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Capítulo 24: El olor a muerte

Chase:

Ha pasado una semana desde la charla con Mazón, y sus palabras siguen resonando como un mantra en mi cabeza. No importa que haga, las escucho hasta en mis sueños.

—Se registró la compra de un vuelo a nombre de Lasko. En un mes, él estará poniendo sus asquerosos pies en este país. Estoy seguro de que viene a recuperar algo que perdió hace muchos años, así que tenemos que estar prevenidos.

Quisiera pensar que ese maldito ruso no es tan estúpido como para venir a proclamar una joya perdida, pero, siendo honestos... Es lo suficiente estúpido para volver a poner un pie en este país, así que no me sorprendería.

He estado evitando a Camila a toda costa. Es muy egoísta de mi parte, pero, no puedo siquiera mirarla a la cara.

Mazón me pidió no decirle nada, para no perturbarla. No hacerlo es tan complicado, que solo me queda mantenerme al margen.

Aunque también se me indicó ser su maldita sombra.

Solo hemos cruzado palabras sobre temas laborales, pero estando todo el equipo reunido, de ahí en más, es como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros.

Y, sé que le duele. Quizá se siente usada, y me jode el simple hecho de pensarlo, pero no sé cómo enfrentarme a Camila. ¿Cómo puedo mirarla a la cara mientras le oculto un asunto tan delicado? Y, lo peor, es que todos lo saben, menos ella.

El día de hoy nos encontramos vigilando la zona sur, después de 4 horas de haber estado en la zona norte. El sol desborda con intensidad el calor, es el peor día para estar en guardia.

Mi cabello esta húmedo por el sudor, mi piel y mi ropa se sienten pegajosas y eso me asquea bastante. Todos estamos sufriendo por el insoportable clima.

Observo a la pelinegra, quien está de espaldas, observando la lejana ciudad. Viste unos shorts de licra negros que resaltan su redondo trasero y tengo una buena vista de sus gruesos muslos. El chaleco antibalas cubre aquella blusa de tirantes blanca y su cabello está peinado en una alta coleta.

Cuanta maldita tentación.

Patea una piedra, gira levemente la cabeza y nuestras miradas conectan. Aparto la vista rápidamente y me dirijo al auto para tomar una botella de agua.

Husmeando entre las cosas encuentro una, cuando me doy la vuelta, me sobresalto al ver a Camila.

Me observa con sus ojos oscuros, encendidos con un claro brillo de furia.

—¿Necesita algo? —la indiferencia en mi voz es notable.

—¿Qué mierda pasa contigo? —pregunta entre dientes.

Me encojo de hombros. Al momento que abro la botella para dar un sorbo, ella la golpea haciéndola caer al suelo, no sin antes mojar partes de mi pantalón.

Hace un puto calor, me muero de sed, estoy de mal humor y se ha atrevido a tirar mi botella de agua.

La tomo con brusquedad de los hombros y la acorralo contra el auto. Posiciono las manos a los lados de su cabeza y una de mis rodillas se ciñe entre sus piernas para evitar que escape.

—¿Sabe lo mucho que quería beber de esa maldita botella?

Clava su mirada en mis ojos con intensidad.

—Adentro hay de sobra. —declara. Aprieta los dientes ante la ira creciente entre ambos.

—Yo quería esa. —replico.

—Júntala del suelo y bébela, maldito imbécil. —el tono desafiante en su voz me cabrea aún más.

Estaba tan furioso que deseaba adentrarla al maldito auto y mostrarle una valiosa lección que jamás olvidará. ¿Nunca le enseñaron que el agua no se desperdicia?

—¿Qué mierda pasa contigo? —vuelve a preguntar.

—No pasa nada, Camila. Ahora, déjeme tranquilo.

Un destello de dolor se instala en sus oscuros ojos, pero se las arregla para disimular lo mucho que mis palabras le han afectado.

—Entonces libérame. —intenta sonar firme, pero su voz se rompe un poco. —Sabía que esto pasaría. ¿Te divertiste con tu actuación? ¿Fui un buen entretenimiento? —aquellas palabras se clavan en mi pecho como una estaca. —Te odio.

No me odia, solo está dolida y con justa razón.

—Maldita sea, Camila. No actúe como una maldita niña.

La libero, apartándome unos centímetros. Entonces, la palma de su mano golpea mi mejilla, lo suficientemente fuerte para hacer girar mi rostro.

La observo sorprendido, sus ojos están cristalizados y ya no se esfuerza en ocultar lo que siente.

Soy un maldito hijo de puta. Ella no se merece esto.

Intento arreglarlo, tratando de acercarme a ella y envolverla en mis brazos, pero es más rápida y se aparta, lanzándome una mirada de desprecio. Me lo merezco.

—No te atrevas a tocarme. —una pequeña lagrima la traiciona, deslizándose por su mejilla. —Lo que sea que había entre nosotros, se acabó.

La observo marcharse.

Golpeo el techo del auto con la palma de mi mano y después pateo la botella de agua que estaba en el suelo.

Menuda mierda. La he cagado en grande, pero hasta cierto punto, creo que es lo mejor. Así, mi conciencia estará tranquila de no tener que ocultar nada, o tal vez sí, pero sin tener que mentirle a la cara.

Paso mis manos por mi rostro en señal de frustración. Tengo que concentrarme.

Estoy buscando otra botella de agua, cuando escucho el rugir de varios autos acercarse, y en cuestión de segundos, ráfaga de balas me alertan.

¡Mierda, nos están atacando!

Dejo caer la botella de agua y tomo mi arma desde los sujetadores del chaleco antibalas. Uso el auto como escudo y asomo la cabeza para verificar a los demás integrantes.

Logro divisar a Seth, ocultando su cuerpo contra un gigante tronco. Me hace una señal con la cabeza y busco el objetivo de su mensaje. Diviso a Camila, ocultando su cuerpo, entre un tronco en el suelo y altas ramas que a duras penas la dejan a la vista.

Suspiro aliviado.

Contemplo a todo mi equipo a salvo, así que me tranquilizo hasta cierto punto. No puedo bajar la guardia.

Escucho un ligero sonido de ramas crujir. Mis ojos recaen en Camila, quien se arrastra por el suelo terroso, intercalando entre sus antebrazos y piernas. Las altas ramas la cubren, pero no en su totalidad.

—¡Salgan de su escondite, malditas ratas de alcantarilla! —la voz de una mujer resuena a nuestro alrededor.

Mi vista viaja de nuevo a Camila, quien ha llegado al final del tramo de las ramas que la cubren. En un movimiento rápido, se impulsa sobre sus pies y empieza a correr hacia mi dirección.

¡Hija de puta! La van a matar.

En cuanto notan su presencia, empiezan a disparar en su dirección. Ella no se detiene por nada, solo corre sin medir las consecuencias. Cuando está a pocos metros de mi ubicación, logro divisar sangre escurriendo por su brazo derecho, y en segundos, que parecen una completa eternidad, se lanza al suelo sobre su estómago, y vuelve a arrastrar su cuerpo intercalando con sus antebrazos y piernas.

Abandono mi posición, para ayudarla. Rápidamente, me acerco a ella, no sin antes asegurarme de que nuestros enemigos estuvieran fuera de vista. La tomo en mis brazos y la cargo hasta donde estaba escondido.

La dejo sentada en el suelo y recarga su cuerpo contra el auto.

—Me ha rozado una maldita bala. —gruñe.

—Eso que acabas de hacer es una maldita estupidez. —reprocho.

—Me importa una mierda lo que pienses, Chase. Necesitamos un maldito plan o vamos a morir.

Escuchamos disparos a una distancia no muy lejana. Tomo mi arma con fuerza. La pelinegra toma la suya y la empuña.

Estoy algo distraído tratando de idear un plan de emergencia, que, al momento que me apunta con su arma, mi única reacción es alzar las manos en señal de rendición. Entonces, dispara.

La bala no me atraviesa, pero el sonido seco de un cuerpo cayendo a mis espaldas me extrae hacia la realidad. Un hombre con una bala entre ceja y ceja.

—Lo has matado. —la sorpresa en mi voz es notoria.

—Una muerte rápida no es asquerosa. La tortura es lo que mis ojos no soportan ver. —dice. Baja la vista al hombre en el suelo.

—Me has salvado...

—Hubiera deseado no hacerlo, pero dejando de lado lo personal, sigues siendo mi jefe. —espeta con desprecio.

Una lluvia de balas de nuevo cae sobre nosotros, dejando el auto como colador del lado contrario. ¿Dónde están los demás? ¿Estarán bien?

Asomo un poco la cabeza y logro divisar a dos hombres a distancia, aún apuntando a nuestra dirección. Regreso mi cabeza al escondite, antes de que me la vuelen en la nueva tormenta de ráfagas.

—Son dos hombres. —declaro. —Necesito de tu cooperación para matarlos. Después, tenemos que salir de nuestro escondite. Debemos cuidar nuestras espaldas y buscar a los demás; si tenemos que matar en el proceso de búsqueda, entonces lo haremos.

—Entendido. —responde.

Carga su arma, preparándose para la acción.

Joder, es tan sexy cuando porta un arma.

Empuño mi arma y asomo la cabeza nuevamente. Salgo ligeramente y disparo a uno de los hombres en la pierna. Un grito desgarrador es arrancado de su garganta. Camila ha logrado disparar al otro tipo en el abdomen. Una segunda bala golpea su pierna, haciéndolo caer al suelo. Me encargo del que sigue en pie y disparo en su pecho. Cae al suelo de inmediato.

Salimos por completo de nuestro escondite y caminamos con cautela, a la par y en guardia, listos para atacar en caso de ser necesario.

Nos acercamos a los tipos y terminamos con sus agonizantes delirios a la muerte. Ella le dispara a su objetivo en la cabeza. Terminó con la vida del otro sujeto con una bala al ojo.

Mientras mas caminamos por la zona, más personas muertas observamos. Nos aseguramos de que ninguno sea de nuestro equipo y seguimos avanzando sin bajar la guardia.

Una bodega ante nosotros nos alerta y nos apresuramos a ella. Podrían estar escondiéndose ahí. Mientras más nos acercamos, más se aprecian ráfagas de disparos.

La puerta de metal que introduce a la bodega está abierta. Nos adentramos y nos movemos lentamente por el pasillo principal.

El edificio esta deteriorado, parece que lleva años en abandono y el olor a muerte nos rodea. Una rata sale corriendo por nuestros pies y Camila chilla al verla.

Una lluvia de balas llama nuestra atención en la segunda planta. Seguimos nuestro camino en alerta, hasta llegar a las escaleras de metal oxidado. Subimos con cautela, observando a nuestro alrededor posibles amenazas.

Cuando estamos por llegar, escuchamos 3 disparos.

—¡No! ¡No! ¡Maldita perra! —los gritos de Holly hacen eco por el edificio. —¡Seth!

Escuchar el nombre de mi mejor amigo me estruja tanto el pecho, que decido bajar la guardia y subo las escaleras restantes a la velocidad de la luz.

Más disparos se hacen presente, y cuando encuentro el lugar de origen, mi corazón colapsa.

Seth está en los brazos de Kryan, en el suelo, y Holly había terminado de erradicar a la perra y sus 3 perros restantes.

—Vamos, hermano, resiste. —insiste Kryan.

—¡Maldición! —grita Holly. —¡Maldición!

Me acerco rápidamente y me arrodillo ante el rubio y mi mejor amigo.

3 impactos de bala. 2 en cada pierna y 1 en el costado lateral, donde el chaleco no cubre.

—Nunca... pensé que moriría... tan joven. —dice el castaño con dificultad.

—No, no vas a morir. —acaricio su cabello. Las lágrimas se acumulan en mis ojos. —Vas a estar bien. Te llevaremos al hospital y podrás recuperarte.

Estoy consciente de que el auto había quedado como colador, pero podíamos usar uno de los autos que quedaron de estos hijos de puta.

Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Hace mucho tiempo no lloraba.

—Kelly...—se queja cortando sus palabras. Después, continúa con lo que iba a decir. —Díganle a Kelly...—una mueca de dolor contrae su rostro y una sutil tos la acompaña. —Díganle que me perdone por no llegar a nuestra cita el día de hoy.

—No te despidas, hermano. —mi voz se rompe por completo.

Ordeno a los chicos que me ayuden a levantarlo.

No me quedaría aquí viendo morir a una de las personas a quien he considerado mi familia desde hace años.

Después de sacar a Seth del edificio, caminar unos cuantos kilómetros, llegar a uno de los autos y verificar que las llaves siguen en posición; abandonamos el lugar.

Una llanta está ponchada, pero eso no me detiene. Podemos llegar con el auto sin llantas, pero me aseguraré de que logremos encontrar un maldito hospital cercano, antes de que eso suceda.

Seth quedó inconsciente un par de veces, pero Kryan se encargó de abofetearlo hasta despertarlo, y los delirios que lo acompañan me están poniendo nervioso. Se está resistiendo a la muerte, pero no sé cuánto podrá aguantar.

Cuando logro llegar a un hospital en la entrada de la ciudad, lo bajamos rápidamente y lo entregamos a los paramédicos que salen con una camilla. No hacen preguntas al momento, pero debemos tener una coartada, porque sé que nos van a interrogar sobre lo sucedido.

También obligamos a Camila a ser atendida, por la bala que rozó su brazo.

Después de un rato, en la sala de espera, la pelinegra se sienta a mi lado. Ni siquiera la volteo a ver.

Las lágrimas cesan y vuelven cada cierto tiempo, y es que no puedo detenerlas, se deslizan solas por mis mejillas sin pedir permiso.

—Yo... Yo llamé a Kelly... Está de camino. —comenta en un susurro.

No respondo. Estoy demasiado sumido en mi propio dolor. No sé qué haría sin Seth. Él siempre estuvo ahí, nunca me abandonó, nunca fue desleal; es ese hermano que siempre quise tener.

—Todo estará bien. Él es fuerte. Tiene mucho a lo que aferrarse en está vida. Una pequeña familia que mataría por él y una chica que lo espera con el corazón en las manos.

Me envuelve en sus brazos y me acuna, oculto mi rostro en ella y un sollozo se me escapa, junto a un grito agonizante de mi propio dolor emocional. Todo a mi alrededor se desvanece y me sumerjo en la oscuridad, recordando esos momentos de soledad en los que deseaba desaparecer; Seth me sacó de eso y no quería volver ahí.

Si él muere, este mundo ardera ante mi ira de haber perdido a quien alguna vez me salvó del caos.

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TRISTEEEEE. TERRIBLE, LLOREMOS 😭

OREMOS POR SETH 🙏🙏

¡Espero les haya gustado este capítulo!

Muchas gracias por seguir apoyando está historia, ya llegamos a las 15k lecturas, ustedes como lectoras son geniales. Las amo 💗.

Preguntas, preguntosas.

¿Qué creen que pasará en el siguiente capítulo? ¿Qué creen que vaya a pasar con Seth? ¿Qué creen que pasará entre Camila y Chase?

¡Las leo en comentarios!

Si la historia sigue siendo de su agrado, no olviden votar y comentar 💕.

Les quiere:

-Dari ♡.

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