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15. VISIONES CONFUSAS

Tú pareces como un sueño para mí
Al igual que un caleidoscopio de colores que me cubre
Todo lo que necesito, cada aliento que respiro
¿No sabes que eres hermosa?
***


ASIER

Dos segundos después me llega su respuesta.

Nai: Y yo a ti 🙈💕

Sonrío como estúpido y me quedo mirando al techo, el celular sobre mi pecho como si de esa manera pudiera estar más cerca de ella.

Dejo escapar un largo suspiro de satisfacción y luego escucho a mi hermanita empezar a llorar de nuevo. Pareciera como si mis papás torturaran a la pobre niña. Me incorporo y aguzo el oído para poder captar mejor el sonido de pisadas o cualquier cosa que me indique que ya se acercan a calmar a la pequeña monstruito, sin embargo no escucho nada.

Suelto una exhalación y salgo de mi habitación con dirección a la de Alba, mi hermanita.

—Hola, bebé —susurro una vez que abro la puerta. Inmediatamente su llanto cesa—. ¿Qué pasa, Albita? ¿Tienes hambre?

Me acerco hasta su cuna y la veo haciendo pucheros, sus ojos fijos en mí.

—¿Y mami? Seguro que se fue y no me aviso. —Le sonrío y me inclino para tomarla entre mis brazos, su olor a bebé llenando mis fosas nasales.

¿Es que acaso todos los bebés tienen que oler tan bien? Menos cuando están sucios, claro está, pero por lo general huelen bonito.

La apoyo en mi pecho de manera que su cabecita se recarga en mi hombro y comienzo a mecerla, Alba haciendo ruiditos como «guu» y «ahh» ocasionalmente. Sin darme cuenta he empezado a tararear una canción de cuna que mi mamá siempre le canta cuando está inquieta.

Comienzo a pasearme por la habitación con ella entre mis brazos, pero me canso enseguida ya que, para estar tan pequeña, pesa bastante. Veo una mecedora acomodada en una esquina y me encamino hacia ella, donde me siento y cambio a Alba de postura. Ahora su cabeza está apoyada en mi pecho y una manita la tiene en su boca, lo que hace que moje mi camiseta con su saliva.

Recargo mi cabeza en el asiento y cierro los ojos un momento, permitiéndome recordar a Naira y sus besos mientras sigo tarareando.

«Nai.»

Supongo que ahora que admití que me gusta mucho y que ella admitió lo mismo, ya no debo tener miedo, ¿no? Así que supongo... Puedo preguntarle... si quiere ser mi novia.

¿O será demasiado rápido?

La he querido por tantos años ya, y dudo que ella sepa aquello. Jamás imaginé que podría tener una oportunidad con ella, pero ahora se ha presentado y no sé qué hacer. No quiero dejarla escapar, pero tampoco quiero ir demasiado rápido.

Odio sentirme tan desesperado e inseguro. Es que... quiero estar con ella, pero no quiero que las cosas parezcan muy apresuradas. Fue por eso que yo no la besé. Tenía miedo de que me rechazara o algo, quería que me diera una señal para atreverme, y al final fue ella quien dio el paso.

Ni siquiera me doy cuenta de que estoy sonriendo hasta que Alba se retuerce un poco. Abro un ojo y la veo dormida sobre mí. Me siento muy cansado y me digo que solo cerraré los ojos un par de segundos, sin embargo caigo profundamente dormido y sueño con suaves besos dulces y una sonrisa que ilumina mi mundo.

—Asier... —Abro los ojos con un poco de esfuerzo y miro a mi papá sonriéndome—. Ve a dormir a tu cama, hijo.

Miro hacia mi pecho y me doy cuenta de que Alba ya no está ahí.

—Alba —murmuro con voz adormilada.

—En su cuna. Anda, ya ve a descansar.

Asiento sintiendo los párpados pesados y me pongo de pie. Me estiro un poco y luego me encamino a mi habitación, donde me tumbo sobre la cama y vuelvo a caer en un sueño profundo.

***

El domingo se fue rápido. Tal vez fue porque pasé todo el día acostado viendo películas y en la noche Fidel llegó un rato a jugar PlayStation después de que mi mamá pidió una pizza y se llevó a Alba con mi tía.

Ahora son un poco más de las seis de la mañana del lunes y me encuentro algo nervioso parado frente al espejo del baño. He terminado de afeitarme y tengo dos cortes porque me temblaban mucho las manos. ¿Por qué? Es fácil. Por tonto, y porque sé que veré a Nai dentro de poco y... ahora es diferente.

Si antes había tenido dudas respecto a si me notaba, ahora están aclaradas. Me nota, lo sé, y de la misma manera en que yo la noto a ella. Me gusta, le gusto, eso está claro. La pregunta es: ¿ahora qué?

Salgo del baño cuando escucho a mi mamá gritar que se me hará tarde y corro a mi habitación donde me cambio a toda prisa. Quince minutos más tarde me encuentro dentro del coche de mi padre y nos estamos dirigiendo a la escuela, de la cual saldré en tan solo un par de meses más. Graduación y luego la universidad local.

—¿Piensas quedarte todo el día en el carro? —La voz de mi papá me saca de mis pensamientos. Miro por fuera de la ventana y me doy cuenta de que hemos estacionado frente al edificio escolar.

—Oh. —Veo al hombre a mi lado y lo encuentro sonriéndome burlón—. Creo que aquí me bajo —murmuro.

—El amor, el amor —bromea, a lo que le lanzo una mirada algo irritada.

—Gracias, pá.

—De nada, hijo. Tal vez hoy venga tu madre por ti, de igual manera te llamo para hacértelo saber.

—O le puedo pedir a Fidel que me lleve —admito encogiéndome de hombros. Sé que si se lo pido de favor aceptará sin rechistar.

—Uh, no sé. Le preguntaré a tu madre. —Enciende el auto de nuevo y sé que ya debe irse—. Nos vemos al rato.

—Vale. Adiós.

Me bajo del coche y comienzo a caminar entre el mar de estudiantes abriéndome paso para llegar a la puerta. Tantas personas me marean y hacen sentir claustrofóbico, es por eso que no me gustan las multitudes. Los conciertos, las ferias, todas esas cosas son lo que evito como la peste.

Muchos amigos y conocidos me dicen aburrido, sin embargo no es por antisocial. Simplemente... no lo disfruto como debería hacerlo.

Estoy a punto de entrar, cuando escucho que gritan mi nombre.

—¡Asier!

Me giro y encuentro a Naira sonriendo y sacudiendo su mano en mi dirección. Le devuelvo el gesto y siento que mi rostro se va a partir en dos por la sonrisa que su visión planta en mí. El solo verla hace que mis manos comiencen a sudar y temblar.

La veo comenzar a caminar hacia mí, no obstante su paso es interrumpido cuando un chico hala su brazo desde atrás, la gira y planta un beso demasiado largo para mi gusto en su mejilla. Frunzo el ceño al verla empujarlo y decirle algo que no parece muy amigable. Su bonita frente está arrugada y sus labios se mueven demasiado aprisa, tal vez... ¿advirtiéndole?

Doy un paso hacia el frente para acercarme a ella, sin embargo, con un último empujón, se suelta de su agarre y comienza a caminar de nuevo hacia mí.

No quito la vista del tipo, alguien que es totalmente diferente a mí, y noto su mirada seguir a Nai y una sonrisa plantada en su rostro. Aprieta los puños a mis costados, de repente molesto.

¿Quién se cree que es?

Una mano sobre mi antebrazo me hace desviar la mirada y encontrarme con los brillantes ojos de Nai.

—Hola —susurra con una sonrisa. De repente, la molestia se ha evaporado de mí.

—Hey, hola —murmuro atreviéndome a tomar su mano y entrelazar nuestros dedos—. ¿Cómo estás?

Ella desliza su mirada a nuestras manos unidas y suspira.

—Nunca mejor que ahora.


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