Que me quemen en la hoguera si engaño pero puedo llegar a memorizar cada parte de su anatomía. Retení en mis pupilas cada gesto que me mostró, cada mueca, cada manía, retení todo lo que el inconscientemente me enseñaba.

Le imagino delante de su espejo retocando su pelo castaño rizado - que definitivamente el aseguraba odiar, y que sin embargo yo amaba - siempre cortado por ambos lados y algo más largo por la parte arriba donde siempre se le arremoliba algún rizo.

Le veo durmiendo a mi lado, con su incipiente barba castaña que adoraba tocar, que adoraba sentir en cada beso y me encantaca acariciar en cada mimo - siempre quería rasurarla, afirmaba que era un simple rastro de adolescencia y que aun le quedaba mucho por crecer, y aunque yo le escuchaba, interiormente pensaba que era el hombre mas sexy con ella. Le recuerdo con la baba caía de lo cansado que estaba y aunque me hacía gracia, inconscientemente sonreia por lo dulce que parecía. No voy a negar que roncaba como los mil demonios y que la mayor parte de las veces ideaba planes para hacerle callar, pero llegaba el momento en que le observaba descansar y todo mal humor se disipaba. Nunca se lo dije pero más de una vez le vi sonreir en sueños, y por favor que me encadenen aquí mismo, pero no había visto jamás algo tan hermoso y bello como eso.

Le recuerdo antes y despues de los partidos, como ansiaba llegar al campo a darlo todo, y luchar hasta el final, nunca había visto alguien que amase y viviese tanto el fútbol como él, y adoraba verle tan feliz. Nunca me perdía ningún partido a pesar de que verlos no me parecía tan emocionante como jugarlos, y solo por el hecho de ver su sonrisa, la manera en la que hablaba del partido, de como lo vivia y la vitalidad con la que lo transmitía. Podía verle serio o enfadado, fruncía el ceño y hablaba poco encerrandose en si mismo, frustrado por haber perdido o empatado algún partido merecido. No me importaba sinceramente si luego no quería hablar conmigo o simplemente necesitaba tiempo solo, porque me conformaba con verle disfrutar en el campo.

Le vi nervioso en millones de ocasiones, viendo partidos en la tele o en vivo, le vi nervioso conmigo en nuestra primera cita o en nuestro primer beso. Se mordía las uñas en cada momento, pienso que lo hacía de manera autómata, inconsciente. Le vi llorar pocas veces en el tiempo que estuvimos, y me alegro de que así fuera, pues no existía mayor dolor que ver como las lágrimas recorrían su rostro, podía estar segura que me dolía a mí más verle llorar, de lo que en realidad era.

Puedo verle despues del tiempo que llevamos sin vernos, debajo de mi, sin camiseta, con los brazos detrás de la cabeza, su sonrisa traviesa, sus bíceps y cuerpo marcado, puedo imaginarle con o sin nada, de una postura u otra. Y en todas llego a la conclusión que no había visto hombre tan perfecto, maravilloso y vivaz como lo era él

Gabriela