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Amenaza

Esa era la segunda mañana que soñaba con aquella voz.

Valeria despierta.

Pidió a la distancia. No tenía ánimos de despertar, siendo sincera lo único que quería era permanecer en ese relajante estado por muchas horas más.

Sé qué tuviste una noche pesada pero si no te apresuras te volverás a quedar fuera. 

Posiblemente me estaba volviendo loca, y en mis delirios me ponía a recrear un ser, o más bien una voz, para así tener algo y no sentirme tan sola.

Pero a diferencia de la vez anterior que había despertado con aquel sonido colándose por mis oídos, algo más acompañó las palabras. No era algo que se escuchase muy a menudo, y dudaba haberlo escuchado antes con tanta cercanía.

No fue una palabra.

Fue un gruñido.

Abrí los ojos de golpe, y por un breve segundo vi una ráfaga oscura desplazarse muy cerca de la ventana, aunque posiblemente era algún tipo de fragmento del sueño, puesto que al girar la cabeza hacia la ventana, allí no había más que los rayos del sol.

Aunque una cosa sí podía resultarme extraña.

La ventana abierta.

¿Pero es que acaso la había cerrado? La verdad es que no podía recordarlo, el cansancio físico —proveniente de un motivo desconocido— tampoco me permitía analizarlo a fondo. Al final de cuentas ¿Qué caso tenía?

Rememoré aquella voz.

«Te volverás a quedar fuera».

Cómo si alguien supiese lo acontecido del día anterior y llegaba a

advertirme de los actos que no debía repetir. Sonreí tontamente por lo absurdo que aquello podía llegar a ser.

Pero la sonrisa se me esfumó de los labios al ver los restos del despertador sobre la mesita de noche. Los recuerdos de la noche anterior golpearon mi mente, trayendo el recuerdo de su presencia al pie de mi cama, aunque sabía que había sido causa al sueño, una parte de mí no podía evitar esa sensación sofocante que me invadía cada que pensaba en él más de lo que debía.

Cerré los ojos en busca de tranquilidad. Allá afuera el viento soplaba atrayendo consigo la música de la mañana. Sí, podía vivir con ello mucho tiempo más, pero si tenía la oportunidad de ir más allá, lo haría sin pensarlo.

Me levanté de la cama al percatarme que no tenía nada que me despertara a la hora indicada —y necesaria— para llegar al instituto.

Temerosa me enderecé en la cama y busqué entre la mochila, la cuál se encontraba sobre la cama a mis pies, viese por dónde se viese no era muy organizada.

6:08

Abrí los ojos sorprendida por lo temprano que era, no recordaba la última vez que había estado despierta a esa hora, y considerando de que aún faltaba para ir al instituto, pude haberme quedado en la cama un poco más de tiempo, a pesar de ello no tenía muchas ganas de quedarme ahí sin hacer nada.

Me dispuse a levantarme de la cama y organizar un poco el desorden que tenía en mi entorno pero, antes de eso me tomé un instante para observar más allá de la ventana, hacia aquella habitación del otro lado de la calle. Su cabello brillante y pálido se visualizaba sobre las almohadas, y segundos más tarde me di cuenta de su mirada puesta en mí. Aparté la vista de inmediato, sintiendo los golpes frenéticos entre mis costillas a causa de la vergüenza.

Hice cuánto pude hacer en el tiempo disponible que tenía, cuando terminé de ordenar los platos que utilicé para mí nutritivo desayuno me dirigí de vuelta a la habitación aún con el vaso de leche en mi mano.

Con cuidado alisé las sábanas para que quedarán lo mejor posible, comencé desde las almohadas hasta el pie de la cama y cuando llegué a una de las esquinas mi mano tembló. La humedad se pegó en mis dedos y me recorrió como una descarga eléctrica.

Estaban mojadas, las sábanas estaban mojadas.

Sufrí nuevamente un fragmento retrospectivo de la noche anterior y el sueño del chico sentado sobre mi cama. Debía ser una casualidad de mal gusto, aun así, no dejaba de ser perturbadora.

Llevé la mirada hacia la ventana y analicé las posibilidades de que la lluvia se hubiese colado por ahí, sin embargo, eso no sonaba como lo más exacto que pudo haber pasado. Si hubiese sido ese el motivo, la cama tendría que haber estado mojada completamente.

Pero solo lo estaba la esquina, y nada más que la esquina.

Aun así, tampoco podía considerar que lo de la noche anterior realmente había sucedido. Es decir, el hecho de que tu vecino se cuele durante la noche en medio de una tempestad y, que este mismo se desaparezca en los ocho segundos que te toma encontrar el interruptor es… más estúpido que cualquier otro motivo.

¿No?

Sea lo que sea que había pasado, tenía que tener una explicación, y yo no sabía si quería encontrarla o si prefería mantenerme ajena a cualquier asunto que pudiese resultar anormal.

Pero quizá mi vida estaba predestinada a envolverse entre las situaciones anormales.

***

Esa mañana pude llegar al instituto sin parecer una demente que corría hacia todas partes.

Además de eso, a mí alrededor nadie hacia comentarios ofensivos hacia mi persona, todo lo contrario, parecían estar siendo simpáticos conmigo. Me sonreían y saludaban, mi nombre ya no parecía ser desagradable y muchos inclusive me elogiaban diciéndome que me veía bien, yo siempre me había visto bien, pero nadie parecía notarlo.

Hasta que él lo notó.

Bryan había logrado que las burlas acabasen solo con llevarme en su auto y mostrarme un poco de amabilidad. Era tan influyente en el resto que no necesitaba siquiera esforzarse para conseguir algo.

En parte eso me molestaba. Aunque también debía de aceptar que

me alegraba, y demasiado.

La única que parecía no estar de acuerdo y, que parecía dispuesta a desafiar los gustos de Toni era Ashley. Cada vez que nuestros ojos se encontraban se aseguraba de reflejar todo el disgusto que mi presencia le provocaba, y dicha situación podía resultar un tanto patética, puesto que yo no había realizado en ningún momento un acto lo suficientemente válido para recibir tales vibras de su parte.

Aunque claro, Ashley no necesitaba muchos motivos para comportarse así.

Esa mañana me dirigí como de costumbre a los casilleros, pero antes de que lograse meter la llave algo me empujó contra la pared de metal y me aprisionó con tanta fuerza que la llave se me escapó de los dedos, a mis oídos llegó la suave música de su tintineo al impactarse contra el piso.

 Traté de reprimir el dolor que se esparcía por uno de mis brazos, aun así solté un chillido y traté de empujar a la chica que estaba intentando disolverme entre los casilleros.

Las  postizas uñas de Ashley se enredaron en mi cabello para luego hacerme girar la cabeza y verle a los ojos, los cuales en cierto punto podían llegar a resultar aterradores. El cabello rizado de Ashley  llegaba un poco más abajo de los hombros, al estar en tal posición caían hacia el frente quedándome sobre la cara y resultaba ser desagradable.

Pero no tenía muchas opciones para protestar.

—Escúchame muy bien Valeria —habló con tono mordaz, lo cual solía ser muy normal en ella cuando se trataba de mí—. Aléjate de Toni ¿Me escuchaste? Aléjate de Toni, no quiero verte cerca de él.

¡Zas! Me estampó la cabeza contra el casillero. Pude haber soltado un quejido, pero en cambio solté un risa de incredulidad.

¿Me estaba pidiendo que me alejase del chico? Bien, era exactamente lo que estaba haciendo, lo cual significaba que lo que estaba pasando no era parte de un plan malévolo por parte de ellos.

¿Es que ese no era suficiente motivo para sentirme estupendamente bien? Lo fuese o no, la petición de Ashley no hizo más que elevarme al séptimo cielo.

La declaración de Bryan había sido cierta, y era lo único que

pudo importarme. Nada más que eso.

Ashley, la cual esperaba alguna otra reacción a la que realmente tuve, me miró de mal humor.

—¿Pero a ti que te hace tanta gracia? —preguntó irritada—. ¿Es que has perdido la capacidad de procesar información?

Me volví a reír mientras negaba.

—Estoy divinamente bien Ashley, pero lo que tú me pides es realmente patético. Tú eres patética.

Quizá lo último estaba un poco de más, es decir ¿Quién no podía dar por cierto que eso era así? Aunque claro, no es que Ashley no hubiese cambiado con el tiempo, pero en ese entonces no podía negar que no era la mejor chica de Monterbik.

Mi comentario la ofendió, de tal manera que la única forma para desquitarse fue volviendo a estamparme la cabeza entre el metal.

Pero en esa ocasión no me quedé sin hacer nada, le tomé la muñeca y ensarté mis uñas en su suave piel. Tal y como era de esperarse, Ashley soltó un chillido agudo y se alejó de mí cuerpo.

—Tú Ashley, no vengas acá con amenazas —dije, haciéndole frente—. Además, no soy yo quien se acerca a él, es él quien viene a mí.

Disfruté el momento en el que apretó sus dientes. Sus mejillas comenzaban a adquirir un tono sonrojado a causa del enojo, a pesar de la circunstancia en la que me encontraba, pude notar el atractivo de la joven. Aunque ella no era específicamente la más guapa, su persona tenía algo especial que la hacía resaltar entre todas.

Y viéndole de esa manera, me pregunté el porqué Toni no querría estar con ella.

—Debe estar cansado de que te arrastres hacia él —opinó desdeñosa. Abrí la boca ante lo que había dicho, a pesar de que mis sentimientos hacia el chico parecían aumentar con cada día, en ningún momento me permití ir más allá de lo permitido, y mucho menos mendigar un poco de su atención.

Sin duda alguna Ashley lo decía para provocarme, y aunque en cierto punto logró hacerlo, una pelea por un chico era lo último que quería en mi año escolar.

¡Iba a ser vergonzoso!

Pero tampoco me podía permitir que me pasara encima. De tal manera que contraataqué.

—¿Perdón?  —inquirí burlona—. ¿Yo? ¿Arrastrarme? Es lo más estúpido que he escuchado, y mira que al estar en el mismo salón que tú es algo de lo más normal.

Antes de que me diese cuenta de lo que estaba por pasar, recibí una fuerte cachetada que resonó entre el vacío del lugar.

Me volví hacia ella al recuperar la compostura, había recuperado aquella sonrisa de suficiencia que tanto me molestaba y quería lanzarme sobre ella y jalar sus rizos rubios, pero la idea de que alguien llegase y me encontrara en una situación así, me detuvo a llevarlo a cabo.

—¿Te duele Ashley? —pregunté lastimera. Sabía que estaba jugando con fuego, y que podía quemarme, pero no permitiría que Ashley quedara impune ante las llamas—. ¿Te duele que a pesar de todos tus inútiles intentos Toni no haya sentido nada por ti? ¿Qué entre todas las chicas de Monterbik él quiera estar conmigo?

—Tú eres insignificante —gruñó.

—Pues parece que lo que pasa en mi vida te afecta demasiado ¿No? —señalé obvia.

La mirada de Ashley pasó de la molestia a la ira, por un momento temí que la  situación se me saliese de las manos, por suerte, antes de que las cosas pasaran a mayores una tercera persona apareció.

—¡Ashley! ¡Te estaba buscando!  

Mónica me miró de soslayo antes de volver a mirar a su amiga. Confundida les miré, Mónica había estado allí siempre, con la diferencia que se encontraba alejada de nosotras.

—Te lo advierto Valeria, no subestimes mi paciencia.

—Di lo qué quieras, no te tengo miedo —dije, sacudiéndome su mano de mi brazo, ella me miró de pies a cabeza de forma burlona y luego se encaminó a la salida con Mónica tras ella.

Antes de que lograran desaparecer de mi campo de visión, Toni apareció y el cambio repentino en la actitud de Ashley cobró sentido.

Bufé irritada.

Luego, bajé la vista para darle búsqueda a mis llaves. Mientras lo hacía escuché a mis espaldas los pasos de Toni, algo que provocó un escalofrío en mi espina dorsal.

—¿Buscas esto? 

Me giré para verle. De su dedo, colgaba el pequeño llavero.

—Sí, es lo que busco.

Me aproxime a él para tomar posesión de mi llave, pero antes de que pudiera siquiera tocarla apartó la mano. Levanté la vista, y me di cuenta que había quedado demasiado cerca de su cuerpo. Jadeé, pero no aparté la mirada.

Volví a intentar darle alcance, y él, de manera bastante audaz volvió a apartarme el llavero. Sonrió dulcemente, disfrutando la situación en la que me tenía. Apoyé una de mis manos sobre su hombro y di un pequeño salto, logrando solo chocar nuestros pechos.

—Toni, ya dámelo.

Ante mi protesta soltó una risa.

—Voy a dártelo solo si…

Enarqué una ceja ante su argumento inconcluso.

—¿Solo si qué?

—No sé si lo sepas pero hoy será el primer partido y me gustaría que fueras a verme.

Era imposible que no lo supiera, todos los integrantes de los equipos estaban anunciando el suceso desde varios días atrás. Yo no compartía su entusiasmo, los deportes no era algo que me llamaran la atención. Por lo tanto, no sabía en qué consistían los juegos.

Pero el hecho de encontrarme en medio de una invitación a ser espectadora del primer juego del año, hizo que los partidos parecieran menos aburridos.

—¿Yo? ¿Verte jugar?

Sonrió tímido.

—Es la idea sí.

Sonreí también. Aquello era inesperado, pero la idea de estar allí viéndole sin parecer una obsesionada me atraía demasiado para negarme. Él debió de tomar mi sonrisa como un sí y optó por volverse al casillero y quitar el seguro. Cuando abrió la puerta, un papel descendió lentamente. Ambos observamos como se posaba en medio de nuestros pies, y justo cuando él se inclinaba para recogerlo, me dejé ir en picado para tomarlo primero.

—¡Mi lista! —exclamé, poniendo la nota a salvo de su curiosidad. Él alzó la ceja incrédulo

—¿Tú lista?

Después de saber que su interés por mí no era cuestión de una broma, había llegado a la conclusión que aquella extraña nota tampoco lo era. Por lo tanto, que alguien más supiese de ellas era algo que no estaba dispuesta a permitir.

—Así es. Pasé toda la tarde buscándola, no recordaba en qué sitio la había dejado. —Mentí de la manera más natural que me fue posible.

—¿Y de qué trata? —preguntó con la esperanza de que le mostrara el contenido de la misma. Proseguí a alzar el papel en el pequeño bolsillo de mi blusa, haciendo énfasis de que no la mostraría.

—No es nada importante, diría que son cosas de chicas. —Sus mejillas se ruborizaron al escuchar lo último, hice una mueca y preferí no pensar qué cosa se le había cruzado por la mente.

—Bu-bueno, nos vemos en el salón —tartamudeó mientras se pasaba los dedos por el cabello. Entrecerré los ojos por su actitud.

—Seguro.

Me brindó una sonrisa y se dio la vuelta, observé su trayecto hasta que desapareció de mi vista, cuando me aseguré de que no volvería saqué la nota y le di lectura.

Valeria

Seguro debes preguntarte el porqué te escribo, si debo de ser sincero, yo tampoco sé el motivo.  De hecho, en ningún momento creí estar en esta situación, sin embargo, el conocerte me ha tenido en confusión.

Debería evitar pensar en ti, y a veces, considero que mi situación es solo por el hecho de que no puedo estar cerca. No tienes porqué entenderlo, de hecho, creo que no podrías hacerlo aunque lo quisieras.

EL… CHI… LO…

Al terminar de leer la nota, solo un pensamiento inundó mi cerebro:

«¿Quién eres?»

Y espere que algún día, en cualquier momento, recibiera las respuestas a todas mis preguntas.

***

Cuando llegué a la cancha donde se desarrollaría el partido, la mayoría de estudiantes estaban presentes. Era una mezcla de murmullos  incomprensibles, risas y apuestas sobre el equipo ganador.

Hice una mueca ante aquel ambiente, tan ajeno a mis gustos de comodidad. Di un respingo al sentir como alguien me rodeaba con su brazo.

—Toc, toc, toc. Hola Valeri —saludó Ramiro con una amplia sonrisa. Me estaba mirando, hablando, y tratando, cómo si hubiéramos sido amigos de toda la vida, era extraño, pero reconfortante. Sonreí de vuelta mientras echaba un vistazo a mi entorno.

—Hola.

—¡Ey! ¡Rapunzel, que sorpresa! —gritó Walter subiendo las gradas. Arrugué las cejas ante el peculiar llamado—. ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un partido?

—Eh… —murmuré, tratando de recordar.

—De hecho, creo que nunca ha venido a uno —señaló Ramiro, Walter asintió de acuerdo. Aquello no era verdad, pero preferí no decirlo.

Ambos me tomaron de los brazos y me arrastraron escaleras abajo para reunirse con el resto del equipo. Allí, me sentí diminuta rodeada por aquellos chicos de estatura promedio.

Y me sentí más diminuta cuando él llegó. A diferencia del uniforme que vestía Ramiro y Walter, el suyo era en un tono verde oscuro, como el tono de un pino. Sus ojos más claros que su ropa, me miraron curiosos.

—¡Valeri viniste! —gritó Toni mientras se acercaba. Sonreí.

—No tenía nada mejor que hacer.

—Uuuh —se mofaron sus amigos.

—¡Ey! ¿Quién intenta convertir a Toni en un tomate? —inquirió Jefferson integrándose al mini circulo que se había formado a mi alrededor. Walter, Ramiro y Jefferson soltaron una risa al ver que Toni aumentaba su rubor y soltaba un: ugh.

Daniel mantuvo su rostro inexpresivo.

Después de unos segundos noté que Jefferson también vestía el uniforme en tonos verdes.

—¿Juegan en distintos equipos? —pregunté hacia Bryan.

—Siempre lo hemos hecho —señaló Walter—. Jeff y Ram juegan en un equipo, Toni y yo jugamos en otro. Sin embargo, desde la integración de Daniel al grupo nos hemos dividido de esta manera.

Observé que Bryan, Walter y Ramiro pertenecían al equipo rojo —del cuál no sabía cómo se hacían llamar— mientras que Jefferson y Daniel pertenecían al equipo verde.

—¿A cuál equipo apoyaras? —preguntó Jefferson. Todos los chicos me miraron de forma expectante.

—Al rojo obvio —declaré, y todos lucieron complacidos con mi respuesta. Bueno, todos excepto Daniel, que seguía manteniendo su cara de marfil impenetrable.

Las próximas dos horas las pasé sentada en una de las bancas delanteras, donde él mismísimo Ramiro me había apartado lugar para que viera el partido de la mejor manera posible. Allí, podía observar a la perfección cada uno de los movimientos de los chicos, los cuales hacían todo lo posible por encestar el balón.  

Traté de grabarme las reglas del juego, pero me rendí media hora después de comenzar mi aprendizaje.

Al finalizar el partido, supe que el equipo de Toni había perdido.

—Estoy impresionada —me burlé cuando Toni llegó a mi lado. Su cabello estilaba sudor, al igual que mejillas y cuello. Desprendía un olor agradable, entre loción masculina y frutos.

—Yo también lo estoy, ¿viste cómo ha jugado Daniel? Oh Dios, esos movimientos…

Se cortó, y sonrió extasiado. Para haber perdido, parecía bastante contento. Miré a Daniel, el cuál bebía agua de una botella bajo la atenta mirada de los estudiantes.

—Parecía molesto, cómo si estuviera enojado con la canasta.

Desde mi punto de vista, Daniel parecía estar compitiendo con su propio enojo.

—Bueno sí, pero no ha jugado nada mal. Lo ha hecho estupendo.

Me reí.

—Si hablas así comenzaré a sentir celos, y mira que no debo ni porqué sentirlos.

En otro momento me hubiera avergonzado por decir aquello, pero algo me inclinaba a ser espontánea con aquel chico. Él sonrió y me pasó el pulgar por le mentón.

—Pues a mí gusta, así que… ¡Oh Daniel, eres maravilloso!

Me volví a reír y le estampé un manotazo sobre el hombro. Los chicos nos observaban cómplices unos metros más allá.

—Valeri, gracias por venir, ha sido muy lindo de tu parte.

—Gracias a ti por la invitación —dije—. Ha sido divertido verte perder.

—Solo con que hayas venido he ganado —señaló—. Además, son mis amigos, si ellos ganan, es como si yo también ganara.

Sonreí por aquello. Si se veía profundamente, eran buenos chicos. Me había dejado guiar por su popularidad, sin saber que ellos no tenían la culpa de ser tan buenos en lo que hacían.

—Ah, por cierto ¿Tienes planes para mañana?

Mientras lo preguntaba, se tocaba el cuello con la punta de los dedos, muestra de que estaba nervioso. El siguiente día sería sábado, no tendríamos clases y tampoco tenía planes.

—A parte de estudiar, ninguno.

Sonrió.

—Bueno, pues ya lo tienes, mañana pasaré por ti a las diez de la mañana para ir a pasear.

Alcé ambas cejas y parpadeé. Antes de que pudiera responder a aquella invitación añadió:

—Y sí Valeri, es una cita.

Mi corazón dio un vuelco ante el significado de aquella palabra. Esa sería la primera cita en todo mi vida, y por si eso no fuera suficiente, sería con el chico que siempre había querido.

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