Capítulo XVI: A través de mis ojos...
Pasaron unos días para que Lia volviera a tener noticias de Damir. Realmente llegó a pensar que después de todo lo sucedido aquel domingo solo volvería a saber de él a través de sus redes sociales. «Quizás es lo mejor —se repetía a sí misma como un mantra—. ¿A quién quieres engañar, Lia?»
Cuando al fin tuvo el valor para desbloquear su número, comenzaron a llegarle los mensajes antiguos que le había enviado antes de su última visita. En un principio, todos eran alegres, contenían fotos de los ensayos para las presentaciones, videos cortos mostrándole diferentes lugares de la deslumbrante ciudad de Budapest, para luego tornarse preocupados, incluso había enviado diferentes mensajes de voz preguntando si ocurría algo. Escuchó los audios una y otra vez para sentir su presencia, la sensación de saber que alguien se preocupaba por ella en un lugar tan distante de su hogar era un alivio para sus noches solitarias. Se arrepintió una y mil veces de todas las palabras horrendas que salieron de su boca aquella tarde, pero no podía cambiar el pasado. Él no tenía ni la más remota idea de los motivos reales que provocaron en ella aquel estallido de emociones, tal vez nunca llegaría a saberlo. «Somos de mundos muy diferentes —continuaba diciéndose, como si fuera alguna especie de fórmula para olvidar.»
Una mañana, cuando se encontraba trabajando en la tienda de flores, Lia sintió vibrar su teléfono, pero estaba tan ocupada preparando los arreglos para una boda, que lo olvidó por completo. En la noche, justo antes de dormir, revisó sus mensajes y se sorprendió al ver uno de Damir en el que les pedía que estuvieran despiertos hasta más tarde para hacerles una videollamada. Lia se levantó y fue hasta la cama de David para avisarle, pero el pequeño dormía plácidamente. Tomó una manta y se sentó en el sofá para esperar la llamada sin que la venciera el sueño. Intentó calmar su ansiedad revisando las cuentas del mes desde el teléfono, pero no podía concentrarse. Pasada la media noche, cuando estaba a punto de quedarse dormida, su celular comenzó a vibrar: era él.
—Сәлем, Лиана! (¡Hola, Liana!)
—Hi, stranger. (Hola, extraño.)
—¿Te desperté? ¿Dónde está David?
—No, no tengo sueño. David sí está dormido.
—Lo siento mucho por llamar a esta hora, son los únicos minutos libres que he tenido.
—Lo sé, no hay problema alguno, David ya dormía cuando vi tu mensaje.
—Pero lo había enviado en la mañana.
—Sí, lo siento, estuve tan atareada durante el día que hace apenas un rato que revisé el teléfono.
—Te entiendo, ¿mucho trabajo?
—No tanto como tú, pero hoy tuvimos una entrega grande de arreglos florales para una boda.
—Deben haber quedado muy lindos.
—Sí, pero mis manos están adoloridas a causa de las rosas blancas.
—Lo siento mucho. Usa alguna crema.
—Eso hice, no es nada grave.
—Yo quería mostrarle Estambul a mi amigo David, desde aquí arriba la vista es increíble.
—Debe ser una ciudad hermosa, con mucha cultura.
—Tal vez si... Lo siento, no debí decir nada.
—Sé lo que ibas a decir. Que tal vez si hubiese aceptado tu propuesta de trabajo, estaríamos allí ahora.
—Vaya, lo siento mucho, sonó horrible.
—Ya que estamos en el momento de las disculpas, me gustaría que aceptaras las mías por la escena del otro día, me avergüenzo de solo pensar en las cosas que dije.
—Disculpas aceptadas, esa no eras tú. Solo me gustaría saber lo que se esconde detrás de todas esas palabras.
Lia quedó petrificada en ese instante sin saber qué responder. Le resultaba imposible creer que Damir hubiese intuido la razón verdadera de aquella escena espantosa que había protagonizado la última vez que lo vio. Respiró profundamente para devolver la serenidad a su mente, él no podía saber lo que pensaba, ni mucho menos lo que sentía, a fin de cuentas, no era ningún psíquico capaz de leer sus pensamientos.
—Lo peor de todo es que sí era yo, Damir. También convivo con algunos demonios en mi interior, aunque no lo creas.
—Eres perfecta así, Liana, me gustaría que pudieras verte a través de mis ojos...
Lia sintió como se le erizaba la piel y se cortaba su respiración. Era increíble el efecto que surtía en ella aquella voz grave cuando la llamaba Liana, a pesar de la distancia. Una llamarada se extendió por todo su cuerpo hasta llegar a sus mejillas, hubiese jurado que podía sentir como estas se encendían. Estaba totalmente perdida por él, lo peor era que no tenía la menor idea de cómo acabar con todo esto. Una fuerte duda se apoderó de su mente en aquel instante y, sin pensarlo siquiera, las palabras escaparon de sus labios, como si ya no tuviera el control de su cuerpo:
—¿Y cómo me ves, Damir? —Se arrepintió en cuanto pronunció esa pregunta, pero no podía regresar en el tiempo.
Damir dudó por un momento, aquella interrogante lo había tomado por sorpresa, solo podía ser sincero en lo que veía, porque sus sentimientos hacia ella debía guardarlos para sí mismo en una caja fuerte. Tomó una bocanada de aire y contestó:
—Eres una mujer hermosa, Liana, lo mejor de todo es que ni siquiera lo sabes. Eres fuerte, dulce, humana y, por sobre todas las cosas, una madre y profesional extraordinaria. Tienes que aprender a creer en ti, en que puedes cumplir todos tus sueños. Te mereces el mundo, Liana.
Aquellas palabras llegaron a lo más profundo de su ser, no podía creer que la viera de esa forma, precisamente él que podía tener la mujer que quisiera a sus pies, pero eso no significaba que sentía algo más, ¿o sí? Su emoción era tan evidente que fue Damir quien volvió a hablar:
—¿No vas a decir nada?
—¿Qué quieres que diga? Has conseguido sonrojarme.
—Suelo causar ese efecto.
—¡Presumido! —Lia estaba sonriendo de nuevo.
—Era una broma.
—Lo sé.
—Me alegra escucharlo.
Permanecieron unos segundos en silencio pensando en la conversación que acababan de tener. Cada palabra pronunciada esa noche había conseguido remover sus sentimientos de una manera inexplicable. Lia fue quien rompió el hielo esta vez:
—Quiero saber cómo estás tú, Damir. ¿Cómo te has sentido estos últimos días?
—Ni siquiera he tenido un minuto para pensar en cómo me siento. Es la primera vez esta semana que tengo algo de tiempo libre.
—El otro día no quise decirte nada delante de David, pero te noto exhausto, lo puedo ver en tus ojos, necesitas descansar.
—Lo sé, pero es prácticamente imposible que lo consiga. Ya comenzamos los ensayos de los dos próximos conciertos y estoy en Estambul para promocionar un tercero para la primavera. Me esperan días agitados.
—Me preocupas, Damir.
—Hablas como mi madre.
—Gracias, supongo.
—No te preocupes por mí, me quedan energías disponibles todavía.
—Es a ti a quien tienes que convencer, Damir, no a mí.
—Cuéntame de ti, quiero saber cómo has estado.
—Nada nuevo, ya sabes lo simple que es mi vida. Supongo que el hecho de que tampoco haya pasado algo malo por estos días debería hacerme feliz.
—No sabes como añoro esa vida simple que dices tener. A veces siento ganas de dejar todo atrás, pero supongo que ya no es solo mi decisión.
—No entiendo, este siempre fue tu sueño.
—Todavía lo es, pero hay días en los que no creo estar viviendo un sueño. Esos instantes que paso con mi familia y los que he pasado junto a ustedes últimamente, los he disfrutado mucho más.
—Te entiendo. Tal vez deberías tomarte un descanso, aunque sea breve.
—No es tan sencillo, muchas personas dependen de mi trabajo, además de que tengo infinidad de compromisos, no solo como artista.
—Lo sé, debe ser difícil cargar tanto peso sobre tu espalda. Al menos tienes el consuelo de que estás haciendo una labor muy bonita, tu arte ayuda todos los días a millones de personas, has colocado a tu país en lo más alto, además de lo que haces como filántropo, por más que te esmeres en ocultarlo.
—Es mi consuelo. No sabes cómo extraño a mi país.
—Sé lo que se siente.
—¿Sientes nostalgia de Cuba?
—Cada minuto de cada día. Extraño quién era cuando estaba allá. La chica que solía ser ya no existe, te habría gustado conocerla —Lia mordió su labio inferior como siempre hacía cuando dejaba escapar algo que no quería decir.
—Me gusta la que tengo frente a mis ojos, esa que no ha perdido su brillo a pesar de cuánto han intentado opacarla.
—No sabes lo que dices.
—Solo estoy siendo sincero.
La seguridad que proyectaba Damir era inigualable, la dejaba sin palabras, sin aliento. Él estaba derrumbando todas sus barreras nuevamente, no le dejaba otra opción que huir.
—Damir, necesitamos descansar.
—Tú no tienes que trabajar mañana, ¿o me equivoco?
—Yo no, pero tú sí. Además, es de madrugada, tienes que dormir.
—Lo sé, el tiempo pasa volando cuando hablamos. El día que menos te lo esperes, estaré tocando a tu puerta para llevarte al paraíso.
—Suena tentadora tu oferta, pero no sé si tengas tiempo de acompañarnos.
—Esa era la sorpresa que quería darles esta noche. El primer concierto, el de fin de año, será en Almaty.
—¿Lo juras? ¡David se pondrá feliz!
—¿Solo David? Pensé que tal vez su mamá también lo estaría.
—¡Claro que lo estoy! Va a ser maravilloso.
—Entonces van a estar allí apoyándome.
—Con un cartel enorme que diga tu nombre en letras fluorescentes.
—Eso me haría muy feliz, de verdad. Tengo tantas ganas de verlos. Cuando esté en Almaty, vamos a salir los tres juntos de nuevo, los voy a llevar a un lugar alucinante, ya verán.
—Gracias por alegrarnos la vida, Damir.
—A ustedes por dejarme entrar en las suyas y hacerme sentir que soy una persona normal. Los extraño, Liana.
—Nosotros a ti también. Buenas noches, Damir.
—Қайырлы түн, Лиана. (Buenas noches, Liana)
Un torrente de sensaciones se extendían por todo el cuerpo de Lia. Tuvo que cortar la llamada porque los latidos de su corazón casi se escuchaban en el altavoz. Sentía mariposas, o más bien águilas revoloteando en su estómago. Ni siquiera sabía cuál era la causa, sus palabras sinceras, el sentimiento que transmitía su voz tan grave y tierna a la vez, incluso le gustaba como sonaba su nombre en kazajo cuando él lo pronunciaba; el hecho de que pronto estarían en su concierto, la promesa de volverlo a ver, era todo un mar de emociones desbordantes. Estaba segura de que no conseguiría dormir en toda la noche ni aunque lo intentara. ¿Damir había realmente dicho que los extrañaba? Era todo como un sueño del cual temía despertar, pero ya no había vuelta atrás. El final prometía ser devastador, al menos para ella, pero estaba dispuesta a soportar el dolor a cambio de los instantes de felicidad que pasaría en su compañía, o eso pensaba. Su única pregunta era si estaría dispuesta a sacrificarlo todo a cambio de nada, ella no estaba en posición de exigir, ese nunca sería su lugar. «Eres una ilusa, Lia. Damir nunca estará contigo, no como tú quieres —se dijo a sí misma.» Las palabras del joven cantante en aquellas entrevistas volvieron a su mente como un torbellino y la duda nuevamente tocó a su puerta.
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