Capítulo 39
—¿Qué? —emitió Leo, completamente estupefacto por la noticia.
Y no lo culpo.
Bueno, con lo que acabo de confesarle así de la nada es imposible culparlo, je je.
Aunque él puso el espermatozoide.
Por algún extraño motivo, los nervios me consumían. No era capaz de mirarlo a la cara pero yo no tenía la culpa de nada.
¡Nadie lo obligó a escogerme!
¡Que acepte las consecuencias!
¡Siiiiiiiií!
Espera, ¿por qué estamos gritando?
Ah, pues, no sé.
—Tengo un par de gemelas. —Hice una pausa después de cada palabra—. Y eres el padre.
—Quiero una prueba de ADN —proclamó el chico, cruzándose de brazos.
—Entiendo, la tendrás —aseguré—. ¿Ya puedo marcharme?
Él asintió rápidamente y me puse de pie. Salí de allí lo más rápido posible.
Ya se nos volvió Flash, que orgullo.
¿En serio, conciencia?
Sí.
El día transcurrió con normalidad. Al fin la hora de estar en casa con mis niñas —y mi gata Belle— había llegado. Me fui a casa en un taxi y al llegar di un fuerte abrazo a las gemelas.
Mejor saltamos directamente a la parte en la que Leo me acompaña a hacerle la prueba de ADN a las niñas y esta salió positiva. El CEO reconoció a sus hijas y me prometió hacerse cargo de ellas. Realmente yo no quería dinero ni nada por el estilo. Sólo necesitaba que Lara y Lana supieran quién era su padre.
Pasaron dos años y yo continuaba trabajando en los mismos empleos: la empresa y el restaurante.
Una chica se cruzó en mi camino y nos hicimos mejores amigas. En ese entonces ella trabajaba en la clínica como psicóloga. Su nombre era Cheryl Smith. Esta chica era mayor que yo por un mes. Como yo trabajaba en el restaurante, ella y yo coincidimos un día en mi turno.
En otro entonces nos fuimos a un bar y de alguna manera comenzamos a hablar con la bartender. Ella era morena y su nombre Alissa Tucker. Resultó ser que esta chica era prácticamente mi vecina y no recordaba haberla visto.
Todo esto fue el comienzo de una larga amistad que duraría muchos años. Creo que un par de días después, Alissa y yo fuimos de visita a la casa de nuestra mejor amiga psicóloga que en realidad estaba necesitada de uno porque tenía varios trastornos mentales. Supongo que las tres compartíamos ese pequeño problemita.
El día de la visita, yo llamé a la puerta y Cheryl nos abrió con una gran sonrisa.
—Hola, chicas —nos saludó nuestra amiga al abrir las puerta.
—Buenos días —saludamos la morena y yo a la misma vez.
—Cariño, ¿quién es? —preguntó un chico que salió de la cocina, sin camisa.
—¿Cariño? —la morena y yo cuestionamos al unísono. Levantamos y bajamos las cejas.
Bueno ya sabemos que no eres la única que oculta cosas.
—Tenemos visita, Sara y Alissa —contestó Cherlyl, como la llamaba para molestarla, al chico—. Pasen.
La psicóloga mostraba una sonrisa de nervios. Quizás era la presencia del chico o el hecho de que nosotras estuviéramos ahí, con el chico. Me di cuenta de que guardaba un gran parecido con Leo y también había visto publicaciones en las que salían ambos. Creo que el CEO de TechnoList y este chico son hermanos. Los hermanos LeBern; Leo y Liam Noah.
Vaya que el mundo es pequeño.
Aly y yo nos sentamos en uno de los sofás y Cheryl tomó lugar en el otro. Noah se sentó junto a ella.
—¿Cuándo pensabas contarnos sobre este chico? —pregunté yo con un tonito de perversión.
Un perro que llegó ladrando un rato antes se recostó en el regazo de mi primera mejor amiga. El animal era un Golden Retrevier muy bonito.
—Pues, no lo creí importante —Cheryl hizo un gesto para restarle importancia.
El chico a su lado, que se mantenía callado, puso una cara de ofendido pero disimuló bastante bien.
—¡¿Cómo que no es importante?! —manifestó nuestra querida amiga Alissa.
—Mejor te dejo a solas con ellas —soltó el hermano de Leo.
—Liam Noah, no me dejes —pidió la psicóloga.
—Vale, vale —aceptó él.
—Sois el uno para el otro —comenté yo.
—Concuerdo contigo. —La bartender concordó conmigo y compartimos una mirada de complicidad.
Cherlyl no notó que se sonrojó.
Después de toda la tarde en la casa de Cheryl, la morena y yo nos fuimos a nuestros respectivos hogares.
Estaba a tiempo para que llegara la maestra de mis hijas a nuestro apartamento. Nunca quise que fueran a alguna escuela, en cambio, prefería que estudiaran en casa.
Eres toda una mamá luchona y sobreprotectora, Charlotte.
Y no lo niego, conciencia.
Amo a mis hijas más que a mi propia vida. No puedo permitir que les pase algo malo.
El timbre se escuchó. Abrí la puerta y allí se encontraba la profesora. Ella era muy simpática y siempre llegaba temprano. Al igual que en todos los encuentros, la maestra vestía su estilo hippie. Llevaba una bolsa tejida colgada en su hombro derecho para completar el conjunto.
Saludé y la dejé pasar. Llamé a las gemelas. Ellas vinieron y saludaron a su maestra, luego se sentaron en la mesa del comedor a estudiar mientras yo preparaba algún bocadillo.
***
El día que "conocí" a Leo en la casa de mi mejor amiga las ganas de reírme me mataban. ¿Y por qué? Pues, no lo sé con exactitud. Al final logré contenerme.
Vamos a saltarnos otra aburrida parte innecesaria. Todos recordamos la fiesta para anunciar el compromiso de Leo con esa tal Nicole.
Fiesta en la cual fui empujada a la piscina y esa misma chica recibió unos cuantos bofetones de parte de mis mejores amigas. Bueno, cuando perdí a mis hijas de vista sentí un enorme malestar. La preocupación realmente me consumía en ese momento. Movía una pierna de arriba hacia abajo de forma frenética y nadie lo notaba.
Sentí un gran alivio cuando las vi junto a su padre. Aunque eso no las salvó del regaño. ¡Casi me matan de un infarto y al final tuve que explicar que eran mis hijas!
Y de Leo también.
Bueno sí.
Pero, lo que no saben es lo ocurrido cuando Leo me llevó a otro lugar. No sé qué pasó cuando nos fuimos. El empresario me llevó a un cuarto de huéspedes en la casa. El CEO buscó una ropa para que yo me la pusiera. En silencio, me tendió un suéter marrón oscuro con una frase que decía "I am strong" en letras blancas. Además de un pantalón de pijama.
Leo salió de la habitación y me dejó sola para cambiarme en paz. Unos minutos después, le abrí la puerta ya que había terminado y me senté en la cama.
Ninguno de los dos dijo algo.
—Escucha.—El chico se aclaró la garganta para luego sentarse en la cama, frente a mí—. Esto no debe dar problemas en la relación que tengo con nuestras hijas. Seguiré siendo un padre para ellas y pagaré todo lo que sea necesario.
—No necesitas pagar nada, Leo. Hasta hace dos años ellas no supieron que tú existías y sobrevivimos sin tí. Si no quieres sentirte mal contigo mismo pues lo entiendo —murmuré yo, bajando la mirada.
—Quiero hacerlo. Quiero estar junto a ellas y junto a tí, Sara. —Tomó mi mano entre las suyas.
En un segundo, él se acercó a mi boca y presionó sus labios contra los míos. Al sentir el contacto me eché para atrás rápidamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro