Capítulo 20
Me levanté en la mañana con todo el hermoso espíritu de estrangular a alguien. Para hacer caer mi alma en aún más desgracia llamaron a mi puerta. ¿Quién era? Obviamente no lo sé. ¿Tengo ganas de abrir para saberlo? Eso se responde en un rotundo NO.
Esbocé una forzada sonrisa y abrí la puerta, aún en pijama. Puse la mano en la perilla, aspiré una gran bocanada de aire y abrí. Era un hombre, de cabello negro largo y lo tenía atado en una coleta. Sus ojos eran de un hermoso color miel. Y también se veía alto.
—Hola, buenos días. ¿Qué necesita? —saludé sin abrir por completo la puerta. Intenté sonar agradable, pero igual no salió como esperaba.
—¿Usted es amiga de Sara Lindsay? —preguntó el extraño.
—Así es —le respondí, analizándolo—. ¿Hay algún problema?
—Soy un amigo de su infancia y hace mucho tiempo que no la veo. Estoy preocupado por ella. Mi nombre es Erick —habló el desconocido.
—Lo siento, hace mucho tiempo que no la veo. Tampoco sé dónde podría estar y ella nunca mencionó a un tal Erick en su vida —comenté.
Intenté cerrar la puerta. El desconocido lo evitó.
—Intente recordar, tal vez dijo algo —planteó él, amablemente aún con la mano en la puerta.
Comencé a sentir miedo. Aunque sonaba amable las cosas no cuadraban.
—Mi amor, ¿quién es este? —La voz de Noah me llegó. ¿Qué hace él aquí?
Viendo a ambos chicos, el desconocido le gana al ex boxeador en tamaño.
—Es un amigo de Sara —me limité a responder, haciendo un gesto para restarle importancia—. Ya se iba.
Con estas últimas palabras de mi parte, el tal Erick se marchó.
—Seguramente otro de los novios obsesionados de Sara. —Suspiré como si ella no tuviera remedio.
Miré al ex boxeador con cara de: «¿y tú qué?»
Tres doritos después...
—¿Tienes sal? —preguntó Noah, dejándome desconcertada en el acto.
—¿Eh? Sí, sí, claro —contesté dirigiéndome a la cocina.
El chico me siguió hasta allí. Busqué el recipiente con lo que pidió y le di lo que quería.
Lo que quiere es una excusa para estar contigo, estúpida.
Nos miramos fijamente sin ninguna razón.
—Bueno, emm... —murmuré para que se diera cuenta de que ya debería irse. Me aclaré la garganta.
—Oh, gracias por esto. —Señaló la sal y rió un poco nervioso—. Yo mejor me voy.
Ay, ¿para que retrasarlo más?
Puede que haya sufrido un trauma recientemente, pero Don Musculitos no tenía la culpa de eso. Liam Noah captó mis expresiones. Dejó el recipiente sobre la isla en la cocina, justo detrás de él.
Me acerqué a él de una vez y lo besé apasionadamente. Él colocó sus manos en mi cintura.
—Cheryl, promete que nunca más volverás a irte —pidió él, abrazándome.
Sus brazos me rodearon como si no quisieran dejarme ir. Hice lo mismo.
—Te lo prometo.
***
No fui capaz de acostarme con Don Musculitos. Sigo aprendiendo a vivir con mi trauma. Tuve que explicarle al boxeador por qué no pude hacerlo.
Él me abrazó con fuerza y lloré entre sus brazos. Con él me permitía mostrarme vulnerable.
Quedamos en que mañana mismo iríamos juntos a hacer la denuncia. Me quedé dormida con él acariciando mi cabello para calmarme.
Escuché mi celular sonar. Lo agarré en cuanto lo encontré. En la pantalla de mostraba el apodo: "Mensajero familiar" y sí, ese es el nombre de contacto de Leo. Descolgué la llamada al tercer tono.
—¿Aló? —balbuceé yo.
—Cheryl, Sara acaba de irse de aquí. Me dejó a las niñas; dice que se va del país por un tiempo —me informó.
—¿Del país? —repetí yo, atónita—. ¿Por qué no me llamó antes?
—Ella dijo que no tuvo tiempo o algo así —enunció—. También mencionó algo sobre Alissa. Creo que debías ir al apartamento de ella para ayudar con el desastre que hizo con otro más de sus ligues. Ya sabes cómo es ella.
—Ay, Alissa. Algún día te voy a matar. —Suspiré y me pasé una mano por el cabello con frustración—. ¿Algo más?
—No, nada.
Y colgué.
Después de terminar el almuerzo, oficialmente Noah y yo volvíamos a ser pareja. Sí, muy rápido. Sin embargo, nos dimos cuenta de que nunca dejamos de amarnos. Lo que ocurrió fue solo un enorme malentendido.
El chico decidió irse. Yo me vestí para ir a ver el desastre de Alissa y su ligue. Agarré las llaves de la casa y del coche. Me dirigí al parqueo a paso firme.
Abrí la puerta del coche y me senté en el asiento del conductor para luego cerrar la puerta una vez más. Introduje la llave correspondiente en la cerradura del motor de arranque. El auto arrancó y pisé el acelerador.
Un rato después ya estaba parqueando el coche en el parqueo del edificio. Me aseguré de que todo estaba en orden y subí al piso de Alissa en el ascensor.
Fruncí el ceño al abrir la puerta de la morena y ver que había ropa por todos lados. Cerca del sofá había un zapato de hombre y al otro lado de la sala se hallaba la pareja de este.
Caminé hasta la habitación de la chica. Desde fuera se escuchaban los gemidos de ella. Rodé los ojos, solté un bufido y me decidí a colocar mi mano en la perilla de la puerta. Me arrepentí al instante. La razón es muy sencilla: no quiero ver cómo se follan a mi amiga la solterona. Empecé a golpear la puerta frenéticamente.
—¡¡ALISSA!! —grité su nombre—. ¡¡¡SALE DE AHÍ INMEDIATAMENTE!!!
—¡Ya voy! —replicó desde dentro.
Esperé unos minutos. Supuse que se estaban vistiendo o no sé, porque toda la ropa se encontraba afuera. Alissa abrió, únicamente se tapaba con una sábana blanca. Un chico unos centímetros más alto que ella salió de la habitación, con otra sábana enrollada alrededor de su cintura.
Enarqué una ceja. Él agarró sus cosas esparcidas por toda la sala de estar y se marchó.
—Ni sueñes que te voy a ayudar con todo este desorden. Quién sabe dónde estuvo antes —expresé, cruzándome de brazos y mirándola fijamente—. Yo ya hice mi trabajo. Pero... Me quedaré aquí para ver cómo limpias todo.
—Eres mala. —Ella entrecerró los ojos.
—Y así me amas. —Le guiñé un ojo—. Nadie te obliga a hacer todo esto sólo para revolcarte con el primero que aparezca. Venga, vístete que vas a limpiar.
Mientras ella hacía todo con cara de querer ser tragada por la tierra yo observaba desde una esquina, divertida. Cuando casi terminaba lo pensé un momento antes de decirle que había vuelto con el ex boxeador. Al final opté por contarle. Después de todo es una de mis mejores amigas.
—Listo —proclamó ella cuando terminó.
Todo estaba reluciente.
—Volví con Liam Noah. —Solté sin más con un destello de felicidad.
En un exagerado gesto soltó la escoba —la cual cayó al suelo haciendo ruido— y se lanzó al sofá. Dió unas palmaditas a su lado en el sofá y dijo:
—Ven, siéntate. Cuéntamelo todo.
De mi parte se escucharon unas risitas. Me senté en el sofá y conté todo con lujo de detalles. Fue una charla no tan extensa a decir verdad.
—Cheryl, hay... —Se calla de golpe. Su tono no me gusta para nada.
—¿Qué pasa? —quise saber.
—Nada, nada, tranquila.
Me quedé con las dudas, pero no quería incomodarla así que no pregunté nada más.
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