capitulo 13: llueven cenizas
Como un manto viviente, la niebla
se presentaba deslizándose sobre
las enormes aguas que rodeaban
a Berck, no era raro ver como
este manto blanco devoraba todo
a su paso para dejarlo en la total
invisibilidad, pero esta vez era
diferente, muy diferente.
Los primeros en verla fueron
pescadores y vigilantes, quien
siempre tenían un ojo en el
horizonte, los pescadores
preparaban sus arpones y redes
para el día siguiente, guardaban
otras para su mantenimiento, ya
era de noche y debieron de
acabar con estas tareas más
temprano, pero por la captura del
Furia Nocturna muchas tareas se
dejaron de lado para enterarse de
que era lo que había ocurrido.
Excepto los vigilantes en turno, a
ellos se les tenía prohibido
abandonar sus puestos aunque
ganas no les falto de ir a
averiguar qué es lo que pasaba o
celebrar junto a muchos en el
gran comedor.
La niebla es común conforme el
invierno se acerca, es fría, es
espesa, y se pega a todo.
Pero esta no era así.
La neblina puede ser espesa, pero
también podía ser ligera, creaba
cúpulas que envolvían
suavemente a las islas, esta era
pesada caminando sobre las
aguas, al tocar las costas una
sensación de calor sofoco al
instante a los hombres.
No era neblina, era vapor.
¿Pero cómo?
De repente las pieles y gruesas
telas eran insufribles, el aire era
pesado, y el sudar empezó a
empapar los cuerpos de los
pescadores y vigilantes cercanos.
¿Qué estaba ocurriendo?
Mil rugidos resonaron en el cielo
como truenos y relámpagos en la
peor de las tormentas, toda Berck
se quedó en silencio ante esto, la
celebración, los animales o
cualquiera dentro de sus casas
podía distinguir ese enjambre de
sonidos en cualquier lugar.
Dragones.
No uno, ni dos, ni la docena si
quiera, cientos y cientos de ellos.
Y las alarmas sonaron, y cada uno
supo que hacer.
Eran vikingos después de todo,
este era una más de esas noches
en que los dragones atacan, y
ellos sabían cómo enfrentar este
tipo de cosas.
Pero este no era como cualquier
otro ataque.
Noche, neblina caliente, y el rugir
de cientos de dragones justo
después de atrapar a un temible
Furia Nocturna, debieron
presentir el mal presagio cuando
eso ocurrió.
Ellos apenas comprendían lo que
realmente estaba pasando.
Todos los vikingos que pudieran
pelear y defender la aldea
salieron armados con lo que
pudieran, no se esperaron
encontrar con lo que sus ojos
vieron.
De la opaca blancura de la neblina
que no era neblina empezaron a
surgir cuerpos surcando el cielo,
grandes y pequeños, de diversos
colores y formas, el cielo de la
noche apenas se distinguía, ahora
era las figuras de cientos de
dragones la que los cubría
mientras la neblina seguía
avanzando, cientos era poco, en
realidad eran miles de dragones.
Más de una vez los pensamientos
de una catástrofe sin precedentes
cruzo por la mente de los
vikingos, pero ni siquiera el más
fatalista de ellos llego a pensar en
algo como esto.
Ser atacados por esa cantidad
inimaginable de dragones, si fuera
necesario, pelearían hasta el
último de ellos con todas las
posibilidades en su contra.
Aunque esto significaba el final de
sus vidas y su aldea.
Todos estaban atentos al cielo, a
los dragones que no dejaban de
aparecer de las entrañas de la
neblina, esperando a que el
primero de ellos diera un ataque,
y diera comienzo al final.
Pero el ataque nunca llego, los
dragones seguían volando y
rugiendo, siendo el espectáculo
más aterrador y fascinante que
cualquiera de ellos hubiera
presenciado, y ninguno de estos
dragones estaba interesado en
atacarlos, tienen prioridades más
vitales que una riña inservible en
esos momentos.
Este espectáculo en el cielo será
superado fácilmente pronto.
El rugido que supera el de mil
dragones en el cielo y que incluso
logra temblar el mar y la tierra lo
confirma.
Este es un simple preludio a algo
mucho más grande… literalmente.
Un poco antes de esto…
Stoick fue a revisar el rodeo,
cerciorarse realmente que hay un
guardia, cerciorarse de que… algo
malo no haya pasado.
No es necesario entrar para saber
que algo realmente malo ha
pasado, la reja está abierta, es
suficiente aviso, alguien había
entrado… o bien… alguien había
salido y no se había molestado en
cerrarla, ya que muy
probablemente no había razón
para dejarla cerrada.
Pero no tiene tiempo de
inspeccionar, ni pensar, su
cerebro se congela y se acelera al
mismo tiempo, además que la
tormenta de rugidos le alerta que
debe volver a la aldea pronto.
Realmente, realmente no quiere
pensar quien entro, pero él ya lo
sabe, él lo presiente y le llena de
coraje, y decepción, decepción de
uno mismo, tal vez si no hubiera
dicho esas últimas palabras,
quizás los dragones seguirían ahí,
quizás su hijo no estuviera quien
sabe dónde, en quien sabe qué
condiciones.
Quizás no se sentiría tan
presionado en esos momentos
que parecían ser los minutos
antes de la batalla más grande de
toda la historia de Berck.
Pero no puede hacer nada, ahora
debe dejar sus preocupaciones
personales y concentrarse como
el líder y guerrero de la aldea que
es.
Y presenciar a “La Muerte”.
Llega lo más rápido posible a la
aldea mientras observa con cierto
horror el espectáculo en el cielo,
una cantidad inimaginable de
dragones surcando los cielos
mientras todos sus congéneres se
preparan para la pelea, cosa, que
como ya se dijo, jamás ocurrió,
estos dragones, grandes,
pequeños, desde los que más se
han visto hasta los que rara vez
se ven, siguen su camino, ignoran
los gruñidos, maldiciones o gritos
de batalla de los vikingos, algunos
incluso alzan sus armas, agitando
las hachas, espadas y escudos,
pero nada.
La razón de su huida vertiginosa
no tarda en aparecer.
La acumulación nebulosa, densa
de vapor de agua después de
parecer parir a mil bestias, ha
dejado para lo último algo
magistral.
Justo cuando el ultimo dragón
sale de la neblina, fatigado y
espantado, es cuando los
vikingos, sin saberlo, comprenden
el temor de sus enemigos.
Es enorme, inmenso en realidad,
ningún ser vivo sobre la tierra se
le puede comparar, tal vez solo se
puede comparar con aquellas
creaturas marinas que en algunas
veces se acercan a las
embarcaciones en mar abierto,
solo de tamaño, por el aspecto es
atroz.
Es un dragón, uno que jamás
habían visto, uno como ningún
otro, el peor.
La niebla que no es niebla pare a
este ser que en realidad la creo
con un par de exhalaciones al
mar en su travesía hasta este
lugar, todo él es inmensos, sus
fauces, sus patas, su cuerpo, su
cola y esa cresta que le corona
con varias púas en su cabeza, en
contra parte pequeños ojos
rodean su cabeza, en
compensación tiene más de un
par.
Este es el terror que por años
aterrorizo a los dragones, estos
vikingos están a punto de
conocerlo, y quizás será lo último
que conozcan.
Para un dragón tan inmenso y
pesado es rápido, no ha tardado
mucho en vuelo para llegar a las
proximidades de la isla de Berck,
es verdad que hace años que no
ha salido de su guarida, años y
años de eso, pero las islas tardan
en cambiar, y no es que las islas
son tan rápidas en moverse
tampoco, recuerda su juventud, y
como devoro con tanta facilidad
cada creatura viviente en varias
de esas islas, volviéndolas
montículos de ceniza y roca
calcinada, estas se han
recuperado, ya no son solo ceniza
y roca calcinada, e incluso nuevas
creaturas viven en sus superficie,
pero no han sufrido mayores
cambios en sus formas.
Hace años que no hacía algo
como eso, no estaría mal revivir
viejos tiempos.
Eliminará molestias y se divertirá
en el proceso, ¿Qué más puede
pedir para un buen día?
Es el momento de conocer al
destino.
*+*+*++*+*+*
-Praxedes… ¿Qué pasa?-
Un nuevo intercambio de
gruñidos había sucedido, para que
un silencio muy pesado hubiera
caído a continuación, no era
necesario saber el lenguaje de los
dragones para saber que sea lo
que sea que dijo ese Pesadilla
monstruosa era algo malo, muy
malo.
“La Muerte” estaba en camino, “La
Muerte” quería a su Hiccup, a su
todo… muerto.
No, definitivamente no dejaría
que ese monstruo se llevara a lo
único que le importaba en el
mundo.
La sola idea de perderlo es algo
que le causa tanto horror que
siente como si el fuego en su
interior se enfría hasta casi
grados mortales, y revuelve las
entrañas hasta provocar dolor
físico.
-Prax… ¿estás bien?- el suave
llamado de su todo lo saca de sus
preocupantes cavilaciones.
Sea cual sea el capricho que
impulsaba ese deseo de
destrucción hacia su todo por
parte de la “Muerte”, no lo
permitiría, a él le podían hacer lo
que quisieran, pero a Hiccup no.
Si era necesario lo llevaría hasta
el fin del mundo para mantenerlo
seguro.
Hiccup observa una vez más
como las llamas rodean el cuerpo
del dragón de escamas negras y
lo reducen a la ya tan conocida
figura humana con alas y cola de
dragón. Y como en su aspecto
draconiano sigue teniendo un
semblante lleno de preocupación.
-Debemos de irnos- son palabras
que tratan de explicar todo pero
no lo logran, si, transmiten aquel
sentimiento que le agobia, pero
no sabría explicar todo lo que
está pasando por su cabeza, lo
único que sabe es que deben irse
a cualquier otro sitio.
Irse, claro, eso era algo que ya
sabía Hiccup de antemano, pero
el tono, la desesperación en esos
ojos y expresión era algo que no
sabía, algo no andaba bien.
Pero antes que pudiera preguntar,
antes de que aclarara sus dudas,
es tomado por sorpresa por
Praxedes quien lo alza en sus
brazos y decide que es mejor
mover las alas de una vez y
partir.
La sorpresa y el repentino
movimiento provocan que se
aferre al de escamas negras con
todas sus fuerzas, envuelve sus
delgados brazos alrededor de su
cuello mientras que siente un
brazo en su espalda a la altura de
su cintura y otro recogiendo sus
piernas flexionadas en sus
rodillas.
Mientras el de escamas rojas
observa cómo se alejan, no lo
hiso por el de escamas negras,
eso está claro, sino por la
particular muestra de amabilidad
de ese extraño humano.
No sabe si su todo aun esta con
vida, si los suyos están bien o
mal, pero parte de la mala
fortuna ha sido burlada esa
noche, o al menos así lo siente.
Un humano siendo amable con
dragones, tal vez sea un buen
presagio.
El también debe de partir, huir
suena bien para él también, solo
que debe ir por los suyos
primero.
Hasta que claro… se escuchan los
rugidos.
Están en los acantilados cuando
los escuchan, aun se aferra como
puede a Praxedes, esto es muy
diferente a como volar en su
lomo, es cuando decenas y luego
centenas de dragones vuelan
sobre ellos y alrededor que se da
cuenta que algo anda muy mal.
-Detente, Prax, ¡Baja por favor!-
Era tan suplicante, tan
desesperado, que no se le pudo
negar a su todo.
Llegaron al borde, ahí donde
podían ver el cielo cubierto por
cientos de cuerpos volando, una
marabunta de dragones volando a
toda velocidad… huyendo.
-Praxedes, por favor, necesito que
me digas que es lo que está
ocurriendo-
*+*+*+*
Hace mucho, pero mucho
tiempo, antes de la llegada del
hombre a esas tierras, los
dragones vivían en prosperidad,
había suficiente sustento y tierras
para todos ellos.
Vivian en paz, podría decirse, no
había grandes problemas o
razones que los causaran.
Hasta que un día esto cambio.
Nada se mantiene estático en este
mundo, incluso las rocas en el
desierto pueden moverse.
Nació un dragón, un dragón como
ningún otro.
Tal vez fue un capricho de la
naturaleza, algo de cuestión de
suerte, o quizás un error.
Uno muy malo con el pasar del
tiempo y a quien le pese uno que
atormentaría por mucho tiempo.
Más de su peculiar aspecto, se le
recordaría como a la mayoría de
los seres vivientes, por sus
acciones.
Aunque claro, su aspecto ayudaba
a no olvidarlo fácilmente,
grabado como una de las cosas
que jamás quisiste ver.
Nació pequeño, aunque resulte
hasta ridículo imaginarlo así en la
actualidad, pero fue un periodo
breve, ya que al poco tiempo
comenzó a demostrar un notorio
ritmo de crecimiento.
Con el tiempo, su grandeza era
comparable con su insaciable
apetito.
Un apetito que parecía querer
devorar al mundo.
Con el tiempo sus congéneres le
empezaron a repudiar al igual que
temer, era atroz en sus acciones
y despiadado con quien se le
oponía.
Por apetito, diversión y sadismo
devastaba islas con el poder que
hacia lujo presumir, hasta que por
aburrimiento, por muy tonto,
caprichoso y absurdo que
parezca, se detuvo, y en una de
las islas que devastó en su
plenitud, jugo con las venas de
fuego de la madre tierra y creo su
nido dentro de la ardiente roca.
El tiempo pasó, el fuego dio paso
a la ceniza y este a su vez de
nuevo al manto verde de la
naturaleza y los dragones
pensaron que la paz había
regresado.
Hasta la llegada del hombre.
El hombre que se aventuró a
tierras desconocidas, y como
creaturas muy tercas no se
quisieron desprender de las
nuevas y buenas tierras que se
encontraban a su paso.
Los hombres en si no presentaban
mucho problema, eran fuertes y a
la vez frágiles, podían presentar
pelea a la hora de enfrentarse
frente a frente, aunque
comparados con los dragones,
con un zarpazo de sus garras o su
fuego seria suficiente para
herirlos mortalmente sin
proponerlo, pero estos tenían el
suficiente ingenio para compensar
sus debilidades con sus
invenciones.
Armas, escudos y armaduras,
eran cosas de las que no estaban
acostumbrados.
Decisiones, decisiones, tal vez no
fueron las mejores, o las más
inteligentes, más lo que fue
quizás una decisión para evitar
una confrontación que no les
beneficiaria, termino en
generaciones de esclavitud.
Decidieron emigrar al lugar que
era relativamente seguro, hacer
un trato, y vivir… eso era lo que
deseaban.
Aquella montaña que no es
montaña, un volcán que no nació
con la ayuda del rugir de la
tierra, se volvió en el escondite
de varios, de centenas, quizás
miles, claro, a un costo de su
anfitrión.
Alimento, tributo para saciar
aquella hambre que parecía jamar
tener fin, o era solo una forma de
matar el aburrimiento.
En un principio con el trato que
pareció justo fue tornándose en
pesar, sin darse cuenta, ellos
mismos habían cercenado de su
ser cierta porción de su libertad,
el miedo a la furia de su anfitrión
se pasó de generación a
generación, ellos mismos le
dieron ese poder sobre ellos.
Y esto no podía ser mejor para
aquel que encontró entretenida su
tiranía.
Todo aquel que le desafiaba o
demostrara ser una amenaza lo
eliminaba, ya que aunque jamás
lo admitiera, aquel que portaba el
titulo mismo de la “Muerte”,
albergaba en su interior miedo.
El mundo siempre sufre cambios,
y él, tarde o temprano ya no
estaría, por una u otra razón, no
importa que es lo que hiciera.
Pero mientras tanto disfrutaría de
su tiranía.
+*+*+*+
¿Qué cosas cambiaran ahora?
Mientras ante los ojos de un
pueblo de brutales y fervientes
guerreros son testigos de algo que
quizás no debió ser.
Las fauces de la enorme bestia se
abren y relucen sus dientes al
fulgor de la llama en su garganta,
la noche es oscura y a la vez tan
clara en estos momentos de
locura, la neblina que no es
neblina es blanca y espesa, y
sigue avanzando como si fuera el
ultimo cobijo que alguna vez
experimentaran los hombres,
mujeres, niños y ancianos en la
isla de Berck.
Están congelados por el miedo,
muchos de ellos no saben qué
hacer, que pensar, quizás solo
queda la resignación y rezar a
Odín por algo de benevolencia, o
quizás un milagro.
Algo que quizás no llegue…
Las fauces se abren un poco más,
mostrando una mueca que parece
burlarse de sus patéticas
existencias, hasta el guerrero más
grande, más fiero y valiente de la
isla, no puede evitar sentirse
ínfimo, pequeño e impotente a
comparación de aquel monstruo
quizás nacido del mismo abismo
donde la hija del dios del engaño
gobierna.
… tal vez este es su último
momento…
Cuando el rugir del monstruo
ante ellos parece hacer vibrar la
tierra firme, y en realidad es cada
fibra de su propio ser de cada
aldeano, que de repente se han
dado cuenta que se han
convertido en presas, la llama
dentro de la boca ilumina con su
mortal fulgor las cercanías y los
que se encuentran cerca de ellas
podrían jurar que sienten su
agobiante calor quemarles la piel,
piensan en sus vidas, lo que tal
vez pudo ser, y todo lo que fue.
¿Qué pesa más Stoick? ¿Haber
fallado como padre o haber
fallado como líder de tu pueblo?
¿Cómo se paga esa clase de
pecados en la otra vida? Quizás
halles la respuesta pronto,
cuando aquella llama amenazante
abandone las fauces de tu
verdugo.
O quizás no.
… tal vez los milagros llegan de
manera inesperada, en formas
insospechadas.
Como un niño, un pequeño
muchacho delgado, escuálido
quizás, sobre el lomo de un
temible dragón.
Sí, eso nadie se lo hubiera
esperado y a quien lo vio, lo
atribuyó inmediatamente a una
alucinación.
Cosa que se desmintió, al segundo
que la llama no fue lanzada,
porque otra le golpeo de lleno en
la cara al monstruo salido de la
neblina.
Es imposible, inverosímil,
ridículo.
Sobre el lomo de un dragón
temible, un legendario furia
nocturna, se aferra un cuerpo
pequeño fácilmente confundible
con el de un niño o un joven
apenas salido de la tierna
infancia. Algo extraño y nunca
antes visto, más allá de los
presagios que son capaces de
comprender.
“La Muerte” por primera vez en
mucho tiempo está sorprendido,
después de la irritación del
repentino ataque que impidió el
propio alza la cabeza para ver al
infeliz que se atrevió a alzar su
llama contra él.
En vez de uno encuentra dos, dos
que se vuelven uno, una pareja
inaudita.
Por primera vez en mucho,
mucho, mucho tiempo lo siente,
aquel desagradable hormigueó
que experimento desde la noticia
del que el de escamas negras
fraternizaba con el enemigo,
puede traducir esa desagradable
sensación en algo conciso.
Tiene miedo, pequeño,
desagradable y molesto sentir,
pero tiene miedo a fin de
cuentas.
-Ese… ¿Ese no es Hiccup?- Fue
Gobber quien se preguntó así
mismo en voz alta lo que muchos
habían notado pero nadie lo
podía creer.
Incluso Stoick, quien podría
reconocer esa figura pequeña y
delgada, y esa melena castaña a
lo lejos, en cualquier lugar, no lo
puede creer.
Pegado a su lomo como si fueran
uno solo comenzaron a surcar los
cielos como una flecha negra,
todos al verlos juntos quedaban
con la boca abierta, quien sabe si
hubiera sido otro dragón y
muchacho hubieran reaccionado
diferente, pero ese era un furia
nocturna, el hijo del trueno y el
rayo, el dragón más temido de
toda la aldea, y lo estaba
montando nada más y nada
menos que Hiccup, el menos
vikingo de todos los de la aldea.
Y el siempre debilucho, el
siempre torpe, el menos…
¿valiente?; tal vez deberían
replantearse eso último, porque
nadie era tan valiente ni loco
para tan siquiera imaginar
hacerlo, montar el lomo de esa
mortífera y aterradora bestia
conocida, al menos a hasta esa
noche; se atrevía a enfrentar al
monstruo que había surgido de la
neblina vaporosa como si nada,
mientras que la mayoría aún
seguía congelados sin saber qué
hacer.
¿Cómo es que todo esto está
ocurriendo?
Por qué Praxedes no podía dejar
simplemente a Hiccup enfrentar
este problema solo, y no podía
negarse ante la súplica de
regresar y ayudar.
Él le explico, le trato de advertir
aun con sus palabras vagas el
atroz destino que podía
esperarlos si se quedaban, pero al
final la bondad de su todo
prevaleció en sus acciones.
Ser tan noble no debería de
existir, y aun así era la razón de
su vida, su todo.
Y si era su deseo enfrentar lo
imposible, él lo acompañaría
hasta el final, ya no había poder
sobre el mundo que lo pudiera
separar de Hiccup.
No importaba sus miedos,
preocupaciones.
Tal vez sea la más grande de las
estupideces nunca antes hechas el
ir directo hacia “La Muerte”, pero
en parte también comprendía la
preocupación de su todo, y esa
naturaleza tan noble era una de
las cosas que le había atraído y
conquistado.
No podía rechazar esa parte de
él, no podía ir en contra de esa
obstinada determinación que
mostraba en esos momentos de
preocupación.
Se sabía que su lugar era junto a
él, pasara lo que pasara.
Es por eso que le llevaba en su
lomo y se estaba haciendo que
jamás se imaginó solo por estas a
su lado.
Los ojos de la enorme bestia
perdieron interés al instante de la
aldea que iba a ser su víctima
para enfocarse en ese par tan
desigual.
Había olvidado la última vez que
algún ser se había atrevido a
desafiarlo, a siquiera mirarlo con
odio o coraje, mucho menos, a
atentar contra él, por eso quizás
aquella furia que se desato en su
interior, junto a esa pequeña e
ínfima pisca de temor, causaron
un efecto instantáneo.
Furia cegadora y explosiva.
No podía pensar en nada más que
eliminar a ese par por su propia
fuerza, subyugarlos hasta
convertirlos en mera ceniza o
menos que eso.
Después de todo a eso había
venido.
Con esto simplemente disfrutaría
más su destrucción.
-Creo que ya llamamos su
atención-
Hiccup jamás se imaginó en una
situación como esta, jamás había
visto a un dragón tan inmenso,
jamás se pensó enfrentar a uno,
por cual educación de vikingo que
hubiera tenido esos años, ya
había desechado esa meta desde
el momento de conocer a
Praxedes, pero ahí se encontraba,
con el corazón latiendo tan fuerte
como tambores de guerra y
haciendo cosas que muchos
pensaron imposibles.
A pesar del temor que le
embargaba, la claridad en su
mente era algo envidiable para
cualquier novato y experto en las
artes de la guerra, tal vez si
estaba loco, pero por igual era
sensato, llamar la atención de “La
Muerte” estaba hecho, hasta ahí
el plan estaba bien.
Los siguientes pasos… aun no los
tenía suficientemente claros en su
mente.
En esta clase de situaciones la
improvisación y el pensar
ingenioso eran de mucha utilidad,
o al menos eso es lo que alguna
vez escucho a Gobber en los
entrenamientos, era hora de
ponerlo a prueba.
-Prax hay que alejarlo de la aldea-
El furia nocturna atendió a la
orden, su aleteo ahora se dirigía
hacia las alturas, no era necesario
voltear atrás para saber que lo
perseguían, esa desagradable
sensación que con solo estar en la
presencia de ese infame lo sentía
en sus escamas.
En efecto, al verlos tratar de
alejarse “La Muerte” hiso lo suyo
con sus propias alas, bajo la
mirada atónita de los vikingos la
bestia alzo vuelo yendo tras el de
escamas negras y su compañero,
era como ver una montaña
alzarse y ser devorada por la
misma niebla que le pario.
-¡Hiccup!- Stoick aún no lo creía
pero estaba hecho, ese era su
hijo, y ahora, por el nombre de
todos los dioses… los estaba
salvado.
Para todos los presentes los
hechos ocurridos dentro de la
neblina eran un misterio, aún
seguían impactados por los
hechos recientes, y los hechos
que le siguieron no ayudaron
tampoco a su actual estado.
Rugidos, un brillo que salía de la
niebla iluminando, fuego
ardiente, incandescente aun desde
la distancia que estaban.
Y un hecho que les perseguiría
hasta el último día de sus vidas.
Lluvia de cenizas.
*+**+*
Todo lo que es consiente es que
su cuerpo le siente muy pesado y
lo rodea la oscuridad, no…
también calor.
Calor… ¡CALOR!... ¡FUEGO!
Aun se siente pesado y cansado,
pero recobrar los recuerdos de
antes de caer inconsciente le
animan a despabilarse por
completo, ¿esta acaso muerto? ¿y
Praxedes?
Abre los ojos y se encuentra con
oscuridad, no, en realidad se
encuentra con algo
completamente negro como la
noche, y respira aliviado.
Solo es cuestión de estirar su
brazo para sentir al tacto aquellas
escamas negras tan familiares, es
alivio al instante.
El ala abre paso a la luz y deja
ver el rostro del dragón de
escamas negras que
perfectamente expresa con sus
ojos un alivio y alegría inmensa
tan brillante como un día
soleado.
-A mi también me alegra verte-
Unos suaves lengüetazos desde
mejillas a cuello son su respuesta
junto a un suave ronroneo.
Está bien, aun se siente algo
agotado, un poco adolorido, pero
está bien, después de todo
Praxedes está a su lado.
Abraza la enorme cabeza y le da
un suave beso en el hocico.
Al incorporarse un poco nota algo
que le desconcierta un poco, ya
está claro que sigue vivo, las
sensaciones como el calor del
cuerpo del dragón y un ligero
dolor en el cuerpo dejan claro
eso, no queda tan claro la forma
en que llego bajo techo, sobre
una cama desconocida, en una
cabaña no muy conocida.
¿Dónde está? ¿Qué paso?
Pone más atención a su alrededor
y nota una decoración por
demás… peculiar.
Conchas y huesos pequeños
colgados desde el techo en
cuerdas que parecen oscilar a la
más mínima briza o vibración,
sobre el marco de la puerta una
cornamenta decorada con plumas
de gaviota y otras aves, la cama
cubierta de piel de jabalí y quizás
de oso también, esta última es
raro conseguirlo en la isla.
No se le viene nadie con esta
clase de gustos para adornar un
dormitorio, no es que conozca
con detalle a todos los habitantes
de Berck.
Momento… ¿aún sigue en Berck?
Es una posibilidad realmente
desagradable… pensar que
realmente todo haya llegado a
salir mal.
El crujir de la puerta llama su
atención, y ahí entra un largo
bastón.
¿Un bastón?
Es necesario bajar un poco la
mirada para observar a la tan
conocida y respetada anciana
sabia de la aldea, oh, esta era su
casa.
-Valla, valla, hasta que despiertas
pequeño vikingo-
-Uh… hola?-
Praxedes parece enroscarse un
poco más sobre él, de una
manera protectora, casi celosa.
-Jump, este sí que es singular, no
se ha apartado de tu lado desde
lo que pasó-
-¿He? Yo… ¿Qué paso?-
-Pues…-
-¡HICCUP!- antes de que dijera
algo más la curandera la puerta
se abre y deja ver al pelirrojo
progenitor del joven vikingo.
El muchacho lo mira asombrado,
quizás era la última persona en
esperar a ver, después de lo
último dicho y hecho entre ellos,
duele un poco verle, no estaba
preparado.
Praxedes se enrolla aún más y
suelta un breve rugido, tal vez
sienta que ya son demasiadas
personas en un mismo lugar, o
recuerda al pelirrojo y la vez que
le separo de Hiccup, o quizás sea
otra cosa.
*~*~*~*~*
Surcaban el cielo vaporoso,
jadeantes y asustados.
De cerca les seguía aquel
monstruo que con un rugido
parecía que lograba tiritar hasta
sus almas, por fortuna el furia
nocturna era rápido y la
compañía del otro les daba la
suficiente firmeza para enfrentar
esta situación.
Hiccup observó sobre su hombro
justo a tiempo para ver las llamas
en las fauces de su adversario,
sujetándose firmemente al lomo e
inclinándose un poco sin palabras
le indico al dragón tomar
diferente dirección
inmediatamente para evitar la
incandescente llamarada de fuego
que por poco les hubiera pegado
de lleno.
El calor de ese fuego parecía mil
veces peor que el que hubiera
experimentado en la forja o el
que le callera hierro fundido, no
creía que cualquier dragón
pudiera sobrevivir a este, menos
un humano como él.
Esquivando con destreza cada
ataque que les era enviado, como
si fueran uno solo, lograban
desesperar a la bestia
incrementando así su ira.
No podían seguir así por siempre,
Praxedes pronto se cansaría a
este ritmo probablemente y los
alcanzaría, tenía que pensar en
algo rápidamente, fue así como
mirando sobre su hombro atento
al siguiente ataque, viendo como
el fuego se acumulaba dentro de
esas enormes fauces un recuerdo
llego a su mente, y una idea loca
exploto junto a este.
Solo esperaba que esta no fuera
producto de haber perdido
completamente la cordura, si
fuera así, o esto los llevaría
definitivamente al final, o sería
una de las más grandes
genialidades que se le hubieran
ocurrido en un momento de falta
de razón.
-¡Prax hay que dar media vuelta!-
El dragón no dudo ante la orden,
no tenía razón, tenía plena
confianza, después de todo,
durante ese periodo de tiempo
surcando en el cielo las
decisiones de Hiccup habían sido
las acertadas, si quería que vieran
de cara a “La Muerte” por algo
debía de ser.
Una fracción de segundo, las
fauces se abrieron, el fuego que
sale de las entrañas amenaza con
salir con un aliento, es la vida
misma de los dragones si se ve
desde esta perspectiva…
-¡FUEGO!-
… y en estos momentos es la
muerte de uno de estos.
El fuego explota en su interior, no
hay palabras para describirlo, no
hay nada que se le compara ni lo
habrá, ya que este es su último
momento sobre la faz de la tierra,
o más bien, sobre el cielo de esta.
Lo último que observa es a ese
par, era por eso que quería
eliminarlos, su presentimiento
había acertado, ese par solo le
traería mal.
Le trajo algo que por tanto
tiempo había estado huyendo,
quizás su único miedo, su final.
Y mientras era carcomido por el
fuego desde el interior, por
primera vez, en mucho tiempo, se
siente pequeño, minúsculo
comparado con el dragón de
escamas negras y el humano
quien le monta.
Observan con asombro y cierta
fascinación como el fuego
rápidamente consume a ese
enorme ser, alas y piel poco a
poco se deshacen, y cae, empieza
a caer, y entre el último alarido y
aleteo, se retuerce, tan
inesperado que no tienen tiempo
de esquivar completamente la
inmensa cola que golpea a Hiccup
y Praxedes.
Praxedes apenas logra
equilibrarse para darse cuenta
que algo muy importante le falta,
un peso vital y sagrado para él.
El cuerpo de Hiccup cae
inconsciente, el golpe fue
demasiado para él, quizás lo
único que percibe es el calor, las
llamas tratando de tocarlo como
mil lenguas de fuego, como el
último intento de “La Muerte” de
causar daño.
Praxedes contrae sus alas y cae
en picada, no dejaría que nada le
hiciera daño.
Mientras el cuerpo se consume,
los vikingos en la isla observan
como algo cae del cielo, es
primero pequeñas motas grises y
negras, que aumentan y
aumentan en cantidad con cada
segundo, es una imitación de
nieve o lluvia quizás, hecha de
ceniza nada más.
Luego ven un cuerpo, un inmenso
cuerpo caer y chocar contra el
mar, la ola que provoca agita los
botes que chocan contra el
puerto y las rocas, varios
terminan con daños serios, pero
solo son objetos materiales, al
final nadie resulto realmente
herido.
Bueno… casi nadie.
Apenas reaccionan, aun rodeado
de agua el cuerpo no termina de
consumirse, ahora es solo un
esqueleto de lo que alguna vez
fue, y este poco a poco se cae
como frágil carbón convirtiéndose
en ceniza al golpe de las aguas
turbulentas.
Hiccup, ¿Dónde está?
Él padre en él se agita, es lo que
le permite salir de su asombro y
moverse, mira a su alrededor,
poco a poco todo se cubre con
una ligera capa de ceniza, caras
manchadas, techos y suelos que
poco a poco acumulan ceniza.
Corre, corre, debe de
encontrarlo, lo único que se le
ocurre es al puerto donde los
restos del inmenso dragón callo.
El puerto lo llega a ver desde el
acantilado, barcos en deplorable
estado, no hay gente, no hay
Hiccup, ¿acaso cayo junto al
monstruo?
No Odín, por favor.
-¡HICCUP!- grita, es un grito
desesperado, es un grito
desgarrador de un padre que se
da cuenta que ha perdido a su
hijo.
Crea un dolor peor que cualquier
arma podría hacer, y siente que
ha fallado, este es el peor fallo de
su vida.
La aldea está a salvo, pero a que
costo.
En medio de su dolor, escucha
rugidos, ¿acaso esas bestias
vienen a terminar la tarea que esa
monstruosidad vino a hacer?
Hay pocos, que vuelan no muy
lejos de donde esta él, ¿Es acaso
el mismo que ataco esa tarde? En
medio de la oscuridad distingue
esas escamas rojas, y en medio
del dolor la rabia surge, quiere
desquitarla.
La bestia cae cerca del puerto, la
sigue.
No piensa con claridad, no trae
arma en mano, tal vez es un acto
deliberado suicida, el dolor
ensordece la razón.
Donde el de escamas rojas callo,
hay más, otro como el primero, y
otros más diferentes, grandes y
pequeños, quietos y calmados…
observando algo.
Un cuerpo negro, un dragón de
escamas negras, mucho más
quieto que todos los demás.
El Furia Nocturna yace frente a
ellos… ¿acaso vienen a ofrecerle
respetos al camarada caído?
~Hey tu… escamas negras…
¿acaso…?~ el ex compañero de
celda empieza a hablar.
En su huida encontró a su propio
todo, está a salvo, el alivio le
embargo por ello pero la noche
aún no termina.
Grrr…
~El humanito… el buen
humanito…~
Varios de los pequeños dragones
que en ocasiones se encontraron
con Hiccup y Praxedes en las
horas que iban a pescar o pasar
el rato en los acantilados al otro
extremo de la isla también se
encuentran ahí
Grrr gruar grrr
Rugen y gruñen, y por un
momento parece que hablan ante
los oídos de Stoick.
Para los humanos es algo que aún
no logran explicarse lo que pasó,
para los dragones, ha sido la cosa
más asombrosa y razón de alivio,
“La muerte” ha caído
definitivamente, y recuperan ese
algo que habían perdido
generaciones atrás, su completa
libertad.
La mayoría aún no sabe cómo
ocurrió, la mayoría ni siquiera
que un humano participo en este
hecho, pero algunos, pero el
puñado frente al furia nocturna
saben, y desean saber…
~Ni se les ocurra… ni lo digan…
mi todo, Hiccup está bien~
Alza su ala, y es como si es
testigo por segunda vez del
milagro más sorprendente de su
vida por segunda vez. Primero
fue ver nacer a su primogénito
del vientre de su amada, y ahora
es verlo ahí frente a él
pensándolo perdido.
-¡Stoick! ¿Qué pasa?-
Gobber y otros vikingos llegan a
donde su líder, y se detienen.
-¡Dragones!- se agitan algunos,
listos para atacar, mas fue su
mismo líder quien los detuvo, su
hijo estaba entre ellos después de
todo.
~*~*~*~*~
-Después de que ese enorme
dragón viniera a atacar y lo
derrotaran, tu padre te encontró
inconsciente junto a este Furia
Nocturna- le explico la anciana.
-Praxedes… su nombre es
Praxedes- dijo por reflejo el
muchacho, rememorando lo
ocurrido momentos antes de eso.
-Curioso nombre, oh bueno, te
encontró y después de suplicar…-
-Yo no suplique- se quejó el
pelirrojo, no era necesario saber
esa parte.
-Eso no es lo que me conto
Gobber- o si, una de las razones
por las que Gobber era conocido
era por su sincera indiscreción,
llegaba a decir la verdad en
momentos inoportunos y
descuidadamente -en que iba, ah
sí, después de suplicarle a este y
a otros dragones que se
encontraban cerca que le dejara
verte y curarte, y te me trajeron
para mi casa-
Era difícil imaginar eso, a su
padre suplicar y… espera, ¿otros
dragones?, como que sentía que
se le escaba algunos datos
importantes que solo Praxedes le
podría explicar.
El lado bueno de todo esto es que
ese par no se había terminado
matando al momento que se
vieron las caras.
Acaricio las escamas negras y
tranquilizo a su compañero, aun
rugía un poco y lo sentía tenso.
-Veo que te llevas bien con esta
creatura… muy bien, son un par
muy singular- había algo que no
dijo en esas palabras que le
incomodo al castaño, y podría
jurar haber visto un brillo
travieso en aquellos ancianos
ojos.
Era sabido en toda la aldea que
esa anciana sabia era la mejor
curandera, pero también que
tenía dones especiales como
poder ver los mensajes de los
dioses en cosas simples, o un
instinto sensible para detectar
ciertas cosas, ¿acaso ella sabía
qué clase de relación tan estrecha
tenía con Praxedes?
-Uh… si-
-Hijo- le llamo su padre, por un
momento noto en sus facciones
severas el cansancio del estrés
vivido, como si varios años
hubieran pasado en lugar de una
sola noche de su inconciencia –
quería hablar contigo sobre… lo
que paso ayer-
-Bueno ahorita vengo, traeré algo
de comer- la anciana salió y les
dejo tener su breve momento de
privacidad.
-Hiccup, hijo… siendo líder de la
aldea siempre pienso en el
bienestar de la aldea-
-Lo se papá-
-Y como líder, sin darme cuenta
he desatendido otros deberes
importantes… lo que quiero
decir, yo… hijo, lamento mucho
lo que dije-
Ahora cree que tal vez si este
muerto y este sea una especie de
sueño hecho por la diosa de la
muerte para su eterno descanso,
muy pocas veces en su vida ha
llegado a saber que su padre se
haya disculpado, no se diga que
se haya disculpado con él, por lo
que se le queda mirando, entre
asombrado y aturdido.
Aquel gran hombre, el que
siempre se mostró firme y fuerte
ante él o cualquiera, el que es su
padre, de repente se ve frágil,
como una construcción a punto
de caer con la menor de las
brizas, por un momento… se
parece a él.
Es extraño, no sabe que decir,
tiene la mente en blanco y un
nudo en su garganta.
En ese perdón hay tantas cosas,
difíciles de explicar para el
emisor, tanto y tanto que no son
dichas, y otro tanto que se
comprende.
-Está bien papá- es una mentira a
medias, una verdad incompleta.
Lo perdona, pero aún hay una
parte que duele, pero ya se ha
dado el primer paso para curarla,
pedir perdón.
El furia nocturna parece estar
más tranquilo, nada que ver con
ese que ataco en la tarde
anterior, incluso parece, se atreve
a decir, manso, al menos solo
con Hiccup, quien sabe que le
hiso su hijo, pero a domado a
una de las bestias más temidas
conocidas por el hombre.
Cuando se le acerco y este le
gruño junto a todos esos
dragones, parecía ser muy capaz
de arrancarle la cabeza a él y a
todos sus camaradas que le
alcanzaron.
Si este era quien derroto al
monstruo salido de la neblina
estaba seguro que sería
fácilmente capaz de hacer eso y
más.
Tenía a su hijo entre sus garras,
más que una presa o víctima, lo
estaba protegiendo celosamente
como si cualquiera, sin
excepción, dragón o vikingo,
fuera una amenaza potencial.
Y como Gobb le había dicho a la
anciana sabia, para asombro de
sus congéneres y extrañeza de los
dragones que se encontraban
presentes, se había arrodillado
frente a ellos, los dragones que
acompañaban al de escamas
negras gruñeron junto al furia
nocturna.
Probablemente dándose cuenta
de la presencia de enemigos para
ellos… o quizás al igual que el de
escama negras no querían que se
acercara a Hiccup.
-Es mi hijo, Hiccup… debo ver
si…- se negaba a pensar que
estaba muerto –debo curarlo- fue
lo que les dijo.
No cedió de inmediato, en
realidad, por un momento pensó
que jamás se lo entregaría, pero
accedió al final.
Sin saberlo Stoick, uno de los
dragones más pequeños comento
algo de que los humanos sabían
curarse entre ellos con hierbas y
esas cosas, si estaba herido ellos
podrían curarlo, ya cuando
estuviera mejor se lo podría llevar
a donde quisiera.
Además ese humano, se veía tan
o igualmente desesperado que
Praxedes por la situación de
Hiccup inconsciente.
Hiccup se ha mantenido callado,
sobando las escamas negras con
cariño… no, hay algo más, pero
Stoick no sabe ponerle nombre.
-Hiccup… ¿Cómo es… cómo
domaste a esta bestia?-
El castaño se incomoda con la
repentina pregunta, por llamar
bestia a Praxedes y todo, TODO lo
que conlleva esta respuesta.
Bien, tarde o temprano se tiene
que enterar, y no planea dejar a
Praxedes, así que aunque tal vez
aún tiene un poco de locura en
su mente por el estrés y todo lo
vivido, lo mejor que se le
ocurre… es ser sincero.
-Papá, tienes que… saber algunas
cosas…-
*+**+*+
En el piso de debajo de la
modesta cabaña de la respetada
guía espiritual de la aldea, la
mejor curandera reconocida en
esta y otras islas, modestia
aparte, un grupo de personas se
reúnen, mucho más pequeño que
el de esa mañana.
Después de lo ocurrido la pasada
noche no ha parado el
movimiento en esa casa, desde
que el pequeño Hiccup llego
inconsciente con alguna nueva
colección de moretones para su
colección, un Stoick alterado, un
dragón que libremente se metió
dentro de la casa hasta la
habitación que depositaron al
joven muchacho sin intención de
atacar hasta que terminara de
curarlo y acurrucarse junto a
este.
Para su edad y toda su
experiencia esto es algo muy
peculiar.
-Entonces ya puedo ir a ver como
esta Hiccup-
-Que ya te dije Gob que te quedes
sentado, necesitan un ratito a
solas esos dos-
-Pero señora- una mirada
amonestadora y el rubio herrero
se calla al instante, años de
experiencia logran ese efecto.
Las otras personas, algunos
vikingos como el hermano de
Stoick, o amigos cercanos a la
familia, también uno que otro
metiche, se encuentran
acomodadas en la pequeña
estancia que serviría de sala y
comedor de la anciana.
Algunos preocupados por el hijo
de Stoick, otros queriéndose
enterar completamente de lo que
paso y está pasando, en el techo
hay algunos dragones pequeños
poco interesados en atacar o en
los humanos quienes los miran o
amenazan al salir o entrar del
pequeño hogar, parecen estar
calmados extrañamente para un
dragón, más para la conocida raza
irritable que son esos pequeños,
parece que están esperando algo
al igual que ellos.
Saben que el furia nocturna
descansa junto al joven vikingo,
aún mucho de ellos no terminan
de procesar todo esto.
Es como el impacto inicial de la
primera batalla, saben que lo
vivieron, pero de repente se
disocian del asunto como si sus
recuerdos no fueran propios.
Clap
Algo se cae en el piso de arriba,
los pone alerta.
-¡Atrás demonio!-
-¡Papá tranquilízate!-
Eso no ha sonado para nada bien.
Gob es el primero en correr hacia
el cuarto, pensando que tanta
tención quizás haya fundido la
vela de la razón en el cerebro de
su amigo para gritarle así al
chico.
Al entrar y abrir la puerta se
replantea que quizás es él quien
perdió algunas velas de razón.
*+*+*+*+*
Decir la verdad no fue la mejor
idea, decir que había perdonado
la vida de un dragón y volverse su
amigo tal vez hubiera sido
suficiente, lo cual no era mentira
mas no era toda la verdad.
Tal vez su mente estaba lo
suficientemente cansada como
para elaborar una mentira o tan
si quiera plantearse esa idea.
Le cuenta que Praxedes es
diferente, hasta ahí la
conversación iba a un tono
comprensible para su padre que
lo miraba atento a pesar de su
sombra de extrañeza en sus ojos.
El furia nocturna junto a él es
diferente, su padre no lo llega a
comprender del todo, lo nota, así
que no se le ocurre mejor idea
que demostrarlo.
-Prax… ¿Podrías… podrías
cambiar?-
El dragón ha estado mediamente
atento con la conversación, las
suaves caricias de Hiccup lo
ayudan a no estar tan tenso, aun
hasta él le parece increíble lo que
lograron aquella noche, y lo cerca
que estuvo de perder a su todo.
Hay muchas cosas que pasaron en
tan corto periodo de tiempo,
pero todo es real, por todos sus
antepasados, es real todo y está
agradecido de ello.
Ante el pedido humilde de su
todo no duda.
Nunca se ha transformado ante
otro humano que no sea Hiccup,
pero por alguna razón este se lo
pide.
Tienen que demostrar algo.
Se baja de la cama y se estira un
poco para destensar los
músculos, mira al corpulento
humano frente a él, progenitor de
su todo, no conoce de etiqueta
humana, ni ha llegado a
preguntarse como reaccionaria
otros humanos con su
transformación.
No avisa y solo lo hace.
Ante la estupefacta mirada de
Stoick el dragón cambia, al
momento que las llamas cubren
su cuerpo piensa que es probable
que sea similar a la especie de
escamas rojas que ataco su hogar
la tarde anterior, más cuando este
se empieza a encoger piensa tal
vez que este muriendo ante sus
propios ojos, jamás se imaginó
que terminara de transformarse
en eso… sea lo que fuera.
La cara de ojos abiertos y quijada
desencajada que muestra su
padre es digna para recordar,
bien pudo gritar o atacar, tal vez
él también este lo suficientemente
cansado para ocurrirle ese tipo
de cosas, o este demasiado
sorprendido para pensar hablar o
pensar.
No todos los días vez a un dragón
transformarse de esa manera.
Desnudo, sin darle mayor
importancia a la reacción del
pelirrojo vikingo regresa a su
lugar al lado de Hiccup y lo
envuelve con sus brazos y alas.
¿Qué?... ¿QUEEEEEEEEEEEEE?
Resuena en la mente de Stoick,
esto apenas es posible procesar.
-Ah… ummm, si, es capaz de
hacer… esto, y emm, es, bueno,
más que un amigo para mí-
Si, tal vez no es la mejor manera
de explicarse, pero al menos lo
intenta.
-¿Eh?-
-Emmm él, bueno, nosotros,
somos algo así como… una…
pareja-
Si, tal vez debió decirlo en otro
momento y en otro lugar, no
reacciono de todo bien ante la
noticia.
Una cosa era estar agradecido
por haberle salvado la vida a su
hijo, eso lo respetaba, otra muy
diferente era enterarse que ese…
dragón, o sea lo que sea, tuviera
un interés tan intenso sobre su
hijo, por todos los dioses, era,
era… extraño, era, Hiccup era
muy joven, eran hombres, Hiccup
que no parecía incómodo con la
cercanía del cuerpo desnudo
ajeno como si hubiera pasado
DEMASIADO tiempo en este tipo
de situaciones.
Así es como los encuentra Gob en
esta escena que podría alcanzar la
sorpresa vivida aquella noche con
el dragón del tamaño de montaña.
Praxedes le ruge a Stoick, para
los que entran recién a la
habitación, la anciana sabia y
alguno que otro vikingo llegan
poco después de Gob, es un
hombre desnudo con alas y cola
de dragón, bien podría parecerles
un monstruo a buenas a
primeras, Stoick parece furioso,
ambos listos a lanzarse contra el
otro.
-¡Papá cálmate! ¡Praxedes no es
malo!-
Grrrrr
-Esa cosa… Hiccup, es un
monstruo-
-¡Él me salvo! ¡Los salvo a todos
ustedes! ¡Salvo a la aldea!-
Esa es una rotunda verdad, sin
ese dragón todos ellos serían
carbón y ceniza, menos que un
recuerdo.
Pero Stoick no quiere aceptar el
otro hecho, el que el parecer esas
miradas intensas que le dedico la
creatura a Hiccup mientras la
anciana lo curaba no eran de
preocupación fraternal o algo por
el estilo, sino algo mucho más
íntimo.
-¿Qué pasa aquí? ¿De dónde salió
ese?- Gob como la mayoría de los
presentes esta confundido.
-El dragón- es lo único que atina
a decir el pelirrojo cabreado.
-¿Qué dragón?-
-Ese dragón-
-¿Cuál?-
-Ese maldito Furia Nocturna- y
señala al hombre desnudo-
monstruo-lo que sea.
-Oh, ya no se ven este tipo de
cosas estos días- comenta la
anciana sabia menos perturbada
que la mayoría, después de todo
ella ha tenido más experiencia de
vida como para espantarse por
este inusual fenómeno, además de
que no es desagradable ser
espectadora del cuerpo del
dragón.
¿Qué? Una mujer por muy
entrada en edad puede apreciar
perfectamente con agrado un
buen cuerpo varonil.
Además ella aún recuerda algo
que la mayoría de los hombres
parecen haber olvidado, incluso
alguno de los dragones también
parecen haberle dado poca
importancia, los dragones tienen
chispa mágica, no solo el fuego
de sus entrañas sino otras cosas.
-Papá cálmate-
Vikingo y dragón parecen gruñir
al mismo tiempo sin transmitir
otro mensaje más que hostilidad
mutua, eso no parece que acabe
bien.
-¿Cómo quieres que me calme
cuando… este… esta cosa quien
sabe quiere hacerte?-
Praxedes se siente mucho más
ofendido por este comentario que
cualquier otra cosa, ¿Cómo se
atreve a tan siquiera insinuar que
sería capaz de tratar de hacer
algo que perjudicaría a Hiccup?
-Hiccup es MI TODO- ruge, más
bien le grita en la cara.
La cosa habla, asombroso, pero
eso no hace trastabillar en su
enojo al líder de la aldea, en lugar
de eso lo altera más, esa
afirmación tan posesiva es algo
que no es capaz de soportar.
Se lanza contra el literalmente y
forcejean parejamente a fuerza
bruta.
-Oh por todos los… ¡papá déjalo
en paz! ¡Prax tú también!- esto no
ha salido para nada bien, si
siguen las cosas así mejor es salir
por la ventana con Praxedes y…
oh cielos, de repente todo da
vueltas.
-¡En mi casa no se permite
peleas!-
-Stoick detente antes que la vieja
te eche mal de ojo-
-¿Qué dijiste Gob?-
-Yo… lo dijo él- señala a
cualquiera de los de atrás de él
nervioso, no es su culpa, está
nervioso y confundido con todo
esto.
-¡YA BASTA!- grita de lo más
exasperado Hiccup, realmente no
quiere soportar este tipo de cosas
en este momento.
La habitación parecía de repente
fuera de foco y girar de un lado a
otro, se sentía mal.
-¡HICCUP!- un empujon fuerte y
prácticamente arrojo hacia Gob y
los demás vikingos al pesado
pelirrojo al ver como de repente
Hiccup se encorvaba sobre sí
mismo y caía inconsciente en la
cama.
Siiii… este ha sido un día de
demasiadas sorpresas.
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