extras I
Asco, aberración, bestialismo,
monstruos, fenómenos… estas
eran algunas palabras que lograba
escuchar de los aldeanos cuando
pensaban que no les ponían
atención y pasaban por las calles
de Berck, pero él las escuchaba
con su agudo sentido e Hiccup
también, aunque no todas.
Aun muchas palabras del lenguaje
humano le eran extrañas,
incomprensibles, pero esas
palabras, aunque inentendibles
para él, causaban un efecto
insoportable para él en Hiccup,
podía sentir su tristeza y malestar
con esas palabras dichas en
susurros, por esos tontos
humanos que estaban vivos
gracias a la persona a quien le
dedicaban esas palabras y
miradas indiscretas, porque sabía
perfectamente que sin Hiccup no
se hubiera atrevido a enfrentarse
a ese tirano dragón o tan siquiera
salvar a uno de esa especie o la
suya propia, dragón o humano
hubiera estado hecho cenizas en
esos momentos si Hiccup no
hubiera estado a su lado.
Definitivamente los humanos eran
muy desagradecidos, y cuando los
escuchaba y sentía un ligero
cambio de humor en su todo, se
volteaba y les dedicaba una
mirada feroz, mostraba sus
dientes incluso y amenazaba con
atacarlos, solo se contenía porque
a Hiccup le causaría problemas si
uno de esos inútiles
malagradecidos humanos
terminara algo magullado por una
que otra lección de su parte de
respeto.
Aunque uno que otro de los
dragones daba una que otra
lección al comprender alguna de
las palabras que le dedicaban al
humano “héroe”, lo cual aunque
no lo dijera abiertamente se los
agradecía.
Era mejor estar ellos dos, solos y
sin esos humanos molestos y sus
palabras, y aunque era aún un
poco deficiente con las palabras
humanas, podía demostrarle a su
todo con actos cuan especial era
para él.
Un abrazo, es “yo te protegeré
siempre”; una caricia, es “eres
especial para mi”, una mirada
entre ellos, “solo pienso en ti”;
una lamida o un beso, “eres
irremplazable” y “daría todo por
ti”; con la entrega total,
simplemente le demostraba que
era su TODO.
No debían importar las palabras
de los demás, solo que estaban el
uno con el otro.
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“APETITO…”
Nunca se había caracterizado por
tener buen diente, por así decirlo,
desde pequeño había notado que
no comía tanto como los demás,
alguna vez escucho que por eso
era tan delgado y pequeño, tal
vez era verdad, pero no podía
comer tanto como los demás,
simplemente no le daba tanta
hambre como para acabar con un
jabalí entero o una docena de
tazones de sopa.
Pero ahora era diferente.
-Un poco más… por favor, solo
un poco más-
Sabía que las embarazadas
presentaban síntomas que
cambiaban su personalidad, para
bien o para peor, algunas se
volvían muy amables, otras se
volvían muy sensibles o tenían
cambios bruscos de
temperamento, y algunas
realmente eran de temer, no
había nada peor a tratar que una
vikinga malhumorada, más si se
sentía insultada y peor y darle
toque de gracia, que esta de un
momento a otro estuviera alegre,
al otro llorar y soltar agua de los
ojos como cataratas y al segundo
siguiente perseguirte como si
fueras una presa de caza.
Otro efecto era el hambre, el
aumento de apetito, comiendo
más de lo normal para no solo
saciar la propia hambre sino
también para satisfacer la de la
vida que se gestaba en el interior
de sus vientres, y los hombres
eran quien debían satisfacer esa
hambre, sin importar a qué hora
comenzaban a tener hambre o
algún antojo, eso era un hecho, y
para la diversión de los amigos
del que tenía a su esposa
embarazada, sufriendo los
achaques de la gravidez de sus
esposas.
Y ahora, aunque aún le costaba
un poco aceptarlo, él era la
esposa que sufría esos
bochornosos achaques, y
Praxedes era el padre de la
creatura y por consecuente el
esposo que tenía que lidiar
penosamente con estos achaques.
Este hacia su mejor trabajo, y él
también trataba de no causarle
tantos problemas en esta travesía
en la que estaban lidiando ambos,
aunque había ocasiones en que no
se las ponía tan tranquilo y
sencillo; como la vez en que en
medio de la noche tuvo un
enorme antojo de venado, pero
no había en casa y el gran
comedor estaba cerrado, por lo
que Praxedes fue directo al
bosque para atrapar a uno y
traerlo a la casa para cocinar,
degollándolo, destazarlo y
cocinarlo el solo como le había
ensañado Hiccup porque el otro
par de adultos dormían como
muertos y no quería su ayuda; o
la vez que se sintió muy triste
porque vamos, un hombre,
embarazado, era totalmente
extraño, se sentía más fenómeno
de lo que ya era antes, y las
miradas que le dedicaba la gente
al pasar, por muy héroe de Berck
que era, no todos aceptaban su
actual situación, y lo hacía sentir
tan poco aceptado como antes o
peor, y Praxedes, siempre
sorprendiéndolo, lo consolaba, le
abrazaba y se expresaba lo mejor
posible para hacerle entender que
él estaba ahí y que no debía
preocuparse, y cuando creía que
no lo veía les dedicaba una feroz
mirada o todo aldeano que osara
mirarlo mal.
-Claro- y aceptaba, siempre
aceptaba, lo aceptaba a él y sus
rarezas, desde el comienzo, y
ahora aceptaba sus pedidos, aun
cuando a veces el mismo se
sorprendía de sus propios
pedidos.
Como ahora, que estaba
hambriento, una gula que parecía
insaciable con cada día,
incomoda, bochornosa,
desesperante y que jamás imagino
que tendría, siendo el alguien que
jamás había llegado a esos
extremos, que había descubierto
solo gracias a Praxedes.
-Ah ah Prax, ya casi-
-Hi… Hiccup- y aceptaba, porque
era su pareja, porque era su
todo, y porque no le incomodaba
satisfacer esas necesidades,
siendo que disfrutaba tanto
hacerlo sentir bien, sintiéndose
unidos, reforzando su lazo, tantas
veces como su cuerpo aguantare.
Y es que estaba hambriento de su
Praxedes, de su cuerpo, de
sentirlo dentro, de sentir esa
unión tan especial entre ellos
hecha carne, aprovechando cada
oportunidad de privacidad y
haciéndose más frecuente con
cada día, y es que lo único que
necesitaba para saciar este apetito
era Praxedes.
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“NIDOS…”
Cuando el polluelo aprende a
volar es cuando abandona el
nido, ahí empieza su vida
independiente hasta encontrar
pareja y hacer un nido propio,
repitiéndose el mismo proceso
con sus polluelos.
Se supone que básicamente todas
las creaturas en este mundo
realizan este proceso, humanos y
dragones no son la excepción,
aunque hay algunas veces que es
difícil dejar ir tan fácil con la ida
del nido a los polluelos.
-¡No lo permitiré!-
-Papá, ya te lo he explique,
además, se supone que es lo
normal cuando… esto pasa-
-Ya sabes cómo se dice, los
pájaros aprenden a volar y tienen
polluelos al dejar el nido, bueno,
tu polluelo se emparejo con un
dragón y ya espera su polluelo-
-Tío Gob… por favor no ayudes,
papá…-
-¡Ni crean que dejare que vivas
con ese monstruo de Loki tú
solo!-
Sip, estaba realmente histérico,
era fácil de reconocer cuando su
padre hacia la comparación del
dios de las mentiras con su
pareja.
-Papá…-
-Creo que ni mejor le dices lo que
está haciendo tu pareja en estos
momentos-
-¡Tío!-
-Gobber… que está haciendo esa
creatura rastrera-
-Nada… bueno, quizás solo
haciendo lo que cualquier pájaro
hace al encontrar pareja-
“Nido”
-¿Dónde?-
Ni diez minutos habían pasado
para que Hiccup al lado de un
Praxedes mirando un tanto
enfadado a su “suegro”
destruyendo donde se
encontraban a lo que había sido
los cimientos del “nido” que
estaba construyendo al estilo
humano para mayor comodidad
de su pareja.
-No entiendo a los humanos…
¿acaso no hice bien el nido como
a los humanos les gusta?-
-Lo hiciste bien Prax, solo… papá
esta aun… no se acostumbra del
todo a la idea-
Praxedes gruño un poco mientras
observaba a su “suegro” con el
hacha en mano terminando de
hacer astillas el ultimo poste que
quedaba y pateaba las piedras de
la base de la casa, esa bola de
pelos y progenitor de su todo
podía ser tan irritante, no le
parecía racional o lógico el
comportamiento de esa bola de
pelos gritona y andante, su
“suegro” lo detestaba, y era
sentimiento reciproco.
Urgía que acabara hacer un nido
propio, pero esa bola de pelos
gritona no lo dejaba con esos
arranques irracionales de furia y
destrucción, a este ritmo lo
acabaría hasta que su cachorro
aprendiera a volar por sí solo.
-Está bien Prax, ya se
acostumbrara a la idea tarde o
temprano… creo-
Pero mientras estuviera junto a su
todo, estaba bien, ya que los
nidos no son solo las rocas o las
cuevas en las que vives, al estilo
humano o no, era donde estas
con tu todo compartiendo sus
existencias a plenitud.
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“ROPA”
La ropa era algo común entre los
humanos, no para los dragones,
los dragones no necesitaban telas
o pieles sobre sus escamas,
podían soportar fácilmente
temperaturas extremas como era
el frio del crudo invierno, o el
calor dentro de un volcán, para
protegerse no necesitaban
escudos o cascos, o cueros
gruesos sobre las pieles, ellos
tenían escamas gruesas y duras,
garras y dientes filosos, además
de fuego.
Praxedes se había acostumbrado a
usar algunas prendas humanas,
mas por la sugerencia de Hiccup
en un principio que por
realmente viera necesario usarla,
al menos solo eran esas cosas que
llamaban pantalones, fáciles de
poner y quitar después de tener
un poco de practica, aunque a
veces se le olvidaba quitárselos
cuando se debía transformar
rápidamente y terminaban hechos
cenizas, lo cual significaba
algunas veces sermones de su
todo, lo cual no era un problema,
aunque si esos sermones eran por
parte de la cosa peluda que era el
progenitor de su todo era otra
cosa, por lo que trataba de evitar
romperlos para evitar que de
nuevo destrozaran la cocina por
una de sus riñas, lo cual ponía
triste a Hiccup y él no quería ser
causante de su tristeza.
La ropa podía causar problemas,
a pesar de ser pieles de animales
muertos, y Praxedes no era la
excepción.
-Me rehusó-
-Oh vamos muchacho, ya no
podrás usar los mismos
pantalones-
-Usare los de mi papá o los de tío
Gob-
-¿Estás seguro?, esos no se
cambian la ropa hasta que parece
que se les ha muerto un animal
en ellas-
-Ok, tal vez no-
Estaban en el comedor de la casa,
una mujer había llegado con
varias prendas de ropa, ya la
conocía con anterioridad, era
quien traía los dichosos
pantalones para él cuando rompía
varios, lo cual había logrado que
esa mujer lo llamara “un buen
cliente”, fuera lo que significara,
esa mujer no le caía mal, era una
de las pocas que no había
mostrado repulsión o
desaprobación por la relación
entre el dragón y el joven vikingo.
Ahora como otros días traía
nuevas prendas, no para el
dragón en esta ocasión, sino para
el joven vikingo, ¿Por qué?, en
realidad no estaba seguro, aun no
comprendía mucho de eso.
-¿No te gusta este tipo de ropa?-
pregunto Praxedes metiéndose
por fin a la conversación desde
que esta había comenzado.
-No son lo que un hombre usaría
en una situación normal-
Sobre la mesa, extendidas para
que se vieran a detalle, algunas
prendas se encontraban, de
colores verdes, cafés y azules, no
eran pantalones, ni chalecos o
camisas, eran prendas que
normalmente utilizaban las
hembras humanas, de una sola
pieza, largas y decoradas con
algunas marcas con hilos o demás
tela, la mujer, rubia y alta,
sonreía con una mueca algo
traviesa tratando de convencer a
la próxima “madre” que aceptara
las nuevas ropas para su
comodidad, y claro, para nuevas
ganancias para ella.
Hiccup sabía que tendría
problemas en lo que se refería a
su milagroso y mágico embarazo,
aunque al detalle de la ropa no se
le había pasado por la cabeza,
hasta ahora, ya estaba empezando
a engordar, no mucho, pero ya se
notaba la curvatura en su
estómago para su asombro y
deleite de Praxedes, razón por la
que en las noches en que
descansaban juntos se desvelaba
observando y sintiendo las
vibraciones de su bebé aun no
nato, le parecía impresionante
que en ese aspecto el dragón
fuera más sensible que él, siendo
capaz de percibirlo mejor que él
siendo el quien lo llevara en su
interior, él sentía cosas leves,
mientras que el dragón describía
lo que sentía como cosas
asombrosas, tal vez como
conforme los meses pasaran
podría sentir más intensamente a
su bebé.
Ahora, regresando al tema de la
ropa, realmente no quería usar
vestidos, era un hombre,
embarazado, pero hombre a fin
de cuentas, usar esa clase de
ropas era excesivo, pero admitía
que algunas de sus prendas ya le
empezaban a apretar un poco.
Aunque usar la ropa de su padre
o tío había pasado por su mente,
realmente no veía muy atractiva
la idea, era verdad lo que decía la
costurera, esos dos si pudieran
jamás cambiarían de ropas, y
cuando le tocaba limpiarla era
casi un envenenamiento por gases
nocivos, por eso les insistía que
se cambiaran de ropas si ya
estaban socias y roídas.
¿Y si mandaba hacer nuevos
pantalones a su medida?, pero
tendría que mandarlos hacer cada
cierto tiempo por el crecimiento
de su vientre al pasar los meses,
lo cual sería un gasto excesivo,
otra opción más conveniente eran
esos vestidos.
-Tú sabes que no puedes andar
desnudo-
¿Desnudo?, Hiccup no se veía
para nada mal desnudo, le
gustaba tenerlo así entre sus
brazos cuando se unían, dormían
y despertaban juntos, era lo
mejor… pero… ¿todo el tiempo
desnudo?... ¿con otros viendo a
SU Hiccup desnudo? ¡NO!, la sola
idea de que alguien más
observara el cuerpo de su todo en
todo su esplendor era una de las
ideas más desagradables que le
podían pasar por su mente, de
por si no podía evitar gruñir un
poco cuando los curanderos se
dedicaban a revisar a su todo,
quien sabe cómoreaccionaría
cuando alguien osara verlo más
de lo debido.
Mal, mal, mal, no podía dejar a
su todo sin ropa.
-¿Cuántos de estos se pueden
obtener?- pregunto Praxedes
tomando uno de los vestidos, el
verde, ese color siempre le
quedaba muy bien a Hiccup.
-¡¿He?! ¿Praxedes que se te
ocurre?-
-Los que quieras mi buen cliente-
-Entonces que sean los
necesarios-
Esa misma noche…
-¿Qué es esto?-
-Ropa-
-Ya sé que es ropa, ¿Por qué hay
tanta?, ¿Por qué solo vestidos?-
-Para no andar desnudo-
-Ya se para que se usa-
-¿Entonces para que preguntas?-
Esa conversación amenazaba con
ser una nueva discusión, antes de
que ocurriera Hiccup decidió
intervenir.
-Papá, estas prendas son… para
mí-
-¡¿QUÉ?!- el grito resonó por toda
la casa, ya presentía su hijo que
reaccionaria de esa manera.
-Tranquilízate, necesitare ropa
nueva cuando me crezca el
estómago por el embarazo-
-Pero… ¿vestidos?-
Era lo mismo que él se
preguntaba, pero Praxedes podía
ser muy convincente cuando se lo
proponía, y más cuando ponía
esos ojos suplicantes alegando
que no quería que otros lo vieran
desnudo, la costurera no paro de
reír hasta después de media hora
después de decir eso.
-Es más económico y fácil usar
esto que mandar hacer pantalones
cada cierto tiempo-
-¿Vestidos?-
-Sí, papá, vestidos, velo que es
como una camisa pero mucho
más grande y larga-
-Creo que necesito un trago- se
sentó en la silla al lado de la mesa
donde toda la ropa nueva se
encontraba, estas cosas eran de
lo más raras, estas situaciones
desde el descubierto embarazo lo
ponía de nervios.
Su padre no había reaccionado
tan mal, tal vez ya se estaba
resignando a este tipo de cosas,
¿pero que se podía esperar
cuando te emparejas con un
dragón y que mágicamente te
embarazas?, cosas impredecibles,
muy impredecibles.
-Yo creo que te queda el verde-
dijo Praxedes rompiendo el
silencio y ganándose una mirada
desaprobatoria de Stoick el
grande, algo le decía que toda la
culpa la tenía ese dragón.
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