I
CAPITULO I
•••••Año 2020, Septiembre 1, Houston, Estados Unidos de Norte America•••••
La ciudad estaba en una calma agonizante. Las personas sellaron sus ventanas, puertas, cualquier abertura que representará un peligro y por la cual el mundo exterior la atravesará. La realidad era cruel, una realidad dura que te hacía querer escapar. Pero ¿escapar a dónde? Si el resto del mundo era lo mismo. El fin de la Humanidad estaba próximo. Más de lo que alguna vez se pensó.
Cuando te sentabas en la oscuridad de la noche y estabas solo, pensabas sobré lo que hiciste con tu vida. Y como tu Dios bajaría a juzgarte. Llorarías, te arrepentirías y pedirías clemencia, porque sabrías que no fuiste la mejor de sus creaciones. Por eso todos tenían miedo. Miedo al sufrimiento y el dolor que vendría después.
El Gobierno no podía contener a la multitud histérica, los supermercados eran abarrotados y vaciados en un pestañeo, las personas dejaron de trabajar e ir a la escuela, las calles empezaban a tornarse deshabitas, los suicidios incrementaban, el mundo entero colapsaba ante los ojos de un Gobierno impotente. Por más que dijeran que lo solucionarían, nadie confiaba en ellos. El Apocalipsis se aproximaba.
Calzo los botines negros y me pongo en marcha hacia mi cuarto de entrenamiento. Enciendo el aparato de música y con las manos vendadas golpeo con mucha fuerza un costal rojo, me gustaba golpearlo porque sentía que todo el rencor que contenía, al fin era liberado, un poco de carga menos.
Te encontraré O'Conner. Lo haré, por mi madre.
Pienso por millonésima vez en el día y la sangre me hierve. Era para mí como una promesa, y me molestaba no poder cumplirla. El costal sale volando con el último golpe que le propino cuando recuerdo todos los años duros de mi vida, y como aquel hombre los jodió sin remordimiento. Lo retengo cuando está a punto de estrellarse contra mi abdomen.
Y cuando lo haga, te asesinaré.
La canción termina y recibo una llamada de Masashi, su voz cobra vida a unos metros de distancia.
—O'Donoghu, buen día.
—¿Esto es tu concepto de días buenos? —suelto con enfado, hace silencio— ¿Vas a decirme que pasa?
—Necesito que vengas, pronto. Es urgente.
Su voz se disuelve. Suspiro cansada y deshago el vendaje de mis manos. Otra de las cosas que me repateaba el trasero, era que arruinaran mi entrenamiento.
•••••NASA, Año 2020•••••
—¿En dónde esta O'Donoghu-chan? —un hombre de traje negro impecable, ojos rasgados y cabello extremadamente corto grita dentro del recinto.
—Aquí...
Una mujer de estatura media y complexión atlética aparece, lleva un porta armas en la pierna derecha, justo debajo del muslo. Su cabello rojizo y esta suelto, no es brilloso, ni muy largo, apenas le llega al busto, y unos ojos azul celeste preciosos. Tiene unos rasgos finos pero de expresión nula.
—Finalmente decidiste aparecer —El hombre se le acerca demasiado, ella odia el contacto físico, no era la clase de mujer romántica empedernida de flores y vestidos, era la clase de mujer practica que había estudiado la conducta criminal, aprendido boxeo y artes marciales. Así que adivinaron, no tenía una vida social, no tenía novio ni hijos. Estaba sola. Solo era ella y su buen colega Nathe.
—Sí dejaran de alertar al resto del mundo con el Apocalipsis cada cinco minutos, las calles en Estados Unidos estarían más transitables...—gruñe, mantiene el ceño fruncido y una cara de pocos amigos.
—Siempre tan honesta —el mismo hombre repone con gracia—Tenemos noticias
—¿Sobre O'Conner?—hace la pregunta rutinaria, pero por primera vez en su vida, obtendría una respuesta afirmativa.
—Sí, sobre él. Y sobre algo más importante también...
Morphina se sobresalta y los ojos del hombre brillan como si el mayor secreto del Universo estuviera a punto de ser revelado, sonríe ansioso y O'Donoghu queda estupefacta, traga saliva para entonces estar lista para escuchar lo que su Jefe lunático está a punto de confesarle.
—¿A qué te refieres?—le apura. Poco a poco acorta la distancia entre ambos para acorralarlo.
—Sabes, la película de Volver al futuro no es tan descabellada ahora que lo pienso...
—Deja de darle rodeos al asunto Masashi-sensei—lo mira amenazante y empuña las manos. La paciencia no era muy propia de Morphina.
Aquel sujeto de ojos rasgados sonríe complacido, una de las cosas que más le gustaba hacer era molestar a O'Donoghu, le encantaba verla rabiar del coraje y gritar como loca, porque de alguna u otra forma la hacía verse adorable.
Ella era como la hija que nunca tuvo... bueno, en realidad si tuvo hijas, pero no eran como Morphina O'Donoghu. No eran salvajes...no eran valientes, sus hijas en cambio, se dedicaban a hacerse las uñas con su sueldo en Tokyo y vestían en colores suaves. Mientras que la mujer que tenía enfrente era un miembro distinguido de un escuadrón élite de caza criminales. Era su arma mortal. Era su más perfecta creación. Le había enseñado Kung Fu, Karate, inclusive a preparar el más perfecto Té de Sakura y a usar palillos chinos en la comida. Tenía movimientos ágiles, prevenía casi cualquier movimiento por la postura del contrincante.
Pero había algo que a Masashi se le antojaba enseñarle a su discípula en ese preciso momento. Algo que había nombrado como su segunda obra de arte y que le costado varios años. Limpia la mesa de un solo movimiento con su brazo derecho haciendo a un lado e inclusive tirando cualquier objeto que no fueran sus planos, lo extiende y deshace las arrugas.
—Mira con atención Morphina-chan, ¿puedes verlo ahora? —cuestiona intranquilo.
—Ah... prefiero que me lo expliques. Sabes que las ciencias exactas no son lo mío.
—Por supuesto, lo tuyo es el contacto físico y la violencia ¿no es así?
—Como sea —enarca una ceja con hostilidad.
—¡Mira todos estos cálculos! Míralos y guárdalos en tu memoria... y recuerda este día como el Día en que Masashi rompió las leyes del tiempo.
—De acuerdo, ahora usaré mi memoria fotográfica y guardare este precioso momento para la posteridad, mañana compraré un bonito marco azul y lo colgaré—O'Donoghu mira con sarcasmo a su sensei y se desespera.
— Esto... esto es "nuestra máquina del tiempo", podemos volver al pasado, justo ahora si así lo deseas... viajar a 1986 y capturar a O'Conner
O'Donoghu queda paralizada, se echa hacia atrás y su labio inferior tiembla. Estaba ante la gran oportunidad que había esperado durante tanto tiempo, capturar al criminal más buscado del siglo XX, al asesino de su hermana, y que indirectamente acabo también con la vida de su padre y de su madre. Al asesino de la mujer que tenia el coeficiente intelectual más alto desde la muerte de Albert Einstein, la mujer que casi descubre cómo evitar el Apocalipsis que ahora alarmaba a la sociedad mundial.
O'Donoghu retira de un empujón a Masashi y se abalanza sobre aquel papel azul examinándolo con detenimiento, como si en realidad entendiera lo que estaba plasmado en ese lienzo, pero no era así, solo lo apreciaba trazo por trazo como la solución a su más grande problema
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