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Capítulo XX: Bienvenidos al paraíso.

Durante el transcurso del viaje por carretera, los tres permanecieron en silencio. Damir iba al volante, mientras Lia y David viajaban en el asiento trasero, abrazados. Ella admiraba el paisaje que iba apareciendo a medida que dejaban atrás la ciudad. La vegetación, con los colores típicos del otoño, cubría ambos lados del pavimento. Algunos árboles ya comenzaban a lucir sus ramas al descubierto, lo cual anunciaba la proximidad del invierno. A lo lejos se erguían majestuosas las montañas nevadas de Ile-Alatau, la vista era sorprendente.

La travesía en auto duró poco más de media hora, hasta llegar a unos carteles que anunciaban que, a partir de allí, no se permitía la entrada de vehículos. Lia sonrió al descubrir el lugar al cual se dirigían, pero no dijo nada.

Bajaron del auto y Damir abrió el maletero, del cual comenzó a sacar varias bolsas y mochilas que contenían las compras que había realizado para el viaje. Intentó negarse a que Lia lo ayudara a cargar algunas, a lo que ella objetó que no era la típica princesa delicada; el joven cantante no tuvo más remedio que ceder.

Se adentraron en un bosquecillo de coníferas hasta dar con un sendero perfectamente marcado en medio de la maleza, evidenciando el paso frecuente de personas por el lugar. Caminaron un pequeño tramo de forma ascendente, para luego descender a campo abierto por una zona árida bordeando el desfiladero entre las montañas. El aire frío les golpeaba el rostro a pesar de que el sol brillaba en medio del cielo, era casi mediodía. Damir se detuvo de pronto y, luego de recobrar el aliento, los instó a beber agua.

—Quiero pedirte algo —dijo dirigiéndose a Lia.

—¿Qué? —respondió ella.

—Quiero que cierres los ojos a partir de aquí. David y yo te guiaremos.

—Está bien.


Lia no tenía fuerzas para negarse en ese momento, simplemente decidió dejarse llevar, además, sabía que Damir llevaba días preparando esa sorpresa para ellos. Cerró los ojos y continuó caminando lentamente cuesta abajo, sintiendo el suelo rocoso bajo sus zapatos y guiada por las manos del joven y su pequeño hijo. Minutos después se detuvieron.

—Ya puedes abrirlos —le dijo Damir.

—¡Mamá tienes que verlo! —exclamó David.

Los rayos del sol cegaron sus ojos por unos segundos, pero cuando logró contemplar el paisaje que tenía justo frente a ella, simplemente quedó sin palabras. El Gran Lago de Almaty lucía todo su esplendor. En medio de las montañas nevadas, la luz del astro rey vestía sus aguas de color azul turquesa, estas eran transparentes, apacibles, tan solo contemplarlas serenaba el espíritu y Lia no podía dejar de hacerlo, incluso se veía más hermoso que el cielo. Las nubes rozaban las cimas de los montes y se confundían con la nieve que salpicaba sus laderas. De pronto el viento sopló y las nubes cubrieron el sol por unos segundos, haciendo que el azul del lago se tornara más oscuro. David estaba maravillado ante este efecto alucinante y Damir solo tenía ojos para ella: hubiese dado todo por capturar para siempre las emociones que pudo percibir en su rostro al vislumbrar aquel lugar mágico.

—Bienvenidos al paraíso —dijo finalmente.

Lia esbozó una media sonrisa al tiempo que lo miraba directo a los ojos:

—Este lugar es bellísimo, no existen palabras para describirlo. ¿Podemos acercarnos más?

—Me temo que no, el Gran Lago es la mayor fuente de agua potable de toda la región, no está permitido bañarse en él ni aproximarse demasiado a la orilla y, por supuesto, tampoco arrojar basura —diciendo esto, señaló algunos carteles que se encontraban a su alrededor.

—Nadie nos está viendo, yo solo quiero admirarlo un poco más de cerca.

—Siempre hay guardias custodiando la zona, de seguro nos topamos con alguno, es mejor precaver, estamos junto a la frontera con Kirguistán además. Es un zona muy popular también entre los turistas y los habitantes de las ciudades, pero en esta época no suelen venir mucho debido al clima.

—Está bien, debo conformarme con contemplarlo todo desde aquí entonces —contestó Lia al mismo tiempo que se sentaba sobre una enorme roca sin poder apartar la vista del paisaje.

Damir le hizo señales a David para que lo acompañara y Lia quedó sola absorta en sus pensamientos. Su mirada se perdió entre las aguas tranquilas y en el azul de cielo, la paz que sentía en aquel sitio era sublime.

De pronto miró hacia atrás y pudo ver a Damir y a David intentando jugar al fútbol en un pequeño terreno un poco más llano que el resto, pero la pelota siempre descendía cuesta abajo, por lo que desistieron de su juego. El niño sacó su nueva cámara y se puso a fotografiar todo el lugar, mientras que el joven cantante buscó algo dentro de una mochila y se dirigió hacia ella.

—Prueba con esto —dijo mientras le ofrecía unos binoculares.

—Gracias.

Lia pudo contemplar más detalladamente como las coníferas y los fresnos serpenteaban algunas pendientes y parte de la orilla del lago, contrastando con la roca infértil de las montañas. A su alrededor, la hierba tenía un color grisáceo, debido a la sequía que caracterizaba esta época del año. Su mente intentó imaginar cómo luciría todo al llegar la primavera, de seguro sería aún más hermoso. En ese instante, sintió como el viento soplaba y despeinaba sus cabellos sueltos, por lo que instintivamente se colocó un gorro tejido que llevaba en su bolso.

—¿Te sientes mejor? —volvió a decir él.

—Un poco, no puedo evitar pensar en mi abuelo en un lugar como este. Él adoraba estar en contacto con la naturaleza. Toda su vida vivió en el campo, nunca nadie pudo sacarlo de allí. Decía que la tierra daba sus frutos a quienes la trabajaban con amor y esfuerzo, fue lo que hizo hasta sus últimos días. Era un hombre excelente.

—Los abuelos son como nuestros segundos padres. No pasa un solo un día en que no extrañe al mío.

—Mi abuelo fue eso para mí; me compró mis primeros zapatos y ropas, mis padres eran estudiantes cuando yo nací. Tengo tantos recuerdos...

—Es lo único que queda cuando alguien se marcha para siempre.

Damir se sentó junto a ella y la rodeó con sus brazos. Una extraña sensación recorrió todo su cuerpo. Por primera vez en mucho tiempo, Lia sintió que alguien podía comprenderla. Aquel cálido abrazo, en combinación con la magia del lugar, la hizo sentirse completamente en paz.

—Este lugar es hermoso, podría quedarme a vivir aquí para siempre. —Esta vez fue ella quien rompió el silencio.

—Para siempre es mucho tiempo, Liana.

—Tienes razón, además los inviernos aquí deben ser espantosos.

—Así es, muy fríos.

—Nunca pensé que llegaría a odiar tanto la nieve, se veía tan bonita en las películas, pero desde aquel invierno que llegué a Kazajistán en el que casi nos congelamos, me di cuenta de que nada es lo que parece.

—¿Crees en Dios, Liana? ¿En Alá?

—¿A qué viene esa pregunta?

—No lo sé, es que contemplando este lugar me doy cuenta que alguien debió crear esta maravilla para nosotros.

—¿Estás seguro que quieres escuchar mi respuesta?

—Por supuesto, tienes una manera única de ver las cosas.

—Dios y yo tenemos nuestras diferencias desde hace mucho tiempo. Para empezar, no creo en el matrimonio, ya debes imaginar el por qué. No veo cómo un papel o una promesa vaya a mantener a una pareja unida para toda la vida sin que se traicionen o se hieran en algún momento.

—La clave está en encontrar a tu persona ideal, el resto se dá con el tiempo.

—Eso no existe, Damir. Nadie es ideal. Solo creamos a alguien en nuestra mente y lo transferimos a la persona que amamos, pero ese ser que queremos, en realidad, es otro completamente diferente. Por otro lado está el sexo, ¿de verdad quieres seguir escuchándome?

—¿Y por qué no?

-Bueno, si eso quieres... Igual me da un poco de vergüenza hablar de esto contigo, pero voy a intentarlo.

—No debes sentirla.

—Es inevitable. Déjame ver cómo te explico sin ofender ni dañar tus creencias, que debes saber respeto muchísimo, porque gracias a ellas eres hoy en día una persona extraordinaria, llena de valores.

—Liana, gracias, pero puedes ir directo al punto.

—Es que me cuesta mucho, pero está bien. En lo referente al sexo, no estoy de acuerdo en esperar a casarse para tener relaciones. Si bien no es lo más importante, es una parte fundamental de la pareja. Con esto corres el riesgo de sufrir una decepción y podría causar incluso la ruptura. Las parejas deben explorar su intimidad, dejar que todo fluya entre ellos poco a poco, la confianza, los besos, las caricias, los gestos, las palabras, todo esto influye en el deseo y culmina con la entrega total, la pasión, hasta llegar a la cima que es el amor. Es hermoso entregarse completamente a alguien que amas y te corresponde. Creo que debes llegar a comprender plenamente a la persona en todos los sentidos antes de dar este gran paso, a veces pasan los años y no llegas a conocerla realmente.

—Sé a lo que te refieres, Liana, pero pienso que cuando amas a una persona nada más importa, además de que debes honrarla y respetarla tal como lo prometiste, de ahí el por qué se debe esperar. Deben estar seguros de los sentimientos de ambos para llegar a ese punto.

—Como dije antes, respeto tus creencias, pero yo tengo mis propias lecciones de vida, casi todas con amargas experiencias de por medio.

—¿Entonces? ¿Solo estás peleada con Dios por el sexo y el matrimonio?

—No, claro que no, hay otras cosas peores. A veces me pregunto dónde está Él cuando existen tantas injusticias en este mundo, cuando las bombas destruyen la vida y los sueños de millones de niños inocentes, cuando los poderosos aplastan a los infelices, cuando el hambre y la miseria es el día a día de tantas familias, simplemente a veces creo que estamos solos en medio de la nada y que buscamos creer en algo sobrenatural precisamente huyendo de esa realidad.

—No te imaginas las veces que me he preguntado lo mismo, pero un día desperté y me di cuenta de que todas esas cosas horribles que acabas de describir, las hemos hecho nosotros los hombres con nuestra codicia, nadie más, no ha sido Alá. Él puso en nuestras manos el poder de crear, como también el de destruir, la decisión es solo nuestra. No te imaginas en cuántas ocasiones he soñado con la paz, con las sonrisas de los niños en cada rincón del mundo; todo sería distinto si fuésemos niños para siempre, ellos nunca serían capaces de iniciar una guerra.

—Tengo que darte la razón en eso, los más pequeños no tienen espacio para el odio. —Lia lo miró fijamente y percibió una extraña complicidad entre ambos, no recordaba haberse sentido así con alguien—. ¿Sabes? Nunca me canso de hablar contigo.

—¿Eso es un elogio, señora Lia?

—Como vuelvas a llamarme señora retiro todo lo que dije.

—¿Incluso tu idea del matrimonio?

—No, solo la parte en la que alimenté el ego de cierto cantante presumido.

Lia despeinó suavemente el cabello de Damir mientras él la atraía hacia su pecho y la abrazaba con ternura. Por un instante ambos sintieron que se conocían de toda la vida, que eran parte de algo mucho más profundo.

—Sabes que disfruto mucho de tu compañía y me encanta escuchar las ideas que tienes sobre la vida, tú y David son muy especiales para mí —susurró el cantante mientras acariciaba sus cabellos y los besaba dulcemente, absorbiendo el aroma a vainilla que estos desprendían y que le resultaba completamente embriagador.

—Es mutuo. ¿Sabes..? —Lia dudó unos segundos en continuar hablando—. Hay otra cosa que me pasó hace mucho tiempo, desde entonces no he hablado con nadie al respecto.

—Puedes contarme lo que quieras, Liana.

—Sucedió en la época en que estudiaba medicina en Cuba. Teníamos que rotar poco a poco por todas las especialidades a lo largo de la carrera y ese mes nos tocó Oncología. En lugar de llevarnos con los adultos, fuimos a un Hospital Infantil. El impacto inicial fue terrible para todos, nuestros nervios fueron probados de la manera más cruel ese día. Todos terminamos muy mal al final de la tarde. Nuestro profesor era un excelente profesional consagrado a la medicina totalmente. Al vernos así, nos llevó a un lugar tranquilo para conversar. Ese día nos dijo que un médico, además de curar a las personas, también debe darles esperanzas y que dejándonos llevar por las emociones, no íbamos a lograr transmitirles alegría a todos aquellos niños, que era en ese momento lo que más necesitaban.

—Es un hombre muy sabio.

—Lo es, mucho de lo que soy... de lo que fui, se lo debo a él. —La voz de Lia se cortó en ese momento—. Al día siguiente, en lugar de ir al hospital, nos llevó a un aula. Tampoco fuimos a dar clases, esa mañana nos hizo ver una película titulada Patch Adams, basada en hechos reales además. Es la historia de un médico estadounidense que atendía niños enfermos de cáncer y, en lugar de compadecerse de ellos o solo tratar su enfermedad, cada día iba al hospital disfrazado de payaso y les brindaba toda la alegría que necesitaban. Aquel filme nos conmovió a todos de tal manera, que decidimos cambiar la vida de los pequeños que habíamos visitado el día anterior. A partir de ahí, nos turnamos para confeccionar títeres de papel, rompecabezas, entre otras cosas sencillas para regalarles. Recaudábamos fondos en otras entidades para celebrar cumpleaños cada semana, les trajimos un rayito de esperanza en el tiempo que pasamos allí.

—Es una historia hermosa, muy conmovedora, pero siento que no has terminado.

—Allí conocí a Angélica, una niña de 5 años que padecía de leucemia. Fue mi paciente todo el tiempo que estuve en ese lugar. Era una pequeña muy dulce, inocente. Estaba recibiendo quimioterapia y, a pesar de lo que este tratamiento debilitaba su cuerpo, siempre estaba sonriendo. Le tomé mucho cariño, aunque sabía que no debía involucrarme de esa forma con los pacientes, no pude evitarlo. Cada día llevaba libros al hospital y le leía sus cuentos favoritos. Un día me confesó que había soñado con su hada madrina y, en el sueño, esta le había obsequiado una muñeca rubia vestida de princesa. Le dije que si lo deseaba con todas sus fuerzas, ese sueño se haría realidad. Salí corriendo de allí y tomé parte de mis ahorros para comprarle la muñeca de cabellos de oro.

Lia suspiró en ese instante para evitar que su voz se cortara por los sentimientos que salían a la luz al revivir tan dolorosos recuerdos. Damir la escuchaba atentamente y podía sentir cada palabra en lo profundo, como si compartiera el dolor que transmitían. Cuando logró serenarse un poco, ella continuó con el relato:

—Todavía recuerdo su sonrisa cuando vio la muñeca al día siguiente, sus ojos se iluminaron como estrellitas, estaba tan feliz. Desde entonces comenzó a llamarme hada Liz, yo adoraba que lo hiciera. Cuando terminó nuestro paso por Oncología, el tratamiento de mi Angie no había concluido. Yo decidí despedirme, dejándole una gotita de esperanza, le dije que si le pedía a Dios con todas sus fuerzas, Él la iba a sanar y podría volver a casa. Prometió hacerlo cada noche, sé que lo cumplió. Llegaron los exámenes finales en la escuela y no tuve ni un minuto libre para ir a visitarla esos días. Una tarde recibí una llamada, era su mamá, mi dulce Angie había partido, murió abrazada a su linda muñequita rubia. —Las lágrimas rodaban por las mejillas de Lia sin descanso, su voz era apenas un sollozo—. Esa noche maldije a Dios por haberle arrebatado la vida a alguien tan puro y juré que nunca más iba a creer en Él. Supongo que es la cruz con la que debo cargar, nunca consigo estar cerca para despedirme de las personas que amo. —Lia hizo una pausa en la conversación cuando sintió que se cortaba su voz—. Tiempo después, supe que estaba embarazada, me acordé de ella y volví a sonreír. Dios me dio un regalo después de todo.

—Gracias por confiarme esta historia, Liana. Eres una persona extraordinaria, nunca los dudes — diciendo esto la abrazó fuertemente, como si su vida entera dependiera de ello.

Estuvieron así por unos segundos, hasta que ella se apartó para enjugar sus lágrimas. Lia le había contado a Damir uno de sus más profundos secretos, de esos que guardaba muy adentro, lejos de la luz del sol. Él también había hecho lo mismo esa mañana, sintió la necesidad de demostrarle que también era capaz de sufrir, amar e incluso confiar.

Mientras, David se había entretenido a unos cuantos metros de ellos, observando y capturando imágenes de todo el sitio, incluyendo algunas de su mamá abrazada a Damir, algo que lo hizo sonreír. Cuando se acabaron los recortes de papel de su nueva cámara, tomó la antigua y continuó fotografiando todo el lugar durante un tiempo más. En ese momento, cuando intentaba enfocar el lago de cerca, vio varias aves que nadaban sobre sus aguas azuladas.

—¡Mamá, Damir, vengan a ver esto! —exclamó.

Lia y Damir se pusieron de pie y corrieron hacia él, intrigados.

—¡Creo que son cisnes, mamá! —volvió a decir el pequeño.

Ella tomó los binoculares que le había prestado el joven cantante unos minutos antes y, efectivamente, pudo ver varios cisnes que danzaban sobre las aguas del Gran Lago. Guiada por la inercia del momento, avanzó rápidamente cuesta abajo, hasta llegar a la orilla; David y Damir corrieron tras ella.

—Por Dios, esto es un sueño, son tan hermosos que nada me parece real. — Lia quedó realmente impresionada.

—Es real, Liana —escuchó decir a Damir mientras se acercaba a su lado—. Esta es la causa principal por la que decidí traerlos a este lugar. En un inicio pensé llevarlos al Zoológico o al Jardín Botánico para tener la seguridad de que vieran a los cisnes de cerca, pero nada se compara con este sitio maravilloso, a pesar de la incertidumbre que tenía de que estas aves no aparecieran por aquí.

Lia se acercó a él y lo rodeó con sus brazos, mientras murmuraba un «Gracias» desde el fondo de su alma. Una pareja de cisnes se aproximó lentamente, formando un corazón con sus largos cuellos, mientras sus pichones nadaban a su alrededor. Era un espectáculo increíblemente hermoso, Lia se sorprendió pensando en la canción de Damir; él como si leyera su mente, comenzó a tararearla muy bajito en su oído.

🎶Ne mogut zhit' v razluke lebedi
Podozhdi, ne speshi
Ne govori, chto chuvtsva pozadi
Net nazad puti

Ne mogut zhit' v razluke lebedi
Podozhdi, ne speshi
Razluki bol' sil'ney
Lyubov' moyu sogrey
Lyubov' ustavshikh lebedey🎶

(Los cisnes no pueden vivir separados
Espera, no te apresures
No digas que los sentimientos han terminado
No hay vuelta atrás

Los cisnes no pueden vivir separados
Espera no te apresures
El dolor de la separación es más fuerte
Calienta mi amor
Amor de cisnes cansados)

Aquella voz penetró hasta la última fibra de su ser, era una especie de hechizo del cual no podía escapar, simplemente no tenía fuerzas para hacerlo.

Cuando Damir paró de cantar y miró al frente, vio a David en la orilla echando al agua un pequeño barco de papel y corrió, riendo para impedirlo.

—Aquí no podemos ni siquiera tocar el agua, pequeño. Otro día buscamos un sitio para arrojar ese barco —dijo el cantante mientras miraba a su alrededor divertido, buscando si algún guardia había presenciado el incidente.

Los tres subieron rápidamente hacia el sitio donde se encontraban sus pertenencias, sorprendiéndose al ver un policía que caminaba directamente hacia ellos.

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