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Capítulo XXII: Canciones de otros para que pienses en mí.

Lia despertó la mañana del lunes sobresaltada, anhelando encontrarlo a su lado, aunque sabía que eso era imposible. Todas las palabras dichas por Damir la noche anterior, invadieron su mente como un torbellino y, sin darse cuenta, recordó su voz, aquella voz grave que electrizaba su piel y calmaba su espíritu, esa voz que nunca podría sacar de su cabeza. Entonces lo supo, cada fibra de su ser le pertenecía a aquel hombre, nada ganaría con seguir negándolo. La pregunta era ¿él sentirá lo mismo? Se sorprendió analizando sus gestos, sus palabras, todos los detalles que había tenido con ella desde que lo conoció, esos que la habían hecho conocer al verdadero Damir. No pudo evitar sentir esperanza y se perdió en los recuerdos de todos los momentos que habían pasado juntos, mientras acariciaba los finos pétalos de la rosa de cristal sin temor a herirse los dedos.

De pronto escuchó que tocaban a la puerta, ¿quién podría ser tan temprano? Ella ni siquiera había desayunado y David aún dormía. Recordó entonces que su teléfono se había roto y nadie tenía cómo localizarla, podría ser cualquiera. Se lavó el rostro rápidamente y alisó sus cabellos con los manos. Sonrió como una adolescente cuando lo vio frente a ella, realmente iba a optar por creer que sus pensamientos eran tan poderosos que habían conseguido materializar sus más profundos deseos.

—Buenos días, Liana.

—Buenos días. Pasa —dijo ella a la vez que se movía de la entrada.

—Solo un minuto, desgraciadamente hoy no dispongo de mucho tiempo. Pasé a saber cómo estabas y a traerte algo.

—¿Qué es? ¿Se me quedó alguna cosa en tu auto ayer?

—No, vine a darte esto. —Damir sacó un celular de su bolsillo.

—No entiendo.

—Vi lo que pasó con tu teléfono, me imagino que fue cuando recibiste la noticia, así que decidí regalarte uno, tengo varios, las compañías me los dan para promocionarlos.

—Yo... no puedo aceptar algo así, lo siento.

—¿Por qué? Sé que lo necesitas para comunicarte con tu familia, sobre todo ahora que están pasando por algo tan doloroso.

—Puedo hacerlo a través del móvil de David, en cuanto pueda, me compraré otro.

—Hay cosas que no debes decir delante del niño, Liana. No seas terca, tómalo. Te prometo que no hay segundas intenciones.

—No, nunca pensaría eso de ti. Simplemente no puedo, es demasiado. ¿Ya desayunaste? Voy a hacer café. Si me esperas un segundo te traigo una taza, la vas a necesitar, duermes muy poco —diciendo esto, Lia entró en la cocina, dejando a Damir completamente solo en medio de la sala.

Ella sintió como si su corazón fuera a salírsele del pecho. ¿Habría sido muy grosera? Nunca le habían gustado esa clase de regalos, además, no quería que la viera como alguien interesada. Preparó el café rápidamente, a pesar de los nervios. Regresó a la sala con dos tazas en sus manos y casi se le caen cuando la encontró completamente vacía: Damir se había ido sin avisar. «¿Se habrá ofendido? —pensó.» En ese momento sus ojos se posaron sobre la mesita de centro: allí estaba el celular. Lo tomó en sus manos y descubrió una pequeña nota debajo.

"Recuerda que odio la palabra "NO". Dentro te dejé algunas sorpresas. I see you soon,

Damir"

Lia no pudo evitar sonreír cuando leyó sus palabras. Siempre se salía con la suya. Curiosa, encendió el celular, todavía no tenía contraseña. Se emocionó al ver que el fondo de pantalla era la foto que había tomado Damir en el paseo a Kok-Tobe, así que decidió enviarle un mensaje de texto. Buscó en los contactos y solo estaba su número, luego debía importar los demás desde su antigua SIM o de su cuenta de Google.

«Gracias, kazajo testarudo. Me encantó la foto. Regresa por tu café, me dejaste plantada.»

Su corazón dio un vuelco cuando sintió el tono del celular indicando que tenía una llamada entrante: por supuesto que era él.

—Por nada, cubana terca. Me alegro que te gustara esa foto.

—Aquí tengo tu café.

—Lo siento por eso, te prometo que otro día tomamos uno. Tengo una reunión muy importante en veinte minutos, ya voy atrasado.

—¡Rayos! Se me hace tarde a mí también, David ni se ha levantado todavía.

—Luego revisa en los archivos. No me gustan mucho las Listas de Reproducción, pero te hice una especialmente para ti. Me dices después si te ha gustado.

—Gracias.

—Nos vemos, Liana. Saluda a mi amigo David.

—Cuídate mucho, Damir.

Cuando colgó el teléfono, Lia se apresuró a preparar el desayuno y a despertar a su hijo, era casi seguro que saldrían atrasados esa mañana. El día transcurrió normalmente y, al llegar la tarde, juntó valor para llamar a sus padres, algo que la dejó muy abatida. El niño se sorprendió al ver el nuevo teléfono. «Es igual al de Damir —le dijo.» Ella solo se limitó a asentir y el pequeño no insistió al verla tan triste.

Esa noche, antes de dormir, revisó en los archivos del nuevo celular y sonrió al ver la lista de canciones que le había dejado Damir. Estaban todas las del día de karaoke, algunas piezas de música clásica, entre otras en español, inglés y kazajo. Sin pensarlo dos veces se colocó sus audífonos y reprodujo "Contigo en la distancia", de algún modo esa canción le recordaba sus raíces y, a su vez, la hacía pensar en su abuelo.

🎶No existe un momento del día
En que pueda apartarme de ti,
El mundo parece distinto
Cuando no estás junto a mí-i-i.

No hay bella melodía
En que no surjas tú
Ni yo quiero escucharla
Si no la escuchas tú.

Es que te has convertido
En parte de mi alma
Ya nada me consuela
Si no estás tú también.

Más allá de tus labios
Del sol y las estrellas
Contigo en la distancia
Amado mío, estoy.🎶

La voz de Cristina Aguilera resonaba en sus oídos todavía cuando decidió enviarle un mensaje de agradecimiento, aunque no tenía muchas esperanzas de recibir una respuesta inmediata.

«Buenas noches, gracias por las canciones, con tan solo escuchar una he recordado a mi Cuba hermosa y la época en que cantaba en la ducha. Es la magia de la música, supongo. ¿Qué tal tu día?»

Lia esperó algunos minutos mientras escuchaba otras pistas y, al no obtener respuesta alguna, apagó el teléfono y se dejó vencer por el sueño.

El día de Damir había sido realmente agotador, ni siquiera tuvo un minuto libre para pensar en algo que no estuviera relacionado con el concierto. Luego de la reunión, se dirigió al estudio para encontrarse con su equipo de trabajo y conocer a los nuevos integrantes de este. Estuvieron todo el día planeando el orden de las canciones, los efectos del escenario, entre otras cuestiones. Llegó a casa muy tarde, ya todos dormían menos su abuela, que lo esperaba en el sofá. La acompañó a su cuarto y, luego de tomar una ducha, se dejó caer en su cama y se durmió profundamente.

Lo despertó la alarma de su celular mucho antes del amanecer. Luego de asearse, se vistió con la primera ropa que encontró en el clóset y salió de su habitación. Tomó un café y, cuando se disponía a marcharse, su madre y su abuela insistieron para que desayunara otras cosas, pues sospechaban que el día anterior apenas había probado bocado.

De camino al garaje, encendió su teléfono móvil, el cual permanecía en silencio desde el día anterior. Sonrió como un niño cuando vio su mensaje y se detuvo a contestarlo.

Damir: Buenos días, Liana. Ayer tuve un día muy agitado. Me alegra que te gustaran las canciones. ¿Ya no cantas en la ducha?

Continuó su camino pensando que ella aún no estaría despierta, pero se equivocó, lo sorprendió el sonido de su teléfono que anunciaba un nuevo mensaje:

Lia: Buenos días. ¿Cómo amaneciste? ¿Dormiste bien? Solo canto cuando estoy feliz.

Damir: Sí, dormí algo, el cansancio me venció. ¿Y tú? ¿Estuviste despierta hasta muy tarde escuchando música? Espera, voy a llamarte.

Damir marcó el número de Lia y ella contestó del otro lado:

—Hi, stranger.

—Buenos días, Liana.

—Anoche quería escucharlas todas, pero el sueño fue más fuerte que yo. Además, algunas me recordaron a mi abuelo, era una persona muy alegre, adoraba los boleros y las rancheras. Solo tengo una duda, ¿por qué no incluiste ninguna de tus canciones?

—No lo sé, simplemente no se me ocurrió.

—Mentir no se te da bien. Yo solía escucharte todas las noches, tu voz me transmite paz. Quiero todas tus canciones de vuelta en mi teléfono.

—Puedo hacer algo al respecto, aunque se me ocurre una idea mejor, ¿tienes alguna petición especial para el concierto? ¿Hay alguna canción que quieras escuchar?

—Te diría que quisiera escucharte cantar en español, pero no recuerdo que lo hayas hecho antes.

—Veré qué hacer para complacerte, pero no te prometo nada. ¿Algo más?

—Sí, hay una canción tuya que he escuchado poco y me encanta, "If I never breathe again". ¿Crees que puedas incluirla?

—Es que tengo muy mala memoria, ¿podrías recordarme la letra?

—Muy astuto, pero no me vas a hacer cantar al amanecer y por teléfono, se escucharía fatal.

—Es que tu voz me calma.

—No te burles.

—No lo hago. Solo quiero escucharte cantar una de mis canciones.

—Está bien, pero sin juzgar.

Lia intentó aclarar su garganta mientras sonreía como una tonta al imaginar el rostro de Damir cuando la escuchara cantar:

🎶If I never breathe again
You should always know
If this ever comes to end
I couldn't ask for more
I wouldn't ask for more🎶

—Ya la recuerdo.

—Pesado.

—Me alegra mucho escuchar tu voz al despertar, eso me hace creer que mi día será estupendo.

—Gracias. Hay algo que quiero pedirte —Lia dudó unos segundos en continuar—. Ya que últimamente has sido nuestro ángel guardián, quisiera que pasaras la Nochebuena con nosotros, es el día 24.

—Acepto, los musulmanes no celebramos esa fecha, pero estaré encantado de estar allí con ustedes. Trataré de llegar lo más temprano posible, te lo prometo. Luego paso a dejarles las entradas para el concierto. I see you soon, Liana.

—I see you soon... ¿Damir?

—¿Sí?

—Cuídate.

—Lo haré. Tú también.

Cuando Lia colgó el teléfono, sintió una especie de corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo, estaba realmente feliz. Por suerte, tendría varios días para preparar la cena, quería que fuera especial.

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