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Familia política

Tras saborear el embriagante sabor de sus labios la una a la otra, quedaron en que se verían en una hora en la casa de Coralys, a lo que Rosa alego que era demasiado tiempo separadas, tras su alegato hizo un tierno puchero, que a la chica piel canela le pareció simplemente adorable, y le provoco ganas de comérsela a besos, pero, supo contenerse y le dijo:

-Tontita, será solo por un rato.

-Es que no quiero alejarme de ti

-Ya lo hablamos, mi papi quiere conocerte y no podemos ir en estas fachas, estamos mugrientas. Dijo esto ultimo haciendo además ligeramente exagerados de olerse el cuerpo y asquearse por el olor, cosa que provoco en Rosa una adorable risita.

-Esta bien, te veo en una hora

-Ya te extraño

-Yo mas

Rosa abordo un taxi que pasaba justo en ese momento, el cual hizo sonar su claxon, de la forma que en México conocemos tan bien, el hombre la llevo rápidamente a su casa, tardando menos tiempo del que normalmente toma el trayecto, Rosa agradeció al hombre la rapidez y agrego a la tarifa una gratificación monetaria, sin esperar las sinceras lisonjas del taxista.

Apenas cruzo Rosa el umbral de su casa se derrumbo su fachada de serenidad y cayo presa del pánico, pensamientos como "¿Y ahora que rayos hago?", "¿Qué le digo a su papá?", "¿Que le hago, que le digo?", cada pensamiento de ese tipo la acercaba un poco mas a la histeria, del mismo modo que una serie de golpes suaves llevan una pelota del punto A al B, casi del mismo frenético modo que la domino el pánico, la serena voz de la razón tomo la palabra y el silencio se hizo en su mente (por algún desconocido motivo, esa voz era idéntica a la de su madre), por unos segundos solo hubo silencio, y al fin hablo:

-Estas al borde de un ataque, tienes algo maravilloso con esa chica, ¡Tranquilízate, estúpida! Si te da algo nunca sabrás si el hombre es un monstruo o un algodón de azúcar. Y la voz calló, como odiaba Rosa la sensatez que había en aquellas palabras, y odiaba aun mas a esa voz que nunca ha visto equivocarse.

La chica bajo la cabeza y vio la hora en su teléfono, el ataque solo le quito diez minutos, tenia media hora para darse una ducha rápida, cambiarse e ir corriendo a casa de su novia.

Tras darse una ducha no tan rápida, pues prefirió asearse bien, eligió un atuendo cómodo, una playera color gris la cual ato un poco mas alto para lucir su piercing, complementado con unos jeans cómodos y unas cómodas sandalias abiertas, ya aseada y vestida, volvió a respirar para tranquilizarse, una vez calmada, tomo su bolso y teléfono, y partió a casa de Coralys.

El camino a la casa fue mas rápido de lo que recordaba, quizás por el frenesí que se había vuelto su mente en cuanto puso un pie afuera de su casa, el cual se silencio en cuanto noto que estaba a medio metro de la puerta de la casa a la cual se dirigía - aquí tomo un gran respiro-, acerco su mano a la puerta -nuevamente pánico, otra bocanada de aire, presiono el botón del timbre -ahora se asomo el terror, "respira otra vez, estúpida"- escucho pasos detrás de la puerta -ahora tenia ganas de salir corriendo, "respira, niña respira" sonó en su cabeza-, la puerta se abrió una docena de centímetros, Cora asomo su bello rostro piel canela mientras preguntaba quien era y que quería, al ver que se trataba de Rosa, cerro un segundo la puerta, para volver a abrirla de par en par, para acto seguido saltar a los brazos de la visita, al hacer esto ultimo, la visita pudo admirar el look de la chica piel canela, llevaba puesta una falta larga con pliegues que le llega un poco mas abajo de sus rodillas, en color menta, arriba llevaba un top escotado color hueso, sin adornos o patrones diseñados, a diferencia de la falda, que esta adornada de lunares de color unos tonos mas claro que el amarillo pálido, como complemento lleva unos zapatos abiertos con tacones de poco mas de tres centímetros, y como cereza del pastel, adornaba su cabello con una hermosa horquilla en forma de una flor, que Rosa no pudo identificar en el momento -tampoco es que sepa mucho de flores-, tras una amorosa lluvia de besos, Cora y Rosa se separaron de su abrazo pues escucharon una voz masculina proveniente del interior de la casa, la cual llamaba a Cora

-Hija, ¿Quién llamaba?. Preguntó Edgar caminando desde la cocina, al llegar a la sala, pudo ver a su hija charlando muy animada con una jovencita de su misma edad. Cora, al darse cuenta de la presencia de su padre, tomó a su joven visita de la mano y la llevó ante su padre

-Papi, te presento a Rosa, e-e-ell-ell-aa es m-m-mi n-no-o-ov, es mi novia. La pobre Cora no podía ni pronunciar bien una oración completa, todo debido a los nervios de presentarle a su novia a su papá

-Es un placer señorita... Edgar hizo una pausa para dejar a la chica presentarse a sí misma, lo cual hizo bastante bien

-Rosa, señor, soy Rosa Cruz Torres, y el gusto es mío. Contestó con una sincera sonrisa

-Y yo soy Edgar Fernández. Contesto el hombre con una sonrisa dibujada en el rostro, seguramente como reflejo involuntario de la sonrisa de Rosa,

-Bueno Rosa, he oído mucho de ti...

-Espero que cosas buenas, señor

-Te lo puedo asegurar, mi pequeña te quiere, y mucho. Ante ese último comentario, Rosa no pudo evitar sonreír y ruborizarse al mismo tiempo, Cora por otro lado, sólo pudo ruborizarse, pero sonreía cada que Rosa se volteaba a verla

-Bueno niñas, debieron tener un agitado día, de seguro tienen hambre, ¿Qué dicen si vamos al comedor?
Ambas chicas solo movieron sus cabezas de arriba hacia abajo como único gesto aprobatorio, se tomaron de las manos y siguieron a Edgar al comedor, durante el trayecto, Rosa no pudo evitar echar un ojo rápidamente a cada habitación de la casa que cruzaban en su camino al comedor, Cora presentó a Rosa en la sala, habitación bastante colorida, empezando por el hecho de estar pintada de rosa pastel, y dos de las cuatro paredes están adornadas con varias fotos de Cora a lo largo de su vida, la casa está orientada hacia donde amanece, y curiosamente, no hay casa enfrente, por lo que el sol, desde que sus primeros rayos iluminan esa parte del mundo baña de luz la casa, las otras dos paredes, en cambio, estaban adornadas una, con un enorme librero de madera de caoba negra, bien barnizada y bellamente tallada la madera, dicho librero contenía cientos de libros, algunos cómics y varios CDs, la última pared solo tiene una pantalla plana de 42 pulgadas, la cual está cómodamente instalada en un mueble de madera también de caoba negra, a cada lado de la pantalla hay cientos de DVDs bien ordenados.
Caminando al oeste, esta la puerta que lleva a la siguiente habitación, un pasillo de dos metros de ancho y cinco metros de largo, cada pared de esta habitación está pintado de un color diferente, el techo es azul pastel, la pared este es fucsia, la pared norte es naranja, la oeste es verde limón y la sur es amarillo canario, y el piso, como toda la casa, es de madera, como único adorno, hay tres cuadros cuidadosamente colgados en la pared este, dichos cuadros muestran a una bella mujer de rasgos orientales, al parecer en tres diferentes momentos de su vida, en el primer cuadro la mujer se ve muy joven, incluso más que Cora y Rosa, además de sonreír como una adolescente, lleva lo que parece ser un kimono muy colorido, Rosa, quien como complemento de sus estudios vio el arte oriental, supo que el kimono que porta la joven es un yukata, el cual se lleva solo en el festival de verano, el segundo cuadro muestra a la misma mujer, pero en otra etapa de su vida, en la foto no tendrá más de 22 o 24 años, porta un bello kimono del blanco más puro, no es necesario ser experto en cultura japonesa para notar que la mujer lleva puesto un vestido de novia, la última foto muestra a la misma mujer, pero unos años mayor, apenas dos o tres a lo mucho, en sus brazos lleva lo que parece ser un bebé.
Rosa decide guardar silencio y no preguntar la identidad de la mujer.
El pasillo lleva a una puerta del mismo lado que la puerta por donde entraron, obviamente varios metros adelante, la siguiente habitación es el comedor como tal, las paredes están pintadas de un sobrio color pistache, varias artesanías hechas de metal colgaban de las paredes, la habitación no era tan grande como la sala, ni tan estrecha como el pasillo, pero en su centro hay una gran mesa de cedro bellamente adornada con grabados hechos a mano, al menos ocho sillas rodean la mesa, solo al sentarse en una, Rosa pudo sentir lo mullidas y cómodas que son.

-Es increíble amor, nunca me había sentado en algo tan cómodo, y esta mesa, creo me sentiría mal si tuviera que comer en ella. Le dijo Rosa a Cora, pues Edgar se dirigió directamente a la cocina apenas entraron.

-Eso dicen la mayoría de nuestros invitados cuando se sirve la comida. Responde Cora animada, Rosa estaba a punto de hablar, cuando Edgar salió de la cocina y camino directamente a donde están sentadas su hija y su futura nuera.

-En una media hora estará lista la cena chicas. Dijo Edgar sonriente, al mismo tiempo que se sentaba en la silla frente a donde están sentadas Cora y Rosa.
-Creo nos da tiempo para la verdadera razón para pedirle venir tan pronto jovencita. Habló el hombre con un tono bastante serio, seriedad que se transmitió a la joven artista

-Bueno, señor; usted dirá...

-Quizás esto le parecerá algo brusco, pero creo no hay otra forma ¿Que intenciones tienes con mi hija?. La pregunta cayó tan repentinamente que, literalmente ambas jóvenes sintieron como si les hubieran arrojado un balde de agua helada, tras esa primer impresión, Cora lanzó a su papá una mirada que refleja perfectamente su enfado; Rosa por otro lado, se mantuvo callada unos instantes, tratando de enfriar sus emociones, lo cual pudo lograr tras cruzar su mirada con la de Cora por unos segundos, tras lo cuál, pudo responder

-Tiene razón, fue brusco; pero puedo asegurarle, sin errar, que por su hija solo siento amor, y que preferiría sufrir cualquier tortura a hacerla llorar o atormentarla de algún modo, además, siéndole sincera vine a conocerlo solo por que a su hija parece importarle mucho su aprobación, pero le diré que con o sin su aprobación quiero y voy a hacer feliz a Cora. Con cada palabra pronunciada, Rosa sentía sus piernas flaquear y que su cuerpo entero colapsaría, sólo al pensar en todo momento en la bella chica a su lado, pudo juntar el valor necesario para pronunciar cada palabra

-Jovencita...- Dijo Edgar serio - Tienes mucho valor para hablar así - Al terminar esa oración su semblante cambió completamente - Veo con gusto que lo que me contó Cora se quedó algo corto, disculpa si hable bruscamente, quería ver si tus sentimientos son auténticos; bienvenida a la familia Rosa. Las palabras del hombre dejaron en shock a la joven artista, la cual salió de aquel estado al escuchar un grito, el cual se originó en la garganta de su novia, pero, lejos de ser un grito de dolor, miedo, angustia, animadversión o cualquier otra emoción negativa, sino al contrario, fue un grito de emoción, para Cora, la situación no era para menos, desde la mañana el nerviosismo se la comía viva, metafóricamente hablando, pues no quería ni imaginar que haría si su novia y su padre no se llevarán bien, o peor, la idea de huir de su padre le era no sólo desagradable, más bien inconcebible.
Fue tanta la emoción de la joven, que lleno de besos las mejillas de su padre, y abrazo a Rosa como si esta fuera un gigantesco oso de peluche

-Mi pequeña flor siempre ha sido una máquina de dar amor.- Dijo Edgar, apenas terminó de pronunciar aquellas palabras, un silbido proveniente de la cocina alertó al hombre. - Parece que la comida ya está lista, ahora vuelvo chicas. Apenas terminó de hablar, el hombre se levantó de su asiento y caminó en dirección a la cocina.

-Tuve algo de miedo de que papi no te aceptara. Comento Cora en un tono bajo a su novia

-Yo temí como reaccionaria tanto él como yo, por esa pequeña charla que tuvimos

-Fuiste muy valiente al decirle todo eso

-¿Tu crees?, Y a todo esto, ¿Por qué me pregunto eso?

-Creo tiene algo que ver de cuando conoció a mi mama. Contesto Cora con tristeza notable en su voz

-Creo no debí preguntar, me parece es algo que debo preguntarle directamente a tu papá.

Las chicas platicaban en susurros cuando de repente se abre la puerta de la cocina, dejando pasar a Edgar, el cual lleva un carrito como en los restaurantes, el cual contenía tres platos con comida.

-Espero tengan hambre chicas, prepare empanadas venezolanas y sushi vegetariano para ustedes, y para tomar agua de chía. Comento el hombre sirviendo los platos en la mesa y sirviendo vasos con agua

-Que rico se ve papa

-Bueno, ¿De que hablaban?

-De nuestros planes para mañana

-Hablando de, Rosa ¿Seria mucho molestarte si planeamos una reunión con tus padres?

-Pues, si, no veo porque no se pueda, ¿Tiene una fecha en mente?

-Pensaba lo mas pronto posible, pero quizás arruino sus planes

-Ellos ahora están de viaje por Europa, volverán en cuestión de una o dos semanas

-Vaya, quien fuera ellos, en fin significa por lo que me dices, que no estarán aquí en la ciudad, hasta septiembre

-Es correcto

-Entonces programemos la reunión para mediados de Octubre, ¿Te parece?

-Perfecto, se los comunicare apenas lleguen de su viaje

Tras esa pequeña charla, los tres disfrutaron de la comida, el anfitrión contaba, cada cierto tiempo ingeniosos chistes y curiosas anécdotas, las cuales hacían reír a su invitada y a su hija; Cualquiera al ver la escena creería que se trata de un padre y sus hijas, los cuales se llevan muy bien y se quieren mucho.

Entre risas y anécdotas, las horas transcurrieron como agua, de forma que Rosa a altas horas de la noche apenas estaba saliendo de la casa de su novia

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