Capítulo XIII: La mujer ideal.
Lia nunca pensó extrañar a alguien a quien conocía tan poco. El día se le hizo eterno al saber que él estaba tan lejos, que no aparecería de pronto en su casa para alegrarles la vida. Se había acostumbrado a sus visitas inesperadas, a escuchar su voz de cerca, al efecto electrizante que tenía en su piel cuando la llamaba "Liana". Se sorprendió a sí misma pensando en esos momentos que compartieron e imaginando cómo habría sido viajar juntos los tres en esa gira. De pronto escuchó el sonido de su celular que indicaba que tenía nuevos mensajes. No pudo evitar sonreír como una adolescente cuando vio las fotos y los videos cortos que le había enviado Damir, cumpliendo la promesa que le hizo la noche anterior. En muchas fotografías aparecía junto al personal de su equipo, se veían tan felices. «Si tan solo hubiese aceptado la invitación —pensó— No puedo, eso significaría firmar un contrato por un tiempo determinado y tener que arrastrar a David en esa locura.» Así que debía conformarse con verlo todo a través de una pantalla como siempre lo había hecho.
Pasaron los días y Damir continuó escribiéndole y enviándole fotos de cada uno de los ensayos, eventos, incluso algunas inéditas de una sesión fotográfica en la que participó para una campaña publicitaria. Una noche hizo una videollamada al teléfono de David para mostrarle la ciudad de Shangai en todo su esplendor, era realmente deslumbrante. La urbe exhibía un espectáculo de luces de colores y carteles lumínicos por doquier, sus calles permanecían llenas de autos y personas a pesar de la hora, parecía que Shangai cobraba vida en las noches. Los edificios eran tan altos que tu mirada se perdía sin lograr ver la cima, resultaba realmente increíble.
Lia solo saludó a Damir unos segundos, odiaba como se veía su rostro en las cámaras, además de que sintió vergüenza de que la viera en pijama. Al observarlo por un instante, pudo advertir el cansancio que acumulaba su cuerpo, se notaba fácilmente en sus ojos a pesar de la sonrisa dibujada en sus labios, pero ella no fue capaz de decirle nada al respecto. David acaparó toda la atención del cantante para sí y le hizo mil preguntas sobre su gira y los lugares que había visitado, estuvieron hablando en kazajo durante casi una hora, hasta que Damir llegó a su hotel y se despidió del niño.
Ese fin de semana tuvo lugar la presentación en vivo del joven cantante en un programa de televisión de China, dónde interpretó magistralmente la canción S.O.S. y otra en mandarín. S.O.S. era una de las canciones que más le habían llegado a lo profundo de su alma en aquellas noches en las que no encontraba sentido a su vida, en las que creyó no pertenecer a este mundo, en las que se sintió perdida, sola, apagada. La letra es en francés, pero logras sentir cada palabra en lo más hondo como si fuese tu lengua materna. Es un canto a la desesperación, a la angustia que se cuela en tus entrañas cuando quisieras escapar de tu realidad a cualquier precio, cuando te cuestionas tu propia existencia, cuando tus esperanzas y sueños están fuera de este mundo.
Durante la entrevista, agradeció a sus fans por todo el amor que le habían brindado en el transcurso de su carrera, por viajar desde todos los países del mundo para asistir a sus conciertos, por escuchar y sentir su música. Así era él, después de tantos años de fama no había perdido la humildad y poseía excelentes valores y principios. Damir es un ser humano hermoso y transparente, la esencia de su alma queda reflejada en cada una de sus interpretaciones; su público lo adora y han llegado a creer que es un ángel en la Tierra, un ser de luz, un alma antigua.
Lia había visto muy pocas entrevistas de Damir, dado que solo le interesaba su música, que la ayudaba a olvidarse del mundo. Ese día, en Youtube, encontró otras además de esa, por lo que sintió un poco de curiosidad y se dispuso a visualizarlas con el fin de conocer un poco más su personalidad. Le llamó la atención una en particular, realizada unos meses antes en Armenia, donde los titulares afirmaban que había respondido varias preguntas de su vida personal. Recordó que él había confesado que las entrevistas aún lo ponían nervioso y quiso saber cómo había reaccionado esa vez. La locutora comenzó hablando sobre sus millones de fans alrededor del mundo, de como viajaban desde más de ochenta países para asistir a sus conciertos y lo seguían a todas partes a través de sus redes sociales, dónde era conocido como el "Mejor Cantante del Mundo". Lia sabía por experiencia que a Damir no le gustaba que lo llamaran así, por lo que era de esperarse que su respuesta fuese que él no se consideraba como tal, que los cantantes no se miden solo por su excelente voz o por un amplio rango vocal, sino por su interpretación y por su manera de sentir la música, siendo eso, a su entender, lo más importante. Agradeció humildemente a todos sus seguidores por escucharlo y brindarles su apoyo incondicional, a sus maestros, a su familia que siempre estaban allí para él. La entrevista transcurrió de forma fluida durante algunos minutos, hasta llegar a las preguntas personales: la locutora hizo especial énfasis en cómo las personas realizaban diariamente en Internet búsquedas acerca de si tenía esposa e hijos y le preguntó lo que pensaba al respecto. La expresión del rostro de Damir cambió completamente, Lia pudo notar la incomodidad que había causado en él esta pregunta. Sin pensarlo mucho, respondió que era un hombre libre en ese momento, pero que no quería mostrar públicamente a su esposa e hijos en un futuro «¿Por qué querría hacer algo así? —añadió—. Yo brindo mi arte, mi creatividad, es lo que le doy a mis fans.» Al principio Lia no supo cómo interpretar aquellas palabras, pero poco a poco fue descubriendo que Damir no era tan inocente como pensaba, era un hombre maduro que sabía lo que la fama implicaba en su privacidad y no estaba dispuesto a sacrifiarla por nada del mundo. La locutora continúo indagando sobre el tema pregúntandole nuevamente qué pasaría si su esposa fuera una figura pública, a lo que el cantante respondió evasivamente que ya vería lo que haría si se daban esas circunstancias. Fue un momento muy tenso para él.
No satisfecha su curiosidad, reprodujo otra entrevista un poco más antigua dónde definía a la “mujer ideal”. Lia dudó unos segundos en continuar escuchando aquellas palabras, se estaba involucrando demasiado y el resultado podría ser desastroso para ella, era de esperarse. No pudo evitarlo, así que escuchó cuando Damir dijo que la chica de sus sueños debía ser modesta, humilde y muy humana, cualidades que ella, a su entender, poseía; pero esto no era todo, el joven cantante añadió que su chica debía contar con el amor y el apoyo de su familia, a la que tendría que amar tanto o más que a él mismo. Lia sintió una vez más como se rompían sus alas, como la realidad explotaba nuevamente en su cara, tal como una frágil pompa de jabón a merced del viento. Lamentó el momento exacto en que se permitió soñar que Damir pudiera quererla y aceptarla tal y como era, sabía que su familia nunca aprobaría que él estuviese con una madre soltera, extranjera y sin nombre. Los familiares de Damir eran todos artistas consagrados, unas excelentes personas, pero muy tradicionales y religiosos de acuerdo con las costumbres en las que fueron educados. En ese momento todas sus inseguridades tomaron el control y sintió que nunca sería suficiente para él; tenía que alejarse de ese hombre a toda costa, no podía permitise perder nuevamente su reflejo, su esencia. Bastante caro había pagado ya la traición de Carlos. Lia secó sus lágrimas con ambas manos y se dispuso a continuar con su vida lejos de Damir. No tenía idea de cómo haría para alejarlo, ya que, al parecer, el cantante disfrutaba de su compañía, pero no podía involucrarse más.
La mañana del domingo llegó más fría de lo normal, puesto que el otoño iba avanzando para dar paso al invierno. Lia intentó quedarse en la cama un poco más, a fin de cuentas era su día libre, pero no pudo dormirse nuevamente. Se levantó muy calmada y se dispuso a preparar su café de las mañanas. Desayunó envuelta en una manta sentada en el sofá y decidió encender el televisor para ver una película. Estuvo indecisa un buen rato, hasta que optó por reproducir videos musicales mientras realizaba las tareas del hogar. David se levantó mucho después, cuando ya su mamá preparaba el almuerzo.
—Buenos días, mamá. ¿Queda algo para desayunar?
—Buenas tardes, mi perezoso. Te dejé un tazón de chocolate en el micro. Estoy haciendo tu postre favorito.
—¿Flan? ¿Ya está listo?
—No, todavía, pero lo estará después del almuerzo. Le guardaré un pedazo al señor Mukhamed, podremos llevárselo en la tarde.
—Tan tarde no, mamá, tengo mucho frío hoy.
—Luego podemos ver una película, ¿qué te parece?
—Hoy la escojo yo, las tuyas siempre son tristes.
—¡Oye, no digas eso! Yo tengo muy buen gusto para el cine. Por lo menos mis películas no son de robots ni de extraterrestres que quieren provocar el fin del mundo.
—Sí, como sea, hoy me toca a mí escoger.
—Está bien, don David, usted manda —le respondió Lia en tono de broma.
El niño ayudó a su madre a organizar la casa, llevó las bolsas de basura afuera y estuvo un rato pintando mientras escuchaba música. La pintura era más que un pasatiempo para David, desde pequeño dibujaba muy bien y sus abuelos maternos siempre lo habían incentivado, regalándole materiales como acuarelas, creyones y colores. Ese día pintaba un cuadro con el tema del otoño, tomando como referencia una de las fotografías del paseo por el parque Kok-Tobe. Mezclaba los tonos naranjas y amarillos para las hojas de los árboles como todo un experto. Lia lo miraba absorta en sus pensamientos y de pronto recordó ese día, sorprendiéndose nuevamente pensando en Damir. Había decidido no responder sus mensajes y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no verlos, por eso bloqueó su número. Si alguna vez regresaba, ya pensaría en qué decirle, por el momento, solo necesitaba olvidar.
Tocaron a la puerta y Lia despertó rápidamente del limbo en que se encontraba. Su corazón de pronto dio un vuelco: «¿Será él?» La última vez que supo de su paradero fue una semana atrás, cuando vio en las noticias que se encontraba en Budapest, confirmando su participación como jurado de un concurso internacional de talentos que tendría lugar en los primeros meses del año nuevo en dicha ciudad. Se levantó lentamente de su asiento y caminó hacia la puerta, su corazón parecía que se le iba a salir del pecho, ¿qué estaba pasando con ella? Cuando abrió, dejó salir al exterior todo el aire contenido en sus pulmones en un suspiro: frente a sus ojos la saludaba el señor Mukhamed.
Había olvidado por completo que unos días antes lo invitó a almorzar el domingo, realmente disfrutaba de la compañía de este anciano tan bondadoso, era un bálsamo para sus oídos escucharlo tocar su dombra y un alivio para no sentirse tan sola en aquella inmensa ciudad. Lo invitó a pasar y, como buena anfitriona, le sirvió una taza de té. David corrió a saludarlo y conversaron los tres muy animadamente durante un buen rato. El anciano les tocó algunas piezas y relató algunas vivencias de su juventud, realmente le habían tomado mucho cariño, era un ser humano muy especial que, a pesar de las inclemencias de la vida, aun conservaba su espíritu.
Almorzaron después del mediodía. Lia había preparado un verdadero banquete, dando pruebas de sus dotes como cocinera. Había puré de patatas con jamón y queso, ternera guisada con aceitunas, ensalada de col y zanahorias, arroz, caldo y flan para el postre. Fueron degustando poco a poco cada uno de los manjares mientras continuaban conversando muy animadamente. Pasaron un buen rato escuchando buena música luego del almuerzo al tiempo que tomaban algunas copas de vino (y un jugo para David, por supuesto.) Un poco antes de las tres de la tarde despidieron al señor Mukhamed en la puerta, no sin antes agradecerle por su visita y envolverle sus medicinas. Cuando ya estaba dentro, Lia creyó escuchar la llegada de un auto y una voz familiar que saludaba al anciano amablemente. Un sudor frío corrió por su frente, no lo podía creer. Quedó petrificada en medio de la sala cuando sintió que llamaban a la puerta. Cuando por fin se decidió a abrir ya no cabía la menor duda: allí estaba él de nuevo, no podía ser otro que... Damir.
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