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Capítulo 17

Un año pasó demasiado rápido sin él.

Sigo sin creer que haya podido ganar la lotería. Me obligué a mí misma a olvidar al boxeador. Dejé de ser una fanática desde que el rey del boxeo me engañó. Viví en la casa que compré por un tiempo bastante corto y decidí que si era millonaria podría viajar por el mundo entero. Tenía mi propia colección de libros, además. Ahora estaba en la clase de vida que siempre quise tener. Ahora asistía a fiestas con los ricos, al principio no me aceptaron, aunque luego se dieron cuenta de que tenía clase.

Compré un auto de color gris, muy chulo, mi bebé precioso. Siempre había soñado con tener mi propio coche y ahora lo tengo. Hice las pruebas para obtener mi licencia, sin embargo, fue un poquito difícil aprender a conducir.

Durante un año estuve escribiendo libros y trabajé con las mejores editoriales para que publicaran mis libros. Con esto me hice famosa, tenía dinero suficiente para trabajar con estas y con la venta de mis libros —los cuales tuvieron mucho éxito— recaudé más.

Cualquiera pensaría que me olvidé de mis amigos con toda la fama que tenía. Pero, no lo hice. De vez en cuando les enviaba un poco de dinero y cosas para ayudarlos. Las gemelas ya deben tener un armario repleto de ropa de tanta ropa que les envío.

Porque sí, me convertí en la tía solterona y millonaria que consiente mucho a sus sobrinas.

Y se siente tan bien serlo.

Casi no pienso en lo que tuve con Liam Noah, hace mucho tiempo no sé nada de él. Cada uno siguió con sus vidas. Por caminos diferentes.

Decidí regresar al lugar donde fui feliz por seis meses de mi vida. A las chicas me las encontré en la puerta del edificio. Llegué conduciendo mi auto. Tenía unas gafas de sol oscuras puestas, ropa de marca y unas botas grises. Todo a juego con el coche. Mi cabello estaba suelto. Lucía unos pendientes brillantes junto a un collar del mismo tipo.

Me bajé del auto con normalidad, aunque creo que igual parecía otra persona con mucho más estilo. Alissa —quien seguía soltera— y Sara —quien aún no se atrevía a tener algo con Leo— se me quedaron mirando como si no pudieran reconocerme.

Solté una carcajada y me quité las gafas. Ellas fueron enseguida a donde yo estaba.

—Me voy pobre, regreso millonaria y ya no me reconocen. Esto es injusto —me quejé, casi llorando.

Estaba muy feliz de verlas de nuevo.

—Pero, mírate, estás preciosa e irreconocible —planteó Sara, haciéndome dar una vuelta.

—Sarita tiene razón —habló Alissa.

Sonreímos y nos abrazamos nuevamente.

—¿Cheryl? —Escuché la voz de Leo.

Me volteé y lo vi, con su traje de negocios, desconcertado de verme, cerrando la puerta de su auto. Él comenzó a caminar hacia mí.

—La única y original —comenté y lo abracé también.

Las gemelas aparecieron detrás de él. Ellas corrieron hacia mí gritando "¡tía!" por la emoción de verme otra vez.

Ahora sólo faltaba... Liam Noah.

***

Me encanta estar al aire libre. Los árboles me rodeaban. Habían unas cuentas bancas a la sombra. Muchas personas paseaban a sus perros. Este es el parque en el cual el boxeador solía pasear a Dag.

Me senté en una banca a ver los niños jugar en un mini parque de diversiones. Se escuchaban risas infantiles, el sonido de aves cantando y la brisa movía las verdes hojas de los árboles. Respiré profundo.

Rememoré varios recuerdos junto al Don Musculitos retirado. En mi ausencia dejó el boxeo. Esta fue una noticia que impactó a todos, incluyéndome.

Escuché unos ladridos que reconocería a kilómetros de distancia. Dag corría hacia mí con su trote feliz, moviendo la cola de un lado a otro. El perro se abalanzó sobre mi y lamisqueó partes de mi cara.

Ay, creo que voy a llorar.

—Hola, amiguito. Yo también estoy feliz de verte —susurré, sacudiendo su pelaje.

—Cheryl Smith. —Su fría voz me dejó helada. Reconocía la voz proveniente del dueño de ese perro.

Fin de la felicidad. Comienzo del sufrimiento.

Tragué saliva. Tenía la garganta seca. Me levanté rápidamente.

—Liam Noah, hacía mucho tiempo que no nos veíamos. —El nerviosismo era notable en mi tono.

Se veía muy bien aún después de todo este tiempo.

—Un año, cinco días y tres horas exactamente —murmuró él, dejándome sin palabras—. ¿Por qué volviste, Cheryl Smith? ¿Por qué?

No emití ningún sonido. Noté ira y desdén en sus palabras. Genial. Me odiaba cuando fue él quien me engañó con otra.

—Mejor no me respondas. —Tensó la mandíbula y se cruzó de brazos—. Dag —le llamó y el perro ni siquiera se movió—. Perfecto. Vete tú también.

Y se fué hecho una furia.

Me senté en la banca otra vez. Hundí la cara entre mis manos. Maldije por lo bajo y empecé a llorar frente a varias personas que —alegremente— ni siquiera se dieron cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Dag se recostó a mi lado para darme apoyo o al menos lo intentaba.

Aún conservaba la casa que compré gracias al chantaje que le hice a la víbora venenosa. Me marché con el perro a esa casa.

Cuando llegamos me di cuenta de que estaba cerca del parque. La luz del día se quedó a mi lado todo el tiempo. Todo se encontraba limpio, pagué para que la mantuvieran en buen estado. Por esto era más fácil la estancia. Bajé las maletas de mi auto y me instalé en la residencia.

En el mismo día compré una estantería para colocar mi extensa colección de libros. Y le aparté un lugar en mi habitación. Aunque había vivido allí por un tiempo nunca me molesté en colocar una estantería.

No pegué ojo en toda la noche. Dag dormía en suelo plácidamente al lado de mi cama. Los recuerdos me atormentaban demasiado. Lloré un poco.

No podía seguir así. No podía caer en depresión. Sé las consecuencias de eso. Una cosa lleva a la otra y terminaría en suicidio por un hombre. No. No podía permitirme eso.

Me limpié las lágrimas. Fui directo a la cocina y me preparé algo ligero para comer —eran las 3:00 de la mañana y yo comiendo—. Antes de darme cuenta amaneció. Tenía planeado irme de fiesta con mis amigas en el día de hoy.

Las chicas y yo nos encontramos en mi casa. Yo ya estaba lista así que nos fuimos a un bar con karaoke.

Esto me da mala espina.

Me emborraché rápidamente y me subí al escenario con el micrófono.

Y tenía razón.

Empecé a cantar "Name of love" a todo pulmón. Amo esa canción sin ninguna razón especial.

La cosa se pone peor.

If I told you this was only gonna hurt.

If I warned you that the fire's gonna burn.

Would you walk in?

Would you let me do It first?

Do it all in the name of love.

Cantaba a todo pulmón sin importarme nada. Sentía la letra y la música en cada palabra que salía de mi boca. Canto horrible, pero no me interesa. Continúo cantando el resto de la canción y al terminar recibo aplausos.

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