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XLIV

Nota: si quieren saber más de mi dejen aquí preguntas y hago un capítulo solo de respuesta sobre lo que quieran.

Sin más aquí un nuevo capítulo espero les guste y me den muchooooooooo amor.

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En la salida del hospital había una patrulla, me hicieron sentar en la parte de atrás, me parecía una locura que me expusieran en público, pero bueno mi vida no era de tener suerte.

Después de una largo paseo por el pueblo, llegamos a la estación, me quitaron las esposas y me metieron en una celda individual mientras hacían los documentos, me senté a pensar en la mierda de vida que tenía, primero vivir en la pobreza, que mis papás nos dejarán tan rápido, un hermano hipócrita, mi hermanita menor con un hijo que no sabía y muerta, mi sobribo-hijo en medio de una pelea inmadura de mi hermano por demostrar que tiene más que yo, entrar al seminario por necesidad, creer que mi vida era buena en el silencio y la soledad, conocer a una mujer y quedar completamente enamorado de ella, renunciar a la iglesia por ella, vivir una vida de libertad, criar a mi sobrino, conocer la felicidad, engendrar un niño y lo mejor de todo de la mujer que amo, pero lo que más me hizo sentir emocionado (nótese el sarcasmo) es estar preso por amar y ser amado, si esto es obra de Dios, creo que ya se empeño en castigarme.

Llevaba rato en mis cavilaciones que no me di cuenta cuando entró un oficial, me dio la orden de salir, me interrogaron, me culparon por abuso de menores, me metieron a otra habitación, me quitaron la ropa y mis pocas pertenencias.

Me sentía de lo peor, me dejaron desnudo en una habitación, después llegó otro oficial a requisarme, irónico no tenía nada más, solo un reloj viejo, una cadena con un crucifijo, una pulsera que mi mujer me había comprado, ni siquiera valía mucho era de hilo, le pedí al oficial si me la podía dejar, al menos eso me tendría cuerdo por un tiempo, el solo subió los hombros y siguió con su trabajo, me dieron un uniforme, me cambié y me llevaron hasta otro lugar, me tomaron las huellas dactilares, unas fotos para reseñarme y volví a donde está al comienzo.

Era ya de noche, la orden era dormir, mañana tenía que ir al juzgado a oír mi sentencia preliminar y ver a las personas que amo.

Toda la noche la pasé en vela, en una celda de al lado había alguien que se la paso toda la noche hablando sobre lo que había hecho, muchos de los que están allí, lo hacían por justo o porque aún no habían tenido lectura preliminar de sentencia.

—Ey! Niño bonito, que hace un hombre como tú aquí?.

Dijo un preso al otro lado del pasillo, era grande, Moreno y estaba tatuado, no le preste atención y seguí en mi mundo, mi única compañía era la pulsera que tenía, era lo más bello del mundo, las lágrimas seguían bajando en silencio de mis ojos, sin que me diera cuánta o tuviera poder sobre ellas.

»He dicho, y me gusta que me respondan, a quien te follaste?, Mejor aun, a quien mataste?.

No puse atención, no quería hacer más grande mis problemas.

No me volvió a preguntar, pero por lo que oír era algo así como el líder de allí, ya llevaba bastante tiempo y conocía todo, yo seguía en la misma posición, sentado en el suelo, dando la espalda a la reja, con las rodillas en el pecho y llorando en silencio.

Dios mío, es tan grande mi pecado para hacerme sufrir, para hacerla sufrir?.

Esa fue mi plegaria toda la noche, pero parecía que no tenía repuesta.

******

Había llegado el día, no se qué horas eran, entraron golpeando los barrotes, muchos de los que estábamos allí, nos habían llevado ropa, para presentarnos al tribunal, yo sabía que no había nadie para mi o mejor no había nada para mí, otros salían a ver a sus familias.

—Di Angelo, visita, tiene una hora, se cambia y nos vamos, entendió?.

—S...si —Me parecía extraño pero no sabía que o quien era.

Era el único en las celdas, me sacaron y llevaron a un patio, habían varias familias, mujeres llorando, hombres comiendo algo que les traían de casa, niños visitando a sus padres, padres a sus hijos, yo solo pedía que no fuera una broma.

—La vuelta, más le vale estar quieto, cero contacto físico.

Asentí, me senté a esperar, cuando pude ver a un niño que conocía muy bien, mi vida se iluminó, venía Mateo, don Marcos, doña Elizabeth y mi mujer.

Tal vez no los pudiera tocar pero con solo verlos sabía que esta condena podía llevarla paso a paso.

Me puse de pie, don Marcos, me sonrió, pensé y temí que me odiara, Alejandra, estaba muy tranquila, tal vez alguna sugerencia de sus padres o que sé yo.

—Buenos días muchacho —don Marcos cómo siempre.

—Mi niño —doña Elizabeth se esforzaba por no llorar.

—Pa...papá —Mateo empezó a estirar sus bracitos para que lo cargará, que más quería yo que poder saludarlos bien pero mejor seguir las reglas de este lugar.

—Buenos días —devolvi el saludo, pero nunca llegó uno de Alejandra.

No le preste atención, conque estuvieran aquí era feliz, el tipo que me había molesto en la noche, se quedó viendo a donde estaba, me daba igual, pero no me gustaba como veía a mi mujer.

—Erick, esto es grave, y ya lo hablamos con Alejandra, ella va a sostener que nunca la obligaste a nada como es la verdad, que todo fue por mutuo acuerdo, y nosotros ya declaramos que tú habías pedido nuestro permiso desde un principio, y este te lo dimos —decia don Marcos.

Yo solo asentí, Alejandra por fin me vio a los ojos, y se notaba que no había dormido nada.

»sin embargo no sabemos cuánto tiempo o si te dejan libre, hay que esperar, Alejandra te trago uno de los vestidos negros que tenía y una camisa negra, no encuentro más, creo que eran de cuando eras sacerdote, si mal no estoy.

—No hay problema, muchas gracias.

Ellos me dieron una cálida sonrisa y empezamos a hablar de todo un poco, Alejandra me contó que el médico le había dicho que el bebé estaba bien, que ella tenía que subir unos kilos por seguridad y que doña Elizabeth cómo buena abuela la estaba aconsejando y ya le estaba ayudando con la dieta, también me dijeron que Mateo estaba juicioso, y eso solo había pasado una noche, la vida seguía y yo encerrado, cuando se cumplió el tiempo el mismo oficial que me traía, se acercó, le pedí permiso para despedirme de mi familia, abrace a doña Elizabeth, don Marcos me pegó en el hombro, Mateo me dio un beso con muchaaaass babas y por último Alejandra, quien me abrazó y me dijo que todo iba a salir bien que nos veíamos en el juzgado, me dio un beso, que fue como la droga para que un llevaba días sin pobrarla. 

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