El odio alivia el dolor. El rencor alivia el desazón. Qué rápido es olvidar los resquebrejos de algo tan puro. Sin vuelta atrás y sin ganas de volver. Sin una pizca de ilusión, ni pasión. Como la luz apagada al final del túnel, fundida en la oscuridad de las sombras, sin brillar a la vida, ni de destellar al amor.
Son pesadillas los recuerdos. Agonía incipiente. Zozobra constante. Desasosiego inminente. Delirio de voz, con motas terroríficas de esencia. Demencia mezclada de alucinaciones acongojantes. Siendo el protagonista como villano de la historia. Regenero en mis carnes la vesania de Nerón, devorándome los pensamientos insanos y vehementes que se cuelan por mi mente, como un cóctel molotov de enajenación y sufrimiento, una consumición de droga, perseverante en mi vena, acabando con mi juicio y mi cordura.
Desconsuelo de mi alma al sonreir ante un futuro imaginativo, que pudiéndose hacer realidad lo había perdido sin evitarlo. Ahora es el simple recuerdo de planes frustados, palabras a medias, con versos sin vida. Donde existimos el y yo en un plano real.
Ahora labios, puertas del aliento. Haced que sus suspiros guarden mi nombre, así como los míos guardan su amor.
Gabriela.
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