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Capítulo 28

Al día siguiente cuando di la cara al mundo, Cheryl ya estaba despierta y el desayuno listo. Venía con mi mejor cara de amargado y Dag trotaba feliz junto a mí. Ambos marchábamos hacia la cocina y allí se encontraba la chica, al lado de la pequeña mesa con el desayuno servido. Tostadas y jugo de frutas. Genial. Creo.

Sabes que podrías comer un desayuno tan simple todos los días y más si lo hace ella.

No te equivocas, conciencia mía. Realmente podría acostumbrarme a esto.

—Buenos días, cariño —saludó mi supuesta novia.

—¿Cómo dormiste, amor? —pregunté yo, mirándola a los ojos.

Ella traía puesto un pijama: una blusa rosada con puntos negros y de tirantes y unos shorts a juego. Uno de esos tirantes no estaba en su lugar, por suerte ella no se dió cuenta. El tatuaje de una luna en su cuello llamaba toda mi atención por alguna razón. Ella mucho menos se dió cuenta de que la estaba detallando en mi mente.

—Muy bien, gracias por preguntar —afirmó ella.

Cheryl y yo nos sentamos en la pequeña mesa redonda para desayunar. Después de terminar ella fue a prepararse.

Fregué los platos y cubiertos que habían terminado sucios. Tuve tiempo de alimentar a mi perro y ella aún seguía sin salir. Opté por vestirme rápidamente. Escogí una camisa negra que —seamos sinceros— me quedaba muy bien.

Arreglé las mangas largas de la camisa para acortarlas un poco y así se verían los músculos de mis brazos. Me puse un pantalón negro también y unos zapatos de vestir del mismo color. Ordené mi cabello y lo peiné hacia atrás. Me eché perfume. Y por último sacudí el cuello de la camisa.

Salí y esperé un minuto, ya impaciente por la demora de la chica. Ella salió y se me quedó mirando. Okey, lo que quería con la camisa había funcionado.

Pero ella se veía muchísimo mejor que tú al menos diez mil veces más.

Eso es completamente cierto.

No se maquilló mucho y de igual manera se veía hermosa. Se puso un vestido amarillo con flores negras, además de unas botas negras. El tatuaje y sus hombros estaban al descubierto y esto me pareció muy sensual. Su cabello estaba suelto. No existen palabras para describir lo preciosísima que se veía ante mis ojos.

Salimos de la casa para entrar a mi auto. Obviamente yo conduciría. Ella iba en el asiento del copiloto. El camino hacia una de las mansiones de mi padre debo admitir que fue bastante corto. Cheryl quedó boquiabierta al verlo todo.

A medida que avanzábamos por la casa su expresión era mayor y yo no podía contener una sonrisita de diversión. La guié hasta la sala de reuniones o algo así en la residencia. En el centro de la habitación había una enorme mesa rectangular, alrededor colocaron muebles marrón claro, etcétera.

La madrastra, mi padre y Leo esperaban sentados en esa mesa a nuestra llegada. Cheryl saludó a todos con una sonrisa que pude notar bien fingida. Yo me limité a imitarla. Yo era el que menos quería estar aquí. Incluso odio venir a esta casa.

Me senté en una de las sillas y la chica se sentó a mi lado. Ella fue formal todo el tiempo. Algunos minutos después llegó la comida servida por sirvientes. De toda esa cantidad de comida, Cheryl y yo comimos poco. Ninguno de los dos tenía hambre al parecer. La presencia de Susie daba un aire de tensión y toxicidad al ambiente.

Intenté que nos fuéramos lo más rápido posible y así lo hicimos. La chica y yo subimos a mi auto después de despedirnos. Íbamos a casa hasta que cambié de opinión. Pensé en algo para hacerla feliz y di justo en el clavo. Una librería repleta de libros. Ella miraba a través de la ventanilla de su lado con nerviosismo. Se dió cuenta de que no nos dirigíamos a casa.

Paramos al frente de la librería. Cheryl se bajó con la expresión que deseaba ver. Ella se veía feliz. Pero como siempre algo tiene que arruinar el momento. Un montón de paparazzis me rodearon de la nada.

—¿Piensa retirarse del boxeo? —soltó uno.

—Por ahora no —respondí.

—¿Quién es esa chica? —Lanzó otro.

No iba a responder eso.

—¿Cuándo será la próxima pelea? —escuché que preguntaba alguien.

Cheryl se metió en el medio de todo, captando la atención de todos a mi alrededor. Cosa normal si me agarró del brazo.

—¿Sois pareja? —preguntó uno.

—Así es. —Ella se limitó a responder con un rostro neutral—. Ahora, si nos disculpáis, tenemos cosas que hacer.

Prácticamente me arrastró a dentro de la librería. La emoción y alegría volvió a sus ojos. Sus reacciones eran muy divertidas. Ella estaba feliz y yo también.

—¡Liam Noah, esto es el paraíso! —exclamó la chica a punto de estallar por tanta felicidad al estar rodeada de libros.

Le dije que tenía un minuto para tomar todos los libros que quiera. Yo me senté en una esquina y ella se perdió entre tantos estantes con libros. Sólo nosotros estábamos de visita en la tienda.

Al ver que la chica tardaba demasiado fui a buscarla. La encontré lloriqueando con un libro en la mano. Ella estaba leyendo. Al parecer conocía el libro.

Ah, no, nuestra Cheryl no puede llorar.

Le compraré el libro por muy caro que sea. Si ella es feliz yo también lo soy.

—¿Por qué lloras? —pregunté, fingiendo estar algo extrañado.

—Es uno de mis libros favoritos —aclaró mirándome a los ojos.

Aún se encontraba lloriqueando.

—Entonces te lo compraré también —enuncié yo.

—Pero, es muy caro —se quejó ella.

—¿Y qué? ¿Quieres algún otro libro? Los compraré también para ti.

—Gracias. —Me abrazó llorando. No esperaba esa reacción de ella, aunque esto es reconfortante—. Nunca habían sido tan amable conmigo.

—Ya, no llores más. —Pasé mi mano por su cabello para calmarla.

Al final le compré todos los libros que ella quizo. A la salida ya no había nadie —y con nadie me refiero a paparazzis— afuera. Cheryl se veía muy feliz. Fuimos a casa en silencio. Los dos felices.

***

La chica se pasó el día feliz y leyendo. Dag como siempre la acompañaba en el sofá. Yo me encontraba frente a ella observándola con ternura mientras fingía estar perdido en mis redes sociales. En ese momento decidí una cosa: instalar Wattpad.

No sé cómo, pero logré encontrar el usuario de Cheryl en la plataforma. La encontré porque el nombre de usuario coincidía con el nombre real y su foto de perfil era nada más y nada menos que mi perro.

Una semana después ella nunca supo que yo tenía la aplicación. Una noche cuando me encontraba haciendo ejercicio —planchas para ser específico— la chica entró a mi habitación. Ella pensó que no lo noté, sin embargo, sí lo había hecho aunque Cheryl prácticamente no hizo ruido.

—Sé que me estás mirando, ruidosa —le comuniqué.

—¿Eh? ¿Qué? —emitió algo atontada.

—¿Quieres probar? —indagué con atrevimiento.

Seguí haciendo ejercicio, pero mostré una sonrisa ladina que ella no vió.

—No creas que voy a caer fácilmente sólo porque me compraste libros, Don Musculitos —me informó.

—¿Don Musculitos?

¿En serio?

—Lo sé, hermoso apodo.

Ella salió de la habitación.

—¡Me voy a vengar! —grité.

Bueno, no voy a negar que me gusta el apodo, y creo que ella merece que yo le ponga uno. ¿Cherry? No, no. Ese no. ¡Sherif! Perfecto para ella.

Por algún motivo a ambos nos encanta romper las reglas. Ella casi no cocina. Yo la interrumpo cuando lee. Y ella entra a mi habitación cuando entreno los músculos.

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