Cena de Tensiones
La atmósfera en el restaurante era cálida y acogedora. Las luces suaves y tenues iluminaban cada rincón del lugar, creando un ambiente íntimo y relajado. Las mesas estaban adornadas con velas, y el suave murmullo de conversaciones en tono bajo llenaba el aire, mientras los comensales disfrutaban de una tranquila velada.
En una de las mesas más alejadas, Marck y Yor estaban sentados uno frente al otro, pero el ambiente entre ellos era tenso, distante. Yor había estado cabizbaja desde que llegaron, sin poder disimular la frustración y tristeza que sentía por la reciente huida de Ivanov. Había sido un golpe duro para ambos, pero para ella, la derrota pesaba aún más, no solo por el trabajo, sino por cómo se sentía cada vez más desconectada de Marck.
Marck, por su parte, trataba de animarla, aunque no era particularmente bueno para lidiar con emociones ajenas. Él estaba más acostumbrado a situaciones de combate y tácticas que a las sutilezas de las relaciones personales.
—Yor, no te castigues tanto, —dijo Marck, mientras cortaba su carne con cuidado—. No fue culpa tuya. Ivanov es un maestro en escapar. Hizo lo mismo con nosotros en Kanto, Johto... Es solo cuestión de tiempo antes de que cometamos un error y lo atrapemos.
Yor levantó la vista, pero no respondió de inmediato. Sus pensamientos estaban en otra parte. Observaba a Marck con cierta nostalgia, deseando poder expresar lo que realmente sentía por él, pero cada vez que intentaba acercarse, algo la detenía.
—Lo sé, Marck, —dijo finalmente, jugueteando con su tenedor—. Pero a veces siento que todo esto... no sé, que hay algo que podría haber hecho mejor.
—No podías haber hecho nada más, —dijo Marck con firmeza—. Hicimos lo mejor que pudimos dadas las circunstancias. No siempre podemos ganar, pero la clave es aprender de los errores y mejorar.
Yor asintió, aunque sus pensamientos estaban lejos de la misión. Lo que la carcomía por dentro no era solo el fracaso de capturar a Ivanov, sino algo más profundo. Cada vez que miraba a Marck, sentía ese vacío, esa distancia entre ellos que parecía insalvable.
Entonces, sus ojos se desviaron hacia la mesa cercana, donde Carmela y Marco estaban sentados. A diferencia de ellos, Carmela y Marco parecían estar disfrutando de una cena romántica. La complicidad entre ambos era evidente: sonrisas, miradas, pequeños gestos cariñosos. Estaban relajados, ajenos al estrés de la misión. Carmela se reía suavemente de algo que Marco había dicho, y Marco le devolvía una sonrisa encantadora.
Yor sintió una punzada de celos. Deseaba poder tener algo así con Marck. No una relación estrictamente profesional, sino algo más. Quería compartir momentos como ese, libres de la tensión y el deber. Pero sabía que Marck no pensaba de esa manera, o al menos, nunca había dado señales de hacerlo.
Marck notó que Yor estaba distraída y siguió su mirada hacia Carmela y Marco. Observó brevemente la interacción entre sus compañeros y luego miró a Yor.
—¿Qué ocurre? —preguntó, ladeando la cabeza—. Has estado distraída toda la noche.
Yor sacudió la cabeza, tratando de borrar cualquier indicio de celos de su rostro. —Nada, solo... pensando.
Marck frunció el ceño, claramente preocupado. —Si hay algo que te moleste, puedes decírmelo, ¿sabes?
Yor lo miró por un momento, considerando si realmente debería abrirse con él. Pero la voz de la razón, esa que siempre la hacía dudar, la detuvo. —No, no es nada. Solo estoy cansada, supongo.
Marck la observó en silencio por un momento más, y luego asintió, aunque claramente no estaba convencido. Sabía que Yor le ocultaba algo, pero no quería presionarla.
—Entiendo, —dijo él—. Todos estamos cansados. Esta misión ha sido agotadora.
Yor miró hacia su plato, sintiéndose aún más frustrada. Había querido que esa cena fuera diferente, que fuera un momento en el que ambos pudieran acercarse, aunque fuera solo un poco. Pero el peso de la misión y la personalidad reservada de Marck hacían que fuera imposible.
Carmela, que estaba en su propia burbuja con Marco, de repente levantó la vista y vio a Yor observándolos. Le lanzó una mirada comprensiva y, sin decir una palabra, levantó su copa en un gesto amistoso. Carmela podía percibir lo que estaba pasando por la mente de Yor, pero tampoco quería intervenir de manera directa. Sabía que eso solo empeoraría las cosas.
—¿Todo bien por allá? —preguntó Carmela en voz alta, rompiendo un poco el ambiente pesado.
—Sí, todo bien, —respondió Marck, levantando su propia copa—. Solo estamos... tomando un descanso.
Marco sonrió, apoyándose en la mesa. —Pues tómense el tiempo que necesiten. Después de todo, no todos los días tenemos la oportunidad de disfrutar de una cena como esta en medio de una misión.
Yor forzó una sonrisa y levantó su copa también, aunque por dentro se sentía completamente diferente. Cada segundo que pasaba en esa mesa la hacía sentir más ajena a lo que realmente quería. Mientras observaba la camaradería entre Carmela y Marco, no podía evitar preguntarse si alguna vez podría tener algo similar con Marck.
El silencio incómodo volvió a instalarse entre ella y Marck después del intercambio con sus compañeros. Yor miraba su comida, aunque no tenía hambre. Finalmente, decidió romper el silencio.
—Marck, ¿alguna vez has pensado en lo que harás después de todo esto? —preguntó, su voz baja y cargada de inseguridad.
Marck levantó la vista, sorprendido por la pregunta. —¿Después de la misión? Supongo que seguiremos con el siguiente encargo. La Agencia siempre tiene algo para nosotros.
Yor apretó los labios, sintiendo una vez más esa desconexión. —Sí, claro, la Agencia siempre tiene algo...
Pero lo que realmente quería preguntar no tenía que ver con la misión, ni con la Agencia. Quería saber si Marck había considerado alguna vez una vida más allá de todo eso, una vida en la que tal vez, solo tal vez, pudiera verla de una manera diferente.
Marck, ajeno a los pensamientos de Yor, la miró con preocupación. —Yor, sé que esto ha sido difícil para ti, pero no quiero que te hundas por lo que pasó hoy. Ivanov es escurridizo, pero lo atraparemos. No podemos dejar que un error nos defina.
Yor asintió, aunque sabía que lo que la angustiaba iba mucho más allá de Ivanov. Quería poder decirle lo que sentía, pero cada vez que lo intentaba, algo la detenía. Quizás era miedo al rechazo, o quizás sabía, en lo más profundo de su ser, que Marck estaba demasiado concentrado en su trabajo como para siquiera considerar una relación personal.
Finalmente, Yor se recostó en su silla, sintiéndose agotada emocionalmente. Observó una vez más a Carmela y Marco, que seguían inmersos en su propia burbuja de felicidad, y suspiró.
—Supongo que lo mejor será concentrarnos en lo que viene, —dijo Yor en voz baja—. Y esperar a que el momento adecuado llegue.
Marck asintió, sin darse cuenta de las palabras no dichas de su compañera. Y así, la cena continuó en silencio, mientras Yor seguía anhelando algo que, en ese momento, parecía estar fuera de su alcance.
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