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Capítulo 18

Resulta ser que tuve la puntuación más alta en el karaoke y tuve barra libre por toda mi estancia allí. Genial, ¿no?

Siempre ganadora, nunca perdedora.

Vale, ya tengo un nuevo lema.

Subí al escenario nuevamente, las chicas se habían ido hace mucho tiempo porque yo les había dicho que podían irse. Comencé a cantar otra vez. Creo que llevo todo el día aquí. Debían ser las cuatro de la tarde cuando Liam Noah subió al escenario y me agarró del brazo.

Espera, ¡¿Liam Noah?!

Me arrastró fuera del bar. Ignoró mis reclamos mientras lo hacía.

Cuidado, máxima peligrosidad.

Hazte un favor y cállate.

—¿Se puede saber qué carajos intentas hacer? —recriminé, gritando.

—Intento hacer que no te violen ahí dentro —dijo, seco—. ¿O acaso no te diste cuenta de que la única mujer ahí eras tú?

En eso él tenía razón. Yo era la única chica allí.

—Nos vamos —anunció Noah.

—¡Suéltame! ¡No iré contigo a ninguna parte! —grité y me solté de su agarre.

—Señorita, ¿está todo en orden? —preguntó un Guardia que salió de la nada.

—Sí, claro —respondí sin dudarlo.

El guardia nos miró con desconfianza, dudando si creer o no. De todos modos se marchó a su puesto.

—¿Por qué le dijiste eso? —inquirió Don Musculitos, frunciendo el ceño.

—No... No lo sé —confesé yo.

—¿Por qué te fuiste? —indagó, mirándome y soltándome las muñecas.

—Me fuiste infiel ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que me quedara y fingiera que todo estaba bien? ¿Que todo era color de rosa? Pues no, no podía hacer eso. Dolería más.

—No te fui infiel —se limitó a decir.

—¿Ah, no? Entonces las fotos que yo vi con mis propios ojos eran un simple montaje.

—Cheryl, escúchame —pidió él.

—No quiero escucharte —comuniqué.

A veces eres demasiado estúpida y no te das cuenta.

Muchas gracias por el apoyo, estúpida conciencia.

—Pero lo harás —expuso con firmeza—. Antes de enamorarme de ti como un maldito idiota tuve muchos amoríos que nunca se convirtieron en algo serio. Eso lo admito. ¿Cómo sabes que la foto o las fotos no eran antiguas?

—No tengo forma de saberlo —susurré a punto de llorar.

—Sólo me he enamorado una vez en la vida y fue de ti —aclaró el hombre—. Me rompiste el corazón cuando te fuiste y ahora volviste para abrir las heridas una vez más.

—No podemos revertir el pasado por mucho que queramos. Lo hecho, hecho está y ya no hay vuelta atrás. Así funciona el mundo. —Suspiré con pesar—. Pensaba venir y no encontrarme contigo, aunque eso fue imposible. Éramos imperfectamente perfectos. Éramos.

—Puede que duela admitirlo, pero, es mejor que cada cual siga por su camino antes de que nos hagamos más daño —proclamó Noah, muy bajo, dolido.

Suspiré. Quería gritarle que aún lo amo, pero quisiera que no fuera así. Quería besarlo. Quería sentir sus caricias. Y no podía. Las lágrimas empaparon mis mejillas cuando lo vi marcharse en su auto. Odio todo esto.

***

Dag estaba de vuelta en casa, pero el dueño no se encontraba en su hogar. No recordaba que conservaba las llaves de esa casa hasta que las vi en mi bolsa. Abrí la puerta sin temor a nada. El lugar estaba echo un desastre. Ropa en todos lados. Había mucho desorden en cada rincón.

De igual modo aunque nada estuviera como lo recordaba, me daba nostalgia estar ahí. Me decidí a observar mi antigua recámara. La cama estaba desatendida.

Supuse que Liam Noah durmió allí. Lloré nuevamente sentada en esa cama que ya no me pertenecía. Salí secando mis lágrimas. Entré a la habitación del Don Musculitos, todo estaba perfectamente ordenado.

Ahí mi atención fue atraída por algo en particular. Mis libros favoritos se hallaban encima de su cama. Y no sólo esos, sino también los escritos por mí.

No puedo creer que él haya estado leyendo todos mis libros publicados a lo largo de un año y unos días.

Sonreí por este simple detalle.

—Eres una psicópata.

Solté un respingo por el susto. Al menos una cosa no cambió.

—Liam Noah. —Miré hacia todos lados, nerviosa.

—¿Cómo entraste? —cuestionó el chico.

—Rompí una ventana con un bate y entré por ahí —contesté, burlona. Él me dedicó una mala cara—. Vale, está bien. —Levanté las manos en señal de rendición—. Abrí la puerta con las llaves que guardaba desde que me fui. Por cierto, ¿qué es esto?

Él entendió que me refería a los libros. Los agarró y los guardó en una gaveta.

—Interpretaré tu silencio como un: "soy tu fan", gracias. —Se me escapó una risita.

Liam Noah me miró como si pudiera atravesarme el cerebro con tan solo mirarme. Me callé rápidamente y me apresuré a irme cuando soltó un gruñido.

Fui caminando hasta el apartamento de Sara. Llamé a Alissa estando allí para informarle también de todo lo que había ocurrido en el día.

Chismeando cayó la noche y fui directo a mi casa. Las chicas quedaron impresionadas y me dijeron que no era posible la infidelidad del ex boxeador. Ellas concordaron en que él me amaba.

Sola en mi casa nueva sentí miedo. La noche anterior fui acompañada por el perro, pero esta vez estoy sola. Me tragué todo el miedo que sentía y me di un buen baño nocturno.

Antes de dormir revisé mis redes sociales y todos hablaban de mí y de mis libros publicados. Esto me hacía feliz, sin embargo, no es lo mismo si no tengo con quien compartir la fama.

Después de decidir que no podía dormir agarré mi móvil y comencé a leer un libro en Wattpad llamado: "I Wanna be Yours". Al cabo de leer diez capítulos me declaré parkerlover —fan del protagonista masculino, parte del fandom en otras palabras— y además me enamoré de ese chico.

Eso de enamorarme de los protagonistas literarios ya es una costumbre. La protagonista era la típica chica castrosa, aunque tiene un pasado delicado y algo extraño.

En una noche leí por lo menos veinte capítulos. Realmente me enamoré de ese libro. Había olvidado mi temor y me fui a dormir alrededor de las 5:00 de la mañana.

Desperté al mediodía. Creo que me estoy volviendo un murciélago. Por suerte no tengo a nadie que me llame «pequeño murcielaguito». Agradezco eso con todo mi corazón que ni siquiera sé si tengo.

No tan rápido, pequeño murcielaguito.

Ay, no.

Ay, sí.

Lo que sea menos eso. Por favor.

Lo siento, pequeño murcielaguito.

Negué con la cabeza. Mi propia conciencia juega contra mí. Eso demuestra que tu mente es tu peor enemigo.

Hoy decidí ir de nuevo al bar, sólo que sin compañía esta vez. Estaba aburrida en casa.

Me senté en la barra, mirando el panorama. Todo estaba tranquilo.

—Vodka, por favor. —A mi lado se escuchó una voz masculina—. Ponga a mi cuenta lo que la señorita pida.

Ahí sí lo miré. Me sonrió. No lo conozco.

—No, gracias —murmuré, no confío en extraños.

—Insisto, señorita. —Mostró otra sonrisa amable.

Bueno, no me cuesta nada, así no tengo que pagar yo.

—Está bien, no hay problema —acepté al fin.

Luego de eso estuvimos hablando por un buen rato. Parecía buena persona. Y me arrepiento de haber confiado en un extraño.

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