Declaración
Al día siguiente me sentía mucho mejor para ir al instituto. Me levanté temprano para prepararme. En medio de mi lucha por terminar la trenza resonó el móvil sobre la mesita de noche. Arrugué los labios antes de ir a por él, yo no era nada sociable como para recibir mensajes de texto, pero esa mañana alguien parecía acordarse de mi existencia.
Buenos días hija, suerte en lo que hagas.
Te quiere, tu padre.
Suspiré ante el texto mientras pensaba en una posible respuesta.
Buen día padre.
Espero lo mismo.
Esa era la relación que habíamos tenido desde lo sucedido, desde ese terrible accidente que nos arrebató a mi madre.
Me enfurecía que no hiciese nada por cambiar la situación entre nosotros, quizá venir a casa, pasar tiempo juntos, decirme un te quiero en persona.
Lancé el móvil a la cama y continúe con mi respectiva preparación.
Al de salir de casa iba más preparada que días anteriores, llevando conmigo un paraguas para protegerme de la leve llovizna que descendía del cielo, me sentía mejor pero mi afonía había empeorado notablemente, exponerme demasiado sería buscar mi muerte.
Mientras avanzaba por la calle en pasos lentos me tomé el atrevimiento de alzar la mirada a la venta de su habitación, él me miraba mientras ajustaba su camisa, lucía molesto. Me pregunté si era alérgico al chocolate, recordar lo que había hecho la tarde anterior me hizo sonreír. Antes de retornar mi avance me acaricié la venda que rodeaba la palma de mi mano, recordándome a mí misma lo que debía hacer.
***
El instituto estaba atascado por un montón de jóvenes, el hecho de ser el único instituto en todo el pequeño Estado hacía que el centro de la ciudad luciera exageradamente atascado.
Eso no era todo, la escuela primaria y la Universidad estaban justo al lado, y tenían un periodo de clases tan exacto como el nuestro. Es decir que durante todo el periodo de clases la población joven se encontraba en el mismo sitio. Desde los seis a los veinticuatro años.
Monterbik era un lugar extraño.
A pesar de lo estresante que tendría que resultar todo ese ambiente, las personas parecían disfrutarlo, estar en su zona de confort.
Pero yo no lo estaba.
Recordé las palabras de la secretaria y visualicé mi futuro en Monterbik, la idea de continuar ahí por el resto de mis estudios de universidad, o inclusive mi vida entera, me dio escalofríos. Quería algo más, quería un cambio.
Jamás pensé que ese anhelo se cumpliría.
Mis ojos observaron a la distancia a Ashley, esta se encontraba junto a sus amigas. Las tres con sus ojos en los pequeños espejos que sostenían en sus manos, maquillando cada centímetro de su rostro. La rubia de rizos al sentir mi mirada se volvió a mí, me entrecerró los ojos antes de levantarse de su sitio e ir al interior del instituto, escoltada por sus dos fieles devotas. Me percaté entonces de su anormal actitud, hasta entonces no había sido consciente del poco interés que mostraba ante mi presencia, era casi como si me ignorase. Claro, eso era bueno, no tenía que estar pasando por sus despectivos comentarios.
Aun así era extraño.
Pero eso solo era el inicio entre las cosas extrañas que estaban por suceder. Esa misma mañana, mientras iba camino al salón de clases sentí a mis espaldas unos pasos. Volteé mi vista hacia atrás y mis ojos se encontraron con los de Toni, el cual se detuvo al ver que lo observaba.
Tímido me sonrió, alzando levemente sus labios. Parecía estar sufriendo algún colapso. Fruncí las cejas ante su inusual comportamiento, preguntándome qué estaba mal en todo mi ambiente. Parecía que las vacaciones habían transformado a las personas.
«¿Me estaría pasando lo mismo?»
Tratando de desviar mi atención a hechos no tan anormales terminé de entrar a mi salón de clases.
Sufrí un escalofrío al encontrarme con esos destellantes ojos.
Todos los que se encontraban dentro estaban experimentando la sensación de desasosiego que sientes al estar en su cercanía, ese inexplicable sentimiento de estar en otro mundo.
Aunque eso no era el motivo de mi sorpresa, si es que puedo llamarle así a lo que estaba sintiendo, a decir verdad era la primera vez que me fundí en el desconcierto.
Estaba segura de haberlo visto en su casa, era imposible que él estuviese en el salón antes que yo. Debía ser imposible pero… mis ojos estaban viéndolo, no había manera de explicar lo sucedido.
Él parecía estar disfrutando mi estado de estupefacción, su sonrisa maquiavélica me lo demostraba. Fingí que no me daba cuenta de ello y me encaminé a los últimos escritorios del fondo, resguardándome de su mirada. Nadie notó nuestras actitudes, tampoco logré saber si eso era bueno o malo.
Sus ojos volvieron a buscarme, y esta vez todos notaron ese detalle, oh… realmente lucían curiosos. De entre todos los sentimientos posibles en mi interior solo perduraba la necesidad, una necesidad que ni yo misma podía entender. Me analizaba, me estudiaba, me llamaba y quizá, sin quererlo le llamé, entre esa conexión que nuestros ojos parecían tener.
Cuando alguien entró al salón eliminó mi encanto por esos ojos, esa persona fue Toni; el chico de mi amor fallido.
Dicho muchacho caminó entre las filas de los escritorios hasta llegar a mi lado, lo miré expectante, como lo miraban todos. Esa mañana parecía estar cargada de acontecimientos poco comunes en nuestra monótona rutina.
Volvió a sonreírme, amablemente, entonces notó la nueva presencia entre nosotros. Por un breve momento se miraron inexpresivos, ese extraño ambiente no pasó desapercibido ante el resto.
Por primera vez el profesor fue digno con su presencia, cortando cualquier hilo de incomodidad entre sus estudiantes. Llevaba su típico maletín y sus gruesos libros, también tenía puestos unos ridículos pantalones color morado y con tirantes, de la talla más grande que podría existir, y, para finalizar el conjunto una camisa color amarillo chillón.
Comenzó a decir el discurso que todos teníamos grabado de memoria, por tanto tiempo que llevaba diciendo lo mismo. Se quedó mudo de la nada, al ver al joven recién llegado.
—Veo que este año tendremos un nuevo alumno –murmuró un tanto dislocado por su irregular imagen—, por favor joven, haga el favor de presentarse.
Todos estaban a la espera de tal momento, al escuchar tales palabras se inclinaron hacia delante para prestar la mayor atención posible. Menuda chorrada. Aunque yo, por mucho que intenté negarme también tenía esa irresistible curiosidad.
El mencionado se levantó de su asiento, bajo la atenta mirada de todos. Quedé sorprendida al ver que en su rostro se dibujó una sonrisa. El chico vestía de una manera muy diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver, entre lo formal, informal y quizá un atisbo de delincuente. La camisa de vestir de un blanco perfecto, con dos de los botones sin abrochar y fuera del pantalón. Unos vaqueros color azul marino, zapatos tipo tenis con franjas del color de sus ojos y, para terminar el conjunto, llevaba sobre su cabeza un gorro que lograba cubrir la mayor parte de su raro cabello.
Quizá todo eso podría resultar de lo más normal, pero en
Monterbik eso no era para nada común.
Cuando estuvo frente a todos sus ojos recorrieron el salón en cinco segundos, parecía estar analizando a fondo su nuevo ambiente. Para ese entonces todas mis compañeras se miraban entre sí, con pizca de picardía y complicidad. No podía negarlo, el chico era atractivo, incluso el grupo masculino estaba consciente de ello, a diferencia de las féminas que estaban alucinadas, ellos se encontraban más bien con el autoestima baja. Todos excepto ellos, el cuarteto perfecto para el nuevo chico.
—Hola –dijo con voz suave y aterciopelada, muy distinta a la voz que había escuchado el día anterior—. Mi nombre es Daniel, tengo diecisiete años, me gusta el básquet, las chicas… —Ashley fue de las primeras en reír y el resto la siguió en coro.
Él pareció complacido con la tonta reacción de parte del montón de niñas, sin saber el porqué tensé los labios cabreada.
—Monterbik ha sido hasta ahora un lugar encantador –declaró enternecido. En mi interior me preguntaba si todo eso era actuación o, realmente le había desagradado tanto mi presencia para tratarme como lo había hecho.
Dando así por finalizado su poco interesante presentación volvió a dirigirse a su respectivo asiento.
—Jovencito –llamó el profesor desde su sitio—. Pediré que siga las normas de esta institución al pie de la letra. He de suponer que aún no cuenta con el uniforme requerido pero solicito que mejore su imagen en este perfecto ambiente estudiantil.
Daniel, acatando el mandato del profesor se llevó las manos a la cabeza para despojarse del gorro. De inmediato su incolora cabellera calló sobre su frente, dejando atónitos a más de uno. Sí, esa imagen podía resultar demasiado insólita.
—Señorita Valeria –llamó nuevamente el individuo con un notable cambio en la voz—. Háganos el favor de pasar al frente a leer el capítulo número siete del primer volumen.
Todos los ojos estaban fijos en mí, pero solo dos de esas miradas fueron las responsables de alterarme los nervios. Daniel y Bryan.
Entendía el efecto del segundo, pero el primero era… inesperado.
—¿Necesita una carta de invitación? –reprochó el cátedra a cargo. Era demasiado fácil distraerme estando en presencia de esos dos muchachos.
—Profesor yo… —Todos dejaron escapar leves risas al escuchar lo afónica que sonó mi voz. Tratando de ignorarlos proseguí, no sin antes aclararme la garganta—. Como puede darse cuenta, no me encuentro muy bien de salud.
Inclusive sonrió ante mi comentario.
—Lamento mucho eso señorita, créame –dijo, en un tono tan falso que se me hizo imposible creerle—. Pero no puedo hacer más que privarle el derecho de puntos extras por falta de participación.
Ahí estaba él, devuelta con sus injusticias hacia mí.
Ashley parecía encantada con la situación que estaba pasando, claro, de
algún modo obtendría la diversión que tanto necesitaba en su vacía vida. No iba a permitir que se saliera con la suya, ni ella ni el nefasto profesor.
Me levanté del pupitre y me encaminé hacia el frente, carraspeé y sin alzar la vista leí cada palabra del dichoso capitulo.
Al finalizar la clase aún tenía la garganta seca, a punto de ponerme a toser sin control alguno.
—¡Oh! –exclamó Ashley cuando el profesor dejó el salón—. Pobrecilla Pitufina, por poco y se queda muda –se burló.
Sus antipáticas amigas soltaron risitas agudas que me hicieron doler mis preciados tímpanos.
—Por un momento pensé que Azrael le había mordido la lengua –añadió Mónica.
El resto comenzó a corear unos cuantos chistes en los que yo era la principal protagonista. Torcí el gesto ante lo absurdo de la situación, me pregunté a mi misma como había terminado en ese punto tan desalentador.
En medio de ese revoloteo estúpido por parte de mis adolescentes compañeros, noté algo diferente a otras ocasiones. Los amigos de Toni tenían un aspecto despectivo en el rostro, como si lo que estaba pasándome les afectara en algo. Me volví hacia Bryan, percatándome que él lucía igual, o quizá peor.
¿Era lástima lo que me mostraba su lindo rostro? Era agradable que no estuviese siendo participe, sin embargo el hecho de que sintiese lástima era inclusive peor a que los estuviera apoyando.
Mi orgullo no me lo permitía.
Solté una risa que resonó en el salón, no recordaba la última vez que había reído en voz alta, pero debió de ser bastante tiempo atrás. Aunque, la risa que había salido de mis labios era amarga, divertida, llena de arrogancia. Un sentimiento extraño, pero potente. Me levanté de mi sitio y me incliné hacia el pintado rostro de la rubia.
Le miré a los ojos.
—Pobre Ashley –solté con lastima fingida—. Necesita de mí para llamar la atención. Su vida es taaan miserable… que tiene que burlarse de otros para que sepan de su existencia. –Mientras disfrutaba del momento en que su sonrisa se disipaba le tomé un de sus sedosos y teñidos rizos—. ¿Ya te diste cuenta Ashley? Tú "popularidad" depende de mí.
Todos soltaron silbidos burlones hacia ella, mientras mi sonrisa se ensanchaba a cada segundo.
Sus ojos cristalizados por lágrimas de rabia me miraron sin parpadear, ni pestañeé ante su silencioso reproche. Ya no iba a permitir que se aprovechase de mi tolerancia y debilidad para cogerme de su payaso personal.
Monterbik podría ver la bestia que resguardaba si así lo deseaba.
***
El cotilleo de lo acontecido entre Ashley y yo se esparció como el fuego, durante el almuerzo tal hecho era el menú principal. Ashley estaba cayendo de picado con tan solo un encuentro conmigo, lo cual en cierto punto era un tanto sorpresivo.
Todos parecían intrigados del porqué ella no reprochó ante lo que dije y, en varias ocasiones me pasó por la cabeza de si había tocado un punto demasiado íntimo. Ella prosiguió como un zombi en su sitio en la mesa, ajena al hecho de que la mayoría a su entorno se la comían viva.
—¿Todo bien Ash? –preguntó Daniel. Era la primera vez que hablaba desde su presentación de la mañana y, la familiaridad de sus palabras, me sorprendió y enojo a partes iguales.
«¿Ash? ¿Por qué no se limita a llamarle por su nombre como todos lo hacen?»
Ponerle un nombre de pila me pareció exagerado.
Ella en cambio, quedó fascinada ante tal llamado. Su rostro se iluminó de inmediato y sonrió como de costumbre. Apreté el cubierto de la misma manera que Walter apretó los labios.
—No del todo –respondió con desánimo, apoyando el mentón en su pálida mano.
—¿Puedo hacer algo por ti? –inquirió él. Inclusive estaba siendo amable con la hija del… interrumpí mi pensamiento al recordar el buen hombre que era el padre de la chica.
—No tengo duda de que sí –respondió de forma coqueta. Entrecerré los ojos con desagrado.
—Cuéntanos algo de ti, todos tenemos muchas ganas de conocerte –dijo.
—No todos –pensé. O eso creí. La manera en la que todos me miraron me dio a entender que realmente lo había dicho en voz alta.
Vaya lio.
Toni soltó una risa que relajó el ambiente, tanto como para que Ashley me mirara con reproche.
—Pero tú no importas –siseó. Volteé los ojos.
—Oh, bien –habló Daniel atrayendo la atención nuevamente—. Yo pues, no sé mucho sobre que pueda decir.
Ashley ladeó los labios cuando se puso a pensar.
—¿De dónde vienes? –preguntó al fin.
—De todos lados, he viajado mucho.
—Ah ¿sí? –inquirió Ashley demasiado fascinada—. ¿Y cuál ha sido tu lugar favorito entre todos esos viajes?
Daniel frunció las cejas y me miró por un insignificante segundo.
—Monterbik.
—¡Ala! –soltó Ashley claramente sorprendida—. ¿Por qué?
—Por una chica –respondió él. Bryan hizo un mohín, Ashley sonrió complacida y yo… bueno, yo estaba pasando por un colapso de sentimientos encontrados.
—¿La conozco? –preguntó ella, esperanzada a la idea de que él respondiera: eres tú.
—No, quizá la hayas visto pero no la conoces.
Me pregunté el motivo por el cual no levantaba la vista de su plato.
—¿Has venido antes? –preguntó Bryan intrigado.
El chico volvió a alzar la vista, mientras llevaba sus ojos a Toni aprovechó para verme. ¿Realmente lo estaba haciendo o eran imaginaciones mías?
—No.
Su voz fue fría. Toni notó ese mínimo repelús que el chico nuevo mostraba ante sus palabras y optó por concentrarse en mí.
—Kevin –llamó, el chico a mi lado levantó la vista.
—¿Si? –cuestionó el muchacho nervioso. Esa reacción era completamente normal, Toni era uno de los chicos más reconocidos en
todo el Estado y, le estaba dirigiendo la palabra.
—Cambia de lugar conmigo.
Me quedé de piedra al escuchar eso. Levanté la vista aún con la cuchara en la boca, todos parecían tener la misma reacción, incluso los de otro grado.
—Eh… pero sabes cuales son las reglas y…
—Hablaré con el director, además, la hora de almuerzo está por finalizar.
Kevin vaciló un poco más, pero al final terminó por levantarse de su asiento. Mientras Toni se movía de sitio para venir a mi lado Ashley lo miró confusa, al igual que la mayoría.
No pude evitar tensarme cuando se sentó a mi lado y se me fue el apetito de inmediato. Sentía como todas las miradas en el comedor estaban puestas en nosotros, le miré, pidiendo alguna explicación a su extraño —y contra las reglas— comportamiento.
—¿Sucede algo contigo? –preguntó para mi sorpresa. ¿De qué iba? Al único que parecía habérsele ido la olla era él.
Aun así no me atreví a decírselo a la cara.
—Nada que yo sepa –respondí.
Me miró un momento, meditando si estaba o no diciendo la verdad.
Abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido por el timbre. Fue hasta el final de las clases que terminó por decir lo que quería decirme. Este me esperaba en los casilleros, justo sobre la puerta del mío.
Cuando estuve frente a él le miré de arriba abajo por alguna razón, que debía de inclinarse más a mi atracción hacia el chico.
—¿Sucede algo Toni? —Ante mi pregunta el chico ojos azules sonrió ampliamente, eso me hizo fruncir el ceño extrañada.
—Vaya –murmuró—, me gusta que me empieces a tutear.
Tardé más de lo debido entender a que se refería. Desde que nuestra amistad había finalizado años atrás, yo no le llamaba por su nombre de pila. Y justo acababa de hacerlo.
—Mira Bryan Antonio Torres Sagastume –repliqué—, no ignores mi pregunta.
—¿Te importa?
—Ew, eso es grosero.
Él negó con la cabeza.
—No, no es eso. Vaya, había olvidado lo difícil que es hablar contigo. Quiero decir que si te importo lo suficiente como para que te preocupes por mí.
—Sabes, quítate antes de que yo lo haga.
Repliqué avergonzada.
—Ay vale, ya te respondo. Sí, sí pasa algo. Me he dado cuenta de que soy un idiota —su declaración me hizo abrir mucho los ojos.
—¡Vaya! –exclamé, quizá más fuerte de lo que pretendía—. ¿Tú reconociendo lo baboso qué eres? Debe ser el inicio del apocalipsis.
—Ey, tampoco te pases –se quejó.
Solté una risa.
—Bueno ¿eso a mí qué? Lo que pase en tu vida me trae sin cuidado.
Chasqueó la lengua.
—Necesito hablar contigo Valeri.
«Valeri…» repetí en mi mente sin poder evitar que se descontrolasen mis absurdas emociones.
—¿Qué no es lo que estamos haciendo? -pregunté al recuperar la compostura.
—No, bueno sí pero… ¡Ah! tengo algo importante que decirte.
Ante la desesperación de sus palabras tuve que torcer el gesto.
—Bieeen… —murmuré—. ¿Qué te parece en mi casa?
—Excelente ¡gracias! —respondió dando un pequeño salto en su sitio—. ¡Te espero en el auto!
Y desapareció en cuestión de segundos, dejándome con la cabeza aturdida por la confusión.
Me volví hacia el casillero y guardé mis cosas, cuando cerré la puerta vi la sombra proyectarse de manera demasiado amplia para que fuese la mía.
Y no lo era.
Al darme la vuelta me encontré con Daniel, y sus destellantes ojos.
Me quedé inmóvil y sin respiración. Nos miramos, y sentí nuevamente la sensación de desasosiego.
—Tienes algo en la mejilla –me dijo.
Me llevé los dedos hacia la mejilla izquierda.
—La otra –demandó. Volví a llevarme los dedos, pero por más que busqué no encontré nada. Él se rio con apenas una exhalación de aire.
—Tierna –murmuró, antes de alejarse a la salida. Me había visto la cara de tonta, pero no pude siquiera molestarme.
Volví la vista hacia el pasillo, en dónde solo había ausencia. Me relamí los labios y me encaminé a la salida del instituto, en dónde Toni estaba en mi espera. El chico se encontraba rodeado, cómo siempre solía estarlo, pero en esa ocasión su atención se centró en mí justo en el momento que aparecí en su campo de visión.
Sonrió amable hacia mi dirección, haciendo que muchos se volviesen a mí intrigados. Ashley, la cual estaba bastante cerca de él me entrecerró los ojos, aun así se mantuvo callada e ignorando mi llegada.
—¿Lista? —preguntó Toni mientras se levantaba del capó.
—Sí —respondí, aun mirando con recelo a Ashley.
—¿Me permites? —inquirió Toni hacia esta al ver que no se movía de su sitio, que era sobre la puerta del copiloto.
Ashley se tomó un momento antes de alzar la vista, sus ojos cargados de reproche le miraron, él sin embargo se mantuvo relajado.
—No puedo creer que… —se auto cortó las palabras, me miró y se fue echando chispas.
—Déjala, ya se le pasará —dijo Toni a mi lado. Yo mantuve un poco más la vista en la silueta que se alejaba, preguntándome “el qué” iba a pasársele a la chica.
Entré al vehículo. En su interior se olía un aroma a durazno, algo que me hizo relamerme los labios con antojo. En Monterbik los duraznos, mangos, manzanas o frutos por lo parecido; eran nulos, a menos que fueras a otros sitios lejos de Monterbik a buscarlos. La familia de Toni era específicamente los encargados de ello, su micro empresa —como solía llamarlo Toni— traía y llevaba los alimentos.
—¿Por qué tanto misterio? —inquirí cuando Toni llegó a tomar asiento. Él encendió el coche antes de responder.
—Cuando lleguemos lo sabrás.
Inconforme con su respuesta solté un bufido, él sonrió ante mi gesto, luego bajó la vista hacia mi cintura y arrugó las cejas.
—Abróchate el cinturón —pidió.
Le miré incrédula ¿Es que no sabía en dónde estaba? Monterbik no había sufrido ningún accidente desde mi nacimiento —y muy probablemente ni antes de él— era innecesario utilizar un cinturón, aun así las personas no dejaban de lado las precauciones. Quizá y eso los mantenía en la tranquilidad…
Sin encontrar otra alternativa opté por abrochar el dichoso cinturón, luego de eso guíe la vista hacia afuera, en dónde algunas personas recibían a sus niños que salían de la escuela. Aparté la vista luego de un segundo y la dirigí a mi instituto, sitio en el que me encontré con la vista destellante de Daniel, el cuál dejé de ver luego de unos segundos debido a que el coche viraba hacia otro lado.
El camino a casa fue silencioso. Toni y yo no teníamos temas de conversación para anularlo, algo que no me sorprendía para nada, habían pasado cinco años de nuestra última interacción digna de ser recordada.
Aun así no fue un transcurso incómodo, había mucho con el cuál distraerse. Empezando por la espesura del bosque, el cual lucía un follaje vivo gracias a la estación del año: verano; aunque realmente no lucía como los veranos que muchos estaban acostumbrados a vivir. En Monterbik el verano era bajo en temperatura, lo que mantenía el clima fresco y húmedo. Es decir, el “verano” solo se caracterizaba por la
ausencia de nieve. Pero la lluvia era consistente en la mayoría del verano.
Algo completamente normal en los bosques de coníferas.
Los árboles se extendían hasta donde los ojos pudieran alcanzar a visualizar, lo cual no era mucho a causa de la neblina que, también era perenne. La mayoría de los árboles eran pinos, abetos y cedros, de una gran altura que impedía que la luz llegara al suelo libremente.
Eso no era demasiado importante si estabas en las orillas del bosque, tal y como se encontraba mi casa, a menos que decidieras por ir más allá, hacia la espesura del bosque…
Antes de que creara una imagen sobre el lado peligroso de Monterbik, el auto se estacionó frente a mi casa; apagada y desolada.
Me volví hacia el chico, que soltó un suspiro de manera dramática, fue hasta entonces que me di cuenta que mi acompañante no estaba tan relajado como yo.
«¿Era tan malo lo que iba a decir?»
—¿Todo bien? —cuestioné, él se giró para verme y sonrió forzadamente.
—Todo bien.
Se desabrochó el cinturón y salió del coche, extrañada, proseguí a hacer lo mismo, no sin antes tener una lucha con el cinturón de seguridad que se había atascado.
El aire frío impactó en mi cara, haciendo que unos cabellos fuera de la trenza se azotarán sobre mis ojos. Nervioso, Toni removía las piedras con su zapato, fruncí las cejas y comencé a ponerme nerviosa también, él no era el tipo de personas que perdían su tranquilidad con cualquier asunto.
En busca de calmarme alcé la vista hacia la ventana de Daniel, esa que se encontraba justo en dirección a la mía. Claramente no esperaba verle ahí, y, su presencia en tal lugar me puso los vellos de punta. «¿Qué hace él ahí?» me pregunté anonada, verlo en su habitación no debería resultar nada extraño, sin embargo, él se había quedado en el instituto, hecho que hacía improbable que llegase a casa antes que nosotros, tomando en cuenta que él no tenía ningún tipo de vehículo a su disposición.
«¿Eso no es anormal?» para mí sí que lo era.
Al sentir una mano sobre mi hombro di un respingo alarmada, Toni retrocedió un poco ante mi reacción y me miró avergonzado.
—Oh lo siento, no quise… incomodarte.
Su tacto no me había incomodado, simplemente me había cogido desprevenida y en medio de uno de mis profundos análisis. Aun así no le contradije y opté por buscar la llave entre mis bolsillos.
La puerta se abrió con un rechinido entre las bisagras, hice un mohín de desagrado. Sus pasos hacían eco tras de mí pero no me sentía nerviosa, tenerlo cerca era reconfortante, a pesar de haber experimentado situaciones incómodas y vergonzosas por causa suya.
—Iré por algo de tomar —informé hacia él mientras me despojaba de la mochila. Toni apartó la vista del adorno en forma de árbol en el centro de la mesa y me miró.
—De acuerdo.
Su repuesta tenía un atisbo de pena. Volví a fruncir las cejas confundida, no recordaba la última vez que había hecho tantos gestos con el rostro, pero Toni parecía querer ejercitar mis músculos faciales.
Mientras sacaba jugo del refrigerador reflexioné:
«Toni está aquí» sonreí fascinada, el chico del cuál gustaba se encontraba justo en ese momento en mi sala «¡En mi sala!»
Negando con la cabeza busqué dos vasos en los cuales des vacié el jugo, beber en las botellas era de lo más detestable para mí, y más si se trataba de algo como jugo, pero no tenía nada más que ofrecer.
Sobre el sofá se encontraba el chico en mi espera, moviendo sus dedos de forma ansiosa. Al verme enderezó la espalda tenso.
—Y bien —comencé a decir al llegar a su lado—. ¿Qué es lo que quieres hablar conmigo?
Bebió un sorbo antes de responder:
—Sobre antes —Enarqué una ceja—. De cuando éramos pequeños —aclaró. Ladeé los labios intrigada.
—Sigo siendo pequeña —comenté para aligerar el ambiente, a cambio de lo que esperaba él pareció desaprobarlo.
—Esto es serio Valeri —riñó. «Valeri» repetí yo sonriendo.
—En ese caso se un poco más preciso —pedí.
—Desde entonces eras la Diana de las burlas —prosiguió—. Yo te defendía porque era tu único amigo —Asentí sin comprender cuál era el punto—. Quería pedirte perdón por dejarte sola y después ser participe de las burlas.
Despistada iba a volver a asentir, pero luego reaccioné ante sus palabras y fruncí las cejas. ¿Me estaba pidiendo perdón? De todos los posibles motivos que pude plantearme, una disculpa de su parte era lo último que esperaba.
Él sin darme tregua para asimilar sus palabras confesó apresurado:
—Ahora que te he pedido perdón quiero que sepas el porqué lo hice —Suspiró—. Me alejé de ti en busca de cambiar mis sentimientos.
Dejó de hablar para ver mi reacción, aunque realmente yo no entendía aún de qué iba. «¿Cambiar sus sentimientos?» pensé, tratando de entender algo. Al ver que no lograba dar con la respuesta acertada se pasó los dedos entre su claro cabello.
—En ese entonces no era fácil aceptar que la niña de la que todos se burlaban era la niña que… me gustaba.
Por segunda vez el tiempo se detuvo. A mí alrededor todo parecía distorsionado y lejano. ¿Era eso estar en shock? Sea cuál fuese mi estado en ese momento era demasiado asfixiante para describirlo como grato.
«¿Está diciendo que le gustaba?» me pregunté interiormente tratando de procesar la información.
Mi estupefacción hacía que Toni se sintiese más presionado, haciendo que su boca dejara salir palabras atropelladas.
—Pero ahora todo es diferente, aunque sigues siendo la chica de la que se ríen ya no soy un niño y puedo defenderte. Porque nada ha cambiado.
No supe que el cristal se había escapado de mis dedos hasta que este se rompió en el piso. El sonido seco resonó entre el vacío de la sala, haciendo que ambos diéramos un respingo en nuestros sitios.
Mantuve la vista entre el cristal roto, sintiendo los ojos de Toni escanear mi rostro. ¿Él estaba diciendo que me quería? Ante la idea de que eso fuese cierto el corazón se me aceleró.
—¿Eso que quiere decir? —pregunté alzando la vista.
Me miró directamente a los ojos y sentí que traspasaba mi ser.
—Que me gustas —Jadeé—. Llevo enamorado de ti más tiempo del que te imaginas, desde que éramos niños… Tú eres la única niña en mi existencia.
Me elevé al séptimo cielo. Muchas veces había delirado con eso, aunque en ese entonces solo eran imaginaciones mías, escuchar esas palabras de su boca fue completamente diferente. El impacto que su confesión tuvo en mí superaba a cualquier expectativa que mi cerebro pudo haber creado.
—Bryan —articulé con voz ahogada—. Yo no… ¿Qué…? ¿Cómo…? —Las palabras se encontraban entre sí dentro de mí cabeza, haciendo imposible pensar con claridad y responder algo coherente.
—Valeri… sé que mis sentimientos no son correspondidos, mi intención no es crear algún tipo de presión, yo solo… yo solo quiero que me permitas acceder a ti.
Confundida le miré.
—¿Cómo puedo fiarme de ti? —escupí con amargura, para mí propia sorpresa.
—¿Cómo? —cuestionó de vuelta inquieto.
—Puede que sea una broma de tu parte —sugerí rencorosa.
—No haría algo así… aunque entiendo que dudes de mí palabra.
Su cuerpo se encogió apenado, o quizá entristecido. Cuando me miró, sus ojos me inundaron, lo peor de todo es que me comencé a dejar hundir, sin buscar alguna salida a la superficie.
Y deseé que todo fuese cierto.
—Toni, lo que has dicho en verdad suena lindo pero…
—Bryan —me interrumpió.
—¿Qué? —pregunté confundida.
—El que ha hablado es Bryan, tu fan número one. No Toni, el chico popular, engreído y el peor de los estúpidos.
Tales palabras me confundieron más. Ese cambio repentino podrían causar muchas sospechas, aunque el emisor tuviera un rostro de lo más sincero, inocente y lindo que podría verse.
—Bryan, no prometo…
—No quiero que me lo prometas —me interrumpió—. Solo que me permitas acercarme a ti.
Antes de que tuviese la oportunidad de argumentar algo preguntó:
—¿Mejores amigos?
Me eché para atrás al ver su mano tan cerca de mi torso «¿En qué momento se había acercado tanto? ¿En qué momento se había puesto de pie?». Le miré y sonreí de forma tímida.
—Amigos —murmuré con el corazón en la boca—. Eso de "mejores" lo veremos después.
Bajé la vista hacia su mano, la cuál mantenía el meñique alzado.
Titubeante extendí mi brazo y desplacé el meñique hacia el suyo, ante el encuentro de su piel contra la mía dejé escapar una exhalación.
Sonreímos, y nuestras miradas compartieron la complicidad de un mañana mejor.
***
Mientras buscaba en la alacena algo para comer, sentía el montón de preguntas dando vueltas en mi cabeza. Cogí lo primero que encontré y tomé asiento en mi sitio en la mesa. Cuando mastiqué lo que me había llevado a la boca arrugué la nariz, la comida no me resulta nada agradable. Empujé el plato al fondo de la mesa, negándome a seguir comiendo, me recosté en el espaldar de la silla y suspiré. Estar sola era de las cosas que más detestaba, a pesar de que había sido la única que estaba siempre ahí.
Aunque intentaba por no pensar en Toni, mi mente luchaba de igual manera por rememorar cada una de sus palabras. En cierto punto me resultaba de lo más agradable, en otro me sentía angustiada de que fuese solo un juego más.
«¿Podré soportar un golpe así?» me pregunté en mis adentros, analizando a profundidad mis acciones a tomar. Porque conocía a Toni, y esa extraña e inesperada declaración era tan solo el inicio, más valía encontrase preparada para lo que se venía.
Sobre cogida por la ansiedad opté por marcharme a mi habitación y buscar algo con lo cual distraerme. Lamenté no estar cargada de tarea para al menos así, tener algo en el cuál enfocarme.
Me desplomé en la cama y abrí la mochila, saqué la primer libreta a la vista y miré mi delicada letra. Aburrido, todo lo que podría ver era aburrido. Resoplé y me puse en pie para despojarme del uniforme, luego soltarme el cabello y por último ir a por la toalla y meterme en la ducha.
No fue hasta mi regreso que me percaté de un pequeño e insignificante detalle: el vecino observándome desde la ventana de su habitación. Estupefacta dejé caer la mandíbula, entre avergonzada y cabreada.
¿No podía tener un poco más de discreción? ¿Respeto quizá? Tal parecía que no, sus ojos no se apartaron para nada aun viendo mi inconformidad por su mirada.
«¿Desde cuándo me ha estado mirando?». No podía tener una respuesta a ello, pero temí que me hubiese visto semidesnuda. Aunque dada las circunstancias era lo más probable.
Gemí frustrada, luego hice una lista mental de lo que tenía que hacer a futuro para evitar sucesos como ese.
1. Poner cortinas.
2. Investigar las intensiones de Bryan.
3. Prepararme mentalmente para el año que tenía por delante.
Y a pesar de que me esforcé por lo último, mi futuro muy probablemente era inevitable. Y nada podría prepárame para él.
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