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Capítulo 29

La boda.Narra Binaca.

¡Es hoy, es hoy!

Apenas pondría contener mi emoción cuando me desperté y saludé a mi novio amorosamente.

— Déjame ir al baño — bufé.

— Mi beso de buenos días primero — protestó como niño chiquito.

— Siempre es lo mismo contigo — comenté aguantado la risa —. Debo estar horrible y toda la noche sin hablar o tragar el aroma bucal no debe ser el mejor. ¡ Déjame ir !

Intenté pararme de la cama pero su fuerte brazo me aprisionaba e impedía mi tarea.

— No me importa. Mi beso primero — insistió.

A regañadientes le di un corto pico que fue la llave que me liberó.

— Ahora sí, buenos día, rubia.

Le tiré una almohada a la cara y seguí al baño donde me bañé, cepillé y cambié.

Unos toques en la puerta cuando salía lista del baño a los que atendí.

— Buenos días hija — saludó mamá.

— Buenos días dias mamá — le di un fuerte abrazo que calmó los nervios que tenía y pudiera tener.

— Vengo a buscarte, se les pegaron las sábanas y hay mucho que hacer para tu día especial. Además de que deben arreglar el jardín para la boda y debe ser sorpresa.

— Enseguida mami.

— Buenos días yerno — habló mamá a Vincent que apenas se levantaba de la cama.

— Buenos días Lucía ¿ Cómo amaneció?

— Estupenda hijo.

— Menos cháchara y más a la boda, aunque si quieres cancelar hija me tienes de tu lado — apareció papá.

Vincent rodó los ojos y ya acostumbrado a Don Antonio Fiore lo ignoró olímpicamente y fue al baño.

— Ves que mal educado deberías replantearte la situación.

— Me acabas de decir que lo deje plantado en el altar como debería responder papá — hice mi función de mediadora.

— Es verdad hija, disculpa — reflexionó uno minutos para agregar —. Delante de él nunca aceptarías debí esperar a que no estuviera — negué con la cabeza.

— Nunca vas a cambiar. ¡Ay Antonio! Deja a tu hija que tiene que prepararse. No la molestes más ¿Me escuchaste? — regañó mamá.

— Y tú apúrate. Te vemos abajo — siguió conmigo.

— A la orden jefa — imité a un soldado, de manera divertida y mis padres se fueron.

Comencé a tomar unas cosas que necesitaba y prepar mi bolso. Mi vestimenta era un short de mezclilla y una blusa negra holgada y zapatillas. Simple para que fuera más fácil el vertirme y preparame.

Todos listo, salió Vincent del baño con una toalla enrollada en su cintura , pelo mojado. Era una tentación andante algo muy apetecible.

— ¿ Ya vas a salir ?

— Umjum

— Me siento acosado.

— Perdone flor si le lastimé un pétalo.
— Na, mira lo que quieras.

— Así me gusta más.

Se acercó a mí y me dio un beso de los que te marean y te dejan ganas de más.

— ¿ Estás nervioso? — comenté para aliviar el ambiente cargado de tensión y calor.

— Un poco, pero porque quiero que todos salga bien. Tengo ganas de que seas mi esposa.

— Yo también amor, pero para eso ya tengo que salir.

Nos despedimos con otro beso, pero este era un poco más fugaz y sentimental.

En un carro alquilado me dirigí con mis padres a un salón especial para la novia. En el lugar me esperaba mi suegra y Graciela.

Las abracé a ambas felizmente y así comenzó lo que fueron largas horas de maquillaje, peinado y vestimenta.

El maquillaje ni muy simple ni tan cargado. Cejas bien delineadas y peninadas, sombras rosadas claras con algunos toques de dorado. Delineado en los ojos blanco, si algo inusual pero a mí parecer se veía hermoso. Labial mate. La maquilladora supo colocar las cantidades exactas de rubor e iluminador en mi rostro.

El peinado era una trenza que volvía y se recogía en un moño en el centro adornado con flores y una tira que sujetaría el velo. Unos mechones de cabellos  sobresalían a cada lado.

El vestido era de un blanco como el coco, de encaje en la parte superior, sin mangas ni escote. De corte princesa pero abultado y  largo hasta el piso tapando los tacones blancos con dorados que calzaba.

— Te ves increíblemente bella — dijo mamá llevándose un pañuelo para limpiarme las lágrimas.

— Pero no llores que llores yo también mamá — le respondí acariciando su cara.

— Pareces una princesa, que digo princesa, reina — me alabó Graciela poniéndome alegre y al borde del llanto.

— Al final harán que se me corra el rímel — me quejé.

—  Ay no con lo que costó esa belleza de maquillaje en esa belleza de rostro Bianqui.

— Nada de llorar hija, faltan dos horas aún.

— Pero y ese ángel tan divino que ven mis ojos — entró mi suegra.

— Gracias — respondí tímida.
Dos horas después salí encontrándome con papá que en cuanto me vio lloró.

— Se me metió un que linda es mi hija en el ojo — dijo haciéndome reír y llorar.

— Jo, papá — abracé fuerte a ese hombre que siempre ha sido mi pilar, guía y luz.

— Mi solecito es la más linda y si aún no quieres huir, el va a ser muy afortunado.

— Gracias...por todo papá.

— Aquí tengo el ramo — llegó mamá interrumpiendo pero al ver la escena se unió a un abrazo familiar.

— Bien, Graciela, Vera y yo nos vamos primero — indicó a las mujeres con sus lindos vestidos celestes a juego hasta la cintura y lindo escote.
Sujeté mi ramo de girasoles eliminado rastros de lágrimas de mis ojos.

— Vamos mi niña

— Vamos papá.

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