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XLV

Después de que mi familia se fuera, el guardia me llevo hasta unos baños.

Me quite la ropa, la guarde en una bolsa que me habían dado y me metí a bañar, no me demore mucho, el agua era extremadamente fría y calaba a las huesos.

Ale me había traído, unos boxer negros, camiseta blanca, traje negro, medias negras, zapatos del mismo color y una camisa manga larga de las que usaba con el alza cuello.


Cuando me termine de vestir, fui al espejo me peine y lave los dientes, palique desodorante y algo de colonia.

Termine y salí, el mismo guardia me esperaba y me escoltó hasta mi celda, me senté muy juicioso, sin poner atención a los comentarios de los demás presos que habían, todos de una forma poco ortodoxa para mí gusto, nadie sabía que era ex-sacerdote.

Estaba sentado esperando a que llegaran por mi hasta que oí lo que menos quería.

—Curita, arriba, ya ha llegado el carruaje para usted.

Dijo un guardia de forma despectiva y altanera, me dio igual y me puse de pie, el ruido que había hasta ahora paro y el silencio que se hizo fue siniestro.

»De la vuelta y las manos a la espalda.

Acate la orden y empecé a caminar casi que arrastrado por el guardia.

Cuando salimos de la estación, me subieron a una patrulla, la lectura de sentencia era en los juzgados del pueblo, así que me llevaron allí.

En cuanto llegue me bajaron y habían más presos más un guardia, esperando el turno frente a la sala de audiencias, vi al otro lado de la sala a Ale, don Marcos, el ex-obispo, varias personas del pueblo en el que estaba y un abogado.

En cuanto me vieron llegar hicieron una inclinación de cabeza, yo la respondí y me sentaron en donde me correspondía.

A medida que pasaba el tiempo, entraban y salían personas, unas con cara de tristeza profunda, otras felices y otras arrastradas por los guardias para trasladar de nuevo, habían 5 personas antes que yo, y con cada una se demoraban hasta dos horas dependiendo de los cargos, pruebas, testigos o si podían pagar la fianza.

Habían mujeres, niños, personas mayores, policías, abogados y muchas más personas esperando a ser testigos o solo a oír la sentencia de sus familiares o de las personas que cometieron un crimen.

******

Habían pasado 4 horas desde que había llegado, lo sabía porque el reloj del pasillo me recordaba constantemente, tenía sueño, me dolía la cabeza, tenía hambre y calor, me dolían los brazos por la posición en la que estaba hacia ya bastante rato.

Habían dos personas más antes de que me tocará a mí, y ya habían llegado más personas a esperar quedar libres o bueno lo que ninguno quería.

Tome aire, subí la mirada hacia el guardia, a ver si me quitaba por un rato las esposas o por lo menos me las ponía con las manos al frente, este solo se hizo el pendejo y me dejo así.

******

Cerré los ojos un rato, tome aire y me relaje, era lo único que podía hacer.

—Señor Erick Di Angelo —llamo un hombre en el umbral de la puerta del tribunal.

—Arriba —dijo el guardia.

Me puse de pie, entre y sabía que detrás venían los demás, el guardia como siempre me llevaba arrastrado, a medida que entrábamos, los nervios me iban consumiendo, solo era la lectura de mis cargos nada más, aunque sabía que el fiscal y juez ya habían hablado con los testigos y con Alejandra, eso creo era bueno, no?.

Me senté y entro el juez, al igual que varios guardias, policías y el fiscal del caso.

—Buenas tardes, sin más dilatación al tema, está audiencia es para la lectura de los cargos contra el señor Erick Di Angelo, quien es acusado de violación de menor de edad, después de haber oído a los testigos y en especial a la señorita Alejandra, quien es menor de edad y se encuentra en estado de gestación.

Se hizo un silencio sepulcral, el juez hizo una señal al fiscal y al abogado para ir, ellos llevaron unos papeles y el hizo un asentimiento.

»Bien, antes de leer la sentencia, se dará lectura a varias pruebas y los testimonios recogidos, por favor señor fiscal, si puede empezar.

—Tengo el testimonio de quién fue el superior del señor Di Angelo, quien da fe del buen comportamiento del señor ya nombrado, cuando ejerció como sacerdote, durante 10 años.

Después de oír todo lo que dijo el ex-obispo, siguieron varios testimonios de personas de varios pueblos en los que serví como sacerdote, don Marcos también dio el testimonio, dando fe de que como padre de familia y esposo, he cumplido todas y cada una de las obligaciones.

*****

Después de oír todos esos testimonios, incluido el de Alejandra, el juez procedió a llamar a mi abogado, tenía miedo, pánico de lo que fuera a pasar, pero aún así ya había cumplido con lo básico y era tratar de demostrar mi capacidad de tener una vida normal, estaba tan metido en mis pensamientos que no me di cuenta cuando el juez empezó a leer la sentencia.

—Bien después de haber oído los testimonios, los cuales demuestran el buen comportamiento del señor Di Angelo, y sabiendo que ante la ley de este país sino es que de todos los país del mundo ñ, las relaciones con una o un menor de edad, son tipificadas como delitos, sea consentido o no, se sentencia al señor Di Angelo a diez meses de cárcel y el pago de una indemnización tanto a la familia como a la señorita, y se pide el inmediato traslado a la cárcel central, en donde tendrá que pagar su condena, igual se pone una medida de cautela, para prohibirse al señor Di Angelo acercarse a la señorita, al menor de edad Mateo Di Angelo, quien será entregado a sus otros familiares directos, vivos y con la disposición económica para mantener al niño, igual que se le prohíbe acercarse al niño no nato, si es que la señorita desea continuar con la gestación, si no este juzgado en nombre de la ley da el permiso de llevar a cabo un aborto de manera quirúrgica.

Me quedé congelado al oír eso, ya que más sentencia que renunciar a todo, por que no me dejaban toda la vida en una celda?.

»Si la señorita decide continuar con la gestación, el señor ya nombrado, tendrá la obligación de mantenerse alejado de él o ella y pagar una cuota alimentaria mensual, creo que eso es todo, cabe resaltar que usted señor Di Angelo tiene prohibido cualquier contacto con alguno de los tres menor de edad, por favor puede proceder.

Me levanté sin ánimos y volví a mirar hacia Alejandra, quien lloraba en el hombro de don Marcos, ella subió la mirada y solo pude sonreír, sabía que era la última vez que la iba a ver tanto a ella como al hijo que estaba creciendo en ella, sentía las lágrimas caer, pero ya no tenía nada más que hacer, solo pasar esos diez meses de condena en soledad, y el resto de mi vida sin saber nada de mi sobrino, mi hijo y la mujer por la que dejé todo atrás.

Me volvieron a esposar, mi amigo, se acercó y lo dejaron hablar cinco minutos antes de llevarme a la cárcel.

—Erick, cuando me ibas a contar, por que siempre me entero de todo a lo último?.

Yo solo sonreí y el entendió, me abrazó de una manera muy paternal.

»Voy a velar por ella y tú hijo, también voy a ir a visitarte, se que no hay nadie más, suerte y siempre me vas a tener a tu disposición, así no sea ya tu superior.

Yo solo asentí, el se alejó y fue hacia donde estaba Alejandra, los guardias me tomaron de los brazos y empezaron a sacarme de allí.

Ese lugar, había marcado el final de todos lo que creía iba a ser lo mejor para mí y el comienzo de mi nueva vida, volvi una última vez la mirada y me despedí en silencio, solo moví los labios en una última declaración, “Te amo, los amo, perdon”, ya todo estaba cerrado y aclarado.

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