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Capítulo 20: Los traidores merecen morir

Látigo me mantiene fuertemente agarrado impidiendo cualquier acción mía. Me siento ido, siento que estoy viviendo una película de terror.

Daga es bueno lanzando sus objetos... Él, no va a fallar, ¿o sí?

—La chica aquí presente delató a una persona que le salvó la vida —dice el rubio entre risas—: por lo que según las leyes del circo "Los Ángeles Rojos", ella debe unirse a nosotros o ser ejecutada. Sin embargo, no queremos personas capaces de delatar a otros en nuestras filas.

Entonces... ¿Nube me delató?, no puede ser. ¿No fue Látigo, entonces Daga solamente estaba probándome? Se me había olvidado que las personas eran así... ¿Por qué...?

Mi mirada se cruza con la de Nube, con la de esa pequeña chica menuda e indefensa que traté de proteger. Ella me delató y por eso estoy aquí, la quise salvar y por eso estoy así. Y aun con todo esto, mis ojos están derramando lágrimas y luchan contra Látigo para tratar de ir hasta ella, aunque sea en vano.

—¡Pluma!, ¡Pluma, ayuda! —Grita y llora llamando mi nombre, su mirada se posa en mí, hasta que Daga abre de nuevo la boca y le mira con miedo—: perdón, en serio, perdón. Juro que no lo haré de nuevo...

—Bien, damas y caballeros. Primer intento —dice él para en un ágil movimiento de manos lanzar la daga hacia el hombro de Nube—. Ups, creo que fallé.

El lugar se llena de la risa de los presentes y de los gritos de mi amiga... ¿Era mi amiga?

Daga continúa, lo hace una y otra vez hasta que el cuerpo ella se va llenando de heridas y armas clavadas en zonas no mortales. Él lo sabe, sabe dónde golpear para que sangre menos, ¿cuántas veces ha hecho esto?

—Ahora la última... —Le escucho decir y algo en mi cuerpo se enciende.

Siento que los brazos de Látigo me libran, no sé por qué y tampoco lo pienso mucho. Me cuesta entender sus actos.

Solo corro hasta Daga y pienso en empujarle, pero podría dar en cualquier lado a Nube al lanzar su arma. Solo hay un lugar perfecto para finalizar su acto.

Me coloco en el centro y pongo la mano en la trayectoria de la cabeza.

—¡Lo acepto!, ¡trabajaré para ustedes, pero no la maten! —Grito aún inconsciente del dolor de la daga en mi mano.

—Vaya, vaya, parece que tenemos una aparición inesperada. Bien, La joven Nube tiene ya cinco cuchillos en su cuerpo. A duras penas sobrevivirá, pero mi querida Pluma. Estas personas deben divertirse así que ten. —Se acerca hasta mí y me entrega una de sus preciadas pertenencias—. Solo debes lanzar uno, tu puntería es un asco, pero debes darle a alguna parte de su cuerpo. De ser así la liberaré y atenderemos de urgencia.

Miro la daga en mis manos, luego observo a mi "amiga" con los objetos clavados, uno en el hombro izquierdo, uno en cada muslo, otro en el brazo derecho y al lado de la cabeza, cortando parte de su oreja y mejilla.

—Yo... Yo... No... —Digo nervioso y los ojos del público me comen.

—Pluma, recuerda que si fallas es una traición y de ser así, estarás donde ella. —Señala con sus manos vestidas de guantes blancos a la chica en la ruleta.

—No creo que viva... No sé dónde golpear —argumento lleno de nervios antes de voltearme a ella.

Los ojos de Nube ruegan desde su silencio, no salen palabras de su boca, solo me mira. Parece que cree que su destino es morir.

—Hazlo, total, solo tiene una oportunidad porque estás presente —comenta él entre risas.

—¡Cállate! —Siento un aire de rabia invadir mi cuerpo—: ¿Eso quieres?, lo vas a tener... Pero si sobrevive no quiero que le toquen ni un pelo, como si se debe unir a esta mierda bajo mi custodia, creo que lo llamaste así.

—Es imposible porque eres nuevo, pero ya veré como lo hago —me sonríe como un niño.

—Perfecto. —Apunto con los ojos hacia ella, debo darle en algún lugar seguro, una pierna o un brazo. El problema es que si apunto allí fallaré, son áreas muy pequeñas.

—Perdón... Pluma... —Dice Nube en voz baja con la poca fuerza que le queda—. Tenía miedo...

—No te culpo... —Lanzo la daga y realmente dejo de pensarlo, no voy a llegar a ningún resultado importante en mi cabeza, lo único que sé, es que se ha hecho un silencio magistral en el local.

Abro los ojos con cierto miedo y la veo frente a mí, tiene la daga en el lado derecho del pecho en diagonal clavada y la mancha de sangre se va haciendo visible. La luz en sus ojos se está apagando lentamente.

—Bien, la daga ha sido lanzada. Es una zona donde realmente no pensé que cayera. ¡Bien hecho! —Dice Daga y todos en el local aumentan los bullicios.

Estoy completamente ido... ¿La maté?, sé que estoy en medio de muchas voces y aplausos, pero no logro escuchar nada. Solo siento como una mano me toma de la muñeca y me saca de ese aturdimiento.

Es Látigo que me lleva hasta la rueda de diana donde la tienen amarrada y trata de cargarla con ella acostada sobre esta.

—Látigo... Está muerta... No sirve de nada... —digo entre desánimos, pero ayudo por el otro lado.

Él, como la mayoría de las veces, no contesta y solo la carga junto conmigo, para sacarla del lugar. Dejamos atrás la sala para locos que había y hace entrada otro actor, pero realmente no me interesa.

—Por favor... Nube, no mueras —digo con nervio cargando el objeto intentando no moverla. Veo su pecho subir de arriba abajo dándome la idea de que aún está viva... pero no sé por cuánto.

Mis ojos suben para toparse con los de Látigo en el trayecto, no puedo pensar bien y todo el alcohol se me fue con los sustos de esta noche.

—Tú... Gra... —soy detenido por su cabeza al negar.

Señala con su dedo índice, aun sobre la madera, una carpa a solo cuatro metros. Debe ser la enfermería de esta zona especial...

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