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Capítulo XI: El corazón de una mujer...

La llamada de sus padres aquel lunes por la tarde había dejado a Lia abatida y completamente confundida. Por suerte, estaba sola, así que podía ordenar sus ideas y fingir una sonrisa a tiempo para cuando llegara su hijo, o eso pensó, porque justo en ese instante, escuchó el sonido del timbre. «¿David aquí tan temprano? ¿Hoy no tenía clase de idiomas? —se preguntó a sí misma» Su sorpresa fue enorme cuando, al abrir la puerta, se encontró a Damir.

—Hola —le dijo él esbozando una sonrisa.

—¡Hola, qué sorpresa! ¿Quieres entrar? —alcanzó a decir ella al punto que lo invitaba a pasar con un gesto de sus manos.

—Sí, en realidad voy a ser bastante breve, no dispongo de mucho tiempo para quedarme hoy, pero tengo una propuesta que hacerles.

—Está bien, ponte cómodo, enseguida regreso. ¿Te sirvo un café, un té?

—No, no te molestes.

—Sabes que no es molestia. Yo sí necesito un café muy cargado.

—¿Pasa algo? ¿Y David?

—David está en una clase de idiomas que tiene dos veces por semana luego de las regulares. No, no pasa nada, solo estoy algo cansada.

Lia preparó el café en pocos minutos y regresó a la sala con dos tazas llenas en las manos. Se sentó justo en frente de Damir y, ofreciéndole una de las tazas, le dijo:

—Me tomé el atrevimiento de traerte una, sé que la necesitas tanto o más que yo.

—Gracias —fue todo lo que alcanzó a decir él mientras se llevaba el café a los labios—. Está fuerte.

—Así nos gusta a los cubanos. Si lo prefieres, te preparo un capuchino o algó más suave.

—No, así está perfecto, el día de hoy va a ser muy largo y necesito las energías. Mi equipo y yo nos vamos de viaje en la noche.

—¿Cómo te has estado sintiendo?

—Mejor, no he tenido más desmayos como el de aquella tarde, debe ser que he logrado descansar un poco, realmente lo necesitaba. En los próximos días tenemos planificado una especie de "tour" por varios países. Comenzaremos por algunas ciudades de China con presentaciones en programas de televisión, sesiones fotográficas, conferencias de prensa, en fin, voy a estar bastante ocupado y también exhausto. Es por eso que quiero hacerte una propuesta. —Damir hizo una pausa en la conversación como si quisiera encontrar las palabras exactas que decir en ese momento.

—Puedes decirme sin problemas, estoy intrigada.

—Quiero que seas parte de mi equipo.

—¿Qué? —Lia no podía dar crédito a lo que escuchaba.

—Discúlpame por no explicarme bien. Quiero que tú y David viajen conmigo y que formes parte de mi equipo trabajado como médico. Estamos planeando también dos conciertos: uno a finales del año y otro para celebrar el año nuevo. Si alguien se lesiona o se enferma durante la gira o los ensayos, siempre contamos con un personal capacitado para atenderlos y luego llevarlos a un hospital de ser necesario. ¿Qué dices, aceptas?

—No sé cómo decirte esto sin que te ofendas, pero me temo que tengo que rechazar tu propuesta, Damir. Lo siento.

—¿Ni siquiera vas a pensarlo?

—Es que no puedo pensarlo siquiera.

—¿Puedo saber por qué?

—Realmente no estás acostumbrado a que te digan que no, ¿cierto?

—Creo que es verdad, pero sigo sin entender.

—Te lo voy a explicar, te prometo que me darás la razón al final. Realmente me siento muy halagada y agradecida por esta propuesta que acabas de hacerme. Sería un sueño hecho realidad ejercer como médico nuevamente y formar parte de tu equipo de trabajo, sabes que te admiro muchísimo, pero también está David. Esas giras no están hechas para un niño de nueve años. Ya ha sido suficiente para él mudarse a este país sin conocer a nadie y tener que aprender desde cero dos idiomas completamente diferentes al suyo. Yo siempre tengo que pensar en él antes que en mí. ¿Ahora me entiendes?

—Sí, te entiendo y tengo que darte la razón, de verdad. Me hubiese gustado mucho que vinieran conmigo y mostrarles de cerca cómo funciona todo en mi mundo.

—No sabes cuanto me gustaría aceptar, pero no puedo. Ni siquiera me considero una buena madre, pero, por esta vez, quiero serlo. —La voz de Lia sonaba entrecortada, triste, con estas últimas palabras.

—¿Por qué dices eso? David es un niño extraordinario y tú eres una excelente madre.

—"El corazón de una mujer es un océano de secretos", ¿recuerdas? —Lia hacía referencia a la frase icónica de la película "Titanic"—. Si tan solo supieras...

—¿Qué? ¿Si supiera qué, Lia? ¿Qué es lo que te tiene tan afligida? Puedes contarme, los músicos somos buenos escuchando.

Lia lo miró fijamente a los ojos, dudando si contarle o no sus más íntimos secretos. Aquellos ojos negros y almendrados poseían una mezcla de pasión y ternura que le permitía confiar en él, pero no estaba segura de qué pensaría cuando lo supiera todo. Podría perderse en aquella mirada durante horas, podría perderse para siempre. Le sorprendió el efecto que causaba aquel hombre en su interior, como si todo a su alrededor desapareciera o simplemente no importara, entonces, sintiendo vergüenza de sí misma, intentó desviar la conversación hacia otra parte:

—Eres muy confiado, Damir. Apenas me conoces y me invitas a trabajar contigo.

—¿Acaso eres una asesina en serie o algo parecido? —dijo Damir en un intento de hacerla sonreír.

—No lo creo, pero podría tener un altar lleno de fotografías tuyas y ser una de esas fanáticas locas que abundan por ahí —contestó Lia fingiendo una sonrisa.

—¿Lo eres? Yo no lo creo, sino aquella tarde que me desmayé me hubieras secuestrado y amarrado, hasta encerrarme en el sótano o algo así.

—Eres tan tierno y tan bondadoso que no pareces pertenecer a este mundo, supongo que deben decírtelo mucho. Por eso me voy a tomar la libertad de darte un consejo, ¿puedo?

—Claro, siempre me gusta escuchar personas con experiencia.

—¡Oye, no me digas eso que me haces sentir vieja! Solo tengo 32 años — bromeó ella dándole una palmada en el brazo.

—Tienes razón, además yo recién entré a formar parte del club de los 30, así que no puedo hablar.

—Realmente me recuerdas a varias personas muy especiales, aunque no tuve el gusto de conocerlas. Una es Selena Quintanilla, la cantante tejana, no sé si has escuchado hablar sobre ella. Me explico: ambos comenzaron en el mundo de la música desde niños con el apoyo de su familia. Crecieron dentro de ese mundo, sin maldad, sin odio y ella, al igual que tú, confiaba demasiado en las personas. Selena terminó asesinada por Yolanda, a la que creía su mejor amiga y a la que le confió sus negocios y dejó entrar en su familia.

—¿Qué quieres decir con todo eso? No entiendo.

—Quiero decir que no debes ser tan confiado, hay personas que suelen aprovecharse de la bondad de otros, desgraciadamente es así.

—Te agradezco tu consejo, de veras, pero no tienes por qué preocuparte. Desde aquel día que me ayudaste desinteresadamente y me dejaste entrar en tu hogar, supe que podía confiar en ti. No hiciste preguntas, fuiste muy profesional y muy discreta con todo lo sucedido, eso es algo que valoro mucho en las personas.

—Gracias, Damir. Hay algo más que me gustaría decirte pero no sé cómo hacerlo. Sé que trabajas mucho y lo disfrutas, a pesar de terminar exhausto todos los días. También sé lo que significan tus fans y tu familia para ti y que temes decepcionarlos. Solo te pido que cuando te sientas cansado o abatido, nunca se te ocurra consumir alguna droga aunque te aseguren que va a ayudarte sobre el escenario o a darte más energía. Esa ha sido la perdición de muchos artistas extraordinarios y de muchas personas ordinarias también. Creo que este último consejo fue innecesario, dado a tus principios y convicciones, pero necesitaba decírtelo.

—Por eso tampoco debes preocuparte, fui criado de la manera más tradicional posible y vivo según los principios de mi fe y mi religión, nunca sería capaz de consumir drogas bajo ninguna circunstancia, ni siquiera bebo alcohol, ya que estas sustancias pueden afectar la voz. Mi mayor miedo realmente es decepcionar a todos aquellos que han depositado su confianza en mí, por eso me esfuerzo tanto y siento que no es suficiente.

—No puedes exigirte tanto, Damir.

—Lo sé, pero no sé hacerlo de otra manera. ¿Ahora me vas a decir por qué estás tan triste? No quiero dejarte sola sin antes saber lo que te pasa. Tiene que ver con el padre de David, ¿no es así?

—¿Cómo lo sabes? ¿Es tan evidente?

—Solo lo deduje por tu negación a hablar sobre él cuando te pregunté. Sabes que puedes contarme lo que sea, prometo no juzgarte e intentar ayudar.

—No puedes ayudarme, Damir, nadie puede. Creo que voy a contarte todo porque siento que voy a explotar si no hablo de esto con alguien, solo que no sé por dónde empezar.

—¿Por qué el padre de David está en los Estados Unidos y ustedes aquí? Creo que sería un buen comienzo.

—Carlos, se llama Carlos. Es médico, como yo, e igual que yo tuvo que vivir los horrores de mi país, tal vez mucho más. Es un intensivista. Todo comenzó el día que no pudo salvar a un joven a tiempo por falta de insumos; cuando sus familiares pudieron conseguirlos, ya era demasiado tarde. Se encerró en sí mismo y en su cabeza comenzó a rondar la idea de escapar de aquel infierno. Abandonó el hospital y comenzó a trabajar como vendedor en una tienda. Tiempo después, sus familiares que vivían en los Estados Unidos decidieron ayudarlo, pero él tendría que correr con los gastos del viaje, así que vendió la casa donde vivíamos y muchos de nuestros bienes para costearlo todo. Nos fuimos a vivir con mis padres y unas semanas después se fue cruzando varios países. Yo no intenté detenerlo, en parte comprendía por lo que estaba pasando y no podía hacer nada por ayudarlo. Él prometió que haría de todo para volver a estar juntos los tres nuevamente, que nos sacaría a mí y a David lo antes posible de Cuba, pero las cosas nunca suceden como uno espera.

—No tiene justificación, Lia. Él nunca debió dejarlos atrás.

—Yo no podía juzgarlo en ese entonces. Desde que llegó a ese país, trabajó básicamente en todo lo que pudo, pero nunca logró ejercer la medicina nuevamente, no contaba con el apoyo necesario para volver a estudiar. Cada mes nos enviaba dinero a una tarjeta VISA que él mismo me mandó, pero pasaron dos años y aun no era Residente Permanente en los Estados Unidos, así que no podía hacer nada por llevarnos con él. Su tono de voz comenzó a ser distante, frío. Al cabo de un tiempo, solo llamaba a David directamente a su teléfono y, en ocasiones, le preguntaba por mí, algo no andaba bien y yo no lo quería ver. Hasta que una tarde vi su foto en Facebook con otra mujer en un parque. Nunca fue muy diestro en las redes sociales, básicamente las usaba para comunicarse y estudiar, así que ella lo etiquetó en la publicación, pero Carlos no hizo nada por impedirlo. Me derrumbé, sencillamente no lo pude aguantar. —Lia hizo una pausa para tomar aire y continuar con el relato.

—Fue un cobarde, Lia, un canalla. Solo un hombre bajo es capaz de hacer algo así. Tenía todo con lo que algunas personas apenas pueden soñar y no lo valoró.

—David vio la foto, por ese entonces tenía redes sociales para comunicarse con sus familiares y amigos que vivían fuera del país. Pasó días sin querer saber de él, yo pasé semanas, hasta que un día me escribió y me dijo que tenía que hablar conmigo urgentemente. Contesté su llamada sin siquiera reclamarle por la humillación que me había hecho, pero todavía lo peor estaba por ocurrir. Luego de mil rodeos preguntándome por mis padres entre otras cosas, me dijo que había decido sacar a David del país, pero que no podría llevarme a mí con él. Intentó convencerme de que era lo mejor, que no contaba con el dinero suficiente para los dos, que el niño tendría una mejor vida y educación en los Estados Unidos. En ese momento me desperté y le grité todo lo que había guardado dentro por tanto tiempo y le dije que nunca más quería volver a escucharlo ni saber de él. —Las lágrimas corrían por las mejillas de Lia sin que pudiera evitarlo.

—Lia, ¿cómo pudiste enamorarte de un hombre así? Él no vale nada, ni siquiera tus lágrimas. No se merecía tener una familia tan hermosa.

—Supongo que nunca llegas conocer del todo a una persona, aunque pases años a su lado. Lloro de la impotencia por no haberlo tenido nunca más frente a frente y no haber podido gritarle en su cara todo lo que pensaba. Pude haber tomado el camino más fácil y culpar a su familia de todo, a fin de cuentas ellos se lo llevaron solo a él a ese país, además de que nunca me quisieron, decían que yo era una persona sin aspiraciones en esta vida; con “aspiraciones” se referían a que yo nunca había pensado en ser millonaria o en salir de Cuba a toda costa. Pero no, fue Carlos quién se acostó con otra mujer a mis espaldas y nunca me habló al respecto, fue él quien intentó quitarme lo único de valor incalculable que poseo en este mundo: mi hijo, y yo no lo podía permitir. Así que empecé a trazar un plan de escape, tenía algo de dinero ahorrado y mis amigos me ayudaron también; vendí algunas prendas, mi celular, pero no logré reunir lo suficiente. Una noche estaba muy deprimida y escuchaba tu música en Youtube para calmarme. En silencio, le pedí a Dios que me diera alguna señal de qué hacer con mi vida; fue entonces cuando vi aquel video de unos cubanos paseando por Almaty y explicando cómo llegaron hasta aquí. No lo pensé dos veces, investigué todo el proceso, solicité la Visa por Internet y me llegó a las pocas semanas. Mi madre intentó convencerme de que era una locura, pero mi papá entendió mis razones y no dijo nada. Por supuesto que no le conté a Carlos de mis planes, borré sus contactos y todas nuestras redes sociales, él no tenía ningún derecho después de lo que había hecho. Sabía que podía acusarme de secuestro, pero no sería capaz, además de que tengo un poder firmado por él donde autoriza a viajar a David en mi compañía.

—¿Él no sabe que están aquí?

—Yo sé que lo sabe, algún conocido debió decirle, las noticias corren rápido. Además, sospecho que David encuentra la manera de comunicarse con él sin que yo lo vea, a fin de cuentas, es su padre y nunca podré cambiar eso.

—Lo que nos lleva al día de hoy, ¿qué fue lo qué sucedió para que estés así?

—Carlos estuvo hoy en casa de mis padres. Está en Cuba de visita. Tuvo el descaro de ir hasta allá solo para saber de nosotros. Por suerte, mi papá reunió las fuerzas suficientes para enfrentarlo y ponerlo en su lugar. Vino haciéndose el preocupado, que no sabe cómo nos va, que si estamos solos aquí, que hace mucho tiempo que no ve a David y que quiere ayudarnos a viajar para verlo. Siento que voy a explotar de rabia —dijo ella sin poder controlar sus emociones.

—Calma, ese hombre no merece nada que venga de ti, ni siquiera tu desprecio. Si de mí depende, ustedes nunca más van a estar solos aquí, voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para ayudarlos. David realmente merecía un padre mejor que ese.

—Lo peor de todo es que me siento culpable, a fin de cuentas Carlos es su papá y yo lo alejé aún más de él, lo cual me convierte también en una mala madre. Eso sin contar que traje a David sin pensar para este país, donde hemos tenido que empezar desde cero pasando miles de dificultades y dejando atrás a mis padres, a los cuales no sé cuándo los volveremos a ver. —Un sollozo cortó sus palabras y se abrazó a Damir en busca de consuelo.

Él permaneció en silencio acariciando suavemente los cabellos negros de Lia, siendo su apoyo en aquella tormenta de emociones que se libraba en su interior. Cuando logró calmarse un poco, ella levantó la cabeza y comenzó a enjugarse las lágrimas con las manos.

—Mírame, Lia —le dijo Damir en tono suave—. Tú no tienes la culpa de nada, fue él quien se alejó de ustedes como el cobarde que es y no luchó por estar juntos de nuevo. Es su culpa que lleve tanto tiempo sin ver a David, que es un niño estupendo a pesar de todo lo que ha pasado. Él no los merece, Lia, nunca lo hizo.

—Lo sé, Damir. Ahora sabes todo sobre mí, soy solo Lia, una madre que llegó con su hijo a Kazajistán derrotada y dispuesta a comenzar de cero.

—Son mucho más que eso, son dos personas hermosas que me alegro de haber conocido.

—Eres realmente un ser extraordinario, por favor, no cambies nunca.

—Si me prometes antes que vas a estar bien.

—Yo siempre tengo que estar bien, Damir, no tengo otra opción. Soy el único apoyo que tiene David, no puedo darme el lujo de derrumbarme, no aquí.

—Cómo quisiera estar más tiempo para ustedes, pero debo marcharme ahora. Por favor cuídate en mi ausencia y permíteme decirte que no eres culpable de nada y que mereces ser feliz. Ahora me voy, odio retrasarme para preparar las maletas —diciendo esto, Damir se levantó y caminó hacia la puerta acompañado por Lia.

Cuando el joven cantante bajó la pequeña escalera de la entrada, Lia sintió un impulso sobrenatural y, sin saber muy bien lo que hacía, pronunció su nombre en un intento desesperado de que no se marchara:

—Damir...

—¿Sí? —dijo él volteándose hacia ella.

Lia no sabía lo que estaba haciendo, simplemente no era dueña de su cuerpo, ni de su boca, ni de sus palabras. Solo sé le ocurrió decir lo primero que le vino a la cabeza en ese instante:

—Cuídate mucho, ¿quieres?

Damir volvió sus pasos hacia la entrada nuevamente y la miró con ternura mientras le decía:

—Solo tú, Liana, puedes sentirte tan afligida y preocuparte por los demás al mismo tiempo.

—Es mi naturaleza, supongo. No puedo evitarlo —respondió ella al punto que notó un cierto rubor en sus mejillas y agachaba la cabeza un tanto avergonzada de que él se hubiera percatado también—. Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así.

—¿Así cómo?

—Liana, el único que solía hacerlo era mi padre.

—Recordé de pronto que sonaba muy bonito en voz alta.

Damir se acercó aún más a ella, realmente no sabía cómo marcharse de su lado, era una especie de magnetismo que lo atraía hacia aquella mujer tan impetuosa. Sentía un ferviente deseo de abrazarla, de tocarla, de protegerla. Aun no creía que le hubiese abierto su alma y contado sus secretos más íntimos, se mostró tan vulnerable, ella que siempre se veía tan fuerte y segura, pero su fragilidad la hacían más humana y hermosa ante sus ojos. Así que, tomando su rostro con ambas manos, le dio un suave beso en la frente. Ella lo miró extrañada, pero no fue capaz de decir nada.

—Ahora debo irme, pero antes quisiera pedirte algo —le dijo Damir.

—¿Qué?

—¿Me das tu número nuevamente? Aquella noche realmente lo perdí. Así podré escribirte para saber cómo estás.

—Está bien, ahora te lo paso —diciendo esto, Lia entró a la casa y, tomando su teléfono celular, le mostró el número a Damir, quien lo guardó en sus contactos.

—Prometo escribirte siempre que pueda.

—No te preocupes, de seguro estarás muy ocupado, además, tienes que descansar.

—I see you soon, Liana.

—I see you soon, Damir.

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