Capítulo 30: Volar o caer
Las luces inundan todo el sitio. Látigo me observa desde el lateral a la par que lo hacen los millonarios que atienden a la función.
Primera vez que participo en algo así y posiblemente sea la última. Me tiemblan las manos mientras subo las escaleras hasta lo alto del podio. Veo delante de mí la cuerda floja y la caída que podría ser mi compañera en los últimos segundos de vida.
Desde el otro lado está el gigante del otro día cargando a Dalia, la lleva como un saco de papas hasta la cima del otro extremo.
Se supone que debo hacer el espectáculo igual al de Cisne, pero no creo que pueda salvarla, ni siquiera sé si seré capaz de llegar al otro lado a buscarla.
Irónico, lo siento como una representación de mi llegada aquí... Quiero salvarla y ni siquiera soy capaz de salvarme a mí mismo.
—¡Jeremy, vete, no tienes que hacer esto! —Me grita ella con desesperación, puedo ver como las piernas le tiemblan.
Su cuerpo está lleno de heridas por quemaduras y latigazos por todos lados, parece que ha sido usada en funciones previas.
—Te salvaré... Lo haré... Solo espérame... —Digo con el corazón en la garganta.
Comienzo a quitar mis zapatos y los dejo en el borde, lo siento como los suicidas antes de saltar de un edificio...
Coloco un pie delante, para luego seguir con el próximo. Evito mirar al suelo, solo al frente. Pierdo el equilibrio por un segundo, pero me balanceo para estabilizarme lo más rápido posible.
—¡Cae, cae! —Escucho las palabras de una de las señoras enmascaradas del público.
Trato de ignorarlo y seguir avanzando. Los ojos de Dalia siguen mis pasos y aumenta el nerviosismo según más cerca estoy. La entiendo, es normal, cuando llegue tendremos que ir ambos por este infierno inestable de caídas al vacío.
Avanzo, paso a paso, quedan solo tres metros. Termino por cerrar los ojos y abrir los brazos.
Avanzo el final con cierto gusto, alejando el exterior de mí. Lo hago hasta sentir una superficie más ancha bajo de mí y que los brazos de Dalia me abracen como si no nos hubiésemos visto en más de cien años.
—Menos mal... Estás bien —comento lleno de lágrimas. La daba por muerta y por fin puedo tenerla en mis brazos de nuevo.
—Jeremy, dios... ¿En qué lío te metiste?... Idiota... Siempre un idiota desde niños —me responde ella también llorando. Se limpia los mocos en mi hombro y no me importa.
—Regresen, ya sabes qué hacer, Pluma. —Nos despierta el gigante que está detrás de Dalia.
—Ya vamos... Dali, confía en mí... Solo dame las manos, no te dejaré caer. Antes de eso caigo yo... —Le digo a mi amiga para darle seguridad.
—Yo... Yo no puedo, me caeré, es demasiado alto —me contesta aguantando mis manos entre sollozos.
—También tengo miedo... Pero es nuestro único camino, eso si queremos volver a casa. —Le miento.
Realmente es el final del camino para volver a casa, pero solo ella volverá. Yo... Estaría mejor si cayera aquí, si muriera aquí no tendría que hacer cosas atroces.
—Yo... Confío... En ti —dice tartamuda.
—Iré detrás, camina enganchada de manos y piernas. Parada va a ser imposible que lo logres. Yo no soy capaz de mantenerte completamente equilibrada, ni a mí. —Le explico para hacerme a un lado.
Ella me mira y se agacha en el suelo para tomar la soga con sus manos y luego avanzar sobre esta para abrazarla con sus piernas. Termina dándose la vuelta con su cabello colgando hacia abajo.
Empezamos a sentir los abucheos del público por esta forma de trabajo, aun así están expectantes.
Yo avanzo detrás de ella con más calma, Dalia no se detiene en el avance hasta medio camino, donde le empiezan a doler los brazos por el peso.
—Jeremy, no puedo seguir, es bastante difícil. La cuerda me está quemando también la herida de la pantorrilla —me grita de forma desesperada.
—Aguanta, por favor —le pido mientras me detengo al hacerlo ella.
—¡No puedo! ¡Dios mío, esto es demasiado! —Grita entre súplicas, lo que hace que la observe y vea la distancia al suelo.
Los nervios me invaden, también el miedo a la muerte. Esto me hace perder el equilibrio, uno de mis pies falla y caigo al vacío.
¿Es mi fin?, ¿así termina todo? ¿Seré solo otro cadáver más que se lleva el circo nocturno de "Los Ángeles Rojos"?
Es cierto eso de que ves todos los recuerdos importantes de tu vida antes de morir. Por mi cabeza pasan los momentos de niño al lado de Dalia. Pasan aquellas sonrisas cuando lograba un trozo de pan para comer... Pasan las tardes con Soga, las funciones... Pasa la cara de Daga con su sonrisa cínica y también la de Látigo... Estúpido...
Sorprendente que casi no tenga buenos recuerdos... Qué asco de vida he tenido... ¿Solo esto?
Veo el rostro de Dalia gritar y cierro los ojos, pero no caigo, unas manos me atrapan sorpresivamente.
—¡Dios, no te rindas! —Grita ella, se soltó las manos, dejando solo el enganche de las piernas.
No resistirá mucho de esa manera, menos por las quemaduras enrojecidas que le está haciendo la presión en la zona.
—Suéltame, no podrás conmigo mucho tiempo. —Le digo con una sonrisa, no quiero que se lleve malos momentos.
—¡No seas estúpido!, no te voy a dejar caer... Viniste por mí... Viniste a salvarme... —Me dice ella entre lágrimas.
Puedo escuchar como el público se emociona ante la situación, parecen disfrutarlo a niveles desagradables. La emoción se hace más notable al ver como la ropa de Dalia se moja ante el miedo de la situación.
—Dalia, suéltame. Sabes, ahora que estoy a punto de morir no hay nada malo en que te lo diga. Te amé mucho, desde niños... —Le comento sin dejar de sonreír.
Ella no responde, solo trata de mirar a otro lado. Yo lo sé, no siente lo mismo, pero debía dejarlo ir.
Veo como sus piernas ceden al punto que podría ser llevada conmigo.
—Aguanta... —Me dice con su rostro rojo por la fuerza que hace.
—Adiós... —le respondo tomando su mano con la que tengo libre para zafarla.
Creo que es un buen final... ¿No?
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