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24.


ELENA:

─¿Te gustó el agua? ─le pregunté.

Estábamos en la habitación. Habíamos terminado de cenar tras nadar casi toda la tarde y tomado una ducha para sacarnos el cloro, yo primero que él. En este momento, ambos limpios, pasaba una toalla por su sedoso cabello negro después de haberlo convencido de que peinarse no era solo de chicas. Joshua asintió, permaneciendo quieto hasta que terminé de peinarlo y salió corriendo hacia su cama, la parte de debajo de mi litera, en medias.

Era tan lindo.

Me levanté del colchón, igualmente en pijama, y tomé mi celular. Antes de salir al exterior de la cabaña que compartíamos le hice un movimiento con el pulgar para indicarle que estaría fuera. Cerró los ojos tras sonreírme una última vez, cayendo exhausto debido al agotador día que tuvimos. Cuando llegué al balcón me apoyé en la barandilla, cruzándome de brazos para protegerme del frío mientras me preguntaba si era correcto llamarlo.

¿No se suponía que había hecho este viaje para poner distancia entre nosotros? ¿Para volver a mi viejo yo convencida de que hacer de su vida uni infierno sería fácil? Sin dudar más, me enderecé, avancé dos pasos hacia el interior de la cabaña y... a medio camino me arrepentí y marqué su número. Respondió al segundo timbre.

─¿Cómo estás? ─le escuché preguntar.

─Bien, ¿tú?

─Igual. En estos momentos voy de camino a la oficina, tengo una reunión con tu hermano a primera hora.

Aquello me extrañó. ¿Ethan estaba en Nueva York? ¿O hablaba de Elliot?

─Mándale saludos de mi parte. Dile que no se vaya sin verme. ─Puse una mano sobre mi frente al recordar que se trataba de Ethan─. ¿Quieres que te llame más tarde? No quiero que tengas un accidente.

¿Puedo sonar más patéticamente preocupada por mi malévolo prometido?

─¿Qué tal si yo te llamo cuando sean las ocho de la mañana allá? Así puedes dormir bien ─ofreció.

Algo de decepción floreció en mi pecho ante su preocupación. Era lindo que pensara en mí, pero también me hubiera gustado hablar más con él. Curiosidad de saber cómo iban las cosas con Nora. Nada más.

─De acuerdo, hasta mañana.

No respondió, pero tampoco colgó. Mi corazón se aceleró cuando habló tras un rato de silencio.

─¿Elena?

─¿Sí?

─¿Qué querías decirme de Joshua?

No podía creerlo. Sebastián recordaba su nombre.

¿Se lo decía?

Hoy en el desayuno Vicente confesó la razón por la que no estaba con sus padres. Era huérfano. El orfanato cristiano dónde vivía lo pudo ingresar en el hospital a través de sus fondos de caridad. La monja que iba a acompañarlo al paseo, puesto que esta sería cubierto por el hospital, tuvo problemas de último momento que atender en el convento. Ya que no había nadie más para suplantarla, Vicente hizo usos de sus contactos en el juzgado, en más de una ocasión ha trabajado para ellos, y consiguió un permiso para ser su tutor durante el viaje.

─Es huérfano ─murmuré.

─Elena...

─Sí, lo sé. No puedo hacer nada al respecto. Tú tampoco.

¿Qué esperaba?

¿Sinceramente? Sebastián no cogerá el primer vuelo disponible a Grecia solo para abrazarme y hacerme sentir mejor. No se tomaría tantas molestias por mí. Aunque en algunos momentos pareciese lo contrario, nuestra relación estaba basada únicamente en sexo. Sexo que con un poco de odio y rabia por estar en posiciones que no queríamos terminaba siendo más emocionante. Eso quedó más que claro cuando lo vi con otra un día después de haber estado conmigo para asegurarse de que mis hijos llevaran su sangre.

─Espero tu llamada ─le dije antes de colgar sin dejarlo responder.

Tratando de controlar el nudo en mi garganta, entré de nuevo en la cabaña. Mi mirada se dirigió a Joshua y no pude evitar sentir pánico cuando no lo encontré. Rápidamente recorrí la habitación para finalmente encontrarlo en la parte de arriba de la litera, en mi cama cubierto de pies a cabeza con su manta. Cerré la puerta de cristal tras de mí y caminé suavemente hasta él, haciendo un intento por no hacer ruido que fue en vano cuando empecé a subir las escaleras tras apagar la luz. Aún en la oscuridad pude distinguir las pecas en su rostro a través del brillo de la luna. Lo moví con cuidado para hacerme sitio junto a él. A penas mi cabeza impactó con la suavidad de la funda, adopté la misma posición que él, abrazándolo tan fuerte como él abrazaba a su oso.

SEBASTIÁN:

─La señorita Johnson está aquí.

Terminé velozmente de firmar unos papeles y presioné el intercomunicador.

─Lisa, por favor, dile que entre ─le indiqué.

Casi al minuto de mi respuesta oí el eco de los tacones de Sara esparcirse en ondas sonoras por toda mi oficina. No sentía vergüenza. Culpa. Solo ansiedad, a lo que me estaba acostumbrando. Quería salir de esta aventura lo más pronto posible para poder ver hacía dónde me llevaría la marea con Elena. Quizás nuestro matrimonio terminara siendo un infierno, pero malditamente no podrían culparme por no haberlo intentado.

─¡Te dije que no puedes estar sin mí!

Sí. Eso fue lo primero que dijo al cerrar la puerta. Como si un vaso con un algodón húmedo no pudiera suplantar la sensación de su vagina. Después de que cierta mujer entrara en mi vida a la fuerza, no podía evitar compararlas. Aunque no era algo que quisiera. Créanme. Lo más divertido para un hombre no es comparar a sus amantes, en realidad es bastante molesto tener que recordar las cosas que no te gustan de una persona, pero decir que estas son compensadas con cosas que la otra no tiene, pero que a su vez gana en. Pero había detalles, malditos detalles, que las diferenciaban tanto y hacían que me resultara casi imposible no hacerlo. Nunca me había dado cuenta de la desagradable forma en la que sus pechos brincaban con cada sílaba que salía de su boca debido a lo ajustada que era su camisa, por ejemplo. O la multitud de defectos en sus piernas de los que parecía inconsciente. Ello contra la elegancia innata de Elena y sus vestidos, la mayoría de ellos hechos para desatar la imaginación en mi cabeza, estaba... obsoleto.

Sin gracia.

Pero Sara nunca me diría que no a follar en el coche... o en el ascensor de la oficina, el cual realmente era pequeño y dónde presentía que Elena me daría una bofetada si se lo proponía. También estaba el asunto de la mamada en el baño de la peluquería de su molesto perro chihuahua, dónde la recogí una vez borracho.

─Toma asiento, Sara. Por favor ─le pedí montando mis pies sobre el escritorio, entrecruzando mis manos por encima de mi entrepierna en un claro mensaje subliminal a pesar de la tentación.

Negando con la cabeza en desaprobación a mi polla, quién parecía siempre estar llevándome la contraria, poniéndomelo más difícil sea cual sea el camino que escoja, seguí adelante.

─¿Qué sucede? ─preguntó pareciendo genuinamente preocupada, probablemente consciente de lo que venía a continuación.

Arrugo la frente. ¿Tanta importancia le daba a unos cuatro polvos?

─Esto se acabó. No puedo tener más de estos... encuentros casuales contigo ─retiré la bandita de un solo golpe.

La maquinaría Broke ha cerrado para ti, nena.

─¿De qué hablas? ─exigió saber levantándose abruptamente.

─Tú. ─La señalé─. Yo. ─Me señalé─. Esto. ─Nos señalé─. Se acabó.

A pesar de que no estaba realmente molesto o emocionado por terminar esto, en realidad más allá del hecho de que una vez lo usé como arma para hacerle daño a Elena, hacerla sentir celosa, me era indiferente. Eso debía significar que era un completo idiota, pero eso ya lo sabíamos todos. Sara, especialmente, lo supo cuando accedí a follar con ella estando comprometido con otra y siendo su jefe.

No había ninguna sorpresa aquí.

─Sé muy bien de lo que hablas, pero ¿por qué? ─Se cruzó de brazos sobre el pecho─. ¿Por Elena? ¿Por esa zorra con la que te obligaron a comprometerte? ─escupió.

Presioné mi sien.

─Ya te puedes ir.

─¡¿Qué?! ¡A mí no me despachas así! ¡Te demandaré por acoso!

Arrugué la frente.

─¿Acoso? Está bien, hazlo, pero le entregaré una copia del vídeo a la fiscalía de la vez que viniste de noche a cumplir tu fantasía sexual sobre violarme. Eso quedó grabado en la memoria de las cámaras de la vigilancia ─le dije sin estar en lo absoluto preocupado por sus amenazas.

Solo con llevar el registro de mis llamadas telefónicas, evidencia de las treinta o más que desvío de su parte al día, tendría un sólido caso en su contra. Sería triste que Elena tuviera que atravesar por todo esto como mi prometida, pero no había nada que pudiéramos hacer al respecto.

Malditamente no me dejaría chantajear por Sara.

─No, no serías capaz, no si Elena puede ver cómo...

─Elena es consciente de que no era un monje antes del matrimonio.

Soltando un bramido, Sara se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida mientras continuaba gritando. Dirigiéndome una última mirada, tomó el pomo y mientras se apartaba con la mano tiras de su cabello pelirrojo del rostro. Un rostro que desearía no haber visto jamás.

─¡Eres un imbécil! ¡Te arrepentirás de haberme conocido!

─Ya lo estoy haciendo ─murmuré más para mí mismo que para ella.

Justo en el momento en el que se marchó, Lisa habló por el intercomunicador para anunciarme la llegada del hermano de Elena. Como si mi oficina fuese el sitio de las emociones fuertes del día, Ethan entró sin tener la menor idea de lo que aquí acababa de suceder. Cerró tras él, una mirada asesina en sus ojos azules, antes de llegar a mí y empezar con el drama que llevaba tiempo esperando, sentándose en la silla dónde antes había estado mi ex amante.

─¿Entonces ahora te vas a casar con Elena?

─SÍ ─respondí sin presentar ningún tipo de excusa.

¿Qué le podía decir si no? Algo como que Eline no me pareció la adecuada, pero Elena sí sonaría como la mierda cuando era de sus hermanas de quién estábamos hablando.

─Así que no te gustó Eline... entonces decidiste realizar una devolución.

Arrugué la frente.

─¿Creo que intercambio es una palabra más adecuada?

La cagué, pero no podía evitar ser un idiota nervioso sin control de sus palabras. Ethan no solo era un socio en los negocios. Lo conocía lo suficiente como para llamarlo amigo y era el hermano de Elena, por amor a Dios, una persona con quién lidiaría toda mi vida. No tenía pensado que una enemistad entre nosotros jodiera mi camino hacia el corazón de la rubia, pero aún así no podía evitar no saber cómo actuar y arruinarlo.

Rodeó mi escritorio y me obligó a levantarme colocando sus manos en el cuello de mi camisa. Sujeté sus muñecas en un intento de hacer que me soltara por las buenas, no quería golpearlo, pero eso no fue suficiente. Aunque no era tan ancho como yo, no era especialmente débil. Y aunque no poseía los mismos ojos verdes de Elena, sino los azules de Christian, no podía evitar notar lo parecidos que eran.

─Dame una razón para no matarte por meterte con mis dos hermanas.

De nuevo, dije lo primero que se me vino a la mente.

─Me gusta tu hermana ─solté─. Realmente quiero intentarlo.

Su agarre se reforzó.

─Eso me haría sentir mejor si supiera de cuál de las dos estás hablando ─gruñó, soltándome, ante lo cual pude respirar─. Habla, Broke, dime qué está pasando. Me voy un mes a atender la inauguración de nuestro hotel en Dubái y descubro que papá planeó casarte con Eline por no sé qué mierda de trato, pero no funcionó y ahora estás tras Elena.

Negué.

─No es así cómo sucedió.

Ethan asiente, su cabello rubio dorado, como el de Elena, moviéndose.

En mi opinión lo lleva demasiado largo para ser un hombre, pero el idiota sabe cómo lucirlo sin lucir como un marica. En realidad parece una estrella de rock, una con más dinero del que podría contar si alguna vez se pusiera en ello sin la necesidad de cantar una maldita canción.

─Entonces sírveme una maldita copa antes de que me vuelvan a dar más ganas de matarte y explícame ─ordenó sentándose de nuevo.

Solo porque se trataba del hermano de Elena y no de cualquier otra persona, lo hice en lugar de echarlo. Una vez los dos tragos de whisky estuvieron frente a nosotros, servidos por Lisa, volvimos a nuestra amigable conversación.

─Aunque siento que esto es algo que no me concierne...

─Habla.

─...te diré cómo sucedió. ─Bebí un poco─. Estaba comprometido con Eline, algo de mutuo acuerdo, aunque no niego que tu padre tuvo un poco de influencia en el asunto. ─Ethan alzó las cejas, pero no interrumpió─. Pero Elena se enteró de lo que sucedía y volvió a casa. Ya nos conocíamos. Me odiaba. Nunca vi venir que pudiera obligarme a casarme con ella, pero lo hizo. Nos conocemos por poco tiempo, pero tu hermana me tiene... ¿atrapado por las pelotas? Sí. Esa es la palabra. Atrapado, pero no con un par de manos, ella tiene tenazas. Estoy jodido.

Ethan, al final del silencio, solamente negó.

─¿Qué? ─pregunté.

─¿Eres un imbécil? ¿No te das cuenta de las consecuencias de hacer que una de mis hermanas se case contigo por el bien de la otra? ¿Cómo te sentirás durante toda la vida sabiendo que Elena no está a tu lado por decisión propia? ─Ethan toma la botella─. ¿Cómo pudiste aceptar casarte con una mujer por dinero? ─Hizo una pausa─. Si te firmara un cheque en este mismo momento, ¿te casarías conmigo? ─No respondí. Volvió a negar con la misma decepción gravada en sus facciones─. Pensé que eras más hombre que eso, pero al parecer eres solamente una mujerzuela.

Apreté un papel en mi mano hasta convertirlo en bola, cansado de la osadía de los Stamford. ¿Mujerzuela? Si acepté casarme con Eline fue porque su padre no me dejó otra opción. Era eso o perder todo por lo que trabajé tanto tiempo. Lo mismo sucedía con Elena. Ella no me dejó escapatoria. Si alguno de ellos estuviese en mis zapatos haría lo mismo. No solo se trataba de mí, yo seguiría siendo rico si me declaraba en la bancarrota, sino de todas las personas y hogares que se mantenían gracias al funcionamiento de mis casinos. Exactamente lo mismo. Erigirían casarse con una mujer a la que no aman por encima de soportar los reproches de sus familias, en especial el de mi padre, quién siempre me resintió la decisión del abuelo de dejarme al mando, y las burlas de casi haber perdido mi herencia y más debido a que una noche de excesos en el Caribe terminó conmigo apostándolo y perdiéndolo todo en una mesa de blackjack de la competencia.

También conmigo intentando resolverlo en un tragamonedas.

Fue ahí, cuando estuve a punto de liquidar todos mis bienes para pagar la deuda, que Christian Stamford hizo acto de presencia al enterarse de mi situación para proponerme un trato. Sí yo aceptaba casarme con su hija en un futuro y unir las dos líneas, Hoteles Stamford y Casinos Broke, él podía devolverme el monto exacto que perdí. Ni siquiera dudé en firmar los papeles que decían que si en un par de años no cumplía con mi parte, todo le pertenecería de nuevo. No era tan malo como parecía. Si cinco años después de nuestro matrimonio, inicialmente previsto para Eline y para mí, aún no surgía un heredero o química, este podría disolverse por alguna de las dos partes sin ningún tipo de consecuencia para mí.

En fin, me la pasé todo ese tiempo preparando todo para la nueva forma de administración compartida y tratando de hacer que el asunto sonase como si fuese lo mejor que le pudo pasar a los casinos Broke, lo cual Steven se tragó. Todo, absolutamente todo, iba de acuerdo al plan hasta Elena decidió que lo mejor era meterse en la ecuación.

Y ahora no me imagino otro resultado mejor.

Si tengo que pasar cinco años atado a alguien que no elegí, me alegra que sea ella. Al menos serán cinco años divertidos. Ella quiere un bebé, por otro lado, lo que claramente le daré si sigue amenazándome con ir a buscar un donante de semen, lo que jodidamente no pasará, que es algo que hace todo esto un poco más serio, ¿pero realmente puedo decir que no la tomo en serio? Elena es todo menos un chiste.

─¿Por qué viniste, Ethan, si sabes que cualquier cosa que hagas no cambiará nuestra decisión?

Ethan alzó un par de cejas rubias.

¿Nuestra?

Afirmé.

─Ya te lo dije. Elena me gusta. Llegamos a un acuerdo. ─Uno más implícito que explicito, pero aún así cuenta, ¿no?─. Lo estamos intentando.

Ethan niega.

─Si no fuera por la situación en la que te encuentras me daría gusto tenerte como cuñado, pero lamentablemente no puede ser así. Mi instinto me dice que eres un buen hombre. No tengo nada contra ti ─confesó─. Elena se merece más que un matrimonio arreglado después de todo por lo que ha pasado, Broke. Ella merece amor, rosas y toda la mierda de cuentos de hadas. Si descubro que lo que dices es mentira, porque realmente me emociona la idea de Elena abriéndose a alguien de nuevo, y que no está recibiendo eso de tu parte, te destruiré.

Asentí, tomando nota, aún así mi mente enfrascada en sus palabras.

Jodidamente odiaba haber olvidado mis gafas en casa. Este era un momento perfecto para jugar a Sebastián Caine. Tendría que hacerlo sin ellas, sin embargo, porque esta conversación era algo que no sucedería dos veces. No dejaría pasar esta oportunidad.

─¿De qué sufrimiento hablas?

─Jodido imbécil ─me insultó─. ¿Por qué crees que Elliot, Eli y yo nunca la buscamos sabiendo exactamente en qué lugar del planeta se encontraba?

Me eché hacia atrás en mi asiento, jodidamente sorprendido.

¿Así que todos ellos habían sabido de Elena?

─¿Por qué nunca la buscaron?

─¿No lo captas? Se fue porque le dolía recordar. De cierta forma nosotros... su familia... le impedíamos olvidar.

─¿Olvidar qué cosa exactamente?

─¿En serio lo preguntas? ─Alcé las cejas. Él lo tomó como una invitación para seguir soltando información─ A ver. Está el haberse quedado fielmente con nuestro padre luego de la muerte de mamá. El haber tenido que hacer frente a todo sola. El no haber tenido a ninguno de nosotros cerca para ayudarla. Y, como si eso no fuera suficiente, el haberse enamorado de un chico al borde de la muerte.

Con cada causa Ethan alzaba un dedo. Ante tanto que procesar me armé de valor y lo detallé. Lo primero que noté fueron sus ojos. Ellos desprendían la misma arrogancia que siempre mantenían y que iba de la mano con el humor negro, la frialdad y la amargura. Pero, a diferencia de todas esas veces donde había podido observarlo y estudiarlo de lejos, impulsado a conocer y tratar con las personas con las que se suponía que tenía que trabajar en un futuro, estaban nublados por el alcohol. Ethan estaba borracho. Probablemente había llegado a mi oficina así.

Y seguramente por ello no se daba cuenta de que estaba soltando información que para su hermana significaba mucho.

─¿Chico al borde de la muerte? ─repetí. .

─Sí. Un rubio que conoció en la feria con cáncer terminal ¿Puedes creer que ella nunca se fijó en los chicos de la escuela y sí decidió mantener una relación con un sujeto con esperanza de vida más corta que la de una mosca? ─Movió la cabeza de un lado a otro como si todavía no lo creyera. Yo hice lo mismo solo para seguirle el juego, aunque la única cosa que verdaderamente quería hacer era beber y emborracharme casi tanto o más que él, pero si lo hacía no obtendría las respuestas que tanto quería, por lo que no me quedaba más opción que seguir─. Siempre supe que su pasión por ayudar a los demás sería llevada a los extremos. Esto que hace por Eline no es lo más estúpido que ha realizado

─¿No? ¿Qué más ha hecho?

─Una vez volví a casa con Elliot después de pasar el verano en Francia y me encontré con la noticia de que se había rapado todo el cabello por Gabe. No te imaginas la furia de Christian y del mismo Gabriel. Él no estuvo de acuerdo, pero aun así no puedo olvidar su expresión cuando fue por ella. Porque a pesar de haberse molestado, le hacía feliz saber que Elena lo amaba tanto ─soltó con los ojos en blanco─. Mi padre también se dio cuenta de ello. Su primera reacción fue asustarse. Hizo lo posible para separarlos y evitar que Elena saliera lastimada, a este punto todos sabíamos que moriría y lo ayudamos porque pensábamos que era lo mejor. Lo rechazábamos. La heríamos. Lo que no sabíamos era que ya era demasiado tarde para separarlos. Elena tuvo que pasar por malos momentos para que nos diéramos cuenta de ello. ─suspiró─. Cuando nos resignamos papá empezó a ayudar con sus gastos médicos, pasamos tiempo con él y lo aceptamos, pero aún así ya el daño estaba hecho. Elena ya no nos tenía la misma confianza, así que... ──Su cabeza se inclinaba levemente hacia adelante. ¿Estaba quedándose malditamente dormido?─. Lo acompañó, se mudó con él, cuando decidió que quería desconectarse de cualquier atención y pasar lo que le quedaba de vida con ella y su familia. Eventualmente murió.

─¿Y luego? ─presioné, aunque parte de mí no quería saber.

Esto estaba resultando ser más profundo y lleno de mierda de lo que me esperaba. Explicaba, también, el desapego que probablemente ella había sentido hacia la vida al momento de tomar la decisión de sacrificarse y ocupar el lugar de Eline.

No sabía cómo sentirme al respecto.

─Elena regresó a casa, pero lloró durante días, semanas, tal vez meses, en su habitación. No comía. No dormía. No salía. Creo que pensó que Elliot y yo nos iríamos de nuevo, así que esperó que Eline regresara de su internado para irse. Luego de seis años o más, no soy bueno con las fechas, aquí estamos ─dijo─. Supimos dónde estaba todo este tiempo, pero como parecía estar teniendo una vida más allá del zombie en el que se convirtió aquí... no interrumpimos y guardamos su secreto de papá.

─¿Cómo sabías dónde estaba?

─Le regalé su primer teléfono. La línea estaba a mi nombre. GPS.

Ethan, como si ya no pudiera esconder la fatalidad de su estado, se puso de pie y tartamudeó una despedida en compañía de la advertencia de molestarse mucho si Elena no lo visitaba a penas llegara, mensaje que prometí que le daría.

Mierda.

En el sentido literal de todo, aún no podía digerir tanta información, tantas razones, tantas consecuencias, tantas respuestas. El desorden sobre la mesa era prueba de la locura que se estaba desatando en mi interior. Solo quería verla, abrazarla, consolarla, acunarla en mis brazos y decirle que todo estaría bien. Prometerle que tanto como si ella lo permitía como si no, yo estaría allí para cuidarla de las formas en las que sabía. Para ayudarla a terminar de sanar las heridas que incluso su familia cavó en su corazón.

Inclusive si soy parte de ese mal.

Sin pensarlo dos veces, presiono el intercomunicador.

─¿Lisa? ─Mierda. No reconocía mi propia voz.

─Señor, ¿se encuentra bien?

─Sí ─mentí─. Solo necesito que tengas el avión preparado para dirigirnos a Atenas en dos horas, más o menos. Dile a William que se queda a cargo. Llevo un acompañante.

Colgué sin esperar respuesta alguna y tomé mi saco, saliendo de la oficina sin ponérmelo. Estaba esperando por el ascensor cuando Lisa me alcanzó luciendo cansada. La pequeña y regordeta rubia merecía un aumento. También un día en el spa por todo el estrés que debía recibir en propagación de mi oficina.

─¿Qué quieres, Lisa? ─pregunté.

─¿Qué hago con las reuniones que tiene para hoy y mañana?

─Cancélalas. También las del día siguiente y el siguiente a él. No sé si las del día siguiente a esos también, pero quiero que estés preparada para cancelarlas también ─contesté mirando mi reloj.

Esperaba que no me tomara más de una hora arrastrar a Nora al aeropuerto, aunque después de anoche no tenía ni idea del estado en el que la encontraría.

─Pero, señor... son importantes ─tartamudeó.

─Entonces prográmalas.

La luz del ascensor se encendió y seguidamente sus puertas metálicas se abrieron. Entré rápidamente.

─¿Y Lisa?

─¿Sí?

─Tómate estos días libres. Sal con tus amigos. Diviértete. Has otra cosa que no sea ocultarte tras el escritorio y ver las repeticiones de Glee.

La mujer se ruborizó. Le guiñé un ojo en complicidad antes de que las puertas se cerraran. Si antes no sabía lo que sentía por Elena, en este momento, descendiendo por el ascensor mientras sentía los nervios y los celos quemar mis venas, lo sabía.

Ahora solo tendría que demostrárselo. 



Al fin una actualización jajaja

Lo siento. Es que he estado un poco ocupada últimamente con varios proyectos. Es que he decidido que si la montaña no viene a mí, yo iré a ella. También está el asunto de las elecciones en mi país, lo que me tiene algo deprimida, pero estoy enfocada en mirar hacia adelante.

Agradezco sus votos y comentarios lindos ahora más que nunca.

Espero que les haya gustado el capítulo y poderles subir otro pronto.

Cap dedicado a: marcela1999 jajaja

Para ganar el siguiente, a la que + comente. 

Las amo.  

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