LIII
Dedicado a MalillaniA
Me desperté en mi habitación, no sabía cómo había llegado, sabía que había bajado, oído a un bebé llorar, ver a Mateo y que perdí el conocimiento.
Me levanté y salí al pasillo, baje a todo lo que me daban las piernas, pase por la sala, ahí estaban todavía los juguetes del niño, entre al comedor pero no había nada.
—Le puedo colaborar en algo? —me pregunto una de las muchachas que trabajan aquí.
—Si donde está el padre Francisco o Miguel?.
—Si claro, están en el patio con los niños, los señores y la señorita.
—Gracias.
Salí de allí lo más rápido que pude, por fin tenía la esperanza de que todo cambiará, en cuanto llegue, vi a Francisco sentado con un bebé en brazos.
Mateo estaba jugando con Miguel, don Marcos, doña Elizabeth y Alejandra estaban hablando con Francisco, viendo hacia donde estaba Mateo.
—Mate, por favor no seas brusco con tu tío, si? —dijo Alejandra.
—Shi, mami.
Nadie se había dado cuenta de mi presencia en la puerta que daba de la casa al patio.
Cuantas veces había estaba viendo el mismo lugar desde mi habitación y no había visto a mi familia, o en medio del silencio de la casa no había escuchado las risas de Mateo, el llanto del bebé, los gritos de Alejandra, no lo sabía a ciencia cierta, pero de que esto no era nuevo estaba más que seguro.
Caminé hasta donde estaban, nadie se había dado cuenta, por lo menos sabía que no había dejado de ser una sombra, como lo fui muchos años ante el mundo.
Cuando llegue me puse al nivel del oído de Alejandra —Te doy un peso por cada día que no estuve a tu lado — ella volteó a mirar.
Se levantó y se me tiró encima, caí con todo el peso de ella, no me importó aunque me había golpeado con algo en la espalda, prefería este dolor al de estar lejos de mi familia.
—Erick, mi vida, por Dios.
Me estaba besando toda la cara y lágrimas salian de sus lindos ojos.
—Hola.
No sabía que más decir, pero ya sabía que no era un sueño, porque me estaba doliendo la espalda.
—Alejandra, levántate, que aquí este idiota no ha comido bien en meses y debe estar débil.
Ella se levantó y vi una mano extendida, Miguel me ayudó a parar, creo que tenía razón ya no tenía la fuerza de siempre, tenía que empezar a ganar peso.
—¡Papi!
Cuando me di cuenta otra vez estaba en el piso, hasta un niño me había botado, definitivamente estoy débil.
»Papi verdad que no te vas a volver a ir?.
Mateo lo dijo con lágrimas en los ojos, subí la mirada y Alejandra estaba llorando, tenía en brazos a mi hijo, y caía a la realidad, no les podía volver a fallar, no era justo con ellos.
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Bien sé que no es mucho comparado con mi ausencia, pero he estado trabajando y fuera de eso he tenido problemas en casa, pero prometo volver, espero les guste y esto va dedicado a "alguien especial" que la vida y el destino me puso en el camino para cargar una cruz hacia el calvario, te quiero.
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