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Impostor

Cuando habían dicho que había un impostor cerca, no creyó que fuera algo más allá de alguien que intenta evitar que cumplan sus tareas.
Quizás quería mantenerlos un tiempo a la deriva y ya.
Solo cuando encontraron el primer cuerpo fue que cayó en cuenta de la verdad.

Estaban re jodidos.

—"Dale Spreen, ve a arreglar la luz.
Sos re pro acá y no podés morir, nosotros te esperamos en la sala de camaras."
Pelotudos de mierda, comanme la—...

Escuchó un sonido tras suyo.
Ni siquiera se atrevía a moverse de ahí para intentar salir corriendo.
Quizás, solo fue su imaginación.
Todos se habían quedado juntos, no era como si el impostor hubiera podido salir de ahí por...

Y la ventilación estaba abierta.

—Mierda...—

No tenía muchas opciones o se quedaba ahí a morir o intentaba regresar la energía a la nave y salvarse de ser asesinado.

Tomó aire y siguió caminando, atento a cada sonido por más pequeño que fuera.
Apenas podía ver entre la oscuridad, intentando guiarse al tocar la pared, según lo que recordaba solo tenía que dar vuelta a la derecha y luego encontraria la puerta.

— Vos podés... Solo es cosa de conectar los cables y ya.—

Paso a paso y solo cuando sintió el frío metal casi da un salto de alegría, había llegado, nadie le había clavado nada.

¡Estaria bien!

— Spreen...—

¡Estaría bien muerto!

Aquella voz detrás suyo fue algo menor de lo que preocuparse cuando sintió la punta del cuchillo clavándose.

— N-no...¿Roier?—

De todos los tripulantes tuvo que ser el castaño el impostor.
Por una jodida mierda, que incluso mató a Mariana y Aldo sin dudar, luego se puso a llorar diciendo que los vengaria.
Todo... Todo fue parte de su plan.

— Lo siento, cabron. Pero tengo que deshacerme de ustedes. Ya no me son útiles.—

El moreno sintió el nudo en su garganta, no podía gritar, intentar salir corriendo.
Nada.

Había sentido que tenía en la punta de sus dedos la salvación y ahora moriría ahí.

Que putada.

—Es una lastima que tenga que matarte, debo admitir que pienso que eres lindo.
Quizás en otra vida podríamos ser ... Buenos amigos .—

Juraría que sintió aquella mirada estar justo en su trasero.

Y lo que se le ocurrió para salvar su pellejo quizás no sería lo más "cristiano" (como diría Rubius) de su parte.

—Podés... Hacer lo que gustes.
Si no me matas, seré tuyo.—

Intento sonar lo mejor posible.
Incluso se atrevió a inclinarse hacia adelante para darle una mejor vista.
Roier se lo pensó un poco, simplemente podía colocar el cuchillo en el cuello de Spreen y hacer un corte limpio, luego volvería rápidamente a la sala de camaras antes que los idiotas de los tripulantes se dieran cuenta de su ausencia.

Pero también podía disfrutar un poco de esto.

Si el osito se ponía en bandeja de plata.
¿Cómo podría rechazarlo?

— ¿Apoco sí, mi amor?
¿Me dejarías follarte solo para evitar morir?
Y yo pensé que intentarias ser el héroe luchando contra mí, aunque claro, estás en una gran desventaja.— se burló teniendo una gran sonrisa de superioridad en el rostro.

— Te la chupo si querés.
Estoy dispuesto a todo pero no me mates. — la forma en que lo decía era realmente tentadora.

Cuando Spreen dejo de sentir el cuchillo y ahora algo duro se frotaba contra sus muslos, supo que había funcionado.

— ¿Y esos labios si la saben chupar o solo hablan por hablar? Porque no veo que estés siquiera de rodillas.
Vamos, Spreen.
Muéstrame que tanto quieres vivir y podría considerarlo.—

El moreno asintió, teniendo que aguantar las ganas de vomitar que sentía, es que esto era una jodida pesadilla.

Lentamente se giró hasta ver cara a cara al castaño, si no tuviera miedo ya estaría golpeándolo con todas sus fuerzas.
Quitándole esa estúpida sonrisa y siendo quien tomase el control.

Se puso de rodillas y cuando sus temblorosas manos se colocaron sobre el pantalón ajeno, sintió algo rozar su mejilla.

Ardió y ... ¿Le había cortado?

— Sin manos.— gruñó lamiendo la hoja del cuchillo llena de un poco de sangre.
Que ahora solo estaba queriendo burlarse de él, dejarlo tan vulnerable, hacerle sentir indefenso.

Se llevó las manos tras la espalda y con cuidado acercó su boca, tomando el cierre y bajandolo lentamente, no pudo evitar sonrojarse al ver el miembro del castaño aún oculto tras la ropa interior.

Por favor alguien dígale que eso era todo y no se hacía más grande.

Que luego si moría no sería por tener un cuchillo clavado, si no un pito.

—Ay papi, mira que lindo.
Tan obediente...— le dió una leve caricia en la mejilla.—Ahora déjame ayudarte.—

Sin pena alguna bajo sus pantalones solo lo suficiente para dejarle el camino libre a Spreen, acercando su miembro hasta los labios del osito quien los abrió lentamente, tenía que ser sumiso, debía sobrevivir como fuera.

Dando pequeñas lamidas, presionando su lengua por debajo y queriendo tomar lo más que podía.
Tenía los ojos entrecerrados y la saliva se escurría por la comisura de sus labios.

—Vamos, sé que puedes con todo.—

Le tomo por el cabello obligándolo a abrir más la boca, cada centímetro entrando en él hasta que le sentía llegar a la garganta.

Las arcadas no se hicieron esperar y eso había excitado más a Roier.

— Lo siento, ¿Te estoy ahogando con mi pene?
Para lo mucho que me importa.—

Siguió presionando hasta que la naricita de Spreen rozaba su vientre bajo causandole un leve cosquilleo y puede que para este punto no fuese el único  que necesitaba desahogarse...

Chupaba como podía, respirando por la nariz y dejando que le follase la boca a su gusto.

El sonido húmedo y los gemidos lastimeros eran lo único que podía escucharse.

Sus ojos comenzaron a humecerse y el agarre no se aflojaba, ya a este punto su mandíbula dolía pero tenía que ser bueno.
Quizás y si lograba hacer que se corriera en su boca podría darle la oportunidad de vivir.

Chupo como si un dulce se tratase, aflojando su garganta como si quisiera cantar y por la forma en Roier gemía estaba a muy poco de su orgasmo, le miró con cierta inocencia y sintió el semen caliente ir bajando por su garganta.

Estaba siendo tanto que el castaño le tiró del cabello manchando su carita.

Era una vista que Roier era capaz de tatuarse en la retina.

Se relamio los labios odiandose por haber disfrutado de la humillación.
No creyó que fuera de esos "raros" a los que les interesaba ser tratados como un juguete.

Vaya día para saberlo.

Primero está intentando no morir y ahora quiere que Roier lo maltrate.

— Si que eres un buen osito.— pasó su pulgar por los labios de Spreen, quien inconscientemente comenzó a chuparlo. Se había metido demasiado en el papel.

— Estoy entre metértela sin preparación, ver como lloras y esa carita de puta me muestra que tanto le duele.
¿Deberia hacerlo?—

Lo ve negar, casi suplicante.
Si va a entregarle el orto mínimo debería poder disfrutarlo.
¿No?

— Volteate, manos tras la espalda, ropa fuera y pon el culo en alto. Y no lo pienso repetir.—

Sin perder tiempo acata las órdenes, queriendo acomodarse rápido para evitar que el castaño vea la erección que tenía.
Que si, se le había puesto dura con chupársela.
¿Y vos qué?
Estarías igual.

—Veamos que tan apretado estás.—

Sin delicadeza le tomo por el trasero, separando sus "mejillas" y escupiendo a falta de otro tipo de lubricante.
Le vio contraerse, anhelando más.

— Tremenda puta que eres.—

Presiono sus dedos poco a poco, solo aplicando la fuerza necesaria y cuál fue su sorpresa cuando no tuvo dificultad para meter el primer dígito.

—Uy~ ¿A alguien le gusta jugar?
Mira que pensé que eras virgen de aquí y voy enterandome que te metes los dedos.
¿En quien piensas cuando lo haces?
¿Usas algo más?—

Negó avergonzado, aún si llegase admitir que solía hacerse la paja de vez en cuando, cuando no podía dormir, tenía tiempo libre ...
Vale, que a veces solo tenía las hormonas alborotadas y quiso intentar algo nuevo.

La presión fue incrementando, Roier forzaba otro dedo a entrar y dolió.

Quería quitarse, poder quitarle el cuchillo y clavarselo justo en la tripa.

— ¿Qué pasa?
¿El nene no puede con dos dedos?
Y así quieres que te la meta.
Que ridículo.
Mejor solo deja te mato y lanzo tu cuerpo por la ventilación.—

Al escuchar esto el moreno se dió la vuelta, reaccionando tan rápido que Roier no tuvo tiempo de detenerlo.
La situación había cambiado.

Que Spreen se le habia subido encima, tomando con una mano el miembro erecto y frotándolo contra sus muslos.

— No podés dejarme así...
¿Cierto?
Vos decís que soy una puta, soy tu puta.
Usame como tal.
Escupeme, muerdeme, métela así, haz que duela.—

Una sonrisa se mantuvo en el rostro de Roier.

—¿Ya te gustó?
Pensé que tardaría más.— le dió una fuerte nalgada que le tomo por sorpresa, dió un brinco que le hizo sentir que entraba más profundo.
—Es linda la vista que me das pero la posición no es mi favorita.
¿Y si te pongo debajo y paras el culo?
O a menos que tengas ganas de romanticismo me pongo entre tus piernas y te beso.—

Se burló mirando las expresiones del chico.
Pudo ver ese brillo.
No era el único en la mierda acá.

— Así que eres más atrevido de lo que pensé.—puso sus manos sobre la cintura ajena, ayudándole con la estimulación pero levantandolo un poco para poder frotarse contra lo que realmente le interesaba.—¿Tanto quieres que te la meta?

No quería hablar, ni siquiera sentir.
Ya suficiente humillación tenía al estar desnudo sobre el jodido loco que habia matado a sus propios amigos.
¿Qué hace para evitar morir?
Se deja coger.

Tomó una gran bocanada de aire, levantando las caderas y sintiendo como forzaba al pene de Roier a introducirse, apenas la punta y ya queria llorar.

Tembló, apenas podía sostenerse.
Quiso ir despacio, acostumbrandose al tamaño hasta poder meterlo hasta la base

Y ese era el plan.

Hasta que un fuerte grito escapó desde el fondo de su garganta cuando Roier sin piedad alguna le penetró con rudeza.

Ardía, por una mierda que el tremendo pelotudo le estaba llenando las entrañas.

Ni le daba tiempo de respirar, ya estaba embistiendo como si le odiara, queriendo soportar y que todos esos gemidos lastimeros no fueran escuchados.

— Lo siento, ibas tan lento y yo estoy tan caliente.
¿Quieres que lo saque?
Así podría, no sé.
Cortarte la yugular y usar la sangre como lubricante.
Aprovechar que estás caliente todavía.—

Estaba enfermo.
Ahora sí iba a vomitar.

Intentaba dar pequeños saltos, siendo guiado por el castaño.
Su interior parecía acoplarse al tamaño, lo estaba disfrutando...

— Ngh~— se mordió el labio, no soportando tener sus brazos quietos, teniendo que ponerlos sobre el pecho de Roier, clavando sus uñas.

Sin cuidado alguno le hizo levantarse, casi cargandolo para evitar salir de su interior, teniendo que empotrarlo contra la pared y logrando que enrede las piernas al rededor de su cadera.

— Podría pensarme bien lo de convertirte en mi puta personal. Follarte cuando quiera, donde quiera.— acercó su rostro lamiendo su mejilla, limpiando con ello la herida que ya tenía rato que había dejado de sangrar.

— S-solo termina y ya...— gimió queriendo negarse a ceder aún cuando su cuerpo demostraba lo contrario.

Queriendo presumir lo fuerte que llegaba a ser, ahora solo lo sostenía con una mano, mientras que la otra paseaba por su cuerpo,  presionandose en la linda cintura que tenía, llegando al cuello donde tan fácil podría apretarlo hasta arrancarle el último suspiro.

Y como si leyera sus pensamientos, Spreen entrelazó sus dedos.
Le había tomado la mano.

— S-sigue.—  ya no sabía si lo había más por supervivencia o porque necesitaba de él.
Se sentía desesperado.
Caliente.

Esto solo causo que Roier embistiera con fuerza, presionandolo contra la fría pared, no podía dejarle ya.
Si él quería ser usado, lo haría con todo gusto.

Apretó el agarre que tenía en la mano de Roier mientras que intentaba sostenerse con sus piernas, quería dejarse llevar aunque fuera un momento.
Su mente se ponía en blanco cuando cada embestida tocaba su punto dulce.
Rozaba su próstata una y otra vez provocando que su cuerpo reaccionase de una forma tan patética.

Labios entre abiertos, gimiendo en cada embestida. Estaba tan cerca de correrse cuando Roier salió de su interior y sin mas le soltó, haciendole caer sin cuidado alguno al suelo.

Apenas podía mantenerse en pie por sus piernas tan temblorosas, se apoyaba en la pared hasta que le tomó por el cuello del traje.

— Pelotudo de mier...— cualquier insulto que quiso decir mejor se quedó en su garganta, tenía nuevamente el cuchillo haciendo presión.
Sólo que ahora era en una parte que NO debería ser cortada.

— ¿”Pelotudo de mier...”? Vamos Spreen, termina de decirlo y yo daré un corte en seco aquí.
Dudo mucho que uses tu pene, con eso que te gusta que te la metan, esto queda de adorno.— se burló manteniendo el filo en la entrepierna del moreno.

Jodida mierda.
No sabía si sentirse molesto porque lo dejaron a la mitad o asustarse porque salir castrado sería el menor de sus problemas.

Pensó en más opciones, algo debía de ser su salvación. Ya le había dado el orto, ¿Qué más quedaba?
¿Seguirlo dando hasta que fuera suficiente?

— Pensé que vos querías divertirte más conmigo.— susurró disimulando su miedo mientras colocaba una mano sobre la mejilla de Roier.— ¿No querés seguir? Ver más de mi carita de puta. Que me llenes de semen hasta ahogarme. Dale Roier, mostrame que tanto poder tenés ahora.— se acercó más a él mientras con su mano libre acariciaba aquella erección que pareció ponerse más dura por sus palabras.

Roier sonrió para luego relamarse el labio, ¿Acaso Spreen se había puesto más imbécil por tanta metida de pito?
¿Tan profundo se la metió?

Le sostuvo de la cintura haciéndole girar y luego inclinarse lo suficiente dejando una perfecta vista de su trasero con fluidos cayendo por sus muslos.

— ¿Te gusta que te trate mal?— entró de una sola estocada causando que Spreen se fuera contra la pared contraria, dándose un golpe del que se hubiera quejado si no fuera que se sentía demasiado bien tenerlo dentro suyo.

Su cuerpo se movía como si fuese una muñeca de trapo, queriendo colocar sus manos contra la pared para sostenerse.
Estaba siendo tan rudo, entrando tan profundo que la sensibilidad era demasiada.

— Sigue gimiendo, mi amor.— metió dos de sus dedos en la boca del moreno, evitando que siquiera pensase en morderse los labios para callar sus jadeos. Sintió como esos colmillos se clavaban en su piel y quizás en otra ocasión dejaría que le mordiera el cuello mientras se la metía, ahora tenía que mostrar quien tenía el poder aquí.

Spreen sentía que se ahogaba, la saliva escurriendo por los dedos de Roier y luego bajando hasta su garganta.
La presión que ejercía en cada embestida lo hacía sentir tan abierto.

— Por favor... Déjame correrme. Necesito...— suplicó con apenas un hilo de voz. Sentía su orgasmo tan cerca y quería evitar a toda costa que se le fuera arrebatado.

— Vamos, puedes hacerlo. Te lo haz ganado, jodida puta.— aquella mano que se había mantenido en su cintura paso a estar sobre su miembro, tocando la punta con el pulgar y luego acariciando los testículos para sobre estimularlo.

Los ojos violetas de Spreen apenas podían mantenerse abiertos.
Lo sentía tan cerca, podía casi acariciarlo con la punta de sus dedos.

— Muéstrale a todos lo zorra que eres.— escuchó la ronca voz para luego sentir una lengua pasearse por su oreja mientras decía eso. Abrió los ojos asustado notando como la cámara estaba encendida y apuntando hacia ellos.

— No, no. Y-yo... Ngh~— intentó alejarse aunque era inútil, su cuerpo no le hacía caso. Sus caderas se movían al mismo ritmo que las de Roier.
Sintió su vientre bajo tensarse y las gotas de semen saliendo de su miembro, tanta fuerza que algunas alcanzaron su barbilla y las demás quedaron manchando la pared frente suyo.
Su interior se sintió apretado conforme Roier volvió a correrse.

Juraría que sentía su estómago hincharse.

Se sentía tan...bien.

Dejó de luchar mientras los espasmos seguían. Apretando las piernas como si se negara a dejar que Roier saliera de su interior.

Jadeaba casi al borde del desmayo.

Podía arder en el infierno después de esto y no le importaba.

Gruñó cuando le sintió salir, el semen bajando por sus piernas y luego el teniendo que dejarse caer cuando la fuerza le falló.
Cerrando sus ojos nuevamente cuando algo caliente casi cae sobre ellos.

— Parece que nos complementamos muy bien, Osito.— jadeó Roier terminando de masturbarse, queriendo dejar toda su escencia dentro y fuera de Spreen.
Este abrió la boca disfrutando del sabor.
Se había perdido y eso complació totalmente al castaño.— Sabes que tenemos que terminar con esto, ¿No?— Roier le dió el cuchillo a sabiendas que Spreen ya no era una amenaza.
Y bien esto pudo ser aprovechado por el moreno para deshacerse del impostor.
Pero saber que sus "amigos" vieron lo que pasó y nadie se atrevió siquiera a salir a ayudar le hizo entender que quizás los ideales de Roier no estaban del todo mal.

Una mano se puso frente a él para ayudarle a levantarse y antes de poder ir hasta la sala de cámaras.
Sus labios fueron tomados en un desesperado beso, sus lenguas enredandose y esa succión queriendo arrebatar el último suspiro.

Se besaron hasta que el aire fue necesario para sus pulmones.

Aquel brillo en su mirada fue diferente
y esas sonrisas cómplices antes de meterse a la ventilación solo significaban una cosa.

Y quizás cuando otra nave los encuentre pueda divertirse un poco más....
Porque los gritos nunca son suficientes y la sangre si puede ser un excelente lubricante.

»E̷l̷ ̷i̷m̷p̷o̷s̷t̷o̷r̷...«

E̷͉̠̝̻̹̦̫̅̾͌̋̂̒̓͋̕͠ͅͅr̸̨̘̮̻͇̼͓̼̹̩͑̽r̷̮͎͔͇̪̳̫͛͛̂̃̂̋͝ȍ̸̘͎̘͛͐͝ŕ̴̲̠̩͕͇̫̖̟͒

Error

»Los impostores han ganado.«

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