Capítulo Piloto.
•••••Año 1986, Houston,Texas.•••••
La noche esta en su esplendor,es de aquellas en qué extrañamente las calles se encuentran sigilosas, de una calma a punto de quebrarse con el menor movimiento de un ave revolotear, no hay perros auyando, ni gatos saliendo inesperadamente de los botes de basura, aquella de las que la luminaria parpadea y la única luz proviene es de la Luna.
Era una noche de aquellas en que sabes que las cosas pintan mal. De aquellas en las cuales las nubes grises de media noche abrazan las estrellas y las tinieblas se apoderan de la Tierra.
Una mujer esbelta, alta y de cabello rubio largo estrella sus tacones bajos contra la acera provocando un sonido rítmico, con un meneo armónico de caderas, y un rostro hermoso, lo sabes por las sombras que se forman bajo sus facciones.
Pero es tarde, muy tarde para que una mujer pasee sola por la calle.
De cerca, un hombre la sigue, esta ansioso de tocarla, de pasar sus dedos por su precioso y brillante cabello rubio, de rozarle la piel blanca y suave, la imagina tersa y con un delicioso aroma a vainilla, quería olerla con desespero, besarla hasta comerle los labios rosas, arrancandoselos y propinarle una puñalada después, para al final degollarla. Tan solo imaginarlo le aceleraba el corazón.
La sigue con cuidado, demasiado cuidado, cualquier error por mínimo que fuese lo delataria y entonces ella se echaría a correr despavorida alarmando a la gente que duerme y lo atraparian. Así que toma precauciones. Su rostro había sido emitido por televisión varias veces, en retratos hablados que parecían mas bien caricaturas mañaneras, pero no era tan idiota para fiarse.
La mujer se vuelve un poco para cruzar la avenida mirando a ambos lados, era inteligente, sus padres le enseñaron bien a cruzar las calles. Pero no más que él, porque se le había olvidado mirar atrás. Dónde él estaba. Parado, con una mirada siniestra y unas ganas irreparables de cortarle su bonito cuello.
Antes de que cruce, la toma del brazo y aprieta fuerte su mano contra su boca para silenciarla, la noche calmada no debía romperse.
La zangolotea y la estrella contra la pared de ladrillos dentro de un callejón viejo y de olor pestilente.
Cuando la tiene asegurada, huele el perfume de su cuello delgado y eventualmente el de su cabello rubio brillante tan sedoso y se vuelve loco, aspira profundo, lo inhala hasta llenarse los pulmones, era tal como siempre lo imagino en sus sueños más retorcidos. No, no, no, era aún mejor que eso, mucho mejor.
Ella solloza pero es demasiado tarde para escapar. La apuñala en el estómago para hacerla callar. Le murmura un "Shhh" en el oído y sonríe. Le lame la mejilla mientras ella abre los ojos horrorizada.
La sangre brota cual cascada de su abdomen, pero lucha por sobrevivir, el dolor es solo un recordatorio de que permaneceria viva lo suficiente para sufrir una pesadilla, eso lo excita demasiado, la adrenalina le corre y su corazón bombea rápido. Entonces la besa y la hace suya en ese momento por que ya no podía resistirlo un segundo más.
Le demuestra su poder, su fuerza, su virilidad, le encanta verla llorar mientras la penetra profundo y rápido, deja en claro lo Hombre que puede ser.
Rie porque sabe que ella es débil ante él, ante sus embestidas endemoniadas. Cuando se ha saciado, esta listo para su último acto, asesinarla. La parte mas divertida de todas. Toma su cuchillo que apenas brilla bajo el rayo tenue de la Luna, pero es suficiente para que la bella dama adivine que su final llego.
Así que, con un movimiento rápido la degolla antes de que pudiera gritar por ayuda y delatarlo.
Sonríe ampliamente porque la sangre salpica a medidas exorbitantes de distancia y le cae en la cara también y le parece gracioso. Eso era lo bueno de las yugulares. Dramaticas. Como esa salvaje noche. Se pasa la mano restregandose el rostro para limpiarse mientras ríe por lo bajo.
Ella convulsiona y se lleva las manos al cuello intentando evitar desangrarse. Pero es tarde... muy tarde. Las mujeres rubias no deberían pasear solas por la noche.
Se acomoda los pantalones metiendo su miembro en ellos, a su víctima la tira en el basurero sin el menor remordimiento. No le importa quién era ella, su nombre o su edad, si tenía familia o no, lo único que quería era obedecer a su instinto. A ese ELLO primitivo.
Se lleva su bolso, porque quiere recordarla, mañana querra revivir su excitante encuentro en el sofa en frente a su chimenea y necesitará de algo que le recuerde a ella. A su delicioso perfume olor a vainilla y su cabello rubio sedoso.
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