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2.•Un par de copas igual a desastre•

—¿Hay alguien ahí?—repito.

Mis palabras rebotan por todo el lugar debido al eco, de repente siento un escalofrio. Recorro mi mirada por cada uno de los estantes y me detengo en la sala de estar, achico mis ojos para asegurarme de que no estoy loca. En el sofá negro sobre el respaldo hay una mano. Trago saliva y volteo al lugar donde estaba el libro, quizá no debí agarrarlo. 

—¿Q-quién está...ahí?

Camino con pasos lentos con mi pulso acelerado. Evaluo las opciones a mi alrededor, no hay nada cercano con lo que pueda defenderme excepto por lo libros, quizá pueda...

—Lo siento—murmura alguien saliendo de detrás del sofá. 

Es un hombre vestido con un traje color azul marino, tiene las manos arriba y mantiene la mirada baja. 

—No quería asustarte, lo siento, pero tú me asustaste primero, diablos. Creí que era mi estúpido jefe—se tapa la boca en cuánto dice esto último—. No debí decir eso, olvida eso. De hecho, es mejor que olvides que estuve aquí—dice nervioso, se acomoda sus lentes y empieza a caminar hacia la salida sin dejar de verme.

—Espera, ¿quién eres?

—Yo...bueno digamos que soy el asistente de uno de los editores de revistas más poderoso, puede ser. 

—¿Eres el asistente de Vance Mcneil? —menciono sin ocultar mi sorpresa—. He estado detrás de ese puesto por tanto tiempo—susurro más para mi pero él termina escuchandolo. 

—Creeme no quieres ese puesto.

Lo observo con más atención, su cabello castaño está despeinado, parece que no ha dormido mucho por los surcos oscuros debajo de sus ojos verdes, es unos centimetros más alto que yo y la verdad detallandolo si tiene el perfil para ser asistente. 

—¿Me lo dices a mi, que soy la asistente de Ginebra?

—¿De la bruja?—una vez más cubre su boca. Yo solo asiento—. Escuché que una vez le tiro su café a su asistente, ¿es verdad?

—Siendo sincera no se donde está su anterior asistente—me quedo pensativa un par de segundos. No se si eso es cierto o no pero Ginebra tiene sus días de locura. 

—Está bien, creo que ganaste—comenta y ríe. Él mira hacia la puerta ansioso—. En realidad estaba descansando un poco de esa fiesta, pero creo que debo volver.

—Claro, yo debería hacer lo mismo 

—Nos veremos después supongo—se despide y cierra la puerta tras de sí. 

No pienso un segundo más en este lugar, suficiente tengo con el susto que me dio el asistente, así que planeo buscar a mi amigo. Salgo de la biblioteca y camino por los pasillos intentando ser discreta, si alguien pregunta solo diré que iba al baño. Bajo las escaleras inspeccionando con ansiedad los invitados que está regados por todo el gran salón. Parece que no están cerca.

Me escondo detrás de un grupo para poder observar con detalle si Robert o Marissa están cerca, sin embargo mi suerte es la peor. Así que no me extraño cuando siento que alguien me llama por detrás. Por supuesto, es Robert. 

Agrarro una copa sin ver de la bandeja de uno de los meseros y volteo a verlo con una gran sonrisa. Falsa, claro está.

—Robert, que placer verte aquí. 

—¿Qué haces aquí, Tay?

Trago saliva. Odio que usé ese apodo, ya que me trae recuerdos, de hecho ni siquiera somos amigos entonces ¿como se atreve a llamarme así?. Mientras vivo una lucha interna con mis pensamientos él empieza a arrastrame por el brazo y en el proceso empujando varios invitados.

—¿Qué te pasa?

—¿Gin sabe que estás aquí?—susurra cerca de mí.

—Claro que no. ¿Por qué tendría que saber? Ella ni siquiera me invito a esta maldita fiesta así que para qué me querría.

No se porqué pero empiezo a sentir una ira contenida en todo mi ser. Siempre desde que tengo memoria he perdonado a cada uno de los que me ha hecho daño, pero con él es diferente. Confié en él, para mí él era mi todo y...simplemente no puedo, todavía no puedo perdonarlo.

—Bueno, estamos en la fiesta de la competencia. Podría pensar que estás ayudando al enemigo. 

Niego con mi cabeza y me suelto de su agarre. Estoy harta de sus juegos, siempre es lo mismo. En primer lugar él pidió que no siguiéramos siendo amigos, incluso después de que llegué a la revista pidió que guardaramos distancia pero ahora es él quien me busca. No lo entiendo.

—¿Y qué si lo hago? Enfocate en tu propio trabajo mejor. Yo veré que hago con el mío. 

Me tomo la copa de champaña y me voy ante su atenta mirada, no está muy acostumbrado a esos ataques de ira ya que son raros en mí, ni cuando terminamos llegue a gritarle así, de hecho, yo terminé las cosas por las buenas y quería que siguieran siendo así, pero aunque he fingido no es verdad, sigo teniendo mucho por superar. Dejando de lado mis sentimientos planeo disfrutar la fiesta  después de todo hoy no soy la asistenta de Ginebra, solo una invitada más.

Pienso en ir a buscar a Tim pero me arrepiento, dejaré de esconderme de una maldita vez. Voy hacia la barra y pido un cóctel. Veo a Robert que parece estar vigilandome a pesar de que finge hablar con algún empresario que no conozco, levanto una copa hacia él y sonrío. De inmediato veo que llega su novia y tapa mi centro de visión, ignoro como la pareja se empieza a dar besos apasionados. Maldita soledad.

Inspeccionó el lugar buscando alguien con quien realmente pueda tener una conversación, no soy muy buena en esto de las citas y el amor. De hecho tiendo a tener el defecto de enamorarme demasiado rápido y en en mayoría es de la versión inventada en mi cabeza, así que eso me ha traído ciertos problemas, sin contar el hecho de que siento que no soy buena estando sola.

Desde que terminé la relación con Robert, han habido épocas en las que he terminado aunque no quiera en situaciones casuales con hombres, en su mayoría casi algos, pero nunca nada concreto, nunca algo serio. Después de un tiempo me rendí de buscar a alguien solo porque me sentía sola y empecé a ir a terapia. Pero creo que estoy preparada.

Minutos después ya llevo 3 copas seguidas y comienzo a sentirme mareada. Solo he hablado con un mesero y la verdad no se veía con tiempo de coquetear pero supongo que el alcohol hizo su efecto.

—Claro, estaré aquí—grito hacia el mesero que se marcha con la bandeja y me tomó una copa más.

Tim me ve desde la distancia y con una mirada inquisidora juzga mi manera de tomar.

—¿Qué sucedió?

—Nada amigo, dijiste que disfrutará—
digo con dificultad.

Ya empiezo a sentirme mareada. No es buena señal.

—Ya va a empezar la presentación de la revista—murmura con evidente enojo y me lleva hacia donde ya está montada una especie de plataforma. Parece que va a haber algún desfile. Con tantas copas encima mi visión empieza a fallar, las luces me lastiman los ojos e intento decirle a Tim que es pésima idea que esté aquí.

Ya en la plataforma se encuentran los hermanos Mcneil con un estilo único. Verenice trae un vestido rojo con un escote profundo y su cabello dorado recogido, a juego su hermano luce un traje vino tinto con la camisa de abajo ligeramente abierta.

Tim me lleva de la mano hacia la fila de al frente de la pasarela, demasiado cerca del escenario para mi gusto teniendo en cuenta que la cantidad de cócteles y esos aperitivos exóticos de la alta sociedad me están revolviendo el estómago.

—¿Estás bien? Te ves pálida.

No alcanzo a responder cuando escucho la melodiosa voz de Verenice. Espero que esto acabé pronto.

—Buenas noches a todos, bienvenidos a esta velada tan especial. Primero queremos agradecer su presencia, sabemos que nos han acompañado en toda esta travesía, y han sido la razón  por la que sigamos aquí.

Debo admitir que Verenice es la imagen pública perfecta, sabe escoger sus palabras y por supuesto endulzar el oído de sus más selectos clientes. En definitiva, es una gran empresaria. Su hermano no se queda atrás, pero siempre he sentido que es más reservado, al contrario de su hermana que parece difundir alegría por todo el lugar.

—Desde que nuestro padre murió nuestra llegada a la revista ha sido un experiencia ardua y difícil, ser los herederos de un imperio tan grande requiere astucia y liderazgo, también mucha responsabilidad para seguir manteniendo lo que nuestro padre con tanto amor creo.

Verenice mantiene una mirada soñadora y una sonrisa con cada palabra que dice, el poder que tienen sus palabras es grande y lo veo en cada uno de los presentes.

—Es por eso que tomamos la enorme decisión de reestructurar POSES—concluye y mira a su hermano.

—La nueva propuesta para la revista es algo que papá quería hacer y es causar un gran impacto, es por eso que le damos la bienvenida a POSES: vidas reales.

La pantalla donde se va a proyectar ya ha bajado sin embargo nada aparece.

—Nos disculpamos. Creo que tenemos unos cuántos problemas técnicos— Se disculpa y su hermano parece buscar a alguien en la multitud, de inmediato llega su asistente, quién sale de detrás del escenario. Es el chico de la biblioteca, entonces si era verdad, no creí que alguien pudiera mentir acerca de eso pero hay casos. Luce estresado, apunta un control hacia algún punto en el techo, donde no había visto se encontraba el proyector. Vaya este lugar si que es impresionante.

Después de unos cuántos minutos y con la mirada asesina de Verenice sobre el chico aparece la imagen de la revista.

—Está vez la revista quiere contar historias de la vida real, historias que nos motiven a luchar por nuestros sueños. Aquí los modelos serán ustedes, serán nuestros trabajadores, nuestros escritores, todas esas personas detrás que siempre quedan olvidadas. Los modelos serán gente del común.

Las imágenes empiezan a pasar, allí se ven rostros de diferentes personas, la mayoría sonriendo.

—Además habrá secciones especiales para esas personas que desde sus profesiones motivan como lo son nuestros diseñadores.

—Es por eso que aquí vamos a aprovechar el momento para darle la bienvenida a nuestro nuevo diseñador que llevará a cargo la nueva colección que se mostrará en nuestra primera ediciones, les presentamos a Timothy Stevens.

No se si es por los efectos del alcohol pero acabo de escuchar el nombre de mi amigo de la boca del mismísimo Vance. Volteo a verlo para ver su reacción, luce tan sorprendido como yo. No sé si él siempre supo todo el tiempo o esto ha sido una sorpresa pero él solo se levanta torpemente al ver que todo los ojos apuntan a él y quieren que suba al escenario.

Trago saliva y doy una mirada por el lugar. Ginebra no se ve afectada lo que solo puede significar una cosa: ella ya sabía.

—Ahora vamos dar un breve vistazo de los diseños de nuestro diseñador, es por eso que queremos invitar a su modelo y amiga, Taylor Ritch

Dijo mi nombre. Verenice acaba de decir mi nombre y ahora yo soy el centro de atención. Tim también palidece pero al ver que Verenice me invita al escenario se adelanta a ayudarme porque él sabe que no estoy en mis cinco sentidos. Estoy al borde de un colapso, con las manos temblorosas agarro la mano de Tim y subo las gradas, él me guía por el camino hacia donde están los hermanos Mcneil. Doy una mirada hacia ellos y saludo con la cabeza.

Espero no parecer una borracha ya que mis pasos son lentos y pausados porque temo caer, además la ansiedad de estar aquí arriba no ayuda para nada.

Timothy empieza a hablar acerca del vestido, sé que lo hace para desviar la atención de mi.  Yo me quedo de piedra, no se exactamente que hacer, si debería modelar o dar algún giro, pero hacer eso solo implica arriesgarme a caer. Mientras él explica aquello que lo inspiró a hacer el vestido yo solo intento sonreír, luego doy un par de vueltas para que se vean los detalles del vestido. Gran error. Casi caigo, por suerte Tim me agarra del brazo antes de que suceda eso y finge que está señalando algo en el bordado de la falda. Por último el termina agradeciendo su estadía en VISAGES y dedica un par de segundos a hablar de su trabajo. No logro escucharlo solo busco a Ginebra en la multitud. Sus ojos se clavan como halcones sobre mi. No sé si ella estaba enterada, no se cuando Tim ha decidido esto, lo que importa ahora es que el vómito está subiendo por mi esófago y no puedo evitarlo.

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