Capítulo XV: El lenguaje de las almas.
Lia suspiró aliviada cuando, al fin, estuvo sola, intentando liberar un poco la tensión que acumulaba en su cuerpo por todo lo que acababa de ocurrir. Ese hombre era desconcertante, creyó que iba a desfallecer si continuaba mirándola de esa forma tan intensa. Estaba totalmente perdida por él, ya no tenía la menor duda, cómo también sabía quién acabaría mal en toda esta historia. ¿Qué había sucedido hace unos segundos? ¿Será que él estaba sintiendo lo mismo? Su cabeza le daba vueltas, no podía pensar con claridad sabiendo que él seguía allí para derrumbar cada uno de sus muros.
Mientras, en la sala, David le mostró a su amigo el cuadro en el que había estado trabajando parte de la mañana. El cantante quedó sorprendido con el dominio que tenía el niño, con solo nueve años, sobre la pintura. Pudo recordar el sitio que estaba dibujando y sentir que estaba allí de nuevo, bajo los árboles dorados por el otoño en el parque Kok-Tobe.
—¿Tú pintaste todo esto? —preguntó asombrado, intentando disimular la tensión que lo dominaba por la escena de hacía unos segundos atrás.
—Sí, me gusta mucho pintar —respondió David.
—Creía que solo te gustaba la fotografía, pero esto está increíble.
—Me gustan las dos cosas.
—Eres realmente bueno. ¿No te gustaría estudiar pintura?
—No sé, en la escuela tenemos clases de artes plásticas.
—Sí, lo sé, pero hay escuelas especializadas en eso donde puedes aprender mucho.
—Me gusta mucho pintar, tendría que preguntarle a mamá.
—Creo que a ella le gustaría la idea de que fueras un pintor famoso.
—¿Podré ser un pintor famoso? —Los ojos de David se iluminaron como luceros.
—Escucha con atención, cuando deseamos algo con todas nuestras fuerzas y luchamos por alcanzarlo, a veces ese deseo se vuelve realidad. Tú podrás ser lo que quieras, nunca lo olvides, ¿de acuerdo? —le dijo Damir mientras se agachaba para estar a su altura.
—¿Eso fue lo que te pasó a ti? —preguntó David con entusiasmo.
—Digamos que sí, yo tenía solo cinco años cuando dije que quería ser cantante. Mis dibujos solían ser micrófonos y notas musicales desde pequeño. Mi familia me apoyó en todo desde siempre. Lo que hoy soy se lo debo a ellos y a mi esfuerzo por hacer realidad mi sueño.
—Es muy lindo todo eso que dices. Ojalá y algún día me pase lo mismo —diciendo esto, David se sentó nuevamente frente al caballete—. Voy a terminar esta pintura para regalártela.
—¿De verdad? Prometo colgarla en una pared de mi cuarto.
—Así, cuando sea un pintor famoso, puedes decir que yo te la regalé.
—Suena perfecto.
Damir sentía verdadera adoración por los niños y David había logrado, en muy poco tiempo, ganarse su cariño con ese carisma inigualable que poseía. Siempre que podía, iba a las escuelas a conversar y actuar junto a ellos, les contaba su historia y les hacía ver que todo es posible mientras persigas tus sueños.
—¿Qué habrá dicho mi David para que estés tan animado? —preguntó Lia al entrar a la sala con un verdadero banquete en sus manos—. Espero que no sea ninguna travesura.
—Mamá, Damir dice que si estudio artes plásticas puedo ser un pintor famoso.
—¿Damir dijo todo eso? —Lia estaba encantada con la escena que acababa de presenciar.
—Sí, dice que puedo ser lo que yo quiera.
—Claro, mi amor, siempre y cuando lo desees con todo tu corazoncito y luches por alcanzarlo. Yo voy a estar siempre para apoyarte. —Era evidente que ella había escuchado todo desde la cocina.
Lia estaba realmente conmovida con las palabras de Damir para su pequeño. Ya no tenía fuerzas para luchar en contra de sus sentimientos, aún sabiendo que llevaba las de perder. La ternura con que el joven músico le habló a David, le había tocado en lo profundo, allí donde casi nadie había conseguido entrar. Finalmente se atrevió a mirarlo a los ojos y murmuró un "Gracias" silencioso que solo él alcanzó a ver.
—Mamá, si algún día quiero ir a una escuela a estudiar pintura, ¿me dejarías?
—Claro, cielo, eso sería maravilloso.
—Yo me comprometo a indagar en las escuelas de arte y preguntar a qué edad pueden ingresar los niños con talento para la plástica —prometió el cantante.
—¿De verdad? —Los ojos de David brillaban con luz propia en aquel instante.
—Lo prometo.
—Puedes enseñarles este cuadro si quieres impresionarlos.
—Mi niño es muy modesto —dijo Lia entre risas mientras servía la merienda para los tres—. David, mi amor, vamos a comer algo, después sigues pintando.
—No, mamá, gracias, ahora no tengo hambre.
—Claro, si te comiste casi todas las golosinas que trajo Damir.
El niño sonrió pícaramente al escuchar las palabras de su madre y los miró a ambos, pero continuó pintando el cuadro para que el joven pudiera llevárselo a casa ese mismo día. Lia y Damir se sentaron el uno frente al otro, pero no se atrevían a mirarse ni decir nada, le tensión que había entre ambos podía cortarse con un hilo.
—David tenía razón, el flan está realmente delicioso —dijo al fin el cantante.
—Gracias, me alegro que te guste —respondió ella.
—¿Te gustaron los chocolates?
—Voy a revisar si David me dejó algunos para probarlos.
El momento no podía ser más incómodo, Lia no se atrevía a levantar la mirada del suelo, se sentía como una adolescente y no sabía cómo actuar ni qué decir. Se preguntó a sí misma si él se sentiría igual, porque si así era, lo disimulaba bastante bien, se veía tan calmado, si bien era cierto que tampoco la miraba. No recordaba haberse sentido tan insegura en toda su vida, sus nervios iban a estallar con tantas emociones juntas. Recogió todo rápidamente cuando terminaron la merienda en total silencio y se marchó a la cocina. Allí limpió y organizó cada utensilio cuidadosamente y se sirvió luego una copa de vino, aunque no era su costumbre ahogar sus penas en alcohol. Cuando tuvo el valor de regresar a la sala, David estaba dando los toques finales al cuadro y Damir lo miraba, fascinado, la escena era realmente conmovedora, tanto así, que se quedó observándolos fijamente mientras saboreaba el vino.
—¿Bebes? —le preguntó Damir sacándola de sus pensamientos.
—Solo un poco de vino que quedó de nuestro almuerzo con el señor Mukhamed. Me ayuda en la digestión. —mintió ella.
—¿Te apetece que te acompañe? —se ofreció él descaradamente.
—Para usted solo tengo Coca Cola, no quiero que luego me quede el cargo de conciencia de que su voz se dañó por mi culpa —le respondió ella de forma coqueta.
—Pienso que una copa no puede hacerme mal, ¿o sí?
—Olvidaba que al señor Damir no le gusta que le digan que no. —El vino estaba surtiendo efecto.
—Me conoces bien.
¿Ese era Damir coqueteando con ella? ¿Esto realmente estaba sucediendo? Guiada por una especie de inercia, se dirigió nuevamente a la cocina y le sirvió una copa de vino, que le ofreció diciendo:
—Solo un poco para aliviar el frío, porque además estás manejando.
—Está bien.
—¡Ya está listo el cuadro! —Se escuchó gritar a David emocionado al otro lado de la sala, por lo que ambos se voltearon a mirar—. Ahora solo hay que esperar que se seque para que puedas llevártelo a casa —volvió a decir el pequeño, esta vez dirigiéndose a Damir.
—¿Mientras, por qué no practicamos un poco el idioma? —se ofreció el cantante.
—Ay no, qué aburrido. Mejor jugamos un rato.
—David, recuerda que tienes que estudiar también. Él puede ayudarte más que yo —le contestó Lia.
—Es que tengo las manos cansadas de tanto pintar, después estudio. Hoy sí te quedarás a comer, ¿verdad Damir?
—Realmente me gustaría, pero no puedo. Le prometí a mi familia que estaría de vuelta para la cena. Otro día me quedaré, si la invitación sigue en pie. —Esto último lo dijo desviando la mirada hacia donde estaba Lia; ella pudo sentir como su corazón daba un vuelco, solo asintió con la cabeza.
—Voy a hacer un poco de té, realmente está bajando la temperatura —dijo Lia dirigiéndose a la cocina, luego de subir la calefacción.
—David, hay algo que quiero saber —susurró Damir en cuanto Lia entró a la cocina.
—¿Qué es? —contestó el niño con picardía.
—Quiero saber cómo se llamaba el canal que tenía tu mamá en YouTube, la busqué como Lia Nell y no pude encontrar nada.
—Ella cerró el canal hace tiempo, pero todavía quedan algunos videos sueltos por Internet que otras personas compartieron. Se llamaba "El Rincón de la Melancolía", por eso no pudiste encontrarlo. Ahora te muestro, pero colócate unos audífonos para que ella no nos oiga.
Damir hizo todo tal cual le dijo el niño y, tomando el teléfono en sus manos, se dispuso a ver el video de Lia que encontraron en Youtube, colocándose los audífonos previamente. Tenía una presentación inicial de ella dando vueltas con el pelo suelto en medio de un campo de flores al compás de una canción que no reconoció, decía algo así como «Adiós melancolía, gracias por la compañía...» Al fin se escuchó su voz cuando dijo: —Hola, bienvenidos a soñar, yo soy Lia Nell y este es El Rincón de la Melancolía —. La canción de la presentación continuó y Damir no podía sacar de su cabeza la imagen de Lia entre las flores, parecía un ángel. Luego se le vio sentada en un butacón, lucía como toda una locutora, con un elegante vestido azul oscuro y perfectamente maquillada, su pelo negro suelto caía en largos bucles sobre su pecho, le llamó la atención que usaba lentes, nunca antes la había visto con ellos, le quedaban perfectos en su delicado rostro. No entendía del todo lo que decía, no sabía hablar muy bien español, así que le colocó traducción automática al video. El pequeño programa tocaba el tema de la pérdida de un ser querido esa vez, algo de lo que muy pocos se atreven a hablar. Comenzó leyendo un escrito, al parecer de su autoría:
«Te extraño, mis amaneceres son grises desde que te fuiste, las nubes no dejan salir el sol.
Te extraño en los atardeceres, cuando la soledad invade mi alma, cuando la oscuridad lo cubre todo.
Me enseñaste a amar la vida, a verlo todo a color, pero no me enseñaste que un día tendría que vivir sin ti.»
Luego conversó unos minutos sobre el proceso de luto necesario para superar una pérdida, sobre las diferentes etapas que conllevan a la aceptación de que nunca más vas a ver a esa persona. Para finalizar, cantó a Capella una hermosa canción titulada "Dónde estará mi primavera". Su voz sonaba tan hermosa y triste que no pudo evitar pensar nuevamente en el día que perdió a su abuelo y dos lágrimas asomaron en sus ojos.
Volvió a la realidad al ver una taza de té frente a él y unos ojos grandes y oscuros que lo miraban con curiosidad. Por suerte, pudo apagar el celular antes de que ella pudiese ver el video y tomó la taza con ambas manos.
—Gracias —dijo casi en un susurro.
Lia lo miró extrañada, ¿acaso había estado llorando? ¿Qué estaba viendo en su teléfono que logró emocionarlo de esa manera? Nunca imaginó que podía ser uno de los videos del Rincón de la Melancolía. Cuando ella recogió las tazas vacías, David se sentó junto a Damir susurrándole al oído:
—¿Qué te ha parecido?
—Me gustó mucho, tiene una voz muy bonita.
—Te dije que era buena, lástima que ya dejó todo eso. Tengo una idea, pero tienes que ayudarme.
—¿En qué? —Damir adoraba las travesuras de David.
El niño se acercó nuevamente a su oído y le susurró un plan al joven músico para que pudiera escuchar cantar a su mamá. Él estuvo de acuerdo en formar parte y tuvo que contenerse muchas veces para no reír a carcajadas con las ocurrencias del aquel pequeño tan travieso. Aprovechando que Lia estaba en la cocina, David buscó varias pistas de karaoke en Internet para reproducirlas en el televisor, en el cual instaló unas bocinas y un micrófono. Él y Damir pusieron en marcha el plan reproduciendo la canción de Selena "Como la flor", la cual comenzaron a cantar a dúo desastrosamente. Lia corrió hacia la sala en cuanto los escuchó:
—¿Qué significa todo esto? —preguntó.
—Nada, estoy enseñando a Damir a cantar en español —contestó David con su mirada pícara.
—Sí, yo le pedí que me ayudara a practicar —mintió el cantante.
—¿Y piensan practicar destrozando la canción más bonita de Sel? —Lia no se tragó el cuento.
—Es que fue la primera que encontré cuando abrí YouTube.
—¡Qué casualidad! No sé a qué viene todo esto, pero no puedo permitir que acaben con esa canción, yo te voy a enseñar —dijo ella fingiendo que caía en la trampa y tomando el micrófono en sus manos.
David reprodujo la pista desde el principio y ella, aclarando su voz, cantó:
🎶Como la flor, de tanto amor,
me diste tú, se marchitó.
Me marcho hoy, yo sé perder,
Pero ah-ah-ay, cómo me duele.🎶
Lia continuó cantando la icónica canción de la reina del Tex-mex con mucha alegría, tal vez a causa del vino o porque realmente extrañaba la sensación que le producía cantar, por un segundo olvidó que Damir estaba allí y la observaba embelesado. Cuando terminó, sus dos espectadores aplaudieron y ella hizo una reverencia riendo.
—Si querían escucharme cantar, solo tenían que pedírmelo, no tenderme una trampa —bromeó.
—Es que ya lo hicimos antes y te negaste —contestó Damir.
—Es cierto —dijo ella— ¿Continuamos con el karaoke? Puede ser divertido.
—¡Sí! —exclamó David con entusiasmo.
—Pero no se vale solo cantar en español, no es justo para todos —dijo el cantante haciendo pucheros.
—De acuerdo, busquemos un terreno neutral entonces, al igual que cuando hablamos, canciones en inglés, ¿les parece bien?
—Está bien.
—Elijo yo ahora —dijo ella apoderándose del celular para buscar otra pista de karaoke, esta vez en inglés—. ¡Bingo! —exclamó de pronto —. Mira, David la que acabo de encontrar.
—Esa es buena, vamos a cantarla juntos —le contestó su hijo.
—Hola, ¿se acuerdan que estoy aquí? —dijo Damir divertido.
—Ven, mi amor, vamos a mostrarle a este cantante presumido como cantamos los cubanos.
—Sí, sigan, hagan de cuentas que no estoy aquí.
La canción que había elegido Lia era "Someone you loved" de Lewis Capaldi, una de sus favoritas. David comenzó con los tonos graves, con su voz de niño le quedaban bastante bien:
🎶I'm going under and this time
I fear there's no one to save me.
This all or nothing really got a way
Of driving me crazy. 🎶
Lia se fue incorporando en los tonos más agudos de la segunda estrofa de la canción:
🎶I need somebody to heal, somebody to know,
Somebody to have, somebody to hold.
It's easy to say, but it's never the same
I guess I kinda liked
The way you numbed all the pain.
Now the day bleeds into nightfall
And you're not here
To get me through it all.
I let my guard down
And then you pulled the rug
I so getting kinda used
To be someone you loved🎶
Damir, con su excelente oído musical, intentó incorporarse en la segunda parte de la canción, pero al no conocer bien la letra, se quedaba detrás en el tiempo. Lia y David casi gritaban en los tonos más altos y la cara del cantante ante esta situación les causó tanta gracia que terminaron lanzándose al sofá sin poder parar de reír. El momento era tan divertido, que Damir no pudo resistirse y se unió a la alegría contagiosa de aquel par; por primera vez en mucho tiempo él logró olvidarse de todo y decidió dejarse llevar.
—Mi turno —dijo el músico tomando el teléfono y el micrófono.
Lia y David lo observaban divertidos haciendo cara de intriga al verlo indeciso ante qué canción ecoger. Él los miró de reojo y puso cara de póker hasta que reprodujo una canción y se levantó del asiento, micrófono en mano. Lia intentaba adivinar de qué melodía se trataba hasta que exclamó divertida:
—¡No, por favor, Michael Jackson no!
Damir, haciendo caso omiso a sus súplicas, comenzó a cantar "Billy Jean" como lo había hecho en uno de sus conciertos. Al ritmo de la música bailaba con los icónicos pasos en reversa de Michael, mientras ellos no podían parar de reír:
—¡El baile no, por favor, se te dá fatal! —continuó diciendo ella divertida.
Damir continuó con los otros pasos del Rey del Pop y, poniendo cara de malvado hizo un gesto invitándolos a bailar junto a él. David fue el primero en unírsele.
—¡No, no vas a convencerme! —respondió ella entre risas.
Damir, sin hacerle caso, la tomó por el brazo y la arrastró hacia el espacio vacío de la sala donde se encontraban él y David, obligándola prácticamente a bailar. Ella lo intentó, pero no podía parar de reír, por un momento se sintió simplemente feliz.
—Me toca —se escuchó decir a David cuando terminó la pista.
Con extrema picardía en su mirada, tomó el teléfono y le hizo señas a su mamá para mostrarle la canción que elegiría. Lia sonrió y dijo:
—Bueno, tomemos una tregua porque se vale, esta es una de las pocas canciones en español que se coló en la Billboard, debes haberla escuchado, tiene una melodía muy pegadiza, aunque la letra no es muy buena que digamos.
—Para ustedes, Despacito —dijo David aplaudiendo.
—Vamos a enseñar a bailar a este kazajo presumido —bromeó ella.
—Están confabulados en mi contra, no es justo —dijo el cantante haciendo pucheros.
Lia comenzó cantando la parte de Luis Fonsi y su hijo la de Daddy Yankee, pero en el estribillo Damir se les unió muerto de la risa, terminaron bailando y riendo los tres al ritmo de la música porque ninguno podía continuar cantando. Cuando llegó el turno de ella nuevamente, eligió esta vez la canción "Contigo en la distancia", de César Portillo de la Luz:
—Sé que es en español, pero esta canción es de mi tierra, debes haberla escuchado alguna vez. Comenzó suavemente:
🎶No existe un momento del día
en que pueda apartarme de ti,
el mundo parece distinto
cuando no estás junto a mí-i-i. (...)🎶
Damir pensó en acompañarla, por supuesto que conocía esa hermosa canción, solo no sabía que había sido escrita por un compositor cubano, pero su voz sonaba tan clara que solo quería escucharla, sentir lo que transmitía aquella melodía mágica. Cuando llegó su turno, le hizo la invitación a cantar junto a él "My heart will go on", el precioso tema de la película Titanic. Ella pensó en rechazarlo, pero qué podía perder, ya la había escuchado cantar. Él comenzó en los tonos bajos del principio y ella lo fue acompañando suavemente en la segunda estrofa de la canción, se escuchaba muy bonito, David sonreía de felicidad. El problema surgió en los tonos agudos, la voz de Lia no se acomodaba en esa escala, hasta que Damir explotó:
—Para, para, no estás cantando, más bien estás gritando, debiste haber empezado con un tono más bajo para poder alcanzar las notas altas.
—Damir, yo no soy una profesional, esto es solo karaoke —le recordó Lia.
—Tal vez podrías tomar clases de canto, tienes muy buena voz, solo necesitas pulirla un poco. Puedo ayudarte si quieres.
—Esto es solo un pasatiempo para mí, Damir, yo no sé nada de música. Además, te recuerdo que ya tengo una profesión, que por cosas de la vida no he podido ejercer hace casi dos años, pero no pasa un minuto sin que extrañe ser médico. Cantar no es mi sueño, es el tuyo. Yo no tengo una voz hermosa ni una vida perfecta, bienvenido al mundo real, donde todos somos imperfectos, lo siento si no lo aceptas —diciendo estas palabras, se marchó hacia su cuarto con lágrimas en los ojos.
Un mar de sentimientos encontrados se debatía en el interior de la joven madre. Otra vez había explotado en su cara el verdadero Damir, ese que no creía que existiera, quizás el que ella veía no era real, era simplemente alguien fabricado en su mente.
El cantante quedó en medio de la sala, sin tener idea de lo que acababa de suceder. El pequeño David apagó y desconectó el televisor y el celular, quedando todo en el más puro silencio.
—Deberías disculparte —sugirió el niño.
—Sí, amiguito, tienes razón. Ahora vuelvo —dijo Damir mientras se dirigía al cuarto.
Tocó a la puerta, Lia no dijo una palabra cuando lo vio entrar, solo intentó calmarse, odiaba que la vieran llorando, la hacía sentir vulnerable, patética.
—Siento mucho haberte molestado —dijo finalmente el joven músico.
—Arruinaste nuestra tarde más divertida en días, muchas gracias. — Ella estaba verdaderamente molesta, mucho más consigo misma que con el joven cantante.
—Lo siento, de verdad. No sé qué más pueda decir o hacer para disculparme. Soy demasiado perfeccionista con respecto a mi trabajo, como ves, yo también tengo defectos, Liana.
—Yo tengo miles de defectos, Damir, miles, solo que estos no afectan a los demás. También soy capaz de aceptar a las personas como son, no me gusta ir por la vida con máscaras. Esto es lo que soy, nada más, siento mucho no ser perfecta a tus ojos.
—No sabes lo que dices, Liana, si te vieras como yo te veo.
—¿Y cómo me ves, Damir? Soy una madre soltera, extranjera, que vino a este país huyendo de la realidad y se encontró una peor.
—No sabía que te hacía sentir así — respondió Damir agachando la cabeza —. De veras lo siento, Liana. Será mejor que me vaya.
Las lágrimas de Lia corrían en cascada por sus mejillas, no podía detenerlas. Sus miedos e inseguridades tomaron el control de sus palabras y pensamientos, fue como una explosión descontrolada que salió de su interior. Cuando despertó a la realidad y vio que Damir le daba la espalda, algo más fuerte que ella misma salió de su alma, realmente no quería perderlo, no así, a fin de cuentas, él era un regalo que le había dado la vida cuando las nubes grises cubrían sus sueños.
—Damir... quédate —dijo con voz entrecortada.
El se volteó para verla y caminó despacio hacia ella. Tomó su rostro con ambas manos y comenzó a enjugar sus lágrimas suavemente. Lia no se atrevió a levantar la mirada, tal era su vergüenza.
—¿Qué está sucediendo, Liana? Esta no eres tú. Supe que algo no andaba bien desde que dejaste de ver y responder mis mensajes. Siento mucho si te ofendí de alguna manera. Te pido perdón.
—No, no tiene nada que ver contigo — mintió ella—. Hace días que no tengo conexión a Internet, no he tenido tiempo de restablecerla —mintió nuevamente.
—Sabes que puedes contarme lo que sea, yo estoy dispuesto a escucharte y ayudarte, así como tú lo hiciste conmigo.
—Lo sé, pero hoy no estoy en condiciones de hablar, menos estando David en la casa. No sabes lo agradecida que estoy contigo por escucharme, tú has sido un ángel desde que te conozco y yo me comporté como una idiota, siento todo lo que te dije, pero debes saber que esta también soy yo, Damir, a veces mis sentimientos toman el control y hacen explotar mis emociones.
—Sí, tienes razón, es algo que nos sucede a todos y que debemos aprender a aceptar.
—Prometo que, si quieres, voy a ser esa amiga que necesitas y estaré aquí siempre que quieras desconectar del mundo, ser tú mismo.
—Eres una mujer extraordinaria, tan humana, no quiero que cambies nunca.
—Gracias, pero no sabes lo que dices. Tú eres un ser humano increíble, de esos que solo existen en los libros.
—Voy a estar siempre para ustedes, Liana, siempre. Nunca lo olvides — diciendo esto, tomó su mano derecha entre las suyas y posó sus labios sobre ella suavemente—. Ahora vamos a la sala, hay una personita esperándonos allí con quien debemos disculparnos solo por ser adultos.
—¿Te quedas a comer entonces? —El tono de voz de Lia sonó casi como una súplica.
—Está bien, acepto.
Lia sintió en ese momento que debía aprovechar al máximo cada segundo compartido junto a Damir, a fin de cuentas, luego de que se marchara, no tenía idea de cuando lo iba a volver a ver. Tenía ese sabor amargo en su boca por las palabras que pronunció anteriormente, pero era necesario hacer ese sacrificio, no podía ofrecerle nada más que su amistad aunque quisiera entregarle su cuerpo y su alma, la vida no es tan simple como todos piensan.
Él estaba triste, aunque intentaba disimularlo delante de David. Liana había sido muy clara en sus palabras: solo estaba dispuesta a ser su amiga, nada más. Era de esperarse, su corazón estaba tan lleno de cicatrices, que no le quedaban fuerzas suficientes para recibir una más. Estaba claro que ese amor tan inmenso que describía en sus canciones no estaba hecho para él, justo ahora que creía haber encontrado eso que muchos buscan sin descanso toda la vida y solo pocos encuentran.
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