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Capítulo XLII: A la luz del fuego.

Dicen los antiguos que cuando dos almas están destinadas a encontrarse, el universo hará de todo para llegar a unirlas, comienzo a creer que es verdad. Tal vez sea por eso que encontré aquel video de los jóvenes paseando por Almaty, tras pedirle a Dios una señal; quizás esa sea la causa de que una cubana terminara viviendo en Kazajistán con su pequeño hijo, a miles de kilómetros de su patria; a lo mejor también el destino conspiró para que el hombre más hermoso y saludable de aquella tierra, cayera desmayado en medio del camino y luego regresara tocando su puerta; tal vez nuestra historia siempre estuvo escrita en las estrellas y, al no conocer su lenguaje, no alcanzamos a leerla.

Liana

Damir descansaba sobre la hierba, mientras Lia, a su lado, continuaba escribiendo sus pensamientos en aquel cuaderno. El joven abrió los ojos de pronto y los rayos de sol lo cegaron por un instante, hasta que alcanzó a verla.

—Tengo curiosidad por saber lo que escribes ahí —dijo acercando su rostro al de ella.

—Ya te lo dije, intento convertir lo que siento en palabras, nada más —respondió Lia luego de darle un corto beso en los labios.

—¿Podrías traducirlo para mí?

—Lo intentaré.

Lia comenzó a traducir lo que escribió esa mañana sobre el amor y lo que había estado escribiendo minutos antes. Tuvo que utilizar varias veces el diccionario que tenía en su teléfono para buscar algunas palabras complejas. Luego vendría lo más difícil para ella: leerlo en voz alta. La pronunciación era su mayor dificultad en el idioma kazajo, debido a que el alfabeto cirílico posee sonidos completamente diferentes al latino, pero ya llevaba dos años viviendo en Alamaty y lo dominaba bastante bien, al menos podía comunicarse. Damir la escuchaba hechizado por sus palabras, incluso cuando terminó de leer, no dejaba de observarla.

—¿Por qué me miras de esa forma? —preguntó ella intrigada.

—Quiero recordarte así, grabar tu rostro en mi memoria para siempre.

—No voy a ir a ninguna parte, Damir, mejor dicho, si lo haré, pero contigo.

—Lo sé, pero quiero recordar cada detalle, así, cuando esté lejos, podré pensar en ti.

—Te quiero, ángel.

—Tú eres un ángel, mi ángel de amor.

Estuvieron un tiempo besándose sobre el pasto, intentando contener las ganas desmesuradas de hacer el amor en aquel mismo sitio.

—Me gustó mucho lo que escribiste, alcanzaste a describir lo que siento con esas palabras —dijo él mientras la abrazaba contra su pecho.

—¿Crees en el destino?

—No lo sé, puede que sí.

Ambos se pusieron de pie y se sacudieron el polvo, para luego caminar tomados de la mano hacia la cabaña. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y todo a su alrededor adquirió un tono áureo.

—Hace mucho que no me pides que cante para ti, ¿ya no soy tu cantante favorito? —preguntó Damir.

—Sabes que quiero que descanses unos días alejado de los escenarios; para mí, primero que todo, eres un ser humano. Además, ¿quién dijo que eres mi cantante preferido?

—¿Ah, no soy yo? ¿Quién es entonces? —el joven músico se detuvo en medio de la vereda, fingiendo estar molesto.

—Vamos a ver... —Lia intentaba parecer pensativa—. Shakira —dijo riendo sin parar al mismo tiempo que movía las caderas imitando a la icónica barranquillera.

—No es cierto —respondió Damir, atrayéndola hacia él y rodeándola con sus brazos.

—Sí lo es.

—Quiero escucharte decir que soy tu cantante favorito.

—No lo diré.

—Entonces no voy a soltarte hasta que lo digas —contestó Damir alzándola en sus brazos, para luego bajarla lentamente—. Dilo, Liana, di que soy tu héroe —susurró en su oído.

—Tú no eres mi héroe, Damir.

—¿Puedo saber quién es entonces?

—Mis verdaderos héroes llevan batas blancas, salvan vidas a diario y nadie conoce sus nombres. Tú eres mi luz, el hombre que ha hecho que me sienta viva y por el que he vuelto a creer en el amor.

—¿Quién eres, Liana? —dijo Damir muy cerca de sus labios, sintiendo su respiración.

—Solo soy una mujer común que se enamoró de ti.

—Por Dios, a veces creo que no eres real —volvió a decir el joven mientras acariciaba dulcemente el rostro de Lia, para luego besarla como si fuese su último día en la Tierra.

—Bobo, sabes que siempre has sido mi preferido, no tienes que preguntarlo. Ningún otro ha podido tocar mi alma cuando canta, solo tú —dijo ella mirándolo a los ojos.

—Pretendo continuar mereciendo ese puesto. Por eso, a partir de ahora, voy a dedicarte cada canción.

—¿Eso quiere decir que antes se las dedicabas a alguien más?

—¿Te refieres a si he tenido otras relaciones?

—No tienes que contestar, me arrepiento de haberte hecho esa pregunta. —Ella tapó su rostro con ambas manos, intentando ocultar la vergüenza.

—Quiero hacerlo, no te preocupes.

—Ya ni siquiera sé si quiero escuchar.

—No voy a mencionar nombres, tranquila. Déjame ver por dónde empiezo. En las primeras, era muy joven, pensé que sería algo para toda la vida, al igual que mis padres, pero me equivoqué. Algunas chicas que se me acercaban, me veían como un trofeo, alguien inalcanzable, eso me hacía sentir peor. Creían conocerme, pero ninguna se interesó por hacerlo de verdad. Entonces me rendí, decidí no buscar más, a veces pensaba que nadie querría estar conmigo realmente y no las culpaba. La mujer que estuviese a mi lado tendría que pasar la mayor parte de su tiempo sola, siempre esperando mi llegada o verse arrastrada a la locura que es mi vida en el mundo del espectáculo. Nunca podríamos pasear libremente tomados de la mano sin que alguien se acercara para hacernos una foto o pedirme un autógrafo. Es justo que sepas a lo que te enfrentas. Yo adoro a mis fans, pero pretendo mantener mi vida privada lejos de las cámaras, aunque sé que no es algo fácil.

—¿Estás hablando en serio?

—Sí, Liana. Es cierto que mis sueños más inalcanzables se han hecho realidad poco a poco, pero para ello he tenido que sacrificar todo lo demás. En ocasiones he pensado que renunciaría a ser cantante por tener una vida simple, con muchos niños que me llamen papá, pero luego veo a tantas personas entonando mis canciones en mi idioma natal y sé que nada ha sido en vano.

—Cualquier mujer debería sentirse feliz de estar contigo. Eres la mejor persona que conozco, Damir. Tú haces que cada segundo de espera valga la pena.

—Hablas como si esa mujer no fueras tú.

—¿Lo soy?

—Siempre vas a ser tú, Liana, siempre.

Llegaron a la cabaña y ella prácticamente tuvo que obligar al cantante para que fuera a bañarse, pues éste no quería despegarse de su lado. Entonces puso en marcha su plan para la sorpresa que quería prepararle esa noche. Corrió a la casa de Carmen y José para ayudarlos con todo. Encendieron la hoguera que habían hecho con leña y le colocaron una enorme cacerola llena de agua. Le pusieron sal y algunos trozos de carne de cordero y gallina. Fueron agregando también diferentes viandas que iban pelando y cortando poco a poco, además de varias especias aromáticas para condimentar.

Damir salió del baño y, al no encontrar a Lia, caminó rápidamente hacia la casa grande al ver la nube de humo. Le vino el alma al cuerpo cuando los vio riendo alrededor de la fogata en el patio y fue a sentarse junto a ellos.

—¿Qué hacen? —preguntó Damir.

—Preparamos una caldosa. Es una especie de ajiaco con muchas viandas y carne —contestó Liana.

—Huele muy bien.

—Espera a probarlo. Voy a tomar un baño. Te dejo en buena compañía —dijo ella al tiempo que se ponía de pie y le daba un beso.

El joven músico se sentó en el suelo para ayudar a los ancianos a preparar el caldo. Ellos no entendían casi nada de lo que decía, así que solo se mostraban amables con él. Cuando Lia regresó, lo encontró tocando en la guitarra una melodía kazaja, mientras Don José y su esposa lo escuchaban totalmente hechizados. Ella simplemente se quedó de pie observándolo: se veía tan sereno. Damir terminó de tocar y, como si hubiese advertido su presencia, giró la cabeza hasta donde se encontraba, mientras Lia caminaba hacia él para abrazarlo.

—¿Qué dice si cantamos algo alegre? —preguntó Liana dirigiéndose al anciano, al mismo tiempo que se sentaba entre las piernas del cantante—. Creo que mi "chino" hizo llorar a Doña Carmen.

—Toca como los ángeles —respondió la señora.

—Deberían escucharlo cantar —volvió a decir la joven—, pero ahora es el turno de los cubanos, vamos a ponerle sabor a la noche.

El señor José comenzó a tocar "Guajiro Natural", del fallecido Polo Montañez y la joven lo acompañó cantando, mientras su esposa y Damir aplaudían. Las brasas continuaban cocinando el caldo, que ya comenzaba a desprender un olor delicioso. Algunos vecinos cercanos comenzaron a llegar hasta ellos al escuchar la música, contagiados por su alegría. Lia los invitó a acercarse y se sentaron alrededor del fuego, otros se quedaron de pie bailando, todo estaba saliendo mucho mejor de lo que ella había planeado. Una niña se acercó al cantante y lo tomó de la mano para invitarlo a bailar con ella, éste no fue capaz de negarse. Intentaba moverse al ritmo de una guaracha sin parar de reír, hasta que la pequeña se detuvo para observarlo.

—Tú no eres de aquí, ¿verdad? —dijo—. Tienes los ojos chinitos.

—Dice que le gustan tus ojos, pero que bailas muy mal —bromeó Lia, riendo a carcajadas.

—Tú eres muy bonita, como ella —le contestó el cantante a la pequeña, señalando a Liana.

La chica se despidió de ambos con un gesto de sus manos y corrió junto a su familia. El joven le hizo señas a Don José para que le prestara la guitarra y comenzó a tocar la canción "Sabor a mí". Lia quedó realmente sorprendida al descubrir que conocía la letra. A su alrededor, todos quedaron mudos al escucharlo cantar, tal era el efecto que siempre causaba.

🎶Pasarán más de mil años, muchos más,
yo no sé si tenga amor la eternidad,
pero hoy tal como ayer
en la boca llevarás sabor a mí🎶

Esta última estrofa la dijo mirando a Liana fijamente, algo que le hizo comprender que Damir conocía el significado de aquella hermosa canción.

—La aprendí para ti —susurró él en su oído; ella se colgó de su cuello para besarlo y los demás aplaudieron al verlos.

Se separaron muertos de vergüenza al advertir que todos los miraban. El cantante quiso entregarle la guitarra a su dueño, pero las personas continuaron animándolo para que tocara una vez más.

—Vamos, no seas tímido —le dijo Lia—. Sé que conoces otras canciones en español.

El joven kazajo tocó esta vez "Adoro"; muchos de los presentes lo acompañaron haciendo el coro en el estribillo, incluyendo Lia.

🎶Y me muero por tenerte junto a mí
Cerca, muy cerca de mí, no separarme de ti
Y es que eres mi existencia, mi sentir
Eres mi luna y mi sol, eres mi noche de amor🎶

Cuando estuvo lista la caldosa, Lia ayudó a la señora Carmen a servirla en tazones para todos los presentes. Los cubanos siempre solían celebrar este tipo de fiestas, pero ya no lo hacían con la misma frecuencia, quizás porque los motivos, los alimentos y las alegrías escaseaban en todos los hogares. Liana se sintió plena al poder brindarles al menos un poquito de felicidad aquella noche, de disfrutar junto a ellos el calor de su tierra. Damir la observaba encantado de haber tomado la decisión correcta al haber comprado los boletos de avión y de aventurarse a dejar todo atrás para viajar a Cuba.

Poco a poco, todos se fueron marchando hacia sus casas, hasta quedar solos los dos contemplando cómo el fuego hacía crujir la madera hasta convertirla en cenizas. Ella sacó un pequeño papel de sus bolsillos y se lo entregó a Damir, que lo abrió con curiosidad.

—Esta mañana, cuando te atreviste a contarme tus miedos de no encontrar a alguien que quiera estar a tu lado, me hiciste recordar esta canción de Sin Bandera y decidí traducirla para ti. Supongo que, de algún modo, siempre te he estado esperando, incluso cuando no sabía que lo hacía —le contó Liana, comenzando a tocar los primeros acordes en la guitarra.

🎶A varios cientos de kilómetros
Puede tu voz darme calor igual que un sol
Y siento como un cambio armónico
Va componiendo una canción en mi interior

Sé que seguir no suena lógico
Pero no olvido tu perfume mágico
Y en este encuentro telefónico
He recordado que estoy loca por ti

Que todo el mundo cabe en el teléfono
Que no hay distancias grandes para nuestro amor
Que todo es perfecto, cuando te siento
Tan cerca aunque estés tan lejos🎶

Damir ni siquiera la dejó terminar la canción y la atrajo hacia él para abrazarla con todas sus fuerzas. Echaron un puñado de tierra sobre las llamas para terminar de extinguirlas y caminaron directamente hacia la cabaña. Ella entró primero y fue hasta el fondo, trayendo en sus manos una caja de fósforos, al mismo tiempo que él colgaba la guitarra en un clavo de la pared. Liana había colocado algunas velas en la sala y comenzó a encenderlas una por una, creando un ambiente romántico, a medida que iba hablando con su voz apacible.

—Hace algunos años, vi una película que se titula "Luz de fuego". En ella, la protagonista decía que cuando las brasas se encienden, ocurre una especie de magia que hace detener el tiempo, donde no existen reglas y puedes hacer lo que quieras, decir lo que quieras, ser quien quieras hasta que éstas se apaguen y todo vuelva a ser como antes. —Ella llegó hasta Damir y apenas rozó sus labios con la punta de los dedos—. Quiero hacerte el amor a la luz del fuego.

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