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Capítulo 9

Me levanté en cuanto sonó mi alarma. Me puse mis pantuflas y me dirigí al baño. Darme una ducha en la mañana no fue tan mala idea. El sueño desapareció de golpe al entrar en contacto con el agua fría. Salí de mi habitación cuando estuve lista y vestida para irme a trabajar.

Mi ropa era una blusa con botones, tipo camisa y unos vaqueros. Utilicé mis botas blancas favoritas. Desayuné tranquilamente aunque no tenía mucha hambre. Me despedí de Dag que como siempre vino a mí, muy feliz, y —por primera vez en mi vida— me despedí de Liam Noah también. Agarré mis llaves, mi bolso y mi celular.

Tomé un taxi directo a la clínica. Saludé alegremente a todos y entré a mi oficina. Tomé mi lugar en la silla giratoria detrás de la mesa de madera. Encima de la mesa sólo habían libros, una computadora y más libros junto a historiales clínicos de varios pacientes.

Después de una hora esperando sin hacer nada, literalmente, empecé a girar en la silla en la cual me encontraba sentada. Eso me hizo extrañamente feliz.

Definitivamente tienes problemas mentales.

Lo sé, querida. Tan sólo por hablar sola ya sé que tengo problemas mentales.

Escuché la puerta abrirse acompañada por una risa masculina. Paré en seco mecánicamente. Me ajusté las gafas.

—¿Se puede saber qué haces aquí otra vez? —pregunté al chico musculoso parado en la puerta con una sonrisa burlona.

—Hoy me toca consulta. Contigo —se limitó a responder y tomó lugar en el sofá.

—¿Estás dispuesto a hablarme de tus problemas? —quise saber. Mis ojos se iluminaron.

—No.

Puse una mueca de desagrado.

—Sólo estaré aquí. Muy callado.

—Perfecto —comenté.

Así, solos... Me vienen a la mente los pensamientos que tuve ayer. Y nuestro beso —el beso real que yo me atreví a darle— se unía a todo eso. Me levanté de mi silla y me senté en una más cercana al sofá de los pacientes. Crucé las piernas. Lo miré a él. Sus ojos estaban cerrados, pero no se hallaba dormido.

—Hace un poco de calor aquí, ¿verdad? —mencioné, abanicándome con una mano.

Noah sonrió coqueto sin abrir los ojos aún.

—Puedes sentir más calor si así lo prefieres —habló él en tono seductor—. Solamente debes volver a besarme.

—Con gusto. —Sonreí de lado.

Me senté en el sofá con él y lo besé apasionadamente, casi mejor que ayer.

—Espero que este sofá aguante —planteó el boxeador.

Lentamente fui desabrochando cada uno de los botones de mi blusa.

Y así es como terminé revolcándome con él en mi trabajo. En específico, en el sofá de los pacientes, lo suficientemente extenso para nosotros dos.

***

Luego de salir de mi oficina hicimos como si nada hubiera pasado. Las oficinas son insonorizadas, por lo tanto nadie escuchó mis gemidos o jadeos. Tampoco hay cámaras. Nada pasó, aparentemente. Aunque sí ocurrió algo. Salvaje. Y ardiente.

Admite que esa ha sido la mejor experiencia de nuestra vida.

Concuerdo, mi querida conciencia.

Por fin.

No empieces.

Al llegar a cada, una hora después, tengo a Sarita visitándome de nuevo. Sara me visita continuamente. No digo que sea malo, aunque simplemente no estoy acostumbrada a tener mejores amigas ni visitantes para mí.

Me explicó que Alissa no pudo venir por su trabajo. La camarera se aburría sola en casa y vino a la mía. El mensajero de la familia —es decir, Leo, el hermano mayor de Liam Noah— llegó también a mi recinto. Supongo que ha llegado el momento de presentarlos. Sara tenía cara como de que quería reírse pero no lo hacía. Su cara expresaba que se estaba aguantando una risa.

—Bueno, Leo ella es Sara, mi mejor amiga, —La señalé— y Sara él es Leo, el hermano mayor de Liam Noah. —Lo señalé.

Ellos se dieron la mano, sonriendo. Pude notar unas cuantas miradas del uno hacia el otro.

Mhm... Aquí pasa algo raro.

Tienes razón. Podrá ser que... ¡Se gustan!

¿Amor a primera vista?

Mi mirada se iluminó en ese momento.

—¿Quieren algo de tomar? —cuestioné.

No permití que respondieran y ordené a Noah, quien los observaba con cara de no entender nada, que me acompañara a la cocina.

El Don Musculitos y yo nos dirigimos a la cocina para dejarlos solos —o al menos yo quería dejarlos solos—. Fingí que no vi nada cuando con la mirada, Sara me suplicó que me quedara y que no la abandonara.

—¿Qué pasó? —indagó el boxeador.

—Que tu hermano mayor pronto tendrá una novia y mi mejor amiga pronto tendrá un novio —contesté, abriendo el refrigerador para agarrar unas frutas y preparar mi clásico jugo de frutas.

—¿Qué? —interrogó con una mueca de confusión.

—Zo.

—Rra —contraatacó él.

—Eres.

—Tú —finalizó.

—Ay, lo sé, cariño. —Continué con mi labor—. Bueno, este es el plan: mañana invitarás a tu querido hermano a esta casa con la excusa de que haremos una fiesta y yo invitaré a Sara con la misma excusa. ¿Entiendes?

Él asintió.

—Genial —exclamé yo con una sonrisita de triunfo.

Unos minutos después terminé de hacer el jugo y lo repartí con la visita. Ellos parecían un poco incómodos pero no lo demostraban demasiado. En la tarde, casi oscureciendo, mi cuñado se ofreció para llevar a Sara al lugar en donde vive.

Eso es un gran paso, aunque ella vive cerca.

Bueno, solos. En un auto. Podría ser interesante.

Tú has estado sola con Liam Noah en un auto y no ha ocurrido nada. Ni siquiera hablan en esos momentos.

Te concedo la razón.

Después de cenar, bañarme y leer un poco —además de ponerme mi único pijama— agarré mi celular y le envié un mensaje a Sara:

Fiesta mañana en mi casa. Ven sola. Besitos.

Ella contestó rápido:

Ahí estaré. ¡Hasta mañana!

Espero que el boxeador haya hablado de eso con su hermano.

***

Digamos que me quedé con ganas de algo más intenso con Don Musculitos. Lo haré una última vez con él. Después de todo ninguno de los dos está atado a una relación seria.

Escuché unos toques en la puerta de mi habitación. Me levanté de la cama al escuchar un "¿Estás despierta?" acompañado de más toques de parte de Liam Noah del otro lado de la puerta. Abrí la puerta. Sus músculos estaban al descubierto, no tenía camiseta puesta. Parece como si pudiera leerme la mente. Él mostraba una sonrisa coqueta. Una sonrisa de él que me enloquece.

—¿Estás de humor para una nueva ronda? —preguntó el chico, aún sin borrar esa sonrisa.

—Por supuesto, cariño.

Él entró y cerró la puerta a su paso. Me agarró por la cintura. Coloqué mis manos alrededor de su cuello y lo besé con intensidad. Me guió hasta la cama. Caímos suavemente en esta y seguimos besándonos. Nos dejamos llevar por el ardiente momento. Una vez más.

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