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Capítulo 37: Es hora de soltar


Voy hacia Látigo y me paro frente a él sin mostrar alguna emoción en especial. Solo observo que desea.

—¿Qué pasa? —Le comento.

—La función principal, cuando termine, necesito que te reúnas conmigo en el bosque, para soltar a tu amiga —me explica.

Cierto, hoy liberará a Dalia.

—Está bien —respondo dispuesto a irme, pero él me toma de la muñeca.

—¿Qué te sucede, te molestó lo de ayer? —Me dice levantando una ceja.

—No es eso... Es que me carga que te vayas con una mujer por ahí cuando me tienes a mí —le contesto apretando los dientes.

—No tengo a nadie más "formal" fuera de ti, incluso en el circo creen que somos pareja —dice acercándome a su cuerpo.

—Entonces, ¿quién es la mujer de la carta?, esa que te espera en la próxima ciudad. —Le digo mirando sus ojos, no quiero que mienta.

—Ella murió, esa carta es post-mortem —dice de forma fría.

—Eh... —Me quedo en blanco—: Christophe... Perdón...

—Fue alguien con quien estuve, éramos amigos, no llegamos a mucho más que cosas casuales. Sin embargo, tuvo un hijo mío... Lucía, se llama. Lo dejó en el orfanato de ciudad Dorada... Lo buscaré, pero no sé si sea lo correcto —me comenta dejando escapar un suspiro.

—¿Por qué no? —Digo llevando las manos a su mejilla para verle.

—No sé si quiero que viva en el circo, nadie acá lo sabe y si lo cuentas, te mataré. —Sus palabras suenan sinceras.

—No diría algo de ello, no es un juego. Oye, en lo que decidas te apoyo... Yo, no soy mucho, pero... No está mal un pequeño Chris —digo acariciando su cabello, acto seguido él me abraza fuerte y hunde la cabeza en mi cuello.

—Te quiero, Jeremy, es pronto para decir un "Te amo", pero eres demasiado amable y estúpido —agrega lo último con énfasis.

—No quiero cambiarlo... Piénsalo con calma, tienes el tiempo del viaje antes de la próxima ciudad. Diviértete en el show de hoy —le digo.

Él toma mi rostro y fundimos nuestros labios en un beso, uno lento y dulce. Creo que también le quiero, le deseo... Y quiero mantener esto, al menos por ahora.

—Te veo luego, en el bosque. Hasta más tarde, Jeremy —me dice para marcharse.

Me quedo viéndole, realmente estos días en el circo han sido una locura. Han sido más movidos que toda mi vida.

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Me siento en las afueras de la función viendo a las personas pasar. Parecen divertirse con los actos pequeños que montamos para adornar. Todo parece estar tranquilo. Incluso establezco una plática sencilla con Soga y todo va bien, lo suficiente para que ella me pegue su zapato en la cara y casi ahogue de la risa.

Todo iba bien, hasta que las alarmas del campamento se soltaron, ninguna notoria. Siento el movimiento y es lo que me alerta. En ese momento lo recuerdo, Nube quería escapar hoy.

Me deshago de Soga con la justificación de ir al baño, pero realmente voy a la carpa del doctor. En esta lo veo con una herida en la cabeza, una bastante grande y que ha dejado un charco de sangre en el suelo.

—¿Nube... Lo mató? —Digo nervioso, llevando mi mano a la boca, ahogando las palabras.

Tomo el serrucho que usa para cortar los huesos y salgo del lugar, con cuidado. Es una pequeña arma de defensa por si pasa algo malo.

Escucho en esta parte del campamento a las personas buscarla, los pasos corriendo son notorios.

Si Nube escapa, ¿entonces el circo no estaría acabado? La policía tendría todas las de la ley y pruebas para arrestar a todos... No van a distinguir entre culpables o inocentes.

Mierda, esto se va a poner feo.

Camino por el campamento buscándola, hasta que veo una melena rubia caminar agachada por detrás de unas cajas. La reconozco y acerco a ella para tocarla por el hombro. Un martillazo va hacia mí y lo esquivo. Es de estos que usa el doctor para ver los reflejos en las rodillas.

—Espera... Soy yo, Nube —le digo aguantando su mano, a lo que ella cede.

—No me detengas —dice asustada.

—No lo haré —le respondo en voz baja.

—¿Vienes conmigo? —Me pregunta con ilusión entonces. Su ropa tiene manchas de sangre, seguramente del médico.

—No, no creo... —Digo dudoso.

—Espero que no hayas venido a pedirme que no desmonte este circo del demonio —me comenta molesta.

Joder... No puedo creer que realmente mi intención fuese esa. Lo confirmo cuando ya no sé qué más decirle.

—Me voy, Pluma. Estás loco, me das el mismo asco que todos ellos —sentencia y se escapa de mis manos.

La veo irse, va a la zona donde le toca la custodia hoy a Daga, hoy es de los días libres de él en la función principal.

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Decido seguirla, aunque sin hacer ruido. No sé qué estoy haciendo, pero no quiero que les pase nada, no quiero que Daga, Soga o Látigo vayan a la cárcel, me da igual... Me da igual que hayan hecho.

Cuando llego donde ella la veo agachada caminando detrás de Daga, él parece no haberla notado. Noto la ira en la mirada de Nube... Es normal, él prácticamente la torturó llenándola de cuchillos mientras gordos millonarios se burlaban.

—¡Daga! —Le aviso y es tarde, ya tiene el martillo en la cabeza, el golpe lo recibe y cae al suelo.

—¡Muere maldito imbécil! —Ella se sienta sobre el cuerpo del rubio y levanta las manos para tratar de repetir los golpes, pero corro hacia dónde está y la aguanto luego del primero.

Esto le dejará una herida fea en la frente... Por suerte estos martillos no son tan letales como los de hierro.

—¡Detente! —Digo colocando la cierra en su cuello—. No le hagas nada.

Ella deja de moverse y empieza a escupir atrocidades—. No seas imbécil, el verdadero monstruo es él, no yo, estás defendiendo al equivocado. ¿O te olvidas como lanzaba esas dagas con una sonrisa mientras yo me desangraba?

—No tienes que matarlo... Solo vete, Nube —expongo manteniendo la presión de la sierra en su cuello para que no se mueva.

—Asesino de mierda... Seguro serías capaz de matarme ahora mismo con tal de salvar a estos con los que te has revolcado. Lo sé, Soga me contó. Asco... Eres tan monstruoso como ellos. Si sigues vivo es porque aceptaste el trato, segura estoy —dice mordiendo sus labios y llorando.

¿Qué puedo hacer?... Tiene razón... Nube tiene razón... En el fondo les estoy perdonando una atrocidad...

Suelto mi agarre un poco ante la duda y ella aprovecha el tiempo para agarrar un cuchillo de su costado y apuñalar a Daga en el abdomen.

Yo como reflejo muevo la cierra en el cuello de ella para acabar haciendo una herida bastante complicada... Dudo que sobreviva a ello.

—¿Qué... Has... Hecho? —Me dice Nube tratando de cubrir la salida de sangre sin resultados.

—Yo... Perdón... Yo... —Quiero hablar, pero no lo consigo, solo la ignoro a ella y cargo a Daga entre mis brazos.

Me preocupa... Dios... No puedo dejar que muera... Todo es mi culpa...

¡SI TAN SOLO NO HUBIESE DUDADO!

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