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Extra III | Solo tengo ojos para ti

Antes que pase más
Tiempo contigo, amor,
Tengo que decir
Que eres el amor de mi vida.
***


NAIRA


Suspiro una vez más y siento unas cálidas manos comenzar a masajear mi tenso cuello. Se siente tan bien que por un momento cierro los ojos y me concentro solo en la sensación de sus dedos moviéndose sobre mí.

—Si no te relajas se te comenzará a caer el cabello —susurra en mi oído, lo que me hace sonreír.

—Si no me relajo terminaré esto antes y podremos salir a comer algo. Y justo en este momento mataría por un pedazo de pizza con queso extra.

Su risa baila en mis oídos y maldigo por vigésima vez a mi jefa.

¡Agh! No la soporto. Desde que trabajo en esa tienda de ropa, Karen, mi supervisora, me ha hecho la vida imposible. Me odia desde el primer segundo en que me vio y yo no tengo ni la más mínima idea del porqué.

Quiero decir, soy trabajadora, honesta, atenta con los clientes, y por su actitud pareciera que soy todo lo contrario, que le hago el trabajo más difícil. ¿Lo peor? Me deja a cargo su trabajo también. Como si el mío no fuera suficiente.

Tomo el lapicero y la calculadora, vuelvo a hacer cuentas y me digo que ya casi voy a terminar. Me la imagino caminando en la plaza y sus perfectos tacones rompiéndose, su ajustada falda rasgándose y sus falsas extensiones de cabello cayéndose.

Ese pensamiento me hace reír. Ella saca mi lado malo.

Tengo un sueño recurrente en el cual tomo mis tijeras y corto un gran mechón de su cabello. Miro de reojo a las tijeras y suspiro.

Tal vez algún día...

Los mágicos dedos de mi novio desaparecen y gimo frustrada por eso.

—Lo siento, bonita. Me bañaré para que termines esto y puedas arreglarte para irnos —dice acercándose para depositar un beso en mis labios—. Vuelvo rápido. Te amo.

—Vale, también te amo.

Escucho sus pasos alejarse y luego el sonido de la puerta cerrándose.

A veces lo envidio. Puede hacer todo lo que yo, pero sin sufrir tanto. Este semestre lleva solo tres materias, y el lugar donde hace las prácticas le paga, por lo que cuenta como trabajo. Y lo mejor es que su jefe le aligera el trabajo, no lo hace más pesado. Alexis creo que se llama.

Asier me ha contado que es de nuestra edad, solo un año más grande o algo así, y que es muy amable. ¡A veces incluso lo deja faltar o salir temprano! Quisiera un jefe así.

Continúo haciendo el balance final de mes y, cuando termino, cierro los ojos un momento y me recargo en la mesa. Con eso de que mis prácticas han iniciado en la universidad, las clases y el trabajo... casi no me queda tiempo para nada más. Ni para dormir.

Aprovecho los diez minutos que Asier tardará en la ducha y me permito caer en un ligero sueño. Algunos minutos después mi hombro es sacudido y el delicioso aroma de un perfume llega a mi nariz.

—Nai, amor. ¿Quieres quedarte? Podemos pedir la pizza a domicilio y...

—No, no. —Froto mis ojos y me enderezo checando que él ya está listo—. Solo dame quince minutos y nos vamos.

—¿Segura? Luces cansada.

Su frente está fruncida por la preocupación, pero yo le sonrío y asiento.

—Segura. Volveré antes de que puedas decir supercalifragilísticoespiralidoso.

Mientras me alejo su risa retumba en mis oídos y me siento tentada a aceptar su oferta y quedarnos aquí a comer pizza.

***


Alrededor de una hora después nos encontramos sentados en un bonito lugar bastante acogedor. Estamos en pleno invierno y aquí dentro está calentito por los hornos de pizza. A pesar de que amo la playa que queda cerca, odio lo frío que se pone en esta época del año.

Ajusto mi gorro para que tape mis frías orejas y Asier besa mi mejilla.

—¿Ya sabes qué vas a pedir?

Miro el menú frente a mí y suelto una pequeña risa. Hay demasiados tipos de pizza con bastantes ingredientes extraños.

¿Quién rayos le pone espinaca a la pizza?

—Me voy por la tradicional de pepperoni personal. ¿Y tú?

—Quiero la de espinacas. —Hago una mueca de asco y él ríe—. No juzgues hasta que no la hayas probado —murmura.

Llama a un camarero y le da nuestras órdenes. Comenzamos a hablar sobre cualquier cosa que se nos ocurra. Jugamos a tratar de adivinar los nombres de las personas solo por cómo lucen y algunos son tan graciosos que me duele la panza de tanto reír.

—Él tiene cara de... Pancho. —Señala a un señor moreno, bajito y con un bigote enorme.

—Y ella de Julia.

—Creo que tiene más cara de Marissa.

—Tienes razón.

Seguimos con nuestras locuras algunos minutos más y entonces nuestros platos llegan oliendo delicioso. Casi hemos terminado de comer cuando una voz femenina nos interrumpe.

—¿Asier?

Él gira ante su nombre siendo llamado y sonríe.

—Hola. Qué sorpresa verte por acá —contesta.

Giro en mi silla para ver a la persona con quien habla y mi boca casi cae abierta al ver a una mujer frente a nosotros.

Es alta y curvilínea, su largo cabello marrón llega en ondas hasta el final de su espalda y sus ojos son de un azul tan bonito que el cielo no se compara con ellos. Hermosa es poco para describirla.

—Sí. Tenía hambre y escuché buenos comentarios de este nuevo lugar así que vine a comprobar qué tal. —Sus ojos se fijan en mí al terminar de decir esto y su sonrisa vacila un poco—. Oh, hola. ¿Tú debes ser Natalia?

—Naira —corrijo.

—Oh, cierto. Naira, lo siento. —Extiende su mano hacia mí y vuelve a sonreír, aunque un poco forzada—. Soy Alexis.

Alexis.

Sacudo su mano para no ser grosera y luego miro en la dirección de Asier.

¿Ella es su jefa?

Ignorante del shock en el que me encuentro, Asier sigue platicando con ella, bromeando, riendo... y yo me siento mal.

Sí, soy algo celosa e insegura, pero no significa que le arme un drama cada vez que lo veo conversar con una chica, aunque no sea algo que me gusta mucho.

Mi novio es guapo, dulce y amable. Serían tontas si no se fijaran en él, pero hay cada mujer que no entiende que él está conmigo y eso me... ¡Agh!

Lo peor es que él no parece notar que no lo buscan solo porque quieren su amistad. Es más que obvio lo que quieren de él, con él, pero no lo quiere aceptar nunca.

Ni siquiera me doy cuenta del momento en el que ella se va hasta que Asier me habla varios minutos después.

—¿No te vas a terminar eso? —inquiere.

Miro el trozo de pizza sobre mi plato y niego con la cabeza.

—Ya no tengo hambre.

—Bueno, entonces vamos.

Deposita algunos billetes sobre la mesa después de que nos traen la cuenta y salimos del lugar. El frío ni siquiera me cala. Subimos al auto y nos dirigimos a casa haciendo el trayecto en un completo silencio.

Cuando llegamos, bajo del coche y me dirijo directo a la cama recordando algunas de las discusiones que tuvimos en los pasados días.

Yo aquí en casa peleando con él y Alexis allá en su trabajo tratándolo bien. No me sorprendería que se sintiera atraído por ella.

—¿Nai? ¿Qué pasa, bonita?

El colchón hundiéndose detrás de mí me avisa que se ha sentado.

—Es tu jefa.

—¿Qué?

—Alexis. La de la pizzería. Es tu jefa, ¿no?

Me giro para enfrentarlo y veo su rostro confundido.

—Sí —admite.

Yo asiento.

—Es muy bonita.

Sus cejas se elevan y de repente me dan ganas de llorar.

¿Estoy siendo ridícula por reaccionar así?

—¿Por qué estás triste, amor?

Su mano se acerca y quita el gorro de mi cabeza, entonces cepilla mi cabello fuera del rostro y acaricia mis mejillas.

—Le gustas —susurro.

—¿Y qué? A mí me gustas tú.

Sonrío un poco y él suspira.

—Pero ella no pelea contigo. Yo sí. Te hago enojar a veces y... No sé.

Una risa sin humor escapa de sus labios.

—Ay, Nai. Tú no sabes. Las peleas contigo son mejor que las risas con las demás. Prefiero mil veces tus gritos que sus coqueteos. Ninguna chica se compara a ti, ¿sabes? Y no es solo porque eres hermosa, que en verdad lo eres, sino porque tú tienes algo que las demás no. —Pone la mano sobre su corazón y sonríe—. Mi amor, mi admiración, mis sueños, mis suspiros... Me tienes completo en la palma de tu mano y por eso no me interesa nadie más.

Bien. Ahora estoy llorando como tonta.

¿Cómo es que siempre dice las palabras correctas?

Me incorporo y me acerco hasta quedar acurrucada en su regazo.

—Perdón, pero es que... ¡Dios! ¿Por qué no eres feo? Así no tendría que preocuparme de que te quieran robar.

Una sonrisa adorna su rostro y besa mi nariz.

—Porque entonces tú también tendrías que ser fea para que nadie más que yo te mire.

—No te gustaría fea —digo con la boca chiquita.

—Te querría igual. —Besa mis labios con delicadeza y sus brazos rodean mi cuerpo—. Así que no estés celosa, bonita. Yo solo tengo ojos para ti.


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