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XXX

En cuanto llegue, estacione el auto y fui directo a la cabaña, sabía que el haberme ido así me iba a costar mucho, pero prefería correr ese riesgo a tener que irme y verla con un bebé.

Abrí la puerta y vi salir corriendo a Alejandra, me pereció chistoso, con una sonrisa hablé —¿Nena?, ya llegue, ahora si, ¿En que nos habíamos quedado?.

—¿Y que pretende que haga?, Lo felicito por haber llegado, pero yo me voy.

Cuando oí eso volteé a mirar, tenía sobre la cama la maleta y la ropa hecha un desastre en esta, ya sabía yo que eso me iba a costar, me fui acercando lentamente, no quería ganarme un insulto ni nada de su parte.

—Pequeña, ¿que pasa?, Yo solo fui a comprar algo que se nos olvidó.

—¿Y que?, te fuiste sin decir nada, solo me dejaste recuperándome de un orgasmo y te fuiste.

Me quedé mirándola y tenía rastros de haber estado llorando, no me había dado cuenta y ya me estaba dando latigazos mentales por idiota.

—Ven para acá, perdón nena, ¿Si?.

Le extendí los brazos y ella salió corriendo a refugiarse en medio de ellos, le di un beso en el cabello y la separe, tome su barbilla con sumo cuidado y la vi a los ojos, los tenía brillantes, signo de que iba a llorar y una lágrima surcaba su mejilla, la seque y me dispuse a cambiar el tema.

—¿Que te parece si pedimos el desayuno y mientras tanto arreglamos esa maleta, si?.

Ella asintió y yo fui al teléfono, pedí servicio al cuarto y le empecé a ayudar a doblar la ropa y a organizar esa maleta.

Llegó lo que pedimos y desayunamos hablando de cosas triviales, después de eso, ella se acostó en el sofá que había en la habitación a ver una película, yo mientras tanto, trataba de leer, no me gustaba ver televisión y nunca tuve el interés de nada de eso.

En un momento me quedé mirando hacia la ventana, todavía me acordaba de mi infancia y de mi familia, de lo que mis hermanos y yo hacíamos para algunas épocas, de cuando mis papás aún estaban vivos y me iban a visitar al seminario, ya eso había pasado, ya de todo eso solo quedaban recuerdos, algunos buenos y otros malos, pero al final esa era mi vida.

Ya se me estaba haciendo costumbre estar ensimismado, sentí un pequeño peso en mis piernas y una manos pequeñas y delicadas, con una piel suave, nada que ver con las mías que eran manos de hombre, ásperas y grandes.

—¿En qué piensas? —me pregunto besandome el cuello.

—Yo, en el pasado, pero ¿que te parece?, ¿si completamos lo de esta mañana?.

Ella asintió y yo como un buen caballero, la cargué hasta la cama, me acosté y ella se sentó sobre mi cadera, empezó a quitar, botón por botón de mi camisa, para después quitarla de cuerpo, cuando terminó se quedó viéndome, como si fuera la primera vez, yo me incorpore lo más que pude sin moverla de la posición en la que estaba, y le quite el pijama que tenía, mi excitación creció al darme cuenta que no tenía sostén y que las bragas que tenía eran negras de encaje, por lo visto lo tenía bien preparado, mientras ella se mecía, sobre mi miembro, yo empecé a besarle los senos, y morder esos pezones que me ponían al máximo, ella gemía y eso era música para mí.

Por una vez en la vida me sentí más que deseado, y no sabía si quería que eso terminará, quería ser feliz, quería ser libre, pero también sabía que no podía dejar la iglesia, no tenía que darle y ella se merecía todo, en ese momento era egoísta, pero sabía que cuando esté cuento de hadas acabará, ella iba a salir lastimada, y eso no lo quería ver, por eso la protegía, no quería que en el momento en que me fuera, ella quedará por un problema, yo mejor que nadie sabía que siendo cura y ella con un hijo, nunca iba a ser una familia, a ella siempre la verían como una puta barata, y yo siempre saldría como un héroe, cuando no era más que el villano de la historia.

Quite esos pensamientos de mi mente y me dispuse a amarla, a dejar a un lado mi sotana y poder portarme como un hombre de verdad, ser feliz y hacerla feliz, por lo menos con el tiempo que tenía, antes de que la orden llegará, y todo terminará.

Le di un beso, lento, tierno y demostrando el amor que le tenía, fue tomando intensidad, le pedí permiso para poder acceder a su boca, nuestras lenguas se unieron en una lucha interminable, la acosté y me puse sobre ella, como pude sin romper el beso me quite el pantalón y los zapatos, solo quede en bóxer, por falta de aire rompí, ese beso con el cual intentaba demostrarle todo lo que sentía por ella hasta el momento, la vi sonrojada, respirando con dificultad, los labios los tenía rojos y un poco inflamados, apenas abrió los ojos ya no estaban opacos, tenían un brillo que me prendía más, por darme cuenta que era yo quien provocaba eso en ella.

Le quite las bragas, que ya estaban mojadas, en la cara interna de los muslos se notaba que escurría líquido de ella, ya estaba lista y yo no iba a esperar, la cargué hasta llegar a una mesa que había allí, la senté en el borde de esta, fui por el preservativo y me lo puse, no iba a esperar más, la corrí más hasta tener acceso a su entrada, sin pensarlo dos veces de un solo movimiento me introduje por completo en ella.

Ella se aferró a los bordes de la mesa, y solo ahogo un grito cuando ingresé, estaba vez no quería sexo suave, quería poseerla, hacerla mía, y marcarla, si me tenía que olvidar de ella lo haría con gusto pero primero, la iba a disfrutar, me empecé a mover, lo sacaba por completo y volvía a introducirlo, ella gemía y gritaba solo monosílabos, yo me aguantaba no terminar, ya que no sabía si era ella, sus gemidos o lo apretada que era que no tenía la voluntad de aguantar mucho, me movía rápido, mis estocadas eran certeras y fuertes, cuando empecé a sentir que se contraían sus paredes, la baje y la hice recargar las manos en la mesa, estaba expuesta para mí, y la iba a hacer llegar, seguí moviéndome, en cuanto sus paredes me apretaban más y ella gemía aún más seguido y fuerte, me di la libertad de acabar con ella, estaba rendida y yo igual, me quite el preservativo, la lleve a la cama y nos acostamos a dormir.

Si estos eran los últimos días de felicidad con ella los iba a disfrutar, y nadie me iba a negar ese placer, me quedé viéndola por un rato, estaba sobre mi pecho y solo nos cubría una sábana, me deje llevar por el cansancio y caí en un mundo que solo era mío y en donde yo no era una figura pública, solo un hombre que quiso amar y ser amado, sin importar que tantos límites tuviera el amor.

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