XLVIII
Maratón: 3/3
Después de la vista de Miguel, había ido a mi habitación por la sábana, ya no aguantaba más esto, no sabía nada de mi familia, Miguel no decía nada, así que doble la sábana, la escondi entre mi ropa y fui a los baños.
La estaba atando a los barrotes, cuando entró un oficial, me redujeron, trasladaron a una celda de castigo y empezó mi calvario.
*****
Los días pasaban muy lentos ahora, no tenía derecho a nada en el mundo, Miguel ya no venía tanto tiempo, no sabía nada de mi hijo, solo que esto me estaba matando, iba al psicólogo de la cárcel.
El solo decía que si me quería suicidar que lo hiciera cuando saliera, no aquí, que si había tenido el valor para llevar a una cama a una niña, por qué no tenía el valor de pagar mi sentencia y salir para poder acabar con mi existencia.
Y eso iba a hacer, iba a salir, tenía que hablar con Miguel en la próxima visita, quería saber de Mateo y Camilo a ver si estaba bien el niño.
Tenía que tener las fuerzas de dejar todo a salvo y saldado, en cuanto saliera iba a terminar con mi existencia.
*****
Miguel llegó un día que no era de visitas, me había informado que Alejandra había entrado en labor de parto, que los niños se habían adelantado por una semana, que todo iba a estar bien.
Qué había hablado con Víctor para que el estuviera con ella y el poder estar al pendiente de mi, yo no entendía lo de niños hasta que me contó que eran mellizos, y que estaban bien, que el adelanto del parto era lo normal por ser dos niños.
Me pido tener fe, y luchas por esos dos niños que iban a llegar al mundo, que no podía volver a hacer lo que había intentado.
Seguramente para el era fácil decir eso, no me iba a detener, estaba feliz de que ellos estuvieran bien y ahora nada más me detenía en el mundo.
*****
Varios días después, había venido Miguel, Víctor y otro sacerdote a informarme cómo está mi familia, eran dos niños fuertes, con buena salud, pero que aún Alejandra no había decidido el nombre y que iba a esperar unos días más para eso.
Me sentía feliz, ese día estuve bien en la celda, comi como hacía tiempo no hacía, veía el día más claro que nunca, hasta que llegó mi cita con el doctor.
Me dijo que me acordará que esa felicidad no era mucho, que yo no podía ver a mis hijos crecer, que me tenía que alejar, que no era nada, y que ellos nunca me iban a ver cómo nada mejor que un estorbo que abusaba de menores de edad.
Cuando salí de alli, fui directo a mi celda, no fui a comer y me encerraron en una celda de castigo, por desobedecer, solo me deje arrastrar, me metieron en ese lugar y me hablaron con agua fría, me dejaron allí, mojado, en el suelo lleno de agua y en la oscuridad del lugar, no sabía cuánto tiempo iba a aguantar esta situación.
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