Maratón: 2/?

PVO ALEJANDRA:

Las cosas habían cambiado mucho, en menos de una semana mi vida había cambiado de aquí al infierno.

Estaba embarazada, detuvieron a Erick, condenaron a Erick a 10 meses, no podía tener contacto con el, se llevaron a Mateo, mis papás no sabían que hacer.

Estaba cansada de la vida, todo iba bien, Erick era todo mi mundo, Mateo era mi hijo, tenía dos meses de gestación cuando a él se lo llevaron, ahora tengo cuatro, se que no solo es un bebé, por lo que han mostrado los exámenes, son dos una niña y un niño.

Cuando mis papás se enteraron, casi se caen para atrás, mi mamá estaba feliz, igual que mi papá, Nicolás estaba como loco al saber que iba a ser tío, pero quién yo quería que supiera no le podía decir nada.

Poco a poco iba viendo como iban creciendo mis hijos en mi vientre, fue emocionante y a la vez deprimente el día que me hicieron el ultrasonido para ver cómo estaban mis hijos, oír sus pequeños corazones latir, verlos en la pantalla y saber que eran dos, pero Erick no estaba, ese día había ido mi mamá y en cuanto salimos de allí me puse a llorar.

Nadie sabía que en medio de la noche lloraba, pero por el bien de mis hijos no lo hacía todo el día, aunque mi papá decía que no perdiera la fe, cada mes venía Miguel a visitarnos, y de esa forma me enteraba de cómo están Erick, por lo que nos había dicho, se había adelgazado, tenía ojeras y estaba más pálido de lo normal, se había quitado la barba que lo caracteriza, en palabras de Miguel ya no era el hombre que conocíamos.

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Tenía ya seis meses de gestación, cada noche sentía como se movían mis hijos, Erick ya había cumplido cuatro meses de condena, pero sabía que esto era duro, sin importar que seguía llorando.

Miguel había venido y nos había contado que Erick estaba dictando clases en la cárcel, que había cambiado, era más delgado, las líneas de expresión se habían marcado más, el cabello ya no era negro, sino que tenía canas y ya la barba había desaparecido, que tenía ojeras como si no durmiera mucho, los ojos estaban constantemente rojos.

Lo que más me había dolido de lo que había dicho Miguel, es que ya no tenía esa sonrisa con la que siempre se veía, ahora era más ensimismado que antes, tenía una expresión lúgubre, el tiempo en la cárcel se lo estaba devorando.

Miguel había comentado algo de que Erick le había pedido una cuchilla al tercer mes que había estado encerrado, menos mal no lo habían dejado entrar, sabía que él estaba cumpliendo cómo pagar la “multa”, pero todo era para los niños, nadie había tomado ni un peso, y tanto Miguel cómo mis papás decían lo mismo, tener fe.

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Había cumplido ocho meses, ya todo se me hacía más pesado, me dolía el cuerpo, me habían dado la fecha del parto, eso me dolió, no iba a estar en el momento en que sus hijos vieran la luz del día, Miguel me había informado del intento fallido de suicidio de Erick, no lo había podido lograr, porque lo encontró un guardia cuando había estado preparando la sábana en las duchas, el informe que le habían entregado a Miguel decía que ya era algo premeditado, siempre estaba pendiente de los horarios, había dejado de comer por una semana y que por último para tratar de hacerlo entrar en razón lo habían metido tres días en una celda de castigo.

Miguel no le había dicho nada de nosotros, sabía que era una forma de hacerlo entrar en razón, pero me preocupaba, saber que no tenía sábanas ni cobijas, que dormía solo en la colchoneta, que lo obligaban a comer, las visitas eran más cortas y solo lo dejaban salir una hora al día, no podía recibir cartas ni comida, el se estaba muriendo en vida en ese lugar y yo sin poder hacer nada, solo tener fe.