-Ale, podríamos hablar?.

-No, tal vez mas tarde, estoy ocupada y voy a bañar a los niños - sabia que no era verdad pero que mas podía hacer.

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Los días seguían igual cada vez que le tocaba el tema de hablar se iba con cualquier excusa, don Marcos también estaba tratando de hacer que los dos habláramos, según el y los demás eso era malo para los niños.

Yo por mi parte estaba poniendo de mi parte para solucionar los problemas con ella, aunque me era muy difícil saber que estaba mal si ella no me lo decía, estaba caminando a siegas en un lugar que no conocía.

Y el no saber lo que estaba pasando me preocupaba de sobre manera, ya que si bien los niños eran pequeños Mateo si se estaba viendo afectado o mas bien el ya se había dado cuenta, a su modo pero según le había dicho entre lagrimas a don Marcos la mamá estaba de mal genio y ya no los quería ni a él ni a los bebés, y eso nos preocupaba a todos por igual.

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Un día a finales de mes, me desperté por el llanto desesperado de un de los bebés, Mateo estaba durmiendo en mi cama así que me levante a ver que estaba pasando.

Cuando llegue hasta la habitación de Alejandra y los niños, la puerta estaba abierta, y la cama vacía, igual que los cajones y el ropero.

Sobre la mesa de luz había un papel doblado por la mitad, ya había amanecido,  en ese momento entro Francisco y doña Elizabeth, esta ultima cargo al niño, yo me senté en la cama y abrí la carta.

De verdad no sabes cuánto lo siento, no quisiera hacer esto pero ya no puedo mas, te pido cuides de mis hijos y que ojala de verdad encuentres a alguien que te pueda querer mas que yo.

Suerte en todo Erick.

Me quede estático, lo que mas me temía mi "familia" se había derrumbado.

Después de haber leído me quito el papel doña Elizabeth que se quedo igual o peor que yo, Francisco le quito al niño y me lo paso, la cambie igual que al otro bebé, no iba a quedarme mas tiempo allí.

Salí de la habitación desperté a Mateo, metí todo lo mio y lo del niño en una maleta, fui al cuarto de los niños he hice lo mismo, acomode las maletas, metí a los niños en el coche y salí de allí, no me importaba a donde.

Era mi familia e iba a luchar por ellos como fuera, ella nos había abandonado así que no quería saber nada mas de lo que pudiera pasar con ella o su familia, a partir de ese momento estábamos muertos para ella y para todos.

Oía los gritos de Elizabeth, de Francisco y del resto pero jamas di mi paso a torcer.