con fuerza él ni se movió, mi cuerpo en cambio hubiera salido expulsado hacia atrás, si tan solo él no me hubiera sujetado a tiempo para detener mi caída.

Las ganas de llorar desaparecieron cuando me encontré con sus ojos, los cuales me miraban preocupados y tristes. Sus manos en mi cintura me sujetaban fuertemente, para que la pintura no hiciera que resbalara y cayera al suelo de trasero.

—Perdona —me disculpé mientras intentaba ponerme de pie nuevamente. Con su ayuda volví a quedarme a potestad de mis piernas, las cuales no se encontraban en su mejor momento.

Al ver su ropa contuve un grito. Él estaba tan sucio como yo.

—Descuida —dijo él, más para mí espanto hacia su ropa, que para la disculpa que le había dado.   

Antes de que pudiera decir algo más, Toni llegó y miró la escena.

—¿Pero qué..? —se cortó, y miró más allá de nosotros.

—¡Toni! ¿No te parece que tu novia se ve muy adorable con su disfraz de pitufo? —preguntó Ashley. Daniel apartó la mirada, cómo si verme fuera demasiado para él. Toni apretó los labios y en sus ojos se reflejó la ira.

—¿Pero qué mierda te pasa? ¡¿Estás loca?!  —Fue tal su brusquedad que todos callaron de inmediato. Toni no hablaba así, siempre se mantenía tan pacífico que desconocíamos lo aterrador que podía llegar a ser cuando hablaba de esa forma.

—A ti qué es lo que te pasa. Antes eras tú el de los planes malévolos. ¿Qué te ha hecho? ¿Te ha embrujado?

Toni soltó una risa irritada.

—Antes, ya lo has dicho. Ya no más. Y para tú información, me ha enamorado, pero claro, ese es un idioma que eres incapaz de entender.

Miré a Ashley para no perderme su reacción, la cual fue más satisfactoria de lo que hubiera esperado.

Finalizado su reproche, se volvió a mí y su mirada se suavizó.

—¿Estás bien? —preguntó acortando la distancia entre nosotros.

—No, detente —pedí dando pasos hacia atrás y esparciendo la pintura que caía de mi cuerpo—. Voy a ensuciarte si me tocas.

Él sonrió conmovido.

—Para lo que me importa. Ven, vamos a limpiarte ¿Vale?

Volví la vista hacia el lugar donde estaba Daniel, pero él se había marchado sin que me diera cuenta.

—Vale —accedí asintiendo con la cabeza.

Siete minutos más tarde estábamos llegando al gimnasio. Mientras esperaba que Toni trajera algo para cambiarme, decidí comenzar a destrenzarme el cabello, el cual estaba empapado de pintura. El solo recordar el montón de risas me daban ganas de ponerme  a llorar. Sí, podía resultar patético pero no me sentía capaz de enfrentarlo.

—Sonríe.

Me sobresalté al escuchar aquella voz a mis espaldas. Me giré para verle, sin comprender el porqué estaba allí.

—¿Cómo? —pregunté, confundida por lo que había dicho.

Daniel se había cambiado la camisa y el pantalón, y se encontraba tan limpio como cuando había llegado. O para ser más específica, tan limpio como antes de que me estrellara en él.

Sus verdes ojos me estudiaron de pies a cabeza, cómo si fuese un problema matemático por resolver. Debí de sentirme incómoda, pero estaba curiosa por saber el porqué estaba allí, hablándome. Cómo si los días anteriores no me hubiera ignorado por completo.

—Dije que sonrías.

—¿Y por qué habría de hacerlo? —inquirí, aún sin comprender el punto al que quería llegar.

«Si es que tiene un punto».

—Porque les duele. —Al ver mi ceño fruncido añadió—: Si les haces creer que no te afecta lo que hacen, se aburrirán de atacarte. Una presa se vuelve menos interesante cuando deja de resistirse. Y tú eres su presa. Si muestras lo mucho que te aterran sus ataques solo les impulsaras a qué continúen. Por eso Valeria, sonríe, oculta lo que en verdad sientes y muéstrales lo que les duele.

—¿Funciona?

Daniel me miró fijamente, contuve el aliento. Sentía que su mirada desconectaba cada una de mis neuronas, siendo incapaz de no hacer otra cosa que quedarme petrificada por su cercanía.

—Averígualo.

Sin decir más, continuó con su camino. Me quedé nuevamente sola en el gimnasio, atolondrada por lo que acababa de vivir. Daniel me había dirigido la palabra, habíamos tenido una conversación. ¡Una conversación! No me lo podía creer.

El corazón me latía alocado, cómo si intentara sufrir un colapso por alta velocidad en sus palpitaciones. Era absurdo, pero no podía evitarlo.

—Perdona la tardanza —habló Toni llegando a mi lado. Parpadeé para recuperar la compostura.

—Descuida.

En sus manos yacía una mochila y una de sus camisetas del equipo. Hice una mueca al imaginarme con aquella prenda.

—¿Resulta suficiente? —preguntó, rascándose el cuello.

—La verdad, es que estoy pensando seriamente en volver a casa y tomarme el día.

La verdad sí estaba pensando en volver a casa y pasarme el resto del día comiendo golosinas frente al televisor «Sonríe», pero las palabras de Daniel estaban resonando en mi cabeza y no quería hacer otra cosa que no fuera acatarlas.

»Así que antes de que me dominen mis pensamientos, tomaré esto, me daré una ducha y volveré a clase —dije dándole una de mis mejores sonrisas al chico frente a mí.

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