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Capítulo IX: Un día inolvidable.

Si tuviera que darle un comienzo a esta historia, sin dudas sería aquella tarde inolvidable que pasamos en el parque; si tuviera que escoger un momento para regresar en el tiempo, sin duda alguna sería ese preciso instante en el que al fin pude "verla".
Damir.

Llegaron al parque Kok-Tobe, el cual está ubicado en la cima de una montaña que lleva el mismo nombre. Es un lugar muy peculiar, una atracción turística se podría decir, viene siendo también como el mirador de la ciudad de Almaty y desde allí, la vista era aún más increíble que desde el teleférico. Posee un pequeño parque de diversiones con una estrella, sillitas voladores y otros aparatos, un mini zoológico con aves exóticas, entre otros animales, algunas tiendas de juguetes y souvenirs, además de restaurantes elegantes y puestos de confituras y comida rápida. Todo el lugar estaba bordeado con una cerca blanca y los senderos con árboles de hojas doradas y naranjas, que le daban un toque llamativo y luminoso.
David salió corriendo apenas llegó.

—¡Mira mamá, una estrella, vamos a subirnos!

Lia lo siguió sin prisas, intentando observar el lugar sin perderlo de vista y, cuando estuvo a su lado, aprovechando que Damir estaba unos pasos atrás, le habló a su hijo casi en susurro:

—David, recuerda que hoy somos los invitados de Damir, él nos trajo aquí a pasar el día y está caminando con esas cestas de picnic completamente cargadas. Veamos lo que él sugiere que hagamos y luego, si hay oportunidad, te subes a esa estrella, ¿de acuerdo?

—Está bien, mamá, entiendo. Pero quiero montar en alguno de esos aparatos antes de marcharnos. Por ahora, me conformaré con un helado.

—Buena idea —le contestó su madre y se dirigieron hacia un puesto de confituras.

Lia compró 3 conos de helado y algunos chocolates y galletitas también. Damir la regañó por pagar todo, a fin de cuentas eran sus invitados, pero ella, haciendo caso omiso de sus palabras, simplemente le dijo que estaban en pleno siglo XXI, donde las mujeres pueden perfectamente compartir la cuenta. Al voltearse para ofrecerle un cono, se dio cuenta de que había sido una mala idea: el joven tenía ambas manos ocupadas, eso sin hablar del nasobuco que cubría su rostro, no pudo evitar reír ante tal situación:

—Creo que vamos a tener que buscar un sitio donde sentarnos urgentemente o alguien se va a quedar sin tomar helado.

—Para nada, pretendo quitarme mi disfraz ahora mismo, a fin de cuentas mis fans quizás quieran saludarme — bromeó Damir.

—Oye, eso es chantaje, te creía menos malvado.

David corrió hasta el final de un sendero perfectamente pavimentado hasta adentrarse entre los arbustos hacia un pequeño bosquecito y los llamó:

—¡Vengan a ver este sitio! Vamos a quedarnos aquí.

Damir y Lia se apresuraron a seguirlo y quedaron complacidos con el lugar hallado por el niño. Se sentaron los tres en el suelo bajo la sombra de un árbol de hojas perfectamente doradas para disfrutar de las golosinas cómodamente. Unos minutos después, Damir abrió una de las cestas y sacó un mantel de cuadros rojos y blancos, que luego tendió en medio de los tres, colocando rocas en las esquinas.

—Vaya, igual que en las películas —dijo David.

—Me gusta impresionar a mis invitados. Por eso he traído muchas cosas para saber cuáles son de su agrado. Los kazajos somos famosos por ser espléndidos y acogedores.

—Eso nos consta a los dos. Me has hecho recordar el primer día que llegamos aquí. Yo les hablaba en inglés a las personas y prácticamente nadie me entendía, llegué a pensar que nos íbamos a tener que quedar en el aeropuerto a dormir. Estaba tan desesperada que creo que se me notaba en el rostro cuando encontré a una anciana, a decir verdad, creo que ella me encontró a mí. Estoy segura de que no me entendió una palabra de lo que le dije, pero, sin decirme nada, pidió un taxi y me llevó a un pequeño hotel para que pasáramos la noche. Les dijo que nos sirvieran comida y que nos ayudaran en todo lo que pudieran, fue un verdadero ángel y solo la vi esa noche. Fue la primera vez que dije "Gracias" en ruso y se escuchó perfecto. Mi mayor temor antes de venir era no ser aceptada por los habitantes de este país por ser madre soltera y extranjera, había escuchado que son muy tradicionales y religiosos, pero estaba completamente equivocada. Nunca nadie ha hecho ningún comentario inapropiado, ni me preguntan sobre mi pasado. Sin pedir nada me lo han dado todo. Este lugar y su gente me han hecho sentir como en casa, si no fuera por los idiomas, claro, no sé cual me gusta menos.

—Me alegro mucho que así sea. Kazajistán es mi vida, mi cultura, mi hogar. Mi misión siempre ha sido mostrarle al mundo quiénes somos, espero algún día poder conseguirlo. — Damir hablaba con verdadera pasión sobre su tierra.

—Bueno, estamos aquí y venimos desde Cuba, creo que eso significa algo.

El joven anfitrión realmente tenía de todo en aquellas cestas. Había empanadas rellenas de carne y cebolla, croissants con jalea, galletas de la suerte, uvas, manzanas, dulces, todo un banquete.

—David adora la comida de aquí, sobre todo las carnes y los pescados.

—Como yo. Creo que va a haber una batalla por las "samsas" hoy.

—Para nada, si has traído comida para alimentar un ejército.

—Es que no tenía idea de qué les gustaba. Tú, por ejemplo, ¿qué prefieres?

—Yo adoro los croissants y las pastas, podría comer eso toda la vida.

—¿Y te gusta cocinar?

—Sí, pero confieso que soy mejor con los postres.

—¿Les está gustando el paseo?

—Excepto la parte en que me hicieron venir hasta aquí en un teleférico y como si no bastara, tener que regresar de la misma forma, sí, lo he pasado bien.

—No vayas a decirme que no lo disfrutaste.

—De hecho, estoy pensando en cómo vengarme de los dos por eso.

—Tengo curiosidad, ¿cómo piensa vengarse, si se puede saber?

—No lo sé, ya se me ocurrirá algo, pero ni piensen que van a salir impunes. David va a tener que fregar los platos durante un mes y todo lo demás que se me ocurra. Para ti...creo que ya lo tengo, te va a salir barato, la verdad. Quiero que me cantes una canción, la que yo elija, ahora.

—Sí, es lo justo, pero le recomiendo que no escoja una con notas muy altas si realmente no quiere llamar la atención de mis fans, están en todas partes. Además, si quería escucharme cantar, bastaba con pedírmelo, no tenía que chantajearme.

—¡Vaya, qué presumido! Pero tienes razón. Déjame pensar... Hay una muy especial para mí, fue la primera canción tuya que escuché. Recuerdo que, sin tener ni siquiera una noción de ruso, pude entender la historia que contaba, la pareja que a pesar del amor cae en la rutina, en las costumbres, pero igual no pueden vivir el uno sin el otro, supongo que no siempre tiene sentido. Sin embargo, hay otra que siempre he querido escucharte cantar en vivo y no tiene casi tonos agudos, ahora que entiendo un poco de kazajo me gustaría saber qué se siente, sí, quiero escuchar "Un día inolvidable". ¿Te parece bien?

—Esa canción tiene un gran significado para mí, fue uno de mis primeros éxitos y siempre la canto en todos mis conciertos, es como mi talismán, así que será un placer.

Damir comenzó a cantar muy despacio con esa voz maravillosa que solo él poseía y que es capaz de transportarte a otras dimensiones. "Un día inolvidable" es una canción hermosa sobre lo que sintió un hombre la primera vez que vio a la que luego sería la mujer de sus sueños, sobre esos momentos únicos que quisieras revivir constantemente en una especie de blucle de tiempo, sobre cómo puedes llegar a enamorarte de alguien a través de simples detalles como sus palabras, su mirada o su voz. Lia estaba tan sumida en el significado de aquella canción que si siquiera notó que Damir había dejado de cantar. Cuando despertó del trance, balbuceó:

—¿Qué? ¿Dijiste algo?

—Sí, que si ya quedó complacida con su venganza.

—Realmente no tienes ni idea de lo que logras transmitir con tu voz, ¿verdad? Tampoco seré yo quien te lo diga porque no tengo palabras. Se puede decir que estamos a mano, por ahora. David, ¿qué dices si lo secuestramos y lo llevamos a casa? Así podríamos escucharlo cada vez que queramos.

—Por mí, estoy de acuerdo —respondió el niño con su pícara sonrisa.

—Ya fui secuestrado una vez por ustedes, ¿recuerdan? Y fue muy fácil escapar.

—Esta vez no lo harás, te vamos a amarrar y a encerrar en el sótano, ya verás.

—Creo que cierta personita está viendo películas en Youtube a escondidas.

—Imposible, mi mamá no me deja tener redes sociales.

—Como si tú fueras tan obediente — respondió Lia.

—Mamá, voy a tomar unas fotos de este lugar, es muy bonito — interrumpió David para escapar de los dos.

—Luego quiero verlas todas —le contestó su madre justo antes de que David saliera corriendo con su cámara colgada del cuello.

—Me disculpas si soy un tanto indiscreto, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Damir cuando el chico estuvo un poco alejado de ellos.

—Sí, no hay problema.

—El padre de David, ¿está vivo?

—Sí, vive en los Estados Unidos. Estamos separados. Él no supo luchar por estar junto a su familia, es una larga historia, tal vez un día de estos sea capaz de contarla, sobre todo si David no está presente.

—¡Mamá mira, hay palomas! —gritó el niño desde el otro lado del sendero.

—¡No te acerques demasiado para que no salgan huyendo! —le respondió Lia.

—Es un niño muy especial, has hecho un gran trabajo.

—¿Eso crees? Yo no lo veo así. Me refiero a mí, por supuesto, David es un niño excepcional, pero yo soy una madre sobreprotectora, egoísta, si supieras las cosas que he hecho, no pensarías lo mismo.

—Solo digo lo que veo, es un chico excelente, inteligente, de buenos sentimientos y sobre todo muy cariñoso. Algo debes estar haciendo bien.

Lia hizo una media sonrisa, en gran parte orgullosa de lo que acababa de escuchar acerca de su hijo, entonces supo que podía contarle todo, o al menos, casi todo:

—¿Sabes? Hace un rato cuando me preguntaste por qué vinimos para Kazajistán, no podía decirlo todo, no estando delante de él. Básicamente vinimos huyendo, no de alguien en específico, sino de aquel lugar en general. Mi país está destruido, las personas realmente están muriendo sin alimentos, sin medicinas, sin esperanzas. A mí me tocó verlo demasiado cerca. Al trabajar en un hospital, se supone que tienes que hacer todo lo posible por salvar vidas, a fin de cuentas, esa es tu misión como médico, ¿pero qué hacer cuando no tienes los recursos necesarios e indispensables para ello? No había medicamentos, los pocos que las personas lograban entrar al país los vendían en el mercado negro a precios exhuberantes que casi nadie podía pagar, era un caos total. Lloraba todas las noches y le pedía a Dios que ayudara a mis pacientes, que mantuviera a salvo a mi familia y que me diera fuerzas para seguir, hasta que empezaron a culparnos por las muertes. Fue allí cuando tuve que escoger y decidí escapar, dejando atrás a mis padres, mi hogar, mi trabajo, todo. A veces creo que fue una mala decisión, que debí quedarme para seguir luchando, que no debí dejar a mis padres solos en aquel infierno, pero hay alguien a quien siempre tengo que poner por encima de todo, una personita hermosa que depende de mí, por eso estamos en Almaty.

—No tenía conocimiento de nada de eso sobre tu país, lo siento mucho.

—No podías saberlo. —
Lia enjugó las lágrimas que habían escapado de sus ojos sin darse cuenta y, dando un giro completamente inesperado a la conversación, dijo:

—¡Pero vamos, no he venido aquí para hablar de lo aburrida que es mi vida, por Dios! Mejor háblame de ti, de tus experiencias, quiero saber algo que no haya escuchado sobre el gran Damir.

—¿Algo como qué? Creo que todos saben más de mí que yo mismo —bromeó Damir.

—No sé, háblame sobre lo que odias, algo que hayas hecho mal, vamos, algún defecto debes tener, no puedes ser tan bueno todo el tiempo. Quizás tú roncas como un oso, o dices palabrotas en kazajo, ¡qué sé yo!

La risa de Damir inundó todo el lugar, incluso hasta eso sonaba como música cuando salía de su boca. Lia rió también y, por un instante, pudo olvidarse de todos sus problemas, por un segundo volvió a ser ella misma, creo que eso fue lo que vio Damir esa tarde de otoño.

—Vamos a ver, déjame pensar... Sí, creo que ronco como un oso —le dijo él riendo sin parar.

De pronto contuvo la risa sin saber muy bien por qué. Su voz se tornó suave, había algo en los ojos de ella que no había visto antes, una chispa que no podía dejar de mirar.

—No soy perfecto Lia, tengo miles de defectos. A veces me enojo con las personas aunque me muestre amable, es como una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento y, cuando lo hace, es bastante horrible, yo mismo tendría miedo de mí, de lo que pueda llegar a decir.

—Vaya, creo que tenemos más en común de lo que creía, pero confieso que no te imagino enojado, es que eres tan tierno, no creo que puedas llegar a ser capaz de golpear a alguien.

—No, claro que no, la violencia no está en mi naturaleza, me refiero a lo que puedo llegar a decir aunque luego me arrepienta, a veces las palabras duelen más que los golpes.

—No te creo nada.

—Te sorprenderías.

Entonces Lia supo con solo mirarlo que estaba siendo sincero, lo vio diferente en ese momento, como si hubiese descubierto una parte de su alma que tenía escondida del mundo y solo ella había alcanzado ver.

—Quiero saber más, cuéntame qué haces cuando no estás cantando, o de gira o ensayando, o mejor, ¿que te gustaría hacer? —interrumpió ella al fin el silencio antes de que se tornara más incómodo.

—Cuando no estoy cantando, estoy tocando un instrumento; cuando no estoy de gira estoy dando un concierto y cuando no estoy en un ensayo, estoy en un estudio grabando una canción —contestó Damir con tono irónico.

Lia simplemente respondió poniendo los ojos en blanco hasta que le dijo:

—¡Eres insufrible!

—¿Solo eso? ¿La doctora mandona no va a decir algo como que soy adicto al trabajo o que me voy a morir ni me va a regañar?

—Creo que ya es bastante mayorcito como para cuidarse solo, ¿no le parece, señor Damir?

Él bromeó haciendo cara de enojo y algunos pucheros, que hacían que se viera más divino de lo normal. Ella, haciendo como que no estaba convencida con su respuesta le dijo:

—Vamos, no te creo, ¿lo único que haces es trabajar? ¿Nunca sales a hacer otra cosa, no sé, ver una película? ¿Ni siquiera sientes deseos de hacer algo diferente? Debes tener algún hobbie o una cosa que realmente disfrutes hacer.

—Sí, tengo una especie de hobbie, o algo similar. De vez en cuando me gusta nadar, no sé, es como que me relaja, me desconecta del mundo, a veces es bueno también estar en silencio, sobre todo para mí.

—Te entiendo perfectamente.

—Lo otro que realmente disfruto además de cantar es pasar tiempo con mi familia, son como mi lugar seguro. Respondiendo a tu pregunta, a veces salgo con mis hermanos y con algunos amigos, no a beber ni a una disco, son cosas que mi trabajo no me permite hacer, pero mi hermana me arrastra al cine cada vez que puede.

—¿Se puede saber qué películas te gustan, solo por curiosidad?

—Las de acción y artes marciales básicamente, soy fanático de Jackie Chan, eso ya debes saberlo. Y a ti, ¿qué películas te gustan, si se puede saber? No, no me digas, déjame adivinar... ¿algo así como Titanic? —fingió burlarse Damir.

—Sí, no te rías, pienso que Titanic es una obra maestra, viniendo de quien ha cantado en público su tema principal en más de una ocasión, no deberías burlarte, ¿no crees?

—Eso de ser famoso a veces te juega en contra.

—Fingiré que no escuché eso último.

—El final no me gusta mucho, pero se entiende. Además, la música lo compensa todo.

—Me hiciste recordar la frase más icónica de Titanic: "El corazón de una mujer es un océano de secretos." Supongo que Rose tenía razón después de todo... Bueno, volviendo al tema de mis películas favoritas, realmente había pensado en otras dos, románticas también, por supuesto. "El curioso caso de Benjamin Button" y "Avatar".

—¿Te refieres a Avatar como una película romántica?

—¿Y que otra cosa podría ser? Mi escena favorita es cuando Neytiri le dice a Jake "I see you" y él le responde lo mismo mirándole a los ojos, creo que esa es la esencia de la película, cuando ella logra ver lo profundo de su alma, quien era él realmente. Es mucho más sincero que cuando alguien te dice "Te amo" sin conocerte apenas. Quisiera poder sentir lo mismo algún día, quisiera poder ver a alguien y que alguien pudiera verme de ese modo...

Esa última frase fue casi un suspiro en los labios de Lia, tal vez ni siquiera se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta ni del efecto que había causado en Damir. Él quedó sin palabras, o al menos temió decir algo que pudiera arruinar aquel momento. Quizás la había visto aquel día como era realmente: sin escudo, sin defensas, pura y a la vez misteriosa, con un corazón roto y el alma llena de cicatrices, pero cada una de ellas la hacían única, perfecta a los ojos de quien consiguiera "verla".

Aquel silencio habría continuado por un buen rato si no fuera por David. Lia desvió la mirada por un instante buscando a su hijo y lo sorprendió apuntando su cámara en dirección al sitio donde estaban sentados ella y Damir.

—¡David! ¿Por casualidad nos acabas de tomar una foto?

—Sí, ¿quieres verla? ¡Primero tendrás que atraparme!

—¡David, dame la cámara! ¿Qué te he dicho sobre tomarme fotos sin mi permiso?

Lia se lanzó a la carrera detrás de su hijo y, entre risas logró atraparlo y arrebatarle la cámara, pero en el intento, ambos perdieron el equilibrio y cayeron revocaldos sobre la hierba. Los dos reían a carcajadas como dos chiquillos, solo podían escucharse sus voces en aquel lugar paradisíaco, su felicidad era plena en ese instante. Lia, por primera vez en mucho tiempo, se sintió realmente viva.
Damir quedó cautivado ante aquella escena, sin saber que, tiempo después, la conservaría en su memoria como un preciado tesoro y lucharía consigo mismo por mantenerla vívida.
La alegría era tan contagiosa, que el joven cantante decidió unírseles y se acostó junto a ellos en la hierba riendo también.

—¿Me permiten una foto? Quiero inmortalizar el momento en el que David fue alcanzado por su mamá en una carrera —dijo al momento en que sacaba una selfie de los tres con su celular.

—¡No es justo! A él le permites sacar fotos y a mí no.

—Está bien, puedes conservar las tuyas, pero nada de subirlas a Internet, ¿de acuerdo? Y esto último es para ambos —contestó Lia intentando contener la risa.

—Tiene mi palabra —dijo Damir en tono solemne.

—Está bien —contestó David—.

—Bueno, creo que a esta hora ya no deben quedar muchas personas por aquí y yo escuché que cierta persona quería subirse a la estrella. Además, no creo ser reconocido tan fácilmente con este disfraz.

—¡Viva! ¡Vamos a montar en la estrella! —La alegría de David era infinita.

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