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Capítulo 31: Yo Puedo

Siento como un golpe de cuerda se enreda en mi brazo, alrededor de mi muñeca. El latigazo es fuerte y pica, pero detiene mi caída.

Abro los ojos para ver a Látigo de cabeza en la soga. Está enganchado de la cuerda con las rodillas flexionadas. El balanceo de mi caída hasta él hace que se mueva hacia los lados el camino elevado e inestable. Dalia por su parte se aguanta lo mejor que puede para no caer.

—Imbécil —es lo primero que me dice—. Sostente y comienza a trepar, o te descuartizo yo mismo cuando llegues abajo.

—Christphe... —Pronuncio incrédulo ante el hecho de que él haya subido a este nivel para ayudarme. ¿En serio?

Tomo el látigo con mi otra mano y comienzo a trepar como puedo. Él, en cambio, es capaz de soportar mi peso sin caer, su cuerpo sí está entrenado. Llega el punto donde me toma la mano para ayudarme a llegar a la soga. Logro agarrar la cuerda y subir para adoptar la posición que tenía mi amiga antes.

Dalia, por su parte, llega al otro extremo y nos anima a continuar. Está dándole gracias a todos los dioses por esto. La veo rezar.

—Gracias... —Le digo a mi salvador cuando logro subir hasta él. No sé el porqué, pero le beso en cuanto lo tengo de frente. Tal vez sea por la adrenalina del momento o porque logré sobrevivir a esa terrible caída y solo quiero agarrarme con todas mis fuerzas de él. Lo llamaré instinto de supervivencia... Puede que sea eso.

—Avanza delante, yo voy a ir arriba cuando termines —me responde Látigo mirando mis ojos, no se esperaba eso.

—Lo haré... Dios mío... Pensé que iba a morir, en serio —le comento empezando a llorar, a lo que él responde dándome otro beso. Es gracioso por el hecho de que ahora mismo ambos estamos de cabeza.

El público grita emocionado ante todos los vaivenes de la obra, aman esto... Aman el hecho de que pude morir, aman lo turbio de todo. Sin embargo, seguro preferían que hubiese un muerto.

Logramos llegar al otro extremo sin complicaciones, logramos salvarnos de este espectáculo nocturno. Por suerte es el último de Dalia, luego de unos días más encerrada, podrá volver a casa.

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Se llevan a Dalia al terminar la fusión nuestra. Luego me siento en el asiento del otro día para terminar de ver el espectáculo, pero sigo ido. Tengo demasiadas cosas en la cabeza y un miedo enorme, también mezclados con nervios.

No quería soltar a Látigo, pero debí hacerlo. Lo veo actuar, está haciendo que personas hagan los actos de los animales. Estos incluyen saltar por aros de fuego donde sufren severas quemaduras. También el tomar objetos pequeños de la boca de varios cocodrilos, uno de estos casi muerde su mano. En ese momento el miedo invade mi cuerpo. Pudo haberla perdido.

Todo pasa bastante lento, veo con detenimiento esa masacre nocturna. Hay unos tres muertos. Son bastantes y a la vez no... Pensé que habría más. Lo peor es que uno es el enano que siempre acompañaba al gigante. Fue aplastado por la pata de uno de los elefantes de Látigo.

Las lágrimas corren por mi rostro ante tantas emociones. ¿Esto, qué demonios es?

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Cuando Látigo termina su función, solamente puedo tomar su mano y esconder la cabeza en su pecho. No soy capaz de hablar, lo siento como un sitio seguro. Morí, hoy morí, o al menos pudo ser así si no fuese por él. Pero también estoy aquí por él... Por su culpa...

No, no es su culpa... Yo decidí venir a ayudar a Dalia... Yo investigué... Yo encontré y él solo vio esta solución para que no muriera... Realmente si no fuese por él, sería uno más de los usados sin permiso para el show.

—No me dejes solo hoy, por favor —le comento en voz baja.

Sus manos acarician mi cabello con cuidado. Tengo un fuerte dolor en la muñeca de la tirada del látigo y encima sangra por la anterior puñalada de los cuchillos de Daga, pero es mejor eso a haber caído.

Él no se mueve ni responde, solo me rodea con sus brazos y me da eso que necesito, un sitio en el que descansar y estar seguro. Aunque sea solo por unos minutos.

Me carga de forma suave, como si fuese algo preciado, y me lleva fuera de las carpas. Avanzamos hasta uno de los árboles del exterior. Allí nos sentamos, él recostado al troco y yo entre sus piernas mirando el frente. Estamos en silencio un rato hasta que todo se queda sin vida. Nadie queda en los alrededores.

—Pensé que iba a morir —digo rompiendo la línea.

—Te dije que no morirías —me responde jugando con mis dedos ente sus manos.

—Mi vida es un asco... Lo que hago es un asco... Lo que podría hacer. Solo basé todo en Dalia porque era lo único que tenía... Soy tan imbécil. —Me desahogo entre suspiros—. A punto de morir y no tenía nada real a lo que aferrarme. Todo lo que veía y realmente me hacía pensar "que mal, es el fin", eran cosas recientes... Joder, es tonto.

—No lo es, para muchos termina siendo así. Todavía tienes tiempo de crear cosas nuevas. Aunque podrías morir pronto... Incluso ahora mismo tu corazón podría detenerse y morirás —me explica sin detener su juego.

—Le dije que la amaba —le comento y sus manos se detienen—. La dejé ir y me rechazó... Siento que ya no pensaba eso a día de hoy, pero lo liberé. Se sintió bien, soltar.

—¿Ahora podrás volar? —Me comenta tomando mi rostro por una mejilla para verme desde el lado. Yo me levanto y coloco de frente a él.

—Si participo en las funciones... Trataré de hacer como con Dalia... Salvarlos de caer —explico mirando sus ojos, sé que debe ser una mirada triste, pero se le ve complacido.

—Sabía que dirías eso... Siempre estás pensando en cómo salvar a los demás. Aun si no los conoces —me ilustra mirando mis labios.

—Te quiero, Látigo —suelto las palabras para besarle de forma suave, sin esperar más.

Una estúpida historia y mis estúpidas decisiones, espero poder salvar algún día a Christophe y no perderme a mí entre tanto mal.

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