Capítulo XLIII: El cisne y el ángel.
Liana todavía dormía cuando Damir se escurrió entre las sábanas. Buscó en la mesita de noche el cuaderno en el que ella había estado escribiendo todos esos días y caminó descalzo, con cuidado de no hacer ruido, hasta llegar a la sala. Allí, encendió la luz y se dejó caer en el sofá. Tomó el bolígrafo en sus manos y comenzó a escribir en una página en blanco lo que había estado soñando hacía apenas unos minutos, no quería olvidar ningún detalle. Cerró los ojos para imaginarlo todo de nuevo, pero las imágenes del sueño se mezclaban con los sucesos de la noche anterior.
Todavía podía sentir el olor de Liana en la piel y las huellas mojadas de sus besos recorrer su cuerpo. Le parecía estar viendo su silueta a la luz de las velas, despojándose de toda la ropa que llevaba puesta y caminando lentamente hacia él. Respiró profundamente al recordar cada movimiento de sus caderas y cómo sus manos se aferraban a su piel desnuda, que ardía como el fuego de aquella hoguera. Realmente creyó que el tiempo se detuvo cuando alcanzaron juntos la cima del placer y el «Te quiero, ángel» que le dijo después resonaba una y otra vez en su cabeza.
Abrió los ojos y se puso de pie, dirigiéndose a la pequeña mesa que se encontraba al final del pasillo. Tenía que alejarse del sofá si quería conservar aquel sueño. Al terminar de escribir, leyó la historia varias veces, imaginado el rostro de Lia cuando la descubriera. Colocó el cuaderno en su sitio y se acostó nuevamente a su lado. Ella dormía plácidamente; lucía tan calmada y hermosa que no pudo contener las ganas de acariciarla. Liana abrió los ojos al más mínimo roce de sus dedos y una leve sonrisa se dibujó en sus labios; no dejaba de mirarlo en medio de la penumbra.
—¿Estoy soñando de nuevo? —preguntó ella; él negó con la cabeza—. Tengo la sensación de haber vivido esto antes.
—¿Cómo?
—Sí, no sé explicarlo. Es como una especie de deja vù, creo que una vez tuve un sueño así.
—¿Qué más recuerdas?
—Solo que desperté y tú no estabas. No pude sacarte ese día de mi cabeza.
—¿Solías soñar conmigo muchas veces?
—Digamos que sí.
—Yo también. Luego no podía parar de pensar en ti, ni siquiera cuando cantaba.
—Es lindo amanecer contigo y que seas real esta vez —dijo Lia al tiempo que lo abrazaba—. Tengo una idea. Toma tu abrigo y las mantas y vayamos afuera.
Abrieron la puerta y salieron al portal. Damir tomó una silla y la colocó entre los arbustos del jardín; ella se sentó sobre sus piernas, rodeando el cuello del cantante con su brazo izquierdo. Ambos miraron al horizonte, dónde comenzaban a vislumbrarse los primeros rayos dorados del amanecer, que coloreaban el cielo de un azul cada vez más claro. El canto de los gallos rompía el silencio que caracterizaba la alborada, como evidencia de que estaban en medio del campo. Lia cerró los ojos por un instante, intentando capturar los olores del alba.
—No sabes cómo extrañaba este olor a tierra mojada, allá no es igual.
—Te entiendo.
—Lo sé. Tú mejor que nadie sabes que no hay nada como estar en casa. Cuba siempre será mi hogar.
Damir acarició sus cabellos y los dos permanecían en silencio. Todo a su alrededor empezaba a cobrar vida, anunciando el comienzo de un día más, tal vez trayendo consigo nuevas esperanzas, nuevos sueños, a fin de cuentas, es eso lo que nos mantiene vivos y nos da fuerzas para seguir adelante.
En la casa grande ya podían sentir el aroma del café recién colado, así que caminaron por inercia hacia allí, envueltos en una manta.
—¡Buenos días! —saludaron al unísono.
—¡Buenos días! Hoy madrugaron los dos —contestó José.
—Vengan, siéntense con nosotros a desayunar. Preparé café con leche — los invitó Doña Carmen.
Desayunaron los cuatro en armonía, riendo con las anécdotas de la noche anterior. Las carcajadas de Damir se escucharon en todo el lugar al recordar su baile. Regresaron después a la cabaña para asearse.
—Creo que deberías afeitarte, te has vuelto perezoso en estos días.
—¿No te gusta mi barba? —preguntó el cantante, divertido.
—No, me hace cosquillas.
—¿Así? —Damir la atrapó y comenzó a restregar su barbilla contra el rostro de la joven.
—¡Basta! ¡Detente! —gritaba ella mientras reía sin parar, hasta que sus miradas se encontraron y comenzaron a besarse recostados contra la pared de la entrada—. Será mejor que vayas a bañarte —dijo ella apartándose para recuperar el aliento.
—¿Es demasiada tentación para ti? —respondió él sobre sus labios.
—No podemos pasarnos el día como conejos, Damir.
—¿Por qué no?
—Porque estamos en el paraíso. Tenemos hermosos lugares por visitar aún, debemos aprovechar el tiempo al máximo.
—Conozco mejores formas de aprovechar el tiempo.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi príncipe azul?
—Yo siempre dije que no lo era, ¿recuerdas?
—Vaya a afeitarse, príncipe kazajo.
—Sus deseos son órdenes, mi princesa —contestó él, haciendo una reverencia e intentando contener la risa mientras ella le revolcaba el cabello.
Ambos terminaron de asearse y entraron nuevamente a la pequeña casa. Damir tomó en sus manos el primer tomo del libro El Señor de los Anillos que había traído de Kazajistán y Lia dedicó unos minutos a organizar la habitación, para luego tomar su cuaderno y acostarse en la cama a escribir. Sus ojos se iluminaron al reconocer la letra del cantante en aquellas páginas: él había escrito algo para ella.
"El cisne y el ángel"
Cuenta la leyenda que un ángel se enamoró de una princesa cisne que nadaba todos los días en las aguas transparentes del Gran Lago. Cada atardecer, asomaba su rostro entre las nubes para contemplarla, con la esperanza de que, alguna vez, volara cerca del cielo y pasara junto a él.
Una tarde, presa de la desesperación, el ángel comenzó a cantar una hermosa melodía, deseando que la dama cisne lo escuchara. Ésta, al oír aquellas notas armoniosas, emprendió el vuelo siguiendo la voz, hasta que vio su rostro dibujado en el ocaso. Se acercó para contemplarlo mientras batía sus alas sin descanso, pero estaba tan alto que no consiguió alcanzarlo. Entonces, descendió nuevamente hasta el agua y, con lágrimas en los ojos, pasó toda la noche buscando la figura del ángel entre las estrellas. El ángel, no pudiendo soportar la tristeza de su amada, decidió bajar a la Tierra justo antes del amanecer, cuando todos dormían. Una intensa luz iluminó la orilla del lago y la dejó ciega por unos instantes, hasta que logró reconocerlo y nadó hacia él.
Se besaron y se amaron con la luz del alba y poco a poco se fueron olvidando del mundo. Todo a su alrededor dejó de existir para ellos, como si el tiempo se hubiese detenido justo en el momento en el que unieron sus almas para siempre.
Estaba escrito en las leyes de la naturaleza que un ángel y un cisne no pueden estar juntos. Ambos tienen alas, blanco plumaje y simbolizan el amor y la pureza, pero son seres diferentes. Solo que nadie elige a quien amar.
Por muy alto que vuele un cisne, nunca alcanzará a llegar hasta la morada de los ángeles y los seres de luz no pueden permanecer mucho tiempo entre los terrícolas porque esto genera un desbalance en el universo. Quizás fue por eso que, mientras ellos solo disfrutaban de su amor, afuera todo se fue cubriendo de una densa niebla. Las personas olvidaron la paz y la bondad y comenzaron a pelearse entre ellos: el odio y la codicia reinaban en la Tierra.
Un trueno ensordecedor los interrumpió cuando se besaban: era el llamado del Supremo y el ángel no podía negarse a comparecer ante su deber. Durante días fueron llamados a restablecer el balance en cada rincón del planeta, llevando un rayo de luz y esperanza y trayendo de nuevo la paz y la unión entre los hombres.
Nuestro ángel nunca se olvidaba de su princesa alada, por lo que cada tarde le dedicaba una hermosa canción que ella escuchaba al mismo tiempo que surcaba las nubes.
Muchas lunas pasaron y la dama cisne continuaba esperando el regreso de aquel bello ángel a quien le había entregado su corazón. Hasta que éste por fin llegó una noche, justo antes de la alborada, para luego partir al cielo con la salida del sol.
Así continuaron viviendo por mucho tiempo. El cisne nadaba en las aguas del lago siempre a la espera y el ángel, cada atardecer, entonaba una melodía para recordarle cuánto la amaba, contando los días para que, finalmente, pudieran encontrarse.
аққуым: (Mi cisne)
"Si tú eliges esperarme, prometo que siempre voy a regresar a ti."
періштең (Tu ángel)
Cuando Lia salió de la habitación, encontró a Damir leyendo en el portal. Se acercó lentamente para abrazarlo desde atrás.
—I choose a mortal life (Elijo la vida mortal) —susurró en su oído; él se giró para besarla.
—Siempre supe que Arwen era tu personaje favorito; el mío es Aragorn. Quizás por eso hacemos tan buena pareja.
—Cuando creía que estaba a punto de perder la fe, siempre me acordaba de ella. También creo que Aragorn combina contigo, nunca se rindió. Por cierto, encontré la sorpresa que dejaste para mí.
—¿Te gustó?
—Es lo más hermoso que alguien me ha regalado en toda mi vida.
—Me alegra escucharlo. Entonces, ¿cuál es tu respuesta?
—Ya la dije antes, pero voy a repetirla: voy a esperarte siempre, ángel.
Lia se sentó a su lado para besarlo; Damir dejó caer el libro sobre sus piernas y la abrazó contra su pecho. Sus sentimientos eran cada vez más fuertes, tenían la sensación de que sus cuerpos iban a estallar de un momento a otro al acercarse, de que sus almas se encontraban unidas bajo la misma piel.
—Creo que deberíamos intentar comunicarnos de nuevo con nuestras familias —sugirió ella mientras entrelazaba los dedos de sus manos a los del cantante.
—Sí, vayamos ahora que todavía es temprano.
—Extraño mucho a mi pequeño travieso y desearía haber pasado más tiempo con mis padres.
—Yo también echo de menos a David, se ha convertido en mi persona favorita.
—Creo que también compartimos eso.
Se pusieron de pie y entraron a la casa para buscar sus respectivos teléfonos. Al salir, tomaron el sendero que conducía al caserío más cercano. Fueron juegueteando como dos adolescentes durante todo el camino: Damir la tomaba en sus brazos y ella le hacía cosquillas para que la bajara de nuevo. Sus risas claras se mezclaban con los trinos de los sinsontes y los tomeguines que habitaban las cimas de los árboles que bordeaban la vereda, produciendo una hermosa sinfonía.
Llegaron al mismo ranchón de la vez anterior y se sentaron uno frente al otro. Esa vez consiguieron hablar un poco más con sus familiares. La madre de Lia quería saber todos los detalles sobre la estancia de los dos solos en aquel lugar paradisíaco, algo que encendió las mejillas de la joven por la vergüenza. David le pidió que le enviara fotos de todos los sitios que habían visitado, pero la conexión era pésima, así que solo le llegaron algunas. Damir, por su parte, logró comunicarse con su hermana y su padre, a los cuales les envió algunos mensajes para tranquilizarlos.
Después de almorzar, estuvieron un rato en el portal de la cabaña, hasta que Lia tuvo la idea de visitar la cueva que se encontraba en aquel lugar. Se dirigieron nuevamente al caserío en busca de alguien que les sirviera de guía, allí encontraron a un joven dispuesto a acompañarlos.
Tomaron el sendero que señalaba el camino hacia la cueva y Damir cargó a Lia sobre su espalda un buen tramo. Al llegar, permanecieron un rato explorando la entrada de la caverna, sitio donde se encontraba el nacimiento del río. El joven los acompañó todo el tiempo, pasaron una tarde muy divertida.
En el camino de regreso, Liana insistía en observar detenidamente las copas de los árboles en busca de algún tocororo, pues los carteles señalaban que dichas aves habitaban el lugar, lástima que no tuvieron la suerte de encontrar a ninguno. Los tocororos constituyen un símbolo de libertad para los cubanos, pues llevan en sus bellas plumas los colores de su bandera (blanco, rojo y azul) y, cuando son encerrados, se lanzan contra la jaula hasta liberarse o morir en el intento.
El cantante la cargó otra vez sobre sus hombros y corrió directamente hacia la cabaña, no sin antes despedirse del guía y dejarle una propina como agradecimiento. Al llegar, ella lo observó por un instante, creyendo distinguir un brillo en su mirada que lo hacía lucir como un niño.
—Me agrada lo que veo hoy en tus ojos, me recuerdas a aquel chico que sonreía cuando alcanzaba las notas más altas o cuando alguien más lo hacía -le dijo con sinceridad.
—Todo es gracias a ti. ¿Acaso no te gusta mi otra versión?
—Sabes que te adoro así, pero el Damir de ahora es un poco más serio, emana una seguridad abrasadora, ya no queda mucho de aquel joven tímido. Ojalá él hubiese conocido a la chica que solía ser, creo que le habría gustado.
—Me gusta la que estoy viendo ahora. El tiempo de Alá es perfecto, Liana. Él nos hizo encontrarnos en el momento exacto, no lo olvides.
—¿Será? No sé por qué quiso que conocieras a esta Lia rota, llena de cicatrices.
—Tal vez quería que te ayudara a sanarlas, solo eso. Yo te quiero así, Liana, eres todo lo que un día soñé.
El músico la estrechó en sus brazos, sintiendo que podrían permanecer así para siempre, los abrazos eran el refugio perfecto.
Minutos después, la muchacha buscó algo de ropa para tomar una ducha. Damir aprovechó ese tiempo para visitar la casa de Don José y pedirles ayuda a él y su esposa con el plan que tenía para esa noche.
***
Lia salió del baño y caminó rápidamente hacia la cabaña. Al abrir la puerta, vio a Damir completamente vestido de negro encendiendo unas velas en la pequeña mesa redonda que había trasladado hasta la sala.
—¡Qué linda sorpresa! —exclamó.
—Ya que nunca tuvimos nuestra primera cita, se me ocurrió prepararte una cena romántica —respondió el cantante.
—Me gusta la idea. ¿Pretendes tentarme con ese vino, kazajo malvado?
—Puede ser. Entonces, ¿qué dices? ¿Aceptas tener una cita conmigo?
—Está bien, acepto. Iré a cambiarme de ropa, la ocasión lo merece.
Ella corrió directo al cuarto, mientras el joven músico terminaba de organizar la mesa. Damir colocó un búcaro con algunas flores blancas en el centro, dos platos, los cubiertos y dos copas que le había pedido prestadas a Don José. Liana regresó minutos más tarde, luciendo un sencillo vestido de mangas largas de color marrón y llevando el cabello suelto.
—Estás preciosa —le dijo.
—Gracias. Voy a tener que darte la razón, realmente el color negro te hace ver más sexy que de costumbre —contestó ella, acercándose a él—. Tengo una propuesta, ¿qué tal si nos saltamos la parte de las preguntas tontas sobre nuestro pasado? —volvió a decir, esta vez muy cerca de sus labios.
—Recuerde que debe comportarse, señorita. La primera impresión es muy importante —respondió él con picardía.
—Entonces estoy completamente perdida porque alguien me dijo una vez que el día que me conoció le parecí aterradora. —Lia se sentó en la mesa, atrayéndolo hacia ella por el cuello de la camisa para besarlo.
—Creía que el beso sería al final de la cita —dijo él, tras separar sus labios para tomar aire.
—No soy muy buena siguiendo reglas.
—Yo tampoco.
—Podemos comenzar por el vino.
—Sus deseos son órdenes, madame. —Damir hizo una reverencia, intentando contener la risa, al mismo tiempo que tomaba la botella en sus manos para descorcharla.
—También creo que debemos amenizar la noche con música.
Ella tomó la copa que le ofreció el cantante y la dejó sobre la mesa, para luego ir corriendo a buscar su teléfono y reproducir una pista que Damir reconoció al instante.
—¿Esa es mi canción? ¿Be with me? —Ella asintió como única respuesta, mientras lo tomaba de la mano, invitándolo a bailar.
—Ven, príncipe kazajo, quiero que hagas lo mismo que en ese video —le dijo al oído y Damir sintió como su piel se electrizaba de la cabeza a los pies.
—No sabía que te gustaban los chicos malos, Liana —susurró sobre sus labios, tomándola por la cintura y atrayéndola hacia él.
—Solo si eres tú. —Lia lo besó tan apasionadamente que el joven cantante sintió estremecerse su cuerpo de tanto placer.
De pronto, ella se alejó un poco y Damir empezó a bailar y a cantar justamente como en el video musical de "Be with me". Cuando terminó la pista, Lia reprodujo "Thriller", de Michael Jackson y rieron como dos adolescentes intentando hacer la coreografía.
—Definitivamente no somos una pareja normal. ¿No se supone que las canciones que bailes en una cita deben ser románticas? —dijo Damir divertido.
—¿Quién dijo que debemos ser normales? Lo normal es aburrido —respondió ella, mirándole a los ojos de manera atrevida—. Creo que puedo hacer algo por ti.
Lia buscó en los archivos de su celular la canción "Perfect", de Ed Sheeran y comenzó a bajarse el vestido suavemente de forma sensual. Damir no podía apartar la vista de ella, completamente hechizado. La joven caminó lentamente hacia él, vistiendo solo su ropa interior.
—Nunca vi un cantante que se quedara mudo a mitad del espectáculo, príncipe kazajo. —Damir sonrió bajando la mirada para luego lanzarse a besarla, pero ella lo detuvo con su dedo índice.
—Todavía no, veamos si eres capaz de aguantar toda la canción sin besarme. —Lia estaba poniendo sus límites a prueba, nunca antes había vivido un momento tan erótico como ese—. Me gusta como te queda esta camisa negra, pero me hace sentir deseos de quitártela —volvió a decir mientras zafaba los botones uno a uno.
—Estás haciendo trampa, Liana —susurró en su oído con aquella voz grave que nublaba su mente—. Esa canción dice algo sobre un vestido y tú no llevas puesto ninguno.
Ella cerró los ojos mientras sentía una descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo; lo abrazó y bailaron suavemente al ritmo de la música por unos segundos. Damir la alzó en sus brazos mucho antes de que terminara la melodía y corrió al cuarto, dejándose caer junto a ella sobre la cama.
—Creo que hoy no me importa perder aunque, ahora que lo pienso, salí ganando —dijo mientras terminaba de quitarse la camisa y la besaba mirándole a los ojos, con esa mezcla de fuego y ternura que la hacía perder la razón.
🎶I don't deserve that
You look perfect tonight🎶
La música continuaba sonando, al mismo tiempo que sus cuerpos se movían al compás del deseo.
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